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Retrocedió para volver a casa y pensar qué hacer.

Un asesino estaba bien, pero dos...

Dio solo unos cuantos pasos cuando escuchó un cuerpo arrastrarse por las hojas secas y las ramas.

Conocía a la perfección ese sonido. Era el sonido de una muerte. No solo crujía las hojas, sino que además las arrastraba entre tierra y ramas. Los pasos pesados de quien seguramente era el asesino podían ser oídos desde su lugar.

Lo vio.

Era una escena curiosa.

Le dieron escalofríos a pesar de estar acostumbrado a ello. A pesar de estar acostumbrado a la muerte.

Al asesinato.

Era un muchacho de piel olivo con el cabello largo, como él solía tenerlo hace unos años, pero atado en un moño y de color negro como la más densa oscuridad. Se veía fuerte, como él.

Arrojó el cuerpo al agua y levantó el rostro para limpiarse el sudor.

"Hey, es guapo."

"¡Fyodor, cállate!"

Era obviamente medio asiático. Él podía decirlo con suma facilidad. Sus ojos eran rasgados, pero la complexión de su rostro era claramente europea, muy cuadrada. Además, desde donde estaba podía ver un intenso azul que resaltaba de ellos...

Vio los lunares en su rostro.

Uno debajo del ojo izquierdo, y otro en la mejilla derecha.

Bueno, al final quizás no tenía una visión tan mala, porque para ver eso desde su lugar...

Entonces se dio cuenta que no su visión la excelente.

Es que estaban muy cerca.

Bastante.

No podía decir que cara a cara. Quizás esos eran ocho o diez metro...

Sus ojos marrones se encontraron con los suyos azules.

Oh.

El derecho era más claro que el izquierdo.

Como los suyos.

—Ah, que problemático —gruñó el muchacho.

—Hey, ese lago es mío —gruñó también, sacándose las gafas por si debía darse una paliza con el intruso.

—Me deshice de los cuerpos anteriores, tómalo como un pago.

—¿Qué mierda hiciste con mis cuerpos?

—Las hice trocitos y las boté. Parte por parte. El olor era insufrible...

Hubiera dado cualquier cosa por saber como olían dos cuerpos dejados a pudrir por tres semanas.

—¿Tenemos un acuerdo de confidencialidad mutuo?

—Me parece correcto. Pero no vuelvas a tocar mis cuerpos.

—No soporto el olor a podrido.

—Yo amo el olor a podrido. Acostúmbrate.

—¿O qué?

—Nada. No estamos en condiciones de amenazarnos mutuamente, solo dame ese placer.

Sus intensas miradas se encontraron una con la otra.

Isamu observó desde la ventana de su habitación, cuestionándose qué pasaba. Podía ver al chico de cabello negro al lado de un cuerpo claramente reciente, y a Adrien apenas inmutarse al hablar.

Él en su lugar estaría muerto de miedo.

—Vale —respondió finalmente el tipo—. Solo ayúdame con este último cuerpo. Lo colgaré.

—Iré por guantes.

—¿Cómo sé que no llamarás a la policía? Iré contigo.

—¿Cómo sé que no intentarás matarme?

—No tengo nada con que hacerlo —aseguró, mostrando sus enguantadas manos. Se palmó el pantalón, revelando que no llevaba nada contundente consigo más que su celular.

—Puedes usar mi ubicación en mi contra.

Silencio.

—Bien. Muéstrame tu casa y te mostraré la mía, ¿te parece justo?

—¿Cómo sé que no me intentaras asesinar cuando llegue a tu casa?

El aun desconocido elevó la mirada. Ahí su mirar azul se encontró con rasgados rubíes.

—Tenemos un testigo —reveló, señalando a la ventana—. ¿Feliz?

Adrien levantó la mirada también, y le dedicó una sonrisa a su hermano.

—Vale, hagamos esto.

Caminó a su casa con el chico yendo detrás de él. Ingresaron ambos y el muchacho vio el lugar.

—Te gustan las flores.

—Las amo.

—Que curioso.

Adrien fue hasta la cocina y de la alacena sacó sus guantes. Largos. Abrió un nuevo paquete y se los colocó.

—Listo.

—¿Cuál es tu nombre?

—Adrien... Adrien Campbell. ¿Tú eres?

—Abel. Abel Whitehorn. Me acabo de mudar aquí.

—Cool. Yo llevo aquí ya cuatro años.

—Cool.

Salieron ambos otra vez y con suma facilidad Adrien levantó el cuerpo en sus manos. Como una princesa.

Apestaba.

Caminó hasta el lago y simplemente la arrojó.

—Listo.

—Eres fuerte.

—¿Se nota mucho?

—¿De dónde eres, Adrien?

—Inglaterra. ¿Tú?

—Alemania.

—Lindo lugar. Ahora, cumple el trato.

—Claro, vamos. Sígueme.

Y de forma irresponsable, Adrien así hizo.

—¿Qué edad tienes?

—21, ¿tú?

—Igual.

—¿De qué mes eres?

—Marzo.

—Rayos, soy de septiembre.

Adrien rió de forma boba.

Y Dri despertó.

"¡Hey! ¿Qué pasó? ¿A dónde vamos? ¿De qué me perdí?"

"Adrien se volvió gay."

"Oh, mierda..."

"Cállense los dos, no me jodan."

Llegaron a la casa de Abel. Un lugar grande, amplio. A pocos metros de su casa, en dirección contraria al poblado. Era de madera, como la suya.

El chico se sacó los guantes y abrió, entrando él primero. Adrien lo siguió de cerca.

Dri y Fyodor se llevaron una grata sorpresa al ver el lugar lleno de flores. Repleto de ellas.

Había un patio central inundado en flores.

Oh.

Sin pensárselo salió.

Canto de pájaros.

Había un montón de ellos.

Pajaritos adorables.

Uno se posó en su hombro para cantar desde ahí, y otro montón se posó en su cabello.

—Es un gusto ñoño, no lo digas.

—No, yo creo que es cool —aseguró sonriéndole, sacudiéndose para que los pájaros le dejaran en paz y pudiera salir de ahí—. Es cool encontrar a alguien más que le gusten las flores y no luzca como un puto marica.

—Hey, eso es homofóbico —el otro rió también, enarcando una ceja—. Pero es verdad. Aun más que las flores me gustan los pájaros...

—Está bien, también es cool.

—¿Lo es?

—Creo que eres cool.

Sus intensas miradas se enfrentaron unos momentos más, esta vez sin tensión alguna entre ellas.

Aunque sí había tensión.

Un tipo de tensión muy especial.

—También creo que eres cool.

Entonces se besaron.

。。。

Adrianne olvida la forma básica de construir un personaje y una relación, capítulo 1.

Abel pertenece a LeQueenOfTrash

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