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35. La carrera de la vergüenza

Toda causa tiene su efecto. Si haces o intentas hacer daño a mis amigos, yo te lo haré a ti. Es simple, y Mason eso lo debería de saber si es que de verdad me conoce tanto como dice.

—Mira que me gustan las ideas retorcidas, pero esta no me convence —se queja Laura mientras me ayuda a pegar unos carteles que he impreso sobre la nueva fiesta de Mason.

No, no es la que hará en casa de Jeremy, sino una mucha mejor. Llevamos unos días lanzando el rumor y más de la mitad del instituto lo sabe, ahora solo queda esperar hasta mañana.

—¿Se te ocurre algo mejor?

Coloco el último cartel y la observo con los brazos cruzados.

—Espero que funcione —resopla mientras se hace una coleta. Siempre se recoge el pelo cuando está inquieta o algo le preocupa.

—¿Has vuelto a hablar con Riley?

Ella asiente.

—Me dijo que estuvo con fiebre y temblores. —Salimos del instituto esperando no encontrarnos a nadie—. ¿Te apetece venir a verla? Se me ha ocurrido llevarle algo de comer.

Entonces me fijo en el coche deportivo rojo que hay aparcado y le hago un gesto a Laura para que me espere. Salgo corriendo y golpeo el cristal un par de veces hasta que Olivia se gira y me mira extrañada.

—Hola, oye... —No sé qué diablos estoy haciendo. Tomo aire y continúo—: Fui un poco imbécil el otro día en la fiesta y quería disculparme.

—¿Imbécil?

—Jeremy es buena persona, no tomes en cuenta a la loca de su amiga.

Si se entera de que estoy hablando con ella tal vez me descuartice. Olivia asiente y esboza una sonrisa. Es tan simpática que me hace sentir horrible, pero sé que a él le gusta y no me queda otra.

—¿Te apetece venir a la fiesta de mañana?

—Algo he escuchado —vuelve a sonreír, mostrándome su perfecta dentadura—. ¿Estará tu amigo?

—Estará.

Se marcha cuando Nate se mete en el coche. Él me mira extrañado al principio y luego me pregunta por Riley. Daría lo que fuera por saber la historia de por qué la está ayudando, pero no creo que sea adecuado inmiscuirme a menos que él quiera contarlo. ¿Habrá leído la nota que le dejé? Ojalá pudiera leer las mentes, sería un ahorro de energía enorme.

—¿Qué hacías? —se interesa Laura cuando regreso a su lado.

Suspiro y empiezo a caminar hacia la parada del autobús.

—Intentar que Jeremy dé el paso que necesita.

No lo entiende, claro que no. No se lo he contado, he preferido guardarme esa parte del buzón para mí misma. Si ella lo supiera, no pararía hasta hacer que Jeremy confesara ante ella, y no estaría nada bien. Más que nada porque descubriría mi secreto, y ya bastante tengo con que ella lo sepa.

Aparecemos en casa de Riley con tres ensaladas de las que a ella le gustan. Su madre no se queja cuando nos ve con la comida porque, aunque eso rompe su planning bien estructurado de nueva alimentación, sabe que su hija necesita un poco de distracción.

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Después de una jornada intensa de investigación y escritura he conseguido avanzar con mi historia. Estoy emocionada por el giro que he metido y la idea de meter varios narradores. Creo que le da una perspectiva interesante.

—Reese, por favor, ¡me estás desesperando! —grita Ellie corriendo por el pasillo hasta que la veo entrar en mi habitación como un torbellino.

Pego un bote del susto y ella se empieza a reír. Guardo mi libreta en el cajón y agarro mi mochila. Nos vamos a la piscina.

—Sois unos lentos —gruñe, tirando de mi mano por la calle.

Aunque no lo parezca, está emocionada, solo que ella lo muestra así.

—Como sigas hablando doy media vuelta.

Ellie se detiene y mira a su hermano como si estuviera retándole. Él le devuelve la mirada y se quedan unos segundos así, hasta que les doy un empujón.

—Al final no vamos a llegar.

En realidad ella tiene natación y vamos a ir a verla. Como es viernes, nos dejan bañarnos gratis en cuanto acabe su clase y estar media hora metidos en el agua.

Cuando estamos listos, nos sentamos en las gradas y, mientras ella nada. O más bien, chapotea, Jeremy me habla de su canción.

—¿Cómo puedes tenerla casi acabada?

—Me falta la letra, que es algo complicado.

—Alucino —respondo, incrédula. Me detengo un instante a mirar sus labios. Tiene la herida casi curada.

Me da un codazo que me hace reaccionar y me giro para mirar a Ellie.

—Por cierto, ¿mañana en la fiesta podemos hablar?

—¿Ahora no podemos? —le miro extrañada. Él niega con la cabeza mientras se quita las zapatillas. Al estar así agachado, el pelo le tapa los ojos.

—Tiene que ser mañana.

—¿Por qué? —insisto, intrigada. ¿Será que me va a confesar su crimen?

Entonces Ellie grita nuestros nombres para que vayamos con ella. Mi madre me ha comprado un vendaje azul resistente al agua para el brazo y es mucho más cómodo de lo que suelo llevar. Me lo coloco mientras Jeremy deja su ropa en la mochila.

—Porque tiene que ser mañana, no seas tan preguntona —replica con una sonrisa tímida. Yo también me descalzo.

Por suerte llevamos el bañador puesto y no tenemos que pasar por los vestuarios. Jeremy se quita la ropa para quedarse con un pantalón corto. Yo llevo un bañador muy similar al que lleva la socorrista, solo que a ella le queda mil veces mejor. Al menos lo rellena con algo.

En cuanto nos tiramos al agua, Ellie nos hunde a los dos. ¿Cómo tiene esta niña tanta fuerza? Echamos carreras para ver quién nada más rápido, luego unas volteretas y, cuando las dos estamos cansadas, dejamos a Jeremy nadando mientras salimos a las gradas.

—¿Quieres divertirte? —me pregunta Ellie entre risas.

—¿Qué tienes en mente?

—¿Te acuerdas de la apuesta?

Yo asiento y me río. Ha llegado la hora de devolverle la broma.

Los vestuarios son mixtos. Tenemos cabinas para ducharnos y otras para cambiarnos. Tras una larga ducha caliente para quitarnos el cloro, nos vestimos deprisa y corriendo. Por suerte, nosotras estamos listas y, cuando salimos, Jeremy todavía está en la ducha.

—Sois unas asquerosas, ¡devolvedme la ropa! —Grita tanto que le escuchamos desde el vestíbulo.

Me duele la mandíbula de tanto reírme.

—Ven a por ella —le dice su hermana, sujetando la mochila en el aire. Le hemos dejado un gorro de lana porque no somos tan malas.

Tarda unos diez minutos en salir. Se ha puesto un plástico en la cabeza, de esos que dejan para protegerse los pies por si no llevas el calzado adecuado. En los pies también los lleva. Y el gorro... Bueno, eso está tapando una zona delicada.

Nos reímos aún más al verle. Él camina hacia nosotras con enfado.

—¡Me voy a congelar!

Como soy buena persona, le tiro las zapatillas para que no pise ningún cristal del suelo. Pero eso es todo.

Salimos corriendo hacia mi casa en cuando las coge. Está a tan solo cinco minutos. Un rato después le vemos corriendo hasta la puerta, donde le estamos esperando, tapándose como puede. Está empapado y con el culo al aire.

—¿Qué tal ha ido la carrera de la vergüenza? —pregunto, tratando de no reírme.

Se lanza hacia su hermana con enfado y le quita la mochila de un tirón. Luego entra en casa sin decir nada y se mete en el baño. Por suerte mis padres no están. No habría sabido darles una explicación coherente.

No dice nada, pero está que echa humo.

—Ha sido el mejor día de mi vida —dice Ellie entre carcajadas. Se deja caer en el sofá y yo me quedo mirando la puerta del baño.

Me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio cuando noto que me duele. Voy a la cocina para servirme un vaso de agua bien fría. De pequeños nos hemos visto desnudos tantas veces que diría que sé dónde están casi todos los lunares de su cuerpo. Sin embargo, verle ahora... así... Tan adulto.

El primer vaso no es suficiente para calmar el calor que siento en estos momentos. Me sirvo otro y se me cae un poco encima, pero es agradable. Regreso con Ellie, que está viendo la televisión, y me llevo las manos a la tripa. Me siento rara, como si estuviese mareada y todas las partes de mi cuerpo estuviesen temblando al mismo tiempo.


*****

Disfrutadlo mucho ❤

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