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14

Adrien observó el celular en sus manos. No era el suyo. Era el de Isamu.

Estaba recibiendo una llamada.

Decía, "mamá".

Ante esto sonrió.

Y corrió de nuevo al sótano.

—Hey, Isa, tienes una llamada —avisa, colocando el aparato al lado de su rostro—. Es tu madre.

La expresión de horror en el rostro del otro valía oro.

—¿Cuál es su nombre?

No hubo respuesta.

Detestaba cuando la gente no le respondía.

—Hey, te estoy preguntando, ¿cuál es su nombre?

—¡A-Anzu! —exclamó exaltado— Satori Anzu... ¡Anzu Satori! Por favor... deja que hable con ella... debe estar preocupada...

¿Preocupada?

No le importaba.

Pero de todas formas respondió la llamada, poniéndolo en altavoz y colocando el aparato frente a Isamu.

Intentó extender sus manos para recuperar su celular, pero le sujetó con cierta fuerza las muñecas. No iba a permitirle eso.

—¡Isamu! ¡Hasta que por fin respondes la llamada, maldita sea!

—Ah... hola, mamá —murmuró, afligido por la seriedad con la que Adrien lo observaba.

—¿Qué está mal contigo? Te estuve llamando a casa todo el día, te he mandado como mil mensajes, ¡ni siquiera los vecinos saben dónde te has metido! ¡¿Cómo has dejado sola la florería?!

—Yo... solo me tomé un descanso...

—¡¿Crees que estamos en condiciones de que te tomes un descanso?! ¡Bueno! Supongo que lo estamos si quieres empezar a dormir en el parque, ¿sabes?

—No... mamá... yo no... es que... he tenido problemas estos días... no he podido atender la florería.

—¡¿Y cuándo resolverás esos problemas?! ¡Maldita sea! No puedes ni atender unas jodidas flores. ¿Eres un idiota?

—Mamá... por favor... no hablemos de esto ahora...

—¿Ah? ¿Por qué no? ¡No me digas que estás con una chica linda! ¡Hey, enciende el altavoz para que le advierta lo incompetente que es el hombre con el que está saliendo!

Adrien cortó la llamada.

No era experto en madres, pero podría jurar que no era así como se trataba un hijo.

Al menos no era así como quería que trataran a su Isamu.

—Eso no fue divertido —gruñó, apagando el aparato.

—¿Ah?

—Cuando mi papá llama a mis hermanos siempre suena preocupado por ellos... nos gusta oírlo así, nos gusta preocuparlo, pero al final acabamos diciendo que estamos bien. Entonces él suspira, como con resignación, dice que nos quiere y cuelga. Pero... tu madre no parecía preocupada por ti.

Oh, había tanto lugares por donde dirigir esa charla.

—Creí... creí que te desagradaba tu padre —y decidió encaminarla por el peor.

—No... Un poco, supongo. Él no es mal tipo, solo está... enfermo, de la cabeza. No lo odio ni nada, solo... me parece asqueroso. No puedo estar cerca de él sin querer darle una paliza.

"En eso consiste el odio."

—Pero es mi padre. También me preocupo por él, llamo a mi abuelo cada semana para ver si no ha muerto todavía. El día de su funeral definitivamente lloraré... no más que Adriana o Adrián, creo, pero definitivamente lloraré.

—Él... ¿qué hizo para que te sientas así por él?

Hubieron largos momentos de silencio.

Adrien observó las lastimadas pantorillas de su víctima.

A su mente llegó la imagen de una cabeza deformada a causa de los gusanos.

—¿Por qué Anzu te trata tan mal?

—¿Ah?

—No sonaba preocupada por ti, en ningún momento te preguntó si estabas bien.

—Porque... porque sabe que estoy bien, porque le contesté.

—¿Estás bien? ¿No hubieras querido pedirle ayuda? ¿No hubiera sido agradable decirle "hey, mamá, me tienen secuestrado, necesito tu ayuda"? Aunque supongo que si no lo hiciste es porque no confías en que te ayude...

—No... yo... no lo hice porque... creí que podrías golpearme... o asesinarme...

—Sí... lo hubiera pensado, definitivamente. Pero no fue por eso.

Isamu frunció los labios.

—Así es mi familia, eso es todo.

El otro celular que Adrien cargaba empezó a vibrar.

—Ah, mira, hablando de familia —suspiró, sentándose en el piso de una vez—. Te compensaré por el mal momento, ¿bien?

Y contestó la llamada.

—Hola, pa —habló rápidamente, desviando un poco la mirada.

—Hola, Adrien —respondió una ronca, áspera, profunda voz al otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? Tus hermanos me dijeron que no te vieron... bien.

—No, estoy bien. Adriana se puso a hablar del cajón de flores, y me puso mal, eso fue todo... Al final si estoy mal es por su culpa.

—El cajón de flores, claro... —hubieron unos momentos de silencio entre ambos—. Entonces, aparte de eso, ¿estás bien? ¿Todo está tranquilo por allá? ¿No necesitas dinero?

—No, ahora estoy bien. No te preocupes.

—Bien... bien, me alegra oír eso —y, tal como Adrien dijo, el hombre suspiró, como resignado—. Antes de... despedirnos... yo... quisiera saber, ¿planeas venir a visitarnos pronto? A tu abuelo y a mí, me refiero.

Hubieron momentos de silencio una vez más.

—No. No puedo, estoy ocupado con la universidad. Pero si puedo hacer un espacio te llamaré para avisarte.

Silencio una vez más.

—Esta bien. Gracias. Te quiero, ¿lo sabes?

—Lo dices siempre.

—Adiós, cuídate.

—Adiós.

Y la llamada se cortó.

—¿Ves? Creo que algo así son las llamadas de alguien que está preocupado por ti.

El silencio que se formaría a continuación fue interrumpido por golpes en la puerta. Adrien se pone de pie y corre escaleras arriba, acomodándose el cabello en el camino.

Al volver a bajar lleva dos bolsas de papel entre sus manos y una sonrisa en su rostro.

—Hey, la cena está lista —rió bajito, sentándose frente a Isamu y ofreciéndole una de las bolsas en cuestión.

—Gracias —murmuró, tomando la bolsa entre sus manos, apartando la compresa fría de sus labios y dejándola en el piso.

Desenvolvió la hamburguesa en silencio, mientras Adrien le miraba fijamente y daba un trago a su bebida.

—¿Sabes? No has tomado agua en dos días —gruñe el menor, frunciendo el ceño—. A este paso te deshidratarás, no quiero eso.

—He estado bien —susurra, observando el alimento frente a él. Oh, luce tan bien; su madre nunca le dejaría comer eso—. Hoy... me tomé la Coca-Cola, así que estaré bien.

—¿Hoy te...? ¡No bromees! ¡Una Coca-Cola no te hidrata! Hey, me hubieras recordado. No quiero que te mueras. Con la comida no será un gran problema, una gran comida en la noche puede compensar todo lo que no has comido en el día, ¡pero con el agua se supone que debe ser durante todo el día!

—Perdón... no quería molestarte.

Adrien suspiró con fuerza.

—De verdad eres como las plantas, si no te presto atención creo que acabarás muriéndote. 

。。。

segunda parte del maratón!!

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