15
Por segunda vez en su estadía, se encontraban en la tina. Adrien frente Isamu, sosteniéndole las pantorrillas con los hombros, acariciándole los muslos por debajo de el agua que les cubría los cuerpos.
Isamu podría morirse.
Literalmente.
Porque sería una escena romántica de no ser que la posición en la que se encontraban dejaba la espalda del asiático apoyada en el fondo de la tina llena, impidiéndole salir a la superficie a respirar. Lo único que revelaba al menor que su secuestrado seguía vivo era como este se aferraba a las manos en sus muslos.
Adrien la estaba pasando bien al sentir como sus manos eran llenadas de rasguños. Eran tan intensos que la sangre teñía levemente el agua.
Salió a la superficie una gran cantidad de burbujas, e Isamu se aferró con fuerza a las muñecas del otro. Cada vez con menos fuerzas.
El menor sonrió antes de sujetarle la espalda para ayudarle a levantarse. Tomó aire por montones, a grandes bocanadas desesperadas, tosiendo un poco.
—Aguantaste tanto que hasta creo que rompiste un récord—se mofó Adrien, acariciándole el rostro con las manos ensangrentadas. Isamu las sujetó, estaban heladas, pero más calientes que las suyas. ¿Él le había hecho eso? Se sorprendía a si mismo—. Ah, y mira mis pobres manos. No creí que fueras tan intenso.
—Lo siento —jadeó, bastante alterado por la reciente situación.
—Nah, está bien. Se sintió bien.
—¿Ahora también eres un masoquista, Dri? —rió, sin dejar de jadear, respirando muy pesadamente, viendo directo a aquellos grandes ojos llenos de brillo, uno más claro que el otro.
—¿Dri? —repitió el otro, sonriendo con cierta burla— Hey, ¿de cuándo me tienes tanta confianza? Hace unos momentos me estabas dando las gracias muy bajito, y ahora me cuestionas hasta con un apodo pícaro.
Las mejillas del asiático se tiñeron de intenso rojo al reflexionar sobre la situación.
—L-Lo siento, yo no...
—No, no te disculpes —rió, hundiéndole las manos en el cabello teñido—. Es agradable. Mi madre solía llamarme "Dri", tú puedes hacerlo también. Así que hazlo más seguido, ¿de acuerdo? —e Isamu asintió, desviando la mirada para no tener que enfrentarse a la intensa mirada de ojos heterocromáticos— Hey, ¿ya volvimos a ese modo tímido y discreto? No, me gusta el otro Isamu, el pícaro masoquista que me suplica golpearlo solo con la mirada.
El hombre frunció los labios y se mordió el interior de la mejilla.
No creía suplicarle con la mirada ser golpeado, pero no era como si le molestara tal situación.
—Hey, tu madre te trató como una mierda —recordó, esperando que sus miradas se encontraran, le encantaban aquellos rasgados ojos de color rojizo—. ¿Le desagradas?
—No... yo... no creo... ella me quiere... es solo su forma de demostrarlo.
—Te llamo inútil.
—Quizás porque lo soy...
—¿Por qué lo serías?
—Tengo 27 años... estoy soltero... sin trabajo y viviendo con mi madre. ¿Qué parte de eso no me vuelve un inútil?
—Trabajas en la florería, ¿no? Ese es un punto menos en tu inutilidad. ¿Haces algo en casa? ¿Limpias, cocinas, lavas la ropa?
—Sí...
—Entonces no eres un inútil.
Isamu frunció los labios.
—Mírame a los ojos, Isa —pidió, sujetándole el rostro con suma suavidad. Todavía tenía las manos con un poco de sangre, pero esta ya no resbalaba a la tina.
¿En qué momento el agua de había pintado de rojo? No se había dado cuenta. No era un rojo intenso como el de las películas, sino más bien algo como rosado... Pero eso no desaparecía el hecho de que era por la sangre.
—Tu madre es una idiota, y la mataré por tratarte como una mierda.
—¿Tú...? ¡No! ¡Por favor, no!—suplicó, aferrándose a los brazos del más alto—. Quizás... quizás ella no es la mejor madre, pero... por favor, no la mates. Te lo suplico.
—¿Me estás diciendo que no te importa ser tratado de inútil por una mujer que seguramente no es mejor que tú?
—Es mi madre... Me quedaré aquí el tiempo que quieras, me quedaré a tu lado por siempre. Solo... te suplico que no toques a tu madre.
Adrien gruñó.
—Bien, lo que quieras. No puedo negarme si me lo pides así.
—Gracias...
Hubieron unos momentos de silencio en los que Isamu solo pudo observar la tina pintarse de un rojo cada vez más intenso cuando Adrien hundió sus lastimadas manos en el agua.
Daba miedo.
—Tu madre... ¿era una mala mujer? —susurró, casi sin querer preguntar aquello.
—¿Ah? —gruñó, pasando una mano por su húmedo cabello— ¿Por qué preguntas?
—Solo... quiero conocerte mejor... supongo...
—Sí... todo acosador quiere conocer mejor a su acosado, tiene sentido.
Isamu asintió, sin saber qué responder.
—Entonces...
—No... no creo que "mala mujer" sea la palabra adecuada para describir a mi madre. Era solo una mala madre.
—¿Qué le pasó?
Adrien pensó en el cajón de flores cubierto de gusanos.
Vio a Isamu, quien a su vez lo veía expectante.
Y vio la tina cubierta de sangre.
Le soltó la espalda y tiró suavemente de él para que su rostro volviera a quedar debajo del agua.
¿Qué le había pasado a su madre?
Isamu dejó de preguntárselo mientras intentaba buscar fuerza en sus brazos para levantarse, aferrándose de los bordes de la tina como si su vida dependiera de eso.
La vuelta bajo el agua había sido repentina, no le dio tiempo de tomar aire como la otra vez, en la que el agua le fue cubriendo el rostro lentamente.
¿Había preguntado algo que no debía? Ya para ese punto le quedaba bien claro que Adrien detestaba pensar o recordar a su madre. Eso le decía que quizás era ella la responsable de su odio/repudio a las mujeres.
Debajo del agua roja, aun con la imagen distorsionada y la vista borrosa, su lado masoquista se aferraba fuertemente a él y le susurraba en el oído lo afortunado que era al haber acabado al lado de Adrien. Al lado de alguien que lo quería y cumplía todas sus fantasías sin hacer una mueca de asco para luego reírse diciendo lo asqueroso que lucía.
Le decía que sería afortunado si pudiera morir a su lado, por su causa.
Que quizás merecía morir por ser tan impertinente.
Pero supo que Adrien no lo dejaría morir cuando acarició sus muslos con sus manos, permitiendo que él aferrara las manos y las uñas a estas.
Cuando volvió a dejarlo respirar, su lado racional quedó horrorizado por el agua. El lado masoquista estaba encantado por el intenso rojo.
Y Adrien lo besó.
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