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El resto de la tarde fue... tranquila. Luego de mucho tiempo la familia Cambell se sentó todos en una misma habitación y no intentaron matarse mutuamente, hablaban con un buen tono de voz, se reían de vez en cuando, no había nada que los incomodara en ese lugar.
No eran así de felices desde que nacieron, sinceramente. Al menos no estando juntos.
La puerta de la habitación sonó dos veces.
—Adelante —permite Adriana.
Se abre, revelando cabello negro y ojos azules. Dri gruñe bajito, pero Adrien está feliz de verlo, Abel era lo que necesitaba para ponerlo de buen humor. Fyodor no se sentía ni bien ni mal de verlo, él le era neutral... indiferente; era guapo, pero no le parecía sano enamorarse en menos de una semana. "Hipócrita."
—Oh, él te trajo al hospital —acusa Adrián, señalándolo—. Él llamó a la ambulancia y luego nos llamó a nosotros para informarnos que había pasado. Estarías muerto de no ser por él.
—Gracias, Abel —sonríe Adrien.
Urie mira al muchacho de arriba a abajo, juzgándolo un poco. Un poco, nada más. Él salvó a su hijo, no puede odiarlo como odia a Gabriel y a Jaden; además, es blanco y guapo, ¿qué puede decir en contra de él? Nada. Odia sus ojos azules, claro que sí, pero sinceramente no hay lugar por donde atacarlo.
—¿Te sientes bien? —le pregunta, y con todo el valor del mundo se sienta al lado de Urie. Adriana y Adrián intercambian miradas, esperando un comentario cruel por parte de su padre, pero él solo deja de verlo y dirige su mirada a Adrien.
—Sí. Me duele el cuello, y creo que no podré hablar muy bien en un tiempo, pero estoy bien. Estaré bien.
—Cool —le sonríe—. Me preocupé mucho al verlos, lamento no haber llegado antes.
—Ni lo digas. Hiciste demasiado. Isamu no tenía salvación.
Abel frunce los labios ante el comentario. Pronto se da cuenta el ambiente en la sala, todos lucen bastante... relajados. Casi aliviados. No hay rastros de llanto o lamento en sus rostros, y se sonríen mutuamente.
¿No se sentían mal por la muerte de Isamu?
¿No era su familia? Es decir, imaginaba que quizás no era hijo del señor Campbell, ¿pero y los otros dos? ¿Adriana y Adrián? ¿No se sentían mal? Ni siquiera Adrien lucía mal.
Era extraño.
—Entonces, ¿qué pasará a partir de ahora? —murmura, esbozando una pequeña sonrisa.
—Nos iremos a casa —suspira Adriana. Le gusta mucho su acento, con las "r" muy marcadas, es una mezcla entre el acento francés y el ruso, suena muy lindo—. Todos —y mira acusadoramente a su hermano menor—, recibirá tratamiento allá y todos cuidaremos de él... de ellos.
—Parece que no podremos vernos más —masculle Dri, como queriendo liberarse de él—. Lo siento.
—Está bien, existe el internet.
—Claro —sonríe Adrien—, hay que seguir en contacto hasta que podamos vernos en persona otra vez.
"Ugh", gruñe Dri. "Que asco, yo no quiero hablar con este tipo."
"Vamos a llegar a un acuerdo en terapia, Dri. Por ahora las cosas son como yo diga, ¿ok? Ok."
La puerta volvió a sonar con dos suaves toques. Toques tímidos.
—Adelante —suspira Urie. ¿Otro novio de Adrien?
Se abre. Una mujer de cabello negro y ojos del mismo tono entra a la habitación, lleva entre sus manos un arreglo floral muy vistoso, lleno de narcisos blancos y amarillos, en la parte más alta resalta una gran nenúfar con dos claveles a su lado.
Abel se estremece al verla. ¿Un fantasma? Su piel es pálida, y sus ojos rasgados están rojos e inflamados, su nariz también luce rojiza, su cabello bien peinado deja algunos mechones delante de su rostro. Pero pronto la reconoce, es la mujer de la floristería.
—Tía Anzu —murmura Adrien.
¿Tía Anzu? ¿Era su tía? ¿Hermana de su madre? Sí... no se parecía a su padre, era asiática para empezar.
—Isamu preparó esto para ti hoy en la mañana —susurra, su voz es ronca seguro por tanto llorar—. En su carta me pedía que lo pusiera en tu tumba, pero... bueno, sigues aquí.
—Gracias por traerlo —responde el menor. Adriana se pone de pie y lo toma entre manos. La mujer cierra la puerta y permanece de pie ahí, genuinamente parece un fantasma, es aterradora—. Lamento mucho lo que sucedió.
—Está bien —susurra—, no es tu culpa. Isamu iba a hacerlo tarde o temprano, tú solo llegaste para evitar que la culpa fuera mía. Es solo... era lo último de Eriko que tenía conmigo, lo único que me recordaba a sus ojos rojos, su mirada intensa llena de pena y dolor... No hay nadie más en la familia con esos ojos hermosos; por mucho que yo recé para verlo morir... me gustaría... no haberlo perdido del todo.
Los Campbell fruncen los labios. Su mirada catatónica es terrorífica.
—Abel, ¿podrías dejarnos solos? —pide Urie.
—Claro —murmura el muchacho. Se levanta de su asiento y se retira.
—Siéntate, Anzu.
La mujer así lo hace.
—Lo siento mucho —murmura el hombre.
—Yo también hubiera asesinado a Eriko si hubiera tenido que vivir sus ataques psicóticos a su lado —admite en voz baja—. Era molesta. Patética. Se dejaba pisotear por todos, porque prefería ser lastimada antes que abandonada... Me daba asco, pero supongo que yo no soy diferente a ella.
—Tía... —llama Adrián—. Lo que tú querías... lo que tú querías eran sus ojos... ¿verdad?
—Sí. Eriko tenía los ojos de papá, e Isamu tenía los ojos de Eriko. Son unos ojos muy lindos, hermosos... intensos. Deben dar buena suerte.
—Yo... —intercambia miradas con su padre y sus hermanos, ellos intentan detenerlo, pero no soporta ver tanta tristeza reflejada en un rostro. No está acostumbrado a las personas reflejando emociones de manera orgánica, lo ponen incómodo—, yo... yo no tengo LOS ojos de Eriko, pero... pero tengo un ojo de Eriko.
—¿Qué? —murmura, y levanta su mirada para verlo.
—Este ojo es de vidrio —señala el ojo que es atravesado por su cicatriz y lo toca con su dedo índice. A continuación saca su celular—, estos eran mis ojos antes del accidente —y le muestra una foto donde mira directo a la cámara, una foto vieja, claro, pero donde puede verse claramente el fuerte color rojo de su iris. Idéntico al de Eriko, los ojos de Isamu todavía eran más oscuros, casi marrones, pero ese ojo lucía rojo como la sangre misma.
—¿A qué quieres llegar, muchacho?
—Tuvieron que sacarme el ojo por una infección que se formó luego del accidente, de por si no podía ver nada con ese ojo, pero si no lo sacaban podía dejarme daños en el cerebro o algo así, no lo sé. El punto es... pudieron sacar el ojo... intacto.
Los ojos de Anzu se abrieron con sorpresa, brillan mucho. La pena en su rostro se desvanece.
—¿Entonces?
—Yo... yo todavía conservo ese ojo... No aquí, en casa, claro —continúa, frunciendo los labios—. Es rojo como pudiste ver, rojo como los de Isamu, rojo como los de Eriko. Yo... puedo regalártelo, para que aún tengas una parte de ella a tu lado... si eso te hace feliz.
Sonríe ampliamente y asiente con la cabeza.
—Estaría eternamente agradecida si lo haces.
。。。
qué tal su 40tena amix? ya desarrollaron un amigo imaginario de apariencia terrorífica para hablarle y superar sus momentos de soledad?
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