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—Uhm... esa chica con la que hablabas —murmuró Isamu cuando llegaron a casa—. ¿Quién era?

—Una amiga —respondió simplemente, empezando a quitarse el abrigo mientras subía las escaleras a su cuarto.

Isamu frunció los labios ante la simplicidad de la respuesta.

¡Se daba cuenta que era una amiga! ¡Lo que quería saber era su nombre, de dónde era, de dónde se conocían! No es que estuviera celoso, es que Adrien odiaba a las mujeres. Haberla visto en ese lugar tomando la mano y besando los nudillos de una lo ponía enfermo. Lo hacía sentir engañado. ¿Qué más creía de Adrien que resultaba ser mentira?

Quizás estaba exagerando un poco, pero estaba celoso.

¡Sí! ¡Estaba celoso! ¡Se suponía que era el novio de Adrien! ¿Qué hacía besando la mano de otra chica?

De una tan fea, además.

—Es que ustedes dos... se veían cercanos...

Adrien guardó silencio mientras se sacaba los zapatos.

—Somos cercanos.

¡No lo estaba ayudando en nada!

Oh, si no tuviera tanto miedo de su reacción, le gritaría.

—Ya... y... ¿cuál es su nombre?

Adrien guardó silencio una vez más.

—No recuerdo.

¡¿Ah?! ¡Debía estarlo jodiendo! ¡Definifivamente lo estaba jodiendo! ¡Solo quería molestarlo! Una cosa era olvidar un pequeño suceso, padecer una laguna mental, ¡pero olvidar el nombre de la chica que acababa de visitar...! Oh, lo estaba poniendo de malas.

Pero la única forma que encontró de expresar su molestia fue frunciendo los labios y apretando sus manos en puños.

—En el auto dijiste que se llamaba Catherina.

Silencio.

—Sí... Son Catherina, Katherine y Kathy... Son mis amigas —sus grandes ojos por fin se fijaron en el rasgado par de rubíes—. Están mal, como nosotros.

—¿Qué?

—Catherina es la anfitriona de las otras dos —siguió hablando, desviando la mirada una vez más—. Tiene personalidades múltiples como yo, y sus personalidades son como las mías... Ella y yo, Katherine y Adrien, Kathy y Fyodor... Kathy es un poco infantil, al parecer es cuatro años menor que ellas, pero Fyodor la quiere... dice que siente como si deba cuidarla...

El asiático desvió la mirada levemente ante la respuesta que finalmente recibió. Claro, era un egoísta, no estaba pensando en lo bien que seguramente esa chica hacía sentir a Adrien, relacionarse con alguien que entendía lo que rondaba por su mente debía ser aliviador para él. Y si de verdad esas personalidades se llevaban tan bien entonces las cosas debían ser mejores para ambos; seguramente era como llevarse bien el doble.

—Yo... fui hasta allá porque esperaba ver a todas las personas que estuvieron conmigo en el hospital—murmuró, viendo la almohada en la cama—. Catherine, Marcus, algunas enfermeras e incluso doctores... Todos ellos... casi siento como si ellos me hubieran apoyado más que mi propia familia en este tiempo.

Hey, tenía razón.

El silencio se formó en la habitación. Adrien se puso de pie y se ajustó las gafas antes de acercarse a Isamu y sujetarle los hombros, plantándole un beso en la frente.

—¿Te molestaría quedarnos en Kensington una semana más, Isa?—inquirió en un susurro, justo al lado de su oreja, sujetándole el rostro en las manos.

—Ahm... yo... a mí no me molesta—murmuró, sintiendo su rostro pintarse de rojo ante la cercanía del menor—. Estaré dónde tú estés.

—Maravilloso—sonrió ampliamente, besándole la mandíbula antes de alejarse y caminar a la puerta—. Iré a hablar con papá.

—¿Quieres que te acompañe?

—No. Puedo hacerlo solo, no te preocupes.

—Yo... te estaré esperando aquí, entonces.

—Me parece bien.

Frunció los labios mientras le veía salir de la habitación. Suspiró fuertemente. ¿En qué se estaba metiendo?

En la boca del lobo.

Y otro que estaba apunto de ser mordido era Adrien, quien ahora caminaba descalzo por la cocina para salir por la puerta trasera de esta hasta el patio, donde también caminó descalzo por el césped.

Era todo muy frío.

Había pasado primero por la habitación de su padre para buscarle, solo para descubrir que no se encontraba ahí.

La noche era fría, el viento era fuerte, había silencio en todo el lugar.

Se sentía como un deja vú. 

Solo le faltaba una manzana y un cuchillo entre las manos.

Extendió su mano a la puerta. Cuando su mano tocó la madera se imaginó que detrás de esta se encontraría su madre, siendo golpeada por un martillo.

O directamente tendría la cara siendo devorada por gusanos.

Cerró los ojos con fuerza y frunció los labios. No se supone que debería seguir teniendo esas visiones, creía ya haber superado el trauma.

Oh, pero el trauma seguía así.

Y todo era culpa de esa psiquiatra de mierda.

Menos mal estaba muerta.

Tomó un fuerte respiro antes de finalmente abrir la puerta.

En el interior del cajón se encontraba su padre, recortando algunas hojas de las plantas.

—¿Te puedo ayudar en algo? —habló el hombre, viéndolo por el rabillo del ojo.

—Quisiera que cambiaras nuestro vuelo—respondió, intentando mantenerse impasible, tranquilo—. Para después de nuestro cumpleaños.

Urie cortó una pequeña hoja con la tijera entre sus manos.

—Claro. Lo que te haga feliz. ¿Para el viernes?

—Para el viernes está bien.

—Perfecto.

Perfecto. Sí. Maravilloso, magnífico, estupendo, espléndido...

—¿Tienen planeado hacer algo para su cumpleaños?

Adrien abrió la boca, pero ninguna palabra salió de esta.

"Saldré a pasear con Catherina a escondidas del abuelo, no sé que harán mis hermanos."

—No —respondió al fin, desviando la mirada—. No. No realmente. Es decir... por eso voy a quedarme, para ver qué haremos ese día... Quieren celebrarlo y esas cosas.

—Ya... Ya veo.

—¿Por qué mantienes este lugar? —preguntó de pronto, apretando sus manos en puños—. Era... un lugar especial para mamá, tú odias las flores, entonces...

Urie guardó silencio.

—Me hiciste prometer que lo cuidaría... Que si mantenía intacto este lugar guardarías silencio el tiempo que lo mantuviera... Por eso sigue aquí. Por ti.

Frunció los labios y apretó sus manos en puños.

¡Lo estaba manipulando! ¡No debía dejarse engañar por esos grandes ojos verdes! ¡No debía-!

No estaba cayendo ante él. No lo estaba manipulando. Le estaba respondiendo una pregunta, quizás porque sabía que lo pondría mal el no hacerlo. Le estaba siendo sincero.

—¿Por qué no me asesinaste ese día?—masculló, frunciendo el ceño y mordiéndose el interior de la mejilla—. ¿No hubiera sido más fácil para ti? 

Guardó silencio unos segundos.

—No quería lastimarte a ti—aseguró—. No directamente. Ustedes tres son mis hijos... No sería capaz de hacerles daño.

Sus palabras le ofendieron de una forma que no se esperaba. "No sería capaz de hacerles daño" acababa de decir. "No quería lastimarte a ti". Era un hijo de puta. Un gran hijo de puta. Los había lastimado de la peor forma posible. No solo con lo de traumatizar de por vida al asesinar a su madre frente a él, sino también por el abuso que hacía padecer a su madre, los golpes que le daba, la forma en la que le obligaba a vestir para esconderse.

Y por si fuera poco había intoxicado también a sus hermanos.

Ese choque no fue culpa de su madre.

Los nervios de su madre eran culpa de su padre. El hecho que ese día ella estuviera tan desesperada por llegar era culpa de su padre, porque él la culpaba a ella de distraerle al llamarle por teléfono.

El hecho que su madre se hubiera preocupado más por su padre que por sus hermanos era culpa de su padre. No es que ella no estuviera preocupada por ellos, era que sabía que el accidente más la pérdida del auto era suficiente para ser brutalmente asesinada.

Su madre era una víctima.

Una idiota como Isamu, sí. Pero una víctima al final del caso.

Como Isamu.

—Pasa buenas noches. Me voy a dormir, me duele la cabeza.

—Buenas noches.

Se acercó a la puerta y la empujó.

—Hey, Dri.

—¿Sí?—murmuró, deteniéndose unos momentos.

—Te quiero. Duerme bien.

Tomó un fuerte respiro y se retiró de ahí sin decir más.

De verdad quería dormir.

Dormir y no despertar.

Se iba a tomar todas las pastillas que le quedaban y se iba a morir de p-

¡No!

No.

Aun tenía que mostrarle el cajón de flores a Catherine. 

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