158
Adrien había terminado con la barbilla totalmente enrojecida a causa del roce que causaba el poco vello de Abel con su pobre piel lampiña.
Se habían besado toda la tarde. Las palabras no fueron necesarias.
Y cuando la noche cayó, follaron. Ahí, entre el césped y la tierra, apoyados en un árbol.
Llegó a casa como a medianoche. Aun tenía enrojecido el rostro e inflamados los labios, solo esperaba que Isamu no se diera cuenta.
No, ¿por qué no quería que Isamu no se diera cuenta? Quería que se diera cuenta. Que supiera que amaba a alguien más. Sí.
Entró a su morada. Las luces estaban encendidas, no había pétalo alguno en el suelo, y olía a desinfectante.
—¡Preparé cena! —avisó Isamu desde la cocina, asomando su cabeza.
—Vale —fue lo único que el otro respondió, y se metió al baño para ver qué tan malo estaba su barbilla.
Oh, estaba rojísima.
Lucía como si se hubiera depilado con cera hirviendo.
Tomó una toalla y la mojó con agua helada. La sujetó contra su barbilla, esperando que esto bajara la hinchazón y el enrojecimiento, y así salió del baño. Se lanzó en el sofá con el rostro hacia el techo.
—¿Qué te pasó?
—Mi pobre piel lampiña es sensible al contacto de una barba mal cortada...
Oh.
Se había estado besando.
Entendió esas palabras.
No era ningún idiota.
Y no con cualquiera.
Con un hombre.
O una mujer con barba, en estos días no se puede discriminar a nadie...
—Creí que no eras gay.
Adrien gruñó.
—Bueno, que te importe una mierda a quién le doy el culo, Isa. Querías saber qué me pasó y te lo dije, déjame en paz.
—¿Es tu novio?
—No es tu problema.
—¿Desde cuándo?
—No te importa, imbécil.
—¡Regresamos de Londres ayer!
—Deja que lo repita: te importa una mierda a quién le doy el culo, Isamu.
—¡Me importa, Adrien!
—¡No, claro que no! No es tu problema, no es de tu inconvencia, si yo quiero pasar besándome con alguien hasta que se me caiga la mandíbula no es de tu puta incumbencia.
Los ojos de Isamu se cristalizaron.
Frunció los labios y apretó sus manos en puños, bajando la mirada para intentar esconder su rostro.
No quería llorar...
Se sentía lamentable.
Pero tenía demasiados sentimientos hechos un nudo en la garganta.
Adrien suspiró con pesar.
No quería verlo llorar.
—Vamos a matarnos viviendo juntos —masculló, rascándose la nuca.
—No eres justo...
—Estoy loco, eres tú quien espera demasiado de mí.
—Solo respóndeme.
—No quiero lastimarte.
—Me jodiste la mente en dos semanas, Adrien.
—Buen punto.
—Dímelo.
—Es el vecino psicópata —masculló—. Nos llevamos bien.
—¡¿Se llevan bien?! ¡Te comió la puta boca! ¡Te la comió tanto que te dejó inflamado ese egocéntrico rostro tuyo! ¡No quiero saber cómo le dejaste la pija! ¡Ni cómo te dejó el culo!
—Bueno, ¡no deberías querer saberlo, querido! —le sonrió con burla, lleno de sorna— Eres mi puto hermano, los hermanos no se preocupan de esa forma. ¡De verdad no debería interesarte! Ni a ti ni a... Inari, supongo.
Isamu tomó un fuerte respiró.
—Jódete, Adrien.
—¿Perdona? —rió bajito.
—¡Jódete, Adrien! ¡De verdad, jódete! Jódanse los cinco. ¡Jódete, Dri! ¡Jódete, Adrien! ¡Jódete, Fyodor! ¡Jódete, Adriana! ¡Jódete, Adrián! ¡Jódanse mucho!
—¡Jódete tú, Isamu!
—¡No! ¡Escucha! ¡Eres una mierda de persona! No lo excuses en tus personalidades, ¿no se supone que ellos son un reflejo de ti? ¡Mira lo que eres! ¡Eres un puto psicópata con complejo de Edipo que se enamoró del primer hombre idéntico a su madre! ¡No actúes como si fueras la jodida víctima!
—¡No actúo de ninguna forma, grandísimo idiota! ¡Soy el primero en decir que no soy la víctima!
—¡Mierda! ¡Pura mierda!
—¡Púdrete, Isamu!
—¡Me voy a puto pudrir contigo en el infierno, hijo de puta!
—Oh, te tengo malas noticias: los dos somos hijos de la misma puta.
—¡Deja de actuar como si no hubiéramos cogido como putos animales una semana entera!
—¡Deja de actuar como si eso fuera a pasar otra vez!
En una arrebato de ira, Isamu tomó el florero en la mesa y se lo arrojó al rostro. Adrien lo evitó torpemente con las manos.
El jarrón de frágil vidrio se rompió.
Oh.
Algunos trozos le dieron en el rostro, algo insignificante.
Pero ahora sus manos estaban hechas mierda.
Otra vez.
Tenía un montón de pequeños cortes que sangraban a una velocidad alarmante. Buscó con la mirada ayuda en Isamu.
Pero él lo veía molesto.
Iracundo.
—Ojalá te mueras de una manera dolorosa.
Oh.
Un disparo.
En su cerebro hubo un disparo.
El día del accidente, su madre lo vio con esos mismos ojos. Temblorosos, pero llenos de ira. Con esa misma expresión en el rostro.
"Morirás de manera dolorosa."
Rió muy bajito.
¿Qué era tan divertido?
—El día que yo muera, Isamu —habló con burla, caminando lentamente hacia él y acariciándole el rostro con las manos—, voy a arrastrarte conmigo al puto infierno.
—Estoy listo para pudrirme a tu lado —escupió las palabras con desprecio, y se alejó de él.
Ojalá se desangrara hasta morir.
Adrien también deseó eso unos momentos.
Pero entonces Abel lo llamó.
Bien.
Un ángel se había puesto delante de él.
—¿Crees que puedes ayudarme?
。。。
a los que siguen aquí:
✨LES AMO✨
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