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—¡Isamu, por Dios! —exclamó Adriana, al ver al pequeño asiático sentado en el sofá con una bolsa de hielo entre los labios y Catherina sujetando otra contra su mejilla, cerca de su ojo. En su mano libre sostenía una toalla de papel con restos de sangre—. ¿Qué te pasó?
—Nada —murmuró, cerrando los ojos lentamente, como si le doliera hacer aquello.
—Adrien lo golpeó —murmuró Catherina, frunciendo los labios—. Bueno... Adriana... Ya saben como es todo, ¿no?
—Ugh, ese idiota —masculló, frunciendo los labios y acercándose a Isamu, tomando la bolsa que la pelirroja sujetaba—. ¿Quieres que te lleve al hospital o algo?
—Fue solo un golpe —habló bajito, incapaz de enfrentar aquello intensa mirada—. Estaré bien.
—Te sigue sangrando la nariz.
—Me lo merecía.
—No te mereces nada de lo que esto.
—No... no lo entiendes... esta vez... esta vez él estaba en su derecho... en serio. Yo... dije cosas horribles. Me comporté como un idiota.
Adriana suspiró con pesar y se giró unos momentos hacia Adrián, Gabriel y Jaden, quienes la acompañaban. Esperaban llegar para pasar el resto del día junto Adrien, Catherina e Isamu viendo películas encerrados en el ático y meditando sobre la vida.
Ingenuo de su parte.
Sus cumpleaños nunca eran muy buenos.
Los tiempos cerca de sus cumpleaños nunca eran buenos.
—Hey, sin importar qué hayas hecho Adrien no tuvo que golpearte —reclamó Adrián, acercándose finalmente a pesar del malestar que le causaba ver así al pequeño asiático.
—¿Por qué Adrien te golpearía? —masculló Jaden, apretando sus manos en puños. Como hijo de una madre abusada aquello le causaba aun mayor malestar del que le causaba a Adrián; quien claro también era hijo de una madre abusada, pero ajá—. Es decir... Adrien no es de esos, ¿no?
—Adrien es un enfermo —suspiró Adriana—. Un enfermo mental, querido.
—No deberías...
—No. Es literal, Adrien literalmente es un enfermo mental —interrumpió Adrián—. Personalidades múltiples con alucinaciones visuales y auditivas que rozan la esquizofrenia pues de vez en cuando es incapaz de distinguir qué es real y qué no, borderline y desorden de personalidad antisocial.
—Es agresivo —suspiró la hermana mayor, cruzándose de brazos—. Un poco, nada más —agregó con sarcasmo, rodando los ojos—. Lo suficiente.
—¿Por qué no sabíamos al respecto? —murmuró Gabriel, frunciendo los labios.
Los dos hermanos guardaron unos momentos de silencio e intercambiaron miradas.
Cierto.
¿Por qué no les habían dicho?
¿Realmente les había parecido tan insignificante? ¿Tan irrelevante? ¿Realmente les parecía la tan poca cosa como para ni siquiera mencionarlo en los largos años de relación que tuvieron con sus respectivas parejas?
—A saber —respondieron muy bajito, al mismo tiempo.
Isamu frunció los labios.
—Nosotros no... nosotros no... no lo vimos como algo relevante —Adriana lucía preocupada por las cosas que salían de ella. Cubrió su boca con cierto horror al darse cuenta—. Nunca lo vimos como algo relevante... yo... lo siento... para nosotros era algo tan normal... ni siquiera nos pasó por la cabeza.
—Es verdad —gruñó Adrián, apretando sus manos en puños—. Perdón... realmente... nosotros no lo veíamos como la gran cosa. Ni siquiera entre nosotros, al mencionarlo, lo decíamos como... como si fuera algo por lo que cualquier familia pasara.
Las parejas fruncieron los labios e intercambiaron miradas, consternados un poco, afligidos, sintiendo hasta un poco de lástima.
—Deberíamos hablar luego de esto —alegó Jaden finalmente, acercándose a Adriana y sujetándole los hombros, ofreciéndole un pequeño masaje con la intención de tranquilizarla y plantar un beso en su lado sano del rostro—. Ahora solo preocupémonos por Isamu.
—No necesito que se preocupen por mí —interrumpió el asiático, desviando un poco la mirada.
La sangre de la hermana mayor se calentó un poco.
—¡Claro que lo necesitas! —reclamó, sacudiendo su dedo índice sobre su cabeza— ¡Si no te preocupas tú por ti mismo no tenemos de otra más que hacerlo nosotros! ¿Qué te pasa, idiota?
Frunció los labios una vez más, incapaz de enfrentarla con la mirada. No quería oír nada de lo que ella tuviera que decirle. No merecía piedad o compasión alguna. Si Adrien hubiera decidido asesinarlo en el baño él no habría puesto resistencia alguna. Se lo merecía. Se merecía morir de forma dolorosa a manos del hombre que amaba. Había sido una mierda. ¿En serio le había revelado de una forma tan horrible el secreto que prometió llevarse consigo a la tumba? Ahora no tenía salvación. Al volver a España acabaría en la calle.
Estaba perdido.
No podría vivir sin Adrien, y su madre de ninguna forma lo aceptaría de vuelta en la casa, lo echaría de patitas a la calle, y si lo volvía a ver le echaría un balde de agua fría en señal de odio.
No.
¿De qué hablaba?
Esa mujer no se dignaría ni a volver a dirigirle la palabra.
Era un estorbo para ella.
¿Por eso siempre lo trató tan mal? ¿Porque le recordaba a su pobre hermana? ¿Porque se arrepentía de adoptarlo? ¿En serio era tan malo tenerlo como hijo?
Al final no era más que un desperdicio de oxígeno.
Los heterocromáticos ojos de Adriana se fijaron en el cuerpo masculino que pasaba por las escaleras de un lado del pasillo al otro.
Era Adrien dirigiéndose a su habitación, con el cabello húmedo y el cuerpo cubierto en una toalla.
—¡Contigo quería hablar, grandísimo hijo de puta! —exclamó sin temor alguno, corriendo hacia él como si no se tratara de un paciente mental con claros problemas de autocontrol.
Aunque Adriana también tenía problemas de autocontrol. Le daba igual todo.
—Adriana... —murmuró Jaden, inseguro sobre si debía detenerla o no.
Es decir, él no se acercaría a alguien con la fuerza y seguramente la voluntad de arrojarle por las escaleras con un puñetazo certero que seguramente le lastimaría mucho el rostro.
—¿Qué mierda te pasa ahora? —reclamó en inglés, enfrentándose cara a cara con él.
—Colapsó —habló bajito la otra Adriana, quien mantenía el control del cuerpo.
Oh, conocía a la perfección esa voz tan femenina, tan suave y delicada.
Ambos vieron a las personas en la sala.
La hermana mayor tiró de él hacia el pasillo para no ser vistos ni oídos.
—¿Qué pasó? La otra Adriana nunca toma el control del cuerpo.
—Si se los doy ahora van a matarse. Lo siento.
—No... no, no te disculpes. Solo... creí que lo odiabas.
—Lo odio, pero odio la idea de morirme, así que...
—¿Qué pasó? ¿Tú golpeaste a Isamu?
—Ese idiota les causó un colapso brutal —masculló, apretando la toalla que cubría su plano pecho—. Todo es un caos ahora mismo. Quería que se callara, y no encontré otra solución.
—Pero... ¿qué hizo? ¿Fue a propósito?
—Lo fue —aseguró firmemente, asintiendo con la cabeza.
—¿Qué hizo? Dímelo. Quizás... quizás es todo un malentendido.
El menor suspiró con cierta resignación.
—Isamu es nuestro hermano mayor, Giselle.
。。。
muchaches, no voy a poder estar conectado durante tres días, es decir que no voy a poder publicarles en dicho periodo de tiempo 💔 sin embargo, hoy les voy a dejar tres capítulos publicados así que yo recomiendo no tragárselos de un solo sino ir uno al día para que no se les acaben rápido.
bai.
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