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Por fin regresó a su casa. Su abuelo lo recibió emocionado, y cuando le preguntaron por Isamu tuvo que decir la verdad. Adriá se puso triste al respecto, pero lo superó casi instantáneamente.

Y así su nueva vida empezó.

Su padre les consiguió un nuevo doctor a la familia entera, y así poco a poco las cosas empezaron a mejorar.

El doctor documentó sumamente interesado el caso de Adrien. Era un caso de trastorno de identidad disociativa muy curioso, en el que la disociación entre personalidad y personalidad era sumamente corta y discreta a excepción de Adriana y Adrián. Por lo que decía parecía ser que la doctora Claudine Ford había elaborado un "trabajo incompleto", donde intentó integrar a Adrien y Fyodor con Dri pero no lo hizo completamente, según él por eso los tres se parecían tanto y les era tan fácil estar despiertos al mismo tiempo y cambiar el control.

Los meses pasaron y el progreso, aunque lento, era seguro, constante y tranquilo. A diferencia de las consultas con la doctora Ford, donde se sentía horriblemente incómodo y molesto, este doctor le hablaba suavemente y lidiaba con TODOS sus traumas bastante bien. Pronto Adrien y Fyodor en lugar de integrarse correctamente a Dri terminaron por separarse del todo, tal como a sus nueve o doce años, y Adriana y Adrián estaban aprendiendo a comportarse.

Sus alucinaciones disminuían también, ya no soñaba con las chicas muertas ni con el cadáver de su madre siendo devorado por gusanos, y eso era genial... Aún soñaba con Eriko e Isamu, lo ponían incómodo, pero no le quitaban el sueño; a veces veía la imagen de su hermano asomar tímidamente por el marco de la puerta del baño mientras se levaba los dientes o se colocaba las lentillas, a veces lo veía subir con él al ático cuando iba a ver películas con sus hermano y su abuelo, a veces lo veía entrar a la cocina, a veces lo veía sentado en el desayunador mientras cocinaba. Pero podía vivir con eso mientras no le moviera la mesa o las sillas o hiciera reventar vasos de cristal o cosas así.

Parte de la terapia era declarar un "host". Los cinco concordaron en que debía ser Dri. Sus cambios dejaron de ser bruscos e incontrolables, y volvieron a ser cortos pero notorios periodos de disociación donde cerraba los ojos unos momentos, así era más fácil prepararse para tratar de manera adecuada con cada uno.

Las cosas iban para mejor.

Cuando cumplió un año en terapia se tatuó un zorro en la nuca, debajo del "ohana" y arriba del atrapasueños, en honor a Isamu y a su madre. Se dio cuenta que no era solo "dejarlos ir", era aceptar que eran personas a las que le había hecho daño, y que le habían hecho daño también, se dio cuenta que debía perdonarlos tal como espera que ellos lo perdonaran.

Eso lo hacía sentir mejor, definitivamente.

Los hacía sentir mejor.

Empezó a aceptar más y más su trastorno, ya no le molestaba ser un "nosotros", dejó de llamarse "loco" a si mismo, y empezó a evitar cosas que "disparaban" su trauma: cuchillos y sangre, específicamente, martillos también.

Urie destrozó el cajón de las flores y le permitió construir el suyo. Uno más grande, con más colores y flores, sin puertas. Construyó varias casas para pájaros también, donde las aves podían posarse para tomar agua y comer un poco.

La estaba pasando bien.

Algo en el fondo de su cabeza aún le decía que él no se merecía todo eso. No merecía ese final feliz luego de asesinar tantas mujeres inocentes cuyo único pecado era haber buscado una noche de diversión. Pero si las personas malas no merecieran un final feliz entonces no morirían, porque a su parecer la muerte es un final feliz también.

Siguieron en contacto con Catherina y Abel. Catherina ahora tenía un novio con el que vivía en su apartamento y con quien habían abierto un sitio web donde vendía sus pinturas, les estaba yendo bien, y estaba felices por ellos.

Oh, claro, y Adriana por fin iba a casarse.

Pasó un año y cuatro meses, pero por fin iba a casarse.

Ese día se despertó temprano. Se duchó, se peinó lo mejor que podía y se rasuró la lamentable barba que le había crecido en dos meses... Adrien quería una barba, pero era imposible con su casi nulo de crecimiento de vello corporal. Se vistió, desayunó antes que todos y tomó el auto para ir al aeropuerto.

A traer a Abel, claro que sí. Adrien y Fyodor seguían encariñados con él, Dri insistía en que aún no le gustaba, pero Abel le prometió que solo sería cariñoso con los otros dos... mientras respetara sus barreras entonces estaba bien, estaba bien hacer felices a Adrien y Fyodor.

Llegó temprano al aeropuerto. Aún le faltaba media hora para aterrizar.

"Adrien, yo no voy a recibir a Abel", sentencia Dri. Están sentados en una silla en el área de espera, con los audífonos puestos y los ojos cerrados mientras discutían internamente. "Si no sales ahora me voy a ir y lo vamos a dejar plantado aquí, te lo advierto."

"Yo puedo recibirlo", se ofrece Fyodor.

"No, tú no."

"A mi gusta Abel también."

"Si pero no es por ti que literalmente madrugamos y nos bañamos CON AGUA HELADA para llegar al aeropuerto una hora antes de su llegada."

"Cierto."

Adrien frunce los labios.

"Pero... no lo sé... estoy nervioso. ¿No puedes fingir que eres yo?"

"Me va a querer besar, Adrien. Y a mi no me gusta Abel, ya te lo dije. Mira, le voy a dar el control a Fyodor y después no vas a poder tomarlo, te lo advierto."

"Bien, bien, bien. Dame el cuerpo, puedo hacerlo."

"Bien."

Espera en silencio la llegada de Abel. Mira su celular, no tiene mucho que ver, nunca ha tenido amigos online ni nada, últimamente visita muchos los sitios sobre TID en inglés y en español, pero no se atreve a opinar ni interactuar con nadie.

La hora que Abel le dijo es marcada en su celular. Levanta su vista para buscarlo, pero no lo encuentra en ningún lado, a lo que frunce los labios.

"Quizás nosotros seremos los plantados", suspira Fyodor.

—Cállate —masculle, gruñendo bajito.

Quince minutos después por fin lo mira. Le ha crecido el cabello, lo lleva suelto y cayendo sobre sus hombros, lo busca con la mirada también.

Sus ojos por fin se encuentran.

Y corren hacia el otro.

Sus cuerpos chocan y se abrazan con fuerza.

Abel suelta sus maletas unos momentos para sujetarle las mejillas y besarle los labios. Adrien ríe ante esto.

—Dios, que lindo es verte así de cerca —ríe, despeinándole el cabello y juntando sus frentes—. Te extrañé mucho, amor.

—Y yo a ti —sonríe ampliamente. Desde que se separaron era raro ver a Adrien sonreír, por lo que tener a alguien que lo mantuviera de buen humor era genial.

—Luces tan feliz. No tienes ojeras, ni heridas, me alegra tanto.

—Estoy feliz —asegura, asintiendo con la cabeza—. Y ahora más que estás conmigo.

Vuelven a besarse, poquito, de manera romántica y tierna.

—Vamos a mantener esa felicidad al tope, ¿ok?

—Ok.

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