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—¿A qué te refieres? —suspiró, aplastando la lata vacía con las manos y guardando esta en la bolsa para tomar la otra lata.

—Yo... luego de lo que vi en el baño me preguntaba... ya sabes... ¿Cómo es? ¿Cómo fue para ti?

—Oh, para mí fue caótico. Como aparecieron a causa de un trauma fue algo terrible, doloroso diría yo. No sabía que pasaba, y cuando lo supe no lo entendía, no podía controlarlo tampoco. Me tomó... ¿un año? Para convivir con ellos de manera más "natural". Era una mierda ir al colegio con esos dos jodiendo; en el hospital aprendimos a ser uno solo...

—¿Les enseñaron?

—Fue más... un método de defensa —sacudió su cabeza de lado a lado, como negación—. Mecanismo —una vez más—. Lo que sea.

—Y... sus nombres. ¿Cómo los escogieron?

—No tenían nombre... Solo Adriana y Adrián, así se presentaron ellos. El abuelo nos los dió en el hospital.

—¿Qué hay de Catherina? ¿Ella les dio esos nombres?

—Creo que Kathy escogió el suyo, Katherine no tenía y Catherina la nombró... Había un tipo con nosotros, se presentaba como Marcus, pero su verdadero nombre era Jean-Marc, Marcus era la personalidad que se había adueñado de su cuerpo, él dijo que cada personalidad se presentó ante él con sus nombres... ¿Los recuerdan? —su cabeza se sacudió, otra ves— Lucía, Mario, Marie-Ann, Luc, Jean-Marc y Marco, decía que Marco era el más joven, y Marie-Ann la mayor... Lucía me agradaba, ¿sabes? Era agradable y tranquila, tomaba el cuerpo en las noches y se sentaba con Catherina y conmigo a contarnos cuentos... Marcus a veces despertaba a medio cuento y gritaba horrorizado... Luc nos regalaba dulces de miel, era el hermano menor de Marie-Ann. Él no podía tener más de una personalidad despierta a la vez, Catherina y yo podemos.

—¿Son pocos los que pueden, o...?

—No, pero... Déjame ver... Hay personas que no pueden, ¿ok? Otros en cambio tienen un "anfitrión", alguien que toma el control, la antorcha, el micrófono. Catherina lo ve como una luz que apunta a la que tomará el control, pero en su caso es ella quien dirige la luz, a veces no puede controlarlo, pero Katherine y Kathy no son problemáticas, así que tampoco pelean demasiado por mantener el control. Nosotros, en cambio... —tomó una larga pausa, como buscando la manera de describirlo—, sonará loco, ¿sí? Pero nosotros lo vemos más como una cabina de control. En la cabina de control hay una silla, la persona en ese silla tiene el control del cuerpo, los otros dos pueden estar a su lado o dormir. Fyodor puede controlar nuestra conciencia.

—¿Cómo?

—¡No lo sé! —exclamó molesto, abriendo grande los ojos y ajustándose las gafas— También nos limita de bastantes formas... Catherina dice que si designaramos un anfitrión eso no pasaría, pero solo estamos nosotros tres, Adriana y Adrián, y realmente ninguno es bueno para el papel. Vamos a seguir así hasta morir, supongo.

—¿Cómo son?

—¿Ah?

—Ellos, ¿cómo son? ¿Cómo lucen? Tú... me los describiste, pero... pero quisiera verlos. ¿Hay alguna forma en la que...?

—Los dibujé hace un tiempo... Adrien los dibujó.

—¿Dibujas?

—Yo mismo diseñé mis propios tatuajes, grandísimo idiota —gruñó Adrien, sacando su celular del bolsillo—. Adriana y Adrián también... los originales, me refiero. Los tres sabemos dibujar.

—Ya...

Giró hacia él la pantalla. Era el dibujo de una mujer.

—Esa es mi Adriana.

Frunció los labios al verla.

—Tú... tú no puedes diferenciar entre ella y tu hermana, ¿cierto? Es decir... ya sabes.

—No. No puedo.

Le dio otra ojeada al dibujo.

Esa Adriana no se parecía a la que había conocido.

La cicatriz de esa era más grotesca, le faltaba un trozo de mandíbula y además poseía una cicatriz en el labio que dejaba expuestas sus muelas y encias. Su mirada daba miedo, y su cabello era más corto. Además, ambos ojos eran marrones.

—Adrien...

—No eres el primero en decirme que no se parecen —suspiró, deslizando el dedo en la pantalla para mostrar la siguiente fotografía—. La misma Adriana no deja de repetirlo cada vez que las confundo, pero de verdad no puedo diferenciarlas. Este otro es Adrián.

Bien. Él lucía más similar al original. Su cabello era un poco más largo, el ojo de su cicatriz era rojo, y la mancionada marca era más grande. Le partía el labio, lo que revelaba sus encias y dientes, tal como su hermana. Usaba gafas. Su mirada era aterradora.

No sabía que tenían esos dos. Sus miradas eran aterradoras. Parecían psicópatas. Los había dibujado sonriendo, pero no eran como las sonrisas que le habían ofrecido los verdaderos hermanos en toda su estadia. Eran sonrisas que rebalsaban burla, sorna, sarcasmo. El estilo con el que habían sido plasmados en papel era realista, pero sus ojos carecían de brillo alguno.

—A Adriana la diferencia de la original porque ella tiene ambos ojos marrones, pero Adrián... solo sé que él siempre va con ella. De verdad no puedo diferenciarlos, de ninguna manera...

—Ya...

—Este otro soy yo —deslizó el dedo una vez más. Era un autorretrato. No llevaba las gafas, y ambos ojos los había pintado de marrón oscuro, además llevaba el cabello largo—. Este otro es Fyodor —cambió la imagen otra vez. Un segundo autorretrato, que lucía más como Adrián que como él. No tenía tatuaje ni perforación alguna, llevaba las gafas puestas, sus ojos habían sido pintados de marrón claro, casi miel, y llevaba el cabello bien recortado y torpemente acomodado—. Y Dri es lo que vas aquí —se señaló con las manos, sonriendo.

—Ya...

Suspiró con fuerza mientras guardaba su celular y abría la última lata de cerveza. Su cabeza se sacudió de lado a lado una última vez.

—Isamu... Sé que dá miedo, porque no lo entiendes. Pero una vez te acostumbras todo se vuelve más fácil, ¿sí? No todos los pacientes mentales son como Catherina o yo, hay muchos que tienen una vida normal y conviven pacificamente con sus personalidades, si nosotros no estuviéramos tan jodidos de la cabeza seguramente nos llevaríamos bien, así que... no te preocupes, por favor.

El asiático frunció los labios.

Se lo estaba advirtiendo muy tarde.

Ya se estaba preocupando.

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