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50. Emboscada

—A mí me da igual, Reese. Aun sabiendo que fuiste tú, nunca me enfadaría contigo.

He llamado a Nahid en cuanto mis padres se han marchado de casa.

—Me han expulsado tres días hasta que se resuelva todo.

La escucho resoplar al otro lado del teléfono.

—Tómatelo como tiempo de estudio para selectividad.

—Esas historias no me pertenecían...

—Tú me salvaste —dice al cabo de unos segundos en un tono tan bajo que me cuesta escucharla—. Si no hubiese sido por ti, a saber dónde estaría ahora. ¿Cómo sabes que no has ayudado a más gente?

—¿Sabes algo de tu familia? —pregunto con la intención de cambiar de tema.

—Ellos ya no son mi familia.

—Mejor así.

Colgamos en cuanto escucho el timbre sonar y me levanto corriendo para ver quién es. Desde que me han recogido mis padres en el instituto no he podido hablar con el resto de mis amigos. Ellos seguían en clase.

—Jeremy —susurro para mí misma con una sonrisa. Me entran ganas de lanzarme a sus brazos, pero me contengo. Él también sonríe, aunque no dura mucho. Se mete las manos en los bolsillos y mira hacia arriba como si estuviese buscando algo, quizá las palabras que necesita.

—¿Por qué no me contaste lo del buzón?

—No... No pude —explico con nerviosismo y me doy cuenta de que tiene el ojo ligeramente morado—. La profesora Silva me lo encargó.

—¿También te dijo que leyeras todas esas notas?

Niego a modo de respuesta, sabiendo que lo que dice es cierto, y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.

—Al verlas pensé que podría ayudaros a todos.

—Ahora entiendo muchas cosas —replica con el mismo tono defensivo que antes. Aprieta los labios con fuerza y me observa con el ceño fruncido. Ojalá poder sacar de mi cabeza todo lo que ha ocurrido para que él lo viera y pudiera comprenderlo—. Por eso Nahid se marchó... Y con razón sabías tantas cosas de los demás. Leíste mis notas y... Me siento un imbécil.

Permanezco en silencio sin saber qué decir. Trago saliva y me armo de valor.

—No podía decírtelo. Tenía que hacerlo yo sola.

Jeremy rechista con incredulidad. Sé que ninguna de las confesiones que leí me pertenece, por eso no soy quién para hablar de la verdadera historia de Nahid. Y mucho menos ahora que por fin se ha acabado su tormento.

—Tenía, tenía, tenía... ¿No te das cuenta de lo que haces siempre? No debes nada a nadie, Reese —añade alzando las manos con efusividad, y yo me echo ligeramente hacia atrás.

—¡Lo hice por todos vosotros!

Jeremy se frota la cara con fuerza y a mí se me escapa una lágrima que me limpio rápidamente para que no la vea.

—¿Cuándo te vas a dar cuenta, Reese? ¡Te centras tanto en los demás que no te miras a ti misma! —grita con exasperación y siento como mi pulso se acelera, al igual que su respiración—. ¿Y qué hay de nosotros?

—Yo te...

—En realidad... —habla, interrumpiéndome, en un tono más calmado. Su mirada es más tranquila, pero sigue enfadado. Los ojos le brillan. Desvía la mirada en cuanto se cruza con la mía—. Solo he venido a traerte esto, supongo que lo necesitarás.

Me tiende la libreta donde está mi relato. No me mira cuando la cojo, ni tampoco cuando se despide de mí. Nada más bajar las escaleras, mi madre se baja del coche y le saluda a lo lejos. Después, echa a correr.

Tardo un rato en reaccionar. Tengo el corazón roto y las piernas entumecidas. Cuando mi madre pasa por mi lado, le ayudo con las bolsas que trae y las llevamos a la cocina.

—Tu padre y yo hemos estado hablando y... —Se sienta junto a mí en la silla del comedor—. Te irás donde tu abuela estos días.

—Pero...

—Reese, esto no es propio de ti. ¿Que te expulsen? ¿Sabes lo que supone eso?

Me mira con la decepción escrita en sus ojos.

—Lo sé perfectamente.

—He hablado con la profesora y dejará que te presentes a los exámenes el miércoles que viene.

—Pero el instituto habrá acabado.

—Solo te perderás el repaso.

Asiento lentamente. Me tiemblan las manos por culpa de la tensión acumulada durante todo el día. Trato de esconderlas metiéndolas entre las piernas, pero mi madre las coge y las acuna entre las suyas. Me he cargado mi final de curso y he defraudado a todo el mundo.

—No estoy enfadada por lo que has hecho, pero soy tu madre y tengo el deber de corregirte cuando te equivocas.

—Mamá...

—Aunque queramos hay muchas cosas que se nos escapan, y no pasa nada —comenta con una sonrisa triste—. Preocúpate por las personas que te importan. Algún día te necesitarán y tú estarás demasiado ocupada con el resto como para darte cuenta.

Una ligera presión se aloja en mi pecho y asciende lentamente hasta mi garganta. Entonces ella me abraza y dejo que las lágrimas salgan.

✄ ✄ ✄ ✄ ✄

Nana se ha pasado toda la tarde mandándome cosas que hacer. Primero hemos podado los arbustos, luego hemos trasplantado algunas plantas y por último regado todo el jardín. Dice que, mientas esté allí, yo me encargaré de todas las flores. Hasta que no hemos acabado no me ha dejado utilizar el teléfono. Jeremy no me lo ha cogido y Riley tampoco. He hablado un rato con Kai, quien me ha contado que ahora todo el mundo habla de mí por lo que he hecho: algunos me siguen insultando, pero son muchos los que están cambiando de opinión.

—Tienes que hacerme un favor —le pido a Laura.

Nana me ha dicho que solo me quedan diez minutos de llamada. Le cuento la idea que he tenido y ella grita de emoción unas cuantas veces.

—No prometo nada —responde.

—Sé que podrás hacerlo.

—¿Te han dicho tus padres cuándo vendrás?

—Cogeré un tren el sábado por la tarde.

—Tu abuela es un lince, te va a pillar —me asegura, y yo suelto una silenciosa carcajada.

—No si es ella quien me acompaña.

—Estás como una cabra, pero yo te apoyo en todo, ya lo sabes.

—Tengo que arreglar este desastre sea como sea.

—Prepárate, porque se avecinan curvas. —Se ríe y yo resoplo dramáticamente, llevándome la mano libre a la cabeza.

—¿Más?

—Por cierto, ha pasado algo hoy en la salida del insti.

—No quiero saberlo —respondo con rapidez, negando con la cabeza para reafirmarme.

—¿Estás segura?

Asiento, pero me doy cuenta de que ella no me puede ver. Ojalá existiesen las llamadas con video.

—Sí, solo quiero... centrarme en lo del sábado y en los exámenes finales.

Nos pasamos el resto del tiempo que me queda hablando de lo que han repasado y me chiva algunas preguntas que dicen que suelen caer.

Luego mi Nana y yo nos ponemos una película de los años setenta, pero estoy tan cansada por todo lo que he estado haciendo que me duermo mucho antes de saber cómo resuelve la protagonista sus problemas. Si un personaje de ficción no sabe resolver sus problemas, ¿cómo voy a poder hacerlo yo?


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