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Nuevamente iban los tres en el auto. Isamu en el asiento de adelante, Adrien tirado en el asiento de atrás con el celular en manos, y Urie conduciendo. Iban en silencio, con música clásica de fondo, lo que volvía levemente incómoda la situación.

Incómoda para Isamu, Adrien en cambio iba agradecido por no tener que discutir con su padre respecto a nada, quería pasar así en silencio toda su vida. Quizás haría un voto de silencio al regresar de España. A Urie no le molestaba el silencio, al igual que su hijo incluso lo agradecía, el tráfico lo ponía de mal humor y tener que ver los colores en la voz de Isamu lo pondría de un humor aun peor, porque además recordaría a su difunta mujer y una cosa llevaría a la otra y acabaría discutiendo con Adrien o Isamu...

—¿Usted amaba a Eriko?

La pregunta lo estremeció. Apretó el timón entre sus manos con fuerza, su rostro se deformó en una mueca de desagrado, y sus labios se presionaron entre si.

Vio por el retrovisor a Adrien, quien iba muy concentrado en el celular.

Isamu se fijo de inmediato en la reacción del hombre, y de pronto quiso pedir perdón por ser tan impertinente, imprudente. Pero las palabras de pronto no salían de su boca...

—Claro que lo hacía —suspiró finalmente. Adrien lo mataría si le hacía algo a ese tipo—. Mucho... Era el amor de mi vida... Pero era de verdad estúpida.

El asiático volvió a fruncir los labios. Esa no era la manera adecuada de dirigirse al amor de su vida, él nunca diría que Adrien era estúpido...

—Era una imbécil como tú —el menor comentó desde atrás, soltando seguidamene una risa burlesca.

—En pocas palabras —suspiró una vez más el mayor—. De verdad le daba miedo morir sola, por lo que prefería dejarse morir antes de ser abandonada...

—Ella no te amaba —gruñó Adrien.

—Probablemente no lo hacía.

—¿Viste el álbum?

—Claro que lo hice.

—Ella lucía feliz... Nunca la vi tan feliz a nuestro lado.

—Dejó ir lo único que le había dejado el hombre que amaba, ¿quién puede ser feliz así?

—Ella no.

—Es obvio.

—Yo... yo no creo que sea así.

Ambos europeos se callaron al oír la voz del otro.

—¿Perdón? —gruñó Urie.

—Ella... ella quizás era feliz con Osamu, no lo dudo. Pero no dudo que ella también era feliz con usted. Y si no, al menos le gustaba... Pero ella definitivamente lo amaba; no era el miedo de ser abandonada... era el miedo de ser abandonada por el amor de su vida.

Urie gruñó una vez más.

—¿Quién te crees para decir que conocías a mi mujer mejor de lo que Adrien y yo lo hacíamos? —reclamó, y agradeció que el tráfico se detuviera una vez más para alejar los pies de los pedales y soltar el timón. Dejó puesto el freno de mano y se sostuvo el rostro con una mano. No quería chocar como lo hizo Eriko, él no se perdonaría si Adrien terminaba marcado como Adriana o Adrián.

Isamu frunció los labios y apretó sus manos en puños por sobre su pantalón, de pronto sentía ganas de llorar. Ese tono de voz era intimidante, aterrador. ¿Cómo les decía ahora que él realmente no quiso decir eso? ¿Cómo les decía que no fue él quién dijo eso? ¿Así se sentía Adrien todo el tiempo? ¿Tan impotente? La sensación de tu cuerpo no perteneciéndote era de lo peor, al menos en ese momento había estado "despierto" para presenciar esas cosas, para saber que había hecho su otro "yo", pero eso no aliviaba el no tener control de su propia boca.

—Hey, ¿no sabes responder una puta pregunta?

Separó los labios. Temblaba.

—Perdón —habló en un hilo de voz, aliviado por tener el control de su persona.

Urie rodó los ojos.

—Eres una imbécil, Eriko.

Ah.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

El nombre de Eriko rebalsó en colores desde su boca.

Hacía un tiempo no lo hacía.

Más importante que eso, le había dicho Eriko a Isamu.

No era su culpa, eran parecidos hasta el cansancio.

Incluso en esa voz llenas de colores.

Que asco.

—Hey, ¿no es enfermo que te quieras follar al hijo de tu difunta esposa? —se mofó Adrien, dejando a un lado su celular y sentándose detrás del asiento de su hermano— Que asco.

—Ah, que problemático —Urie se permitió reír también, con burla—, ¿no es eso menos asqueroso que follar con el hijo de tu difunta madre?madre? ¡Peor aun! Con el mismo rostro de ella.

Ahora fue Adrien quien gruñó. La sonrisa de Urie no se desvaneció.

Isamu se lamentó mentalmente. Maldecía el rostro de Eriko, ojalá le pasara un accidente horrendo que se lo deformara.

Ojalá.

Iba a rezarle a Inari para que así fuera. Que lo atacara un animal salvaje o algo así, algo trágico. Ya no quería ese rostro. Ojalá pudiera conseguirse una pareja que le pagara alguna operación, y ojalá la operación saliera terriblemente mal.

No le molestaría.

Le dolería y lo libraría de ese rostro, sería feliz.

No amaba a Eriko, pero tampoco la odiaba, solo no quería tener ese rostro.

Ese rostro era el causante de todos sus problemas, era problemático.

—Están locos los dos...

Ah.

Otra vez.

Él no quiso decir eso.

Adrien le golpeó el rostro contra la guantera del auto.

—Jódete.

Se sujetó el nariz por el dolor, sus ojos acabaron llorosos. El olor a hierro lo invadió rápidamente.

Urie le observó de reojo y vio a los lados para ver si alguien los había visto. Adrien era demasiado impulsivo, él tenía planeado frenar bruscamente para que el impacto lo hiciera chocar igualmente, quizás con más fuerza, eso hubiera sido más disimulado e igualmente perjudicial. Pero ya no había necesidad, Adrien ya lo había lastimado.

Bufó y rodó los ojos.

Ese hombre ya había sufrido demasiado.

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