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Episodios de depresión, episodios delirantes, autolesiones, reacciones que rozaban la indiferencia total o una furia absurda. Problemas de comportamientos en Adriana y Adrián y trastornos alimenticios en Adrien.

Oh.

¿Qué había hecho la pobre Eriko en su vida pasada para tener que pasar por algo como eso?

No lo merecía.

Seguramente no era una mala mujer.

Solo una pobre desgraciada sin suerte.

—¿Cuánto tiempo llevas leyendo todo eso?

La ronca, áspera y profunda voz a sus espaldas lo alarmó y le hizo apretar los papeles entre sus manos.

Urie.

Ya para ese punto de verdad creía que era el más normal de la familia; justo luego de Adriá, claro.

—Uhm... toda la tarde —respondió bajito, viéndolo tomar los papeles que había dejado sobre la mesa.

El hombre enarcó una ceja.

—¿Qué es tan interesante respecto a ellos?

—Bueno... saber cosas que Adrien nunca va a decirme...

—¿Y de verdad es bueno para ti saber todo esto? — sonrió de forma fanfarrona, arrugando la nariz y enfrentando sus intensos esmeraldas con aquellos apagados rubies.

—¿A qué se refiere? —masculló, frunciendo los labios y el ceño.

—Dime, ¿de qué te sirve ahora saber que Adrien padecía bulimia? ¿De qué te sirve ahora saber sobre la hipersexualidad de Adrián? ¿De qué te sirve saber sobre los problemas de ira de Adriana? Incluso yo había olvidado estas cosas...

No podía verle el rostro.

No luego de saber la historia de Eriko.

Sabía que era una horrible persona, pero había superado sus expectativas.

Por mucho.

—Es solo... conocimiento general —masculló, frunciendo el ceño.

"Por seguridad", pensó en agregar. "Apuesto que Eriko no sabía que usted era un psicópata."

Pero prefirió no agregar nada, por su propia seguridad.

—Claro —respondió irónico, enarcando una ceja una vez más—. ¿Me quieres ver la cara de tonto?

Isamu frunció los labios.

—¿A qué ha venido, de todas formas? —murmuró, sin intención de desviar la mirada. No iba a darle ese gusto.

Aunque eso le costara la vida.

—La pizza ya llegó, te están esperando allá abajo.

—¿Y lo mandaron a usted a avisarme?

—No. Vine por mi cuenta... en cualquier momento subirá alguno de esos tres... ¿Por qué? ¿Te molesta tenerme aquí?

"Tener un asesino a mi lado no es algo con lo que me sienta precisamente cómodo, eh."

Pero, una vez más, por su seguridad, prefirió no decir nada.

Ya le tenía miedo a ese hombre.

No. Antes les tenía miedo, ahora lo horrorizaba, lo atemorizaba. Incluso más que Adrien.

Que miedo.

Aunque ahora que lo pensaba Adrien era un asesino y lo tenía a su lado todo el tiempo.

—No... no lo decía por eso.

Que problemático.

Dejó los papeles sobre el escritorio y le dedicó una sonrisa.

—Bajaré ahora —anunció, levantándose de la silla y dejando el resto de papeles en el escritorio.

Y pasó de largo a él.

Cuando llegó a la casa de los Campbell veía a Urie como un desafortunado hombre con los peores hijos del mundo, lo veía hasta como una víctima, de hecho. Pero ahora que lo sabía todo no creía que en ese lugar siquiera hubiera una víctima.

Ni los trillizos, ni Urie, quizás ni siquiera Eriko.

Es más, creía que Eriko era como él: una masoquista enferma que suplicaba por ser golpeada, por ser lastimada, que tomaba cada situación que se le presentaba para girarla y volverlas desfavorable a ella. Seguro suplicaba con la mirada el ser golpeada.

Simplemente no había víctima. 

Ninguno de ellos era una víctima.

Eran una familia de enfermos.

De degenerados.

Y ahora él era parte de esa familia.

Solo estaba siguiendo los pasos de su tía Eriko...

Acabaría como ella.

Muerto.

Adrien lo mataría.

Porque era menos problemático que mantenerlo a su lado.

Ah, la pizza lucía rica.

Habían pedido dos. Una de jamón con champiñones y otra de jamón con piña.

No tenía problemas con la piña en la pizza.

Es decir, no era su favorita, pero le gustaba. 

A él le encantaba la de pepperoni.

Ugh. No quería pensar en nada. Iba a hacerle focus total a la pizza, analizar su sabor, su textura, todo lo que pudiera ser analizado lo iba a analizar.

Focus a la pizza.

No iba a comentar nada sobre la presencia de la doctora Ford en la mesa.

La pizza.

La pizza.

La pizza, la pizza, la pizza de Don Cangrejo es la me-

No.

Seriedad.

Es la mejor para ti y para mí...

¡No!

Focus.

Oh, la pizza de Inglaterra sabía mejor que la de España, eso era sorprendente.

Ja, lo estaba haciendo bastante bien, eh.

—¿Ya te encuentras mejor, Adrien? —inquirió la mujer, mientras Isamu llevaba a su boca un trozo de pizza.

—Oh, que bueno que pregunta, doc —habló irónico el muchacho—. He estado pensando en m-

¡No!

Debajo de la mesa, se clavó el tenedor en la mano.

Isamu lo vio, y sus ojos se abrieron con horror al ver que había sangre escurriendo cuando se sacó el tenedor.

—Mantener una actitud positiva todo el resto del día —finalizó la frase con normalidad, sin borrar su sonrisa—. Lo del cementerio fue un pequeño ataque, nada que no haya podido controlar al final.

—Me alegra oír eso —sonríe ella, sirviéndose un pedazo de pizza.

—Sí, claro, a mí también —afirma él, asintiendo con la cabeza, quitándose las vendas de las muñecas y cubriendo las marcas que dejó el tenedor. Todo debajo de la mesa, siendo notado solo por Isamu.

¿Qué ganaba Urie incomodando tanto al pobre Adrien? Todavía no podía creerse la charla de "causar un colapso" para tratarlo correctamente. Es decir, ¿no era algo contraproducente con el borderline? Ya se dijo, no era doctor, mucho menos psicólogo ni psiquiatra, pero recordaba haber visto documentales respecto a un montón de enfermedades mentales, entre ellas el borderline, además las cosas que decían los papeles que la misma doctora había redactado.

¡Mencionaba reacciones abruptas! ¡Violentas! ¡Exageradas! ¡Fuertes episodio de depresión que los llevaba a autolesionarse! ¡A los tres! ¡A los seis! ¡A los ocho si se contaban las otras dos personalidades de Adrien! Es decir que Adrien era cuatro veces más propenso a autolesionarse que los otros dos, ¡y a la doctora Ford aparentemente no le importaba nada de eso! ¿Dónde había un especialista capacitado cuando se le necesitaba? ¡Pues ahí no estaba! ¡La doctora Ford no lo era!

¡Ah, maldita sea!

¿De verdad él era la persona más racional en esa mesa?

Porque Adriá no se encontraba ahí en ese momento, lo que le preocupaba pues él no sería capaz de controlar una situación si algo se salía de control.

—¿Y qué piensas hacer el resto de la tarde, querido?

—Oh, pensaba en sui-

Tenedor en la otra mano. Montones de sangre.

—Salir con Isamu al Hyde Park —se interrumpió una vez más—. Solía salir mucho con mamá a ese parque, y quisiera compartir un lindo momento ahí con Isamu.

—Ya, eso suena encantador.

De verdad sonaba encantador, pero ya estaba resignado a que esos últimos momentos en la mansión Campbell fueran un infierno. 

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