Reto 4 - El milagro de navidad.
Noche buena se acercaba y la pequeña no dejaba de correr de un lado a otro. Parecía querer asegurarse de que todo estuviera perfecto. Sabía que vendría toda su familia y quería que dijeran que la casa era la más bonita del lugar. Su madre le había dicho lo que en realidad era la navidad, una fiesta de unión y alegría por el nacimiento del pequeño niño Jesús. Pero a ella, poco le importaba eso, le agradaban los colores de la navidad, en especial el rojo y el verde. Lucían tan bonitos juntos que la casa estaba llenos de ellos y de adornos para nada relacionadas con lo que en realidad celebraban.
Su madre estaba muy ocupada en la cocina como para ver que es lo que la pequeña hacía. Ésta acomodaba los adornos de las mesas, sacaba todo del árbol de navidad y lo ponía a su gusto una vez más. Las boas de colores se las pasaba alrededor del cuello fingiendo que era una modelo de alta costura y esas, las boas que ellas utilizaban. Caminaba por el pasillo a un lado y al otro, con cara de modelo e inventando poses.
—Cristina, ¿podés venir un momento? —se escucha decir a la mujer elevando la voz desde la cocina. Cuando nota que la nena aparece en su campo visual con la boa al cuello sonríe. La niña se la quita de forma rápido y la intenta esconder detrás de su cuerpo— ¿Por qué no ponés un poco de música para que cantemos mientras trabajamos?
Cristina sale corriendo al equipo de música para buscar su CD favorito, un compilado de canciones navideñas. No le importaba la época del año que fuera, ella simplemente escuchaba esa música como si cada día del año fuera noche buena. La música comienza a llenar el ambiente y ella finalmente termina de colocar una vez más las borlas.
En medio de cantos y bailes, madre e hija logran terminar con sus labores. La niña es tomada de la mano por su madre y conducida al cuarto de baño. "Hora de bañarse", le dice al llegar a la ducha y sale para dejarla alistarse.
Tras ducharse, la nena corre a su cuarto envuelta en una toalla. Escuchaba las voces de sus tíos llenando la sala. Agradece tener la ropa preparada para salir más rápido vestida con lo mismo que todas las navidades, ya que sino, no era navidad. Corre hacia la voz de sus tíos y los abraza.
—Pero miren quién llegó, Mamá Noel. —dice el tío tras verla con su vestido rojo. Siempre era lo mismo, y a pesar de la rutina nunca se cansaban de ello.
Misma ropa, música, historias. Mismas anécdotas repetidas varias veces, cuando quien las contaba la abuela.Y eso era lo que amaba Cristina, escuchar lo mismo siempre le recordaba que seguían allí. ¿Qué pasaría cuando las anécdotas no se contaran? La abuela ya no estaría más. ¿Cuándo las historias del hombre que disfrazado de duende trabajó en el polo norte? Ahí faltarían el tío y sus historias de mentira. Ella no quería que ese día llegara.
Cada uno se sentó en su lugar, previamente señalizado por la pequeña con un cartelito. Para ella no había división por edades, no había mesa de chicos y grandes. Solo tenían la mesa de los "Grancos", como le decía ella. Cada año escribía los nombres en papelitos y por sorteo los iba sacando y ubicando, todos los años te sentabas con alguien diferente. Era divertido llegar sin saber quién estaría a tu lado.
Una vez que todos hallaron su lugar, el padre de Cristina se pone de pie y ofrece sus manos a quienes tiene a su lado. Dice lo mismo de siempre "Propongo que demos las gracias por nuestros años, cada uno tiene un motivo diferente para hacerlo."
Un silencio se apoderó del lugar mientras cada uno pensaba los motivos por los cuales quería agradecer. Como bien había dicho el hombre, todos tenían algo diferente. Operaciones exitosas en el trabajo, intervenciones quirúrgicas que fueron realizadas con éxito, incluso el que no se hayan llevado esa materias que tanto odiaban.
—Quisiera empezar yo —comenta el abuelo poniéndose de pie. Esto no era algo que sucediera, solía ser Cristina la primera en agradecer, y por eso todos desviaron la vista dos lugares a la izquierda de Cristina, donde él se encontraba.—El día de hoy agradezco que todos podamos estar presentes. Agradezco que a pesar de todo, ninguno tuvo inconvenientes para estar aquí.
La niña se quedó boquiabierta, eso era por lo que ella siempre agradecía; aunque lo decía en otras palabras. El que su abuelo lo hubiera dicho la ponía en aprietos. Tenían el dicho de "Sin repetir y sin soplar". Le tocaba pensar algo nuevo, algo que ella realmente sintiera. Por eso es que él lo hizo, quería conocer a fondo a su nieta, sabía que le quedaba poco tiempo en la tierra y quería ver su interior.
Cristina se acomoda en su lugar, quería sentirse molesta pero la alegría de las fiestas no se lo permitían. Pensó todo el tiempo mientras su familia se ponía de pie para agradecer. Ella no fue capaz de pensar bien en lo que diría, le encantaba oír a los demás. Finalmente era su turno, se puso de pie y dijo lo primero que se le cruzó por la mente.
"Agradezco por cada derrota y victoria que tuve, ahora puedo aprender de ellas"
La mesa entera quedó en silencio. Cristina siempre había odiado cada una de sus fallas, odiaba desaprobar, odiaba perder y por sobre todo odiaba rendirse, porque de esa forma se derrotaba a sí misma. Ya hora, esa misma niña estaba admitiendo frente a todos que se había equivocado ese año, que había fallado pero que incluso así, agradecía cada una de esas cosas.
—Esto es un milagro de navidad —dice una de sus primas, le parecía divertida la situación. Aunque sabía que no lo era, eso significaba que "la nena" estaba creciendo.
Finalizado su rito de agradecer, pasaron al rito de compartir la comida. Al principio solo se escuchaba el entrechocar de cubiertos y algún que otro "me pasás la..." Todos tenían hambre. Pero al rato, cuando ya estaban medio llenos, comenzaron a hablar de banalidades, cómo iba el trabajo, que harían en las vacaciones o si alguna de las nenas tenía novio nuevo.
Cuando todos estuvieron llenos, se ayudaron a levantar la mesa y dejar todo limpio y guardado. El dueño de la casa no tenía porqué verse con todo el peso del orden y la limpieza.
Sentados en la sala de estar, los chicos charlaban entusiasmados ante la idea de los regalos que recibirían al día siguiente. "Yo quiero un pony", decía la más chica, de tan solo cinco años. "¿Un pony? ¡Es mejor un dinosaurio!", decía su hermano. "Lo único que yo quiero es esa agenda que ví el otro día.", decía la mayor de todos mientras el resto la miraba con cara de espanto y susurraban que era una aburrida.
Al unirse los adultos al grupo, se acomodaron frente al gran espacio delante del árbol de navidad, el cual había sido creado tras mover la mesa y las sillas. Todos los años se acomodaban allí en grupo para crear diferentes espectáculos. Bailes, coro de villancicos y obras de teatro. Los chicos estaban todo el año preparándolo, pero siempre se percataban a último momento de que habían olvidado algo.
—Damas y caballeros, niños y niñas, les presentamos al "Coro Oroc" —los padres y tíos de Cristina amaban el nombre del coro, lo habían elegido una vez para formar un nombre palíndromo y tras presentarse los años, rieron tanto debido a su pronunciación que desde entonces no volvieron a cambiarlo.
El coro completo se formó y comenzó a cantar villancicos, cada vez que alguno desafinaba, se agachaba y seguía cantando. Era una divertida forma de competir sin competir, dado que hacia el final todos terminaban sentados en el piso, incluso los niños, que sin poder evitarlo irrumpían en el "escenario" para cantar juntos.
Tras un fuerte estallido de aplausos, llegaron el turno de los abuelos y luego el de los niños, quienes dieron una hermosa, aunque improvisada, obra de teatro. Se olvidaban o repetían diálogos, mezclaban escenas, pero lo más importante, reían y disfrutaban. A pesar de todo seguían siendo felices.
Se abrazaron y besaron. Luego de ello brindaron todos con bebidas sin alcohol, algunos debían conducir de vuelta a casa y no necesitaban que un poco de alcohol extra preocupara a toda la familia. Salieron a disfrutar el show de luces y estrellitas hasta que los niños fueron bostezando uno a uno, demostrando síntomas de cansancio. Entraron a la casa una vez mas y se despidieron con la promesa de verse al día siguiente para abrir juntos los regalos.
Cristina se estaba quedando dormida, razón por la cual, su padre la alzó, la llevó a su cuarto y le deseó una buena noche. "Feliz navidad papá, te quiero", le logró decir antes de quedarse dormida.
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