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22. Confesiones

Esta vez me cuesta más despistar a mis amigos. Con todo lo que ha ocurrido tanto con Mitchell como con Mason, todos tienen los ojos puestos en mí.

Cuando he cogido las notas del buzón, me he asegurado de que no hubiese nadie. Ya había pasado media hora desde que sonó el timbre y todos se marcharon como locos porque empezaban las vacaciones. Ahora me encuentro en clase, al final del todo, escondida entre unas cuantas sillas, con todos los papeles sobre mi falda.

«Me gusta cambiar las cosas de sitio a mi madre para que se vuelva loca».

No puedo evitar reírme al descubrir que es la letra de Carla, una chica que se sienta en primera fila. Debe ser muy divertida, tengo que hablar más con ella.

Dejo su nota y cojo otra:

«Mis padres se van a divorciar».

Esta es de Kyle Valentino. Se suele sentar junto a Nahid.

«Me tomo laxantes para estar más delgada».

No me hace falta conocer la letra para saber que es de Kirsten. Cuando volvimos de las vacaciones de verano la vi más delgada, pero supuse que sería por haber hecho ejercicio. Sin embargo, ha ido bajando de peso desde que empezamos el curso y está extremadamente delgada.

«Me aterran los aviones y tengo un vuelo en dos días».

Esta creo que es de Robert Eckermann, pero no estoy segura.

«Mi momento favorito del año es cuando tenemos vacaciones».

Además de observar la caligrafía de mis compañeros en sus cuadernos cuando los tengo a la vista, un día aproveché que tenía que repartir los exámenes para quedarme con algunos estilos.

«Ojalá me comprendieran».

Esta es de Nate. Como muchos chicos, tiende a hacer las consonantes puntiagudas. Sin embargo, lo que le caracteriza es la curvatura de sus vocales.

Con todo lo que ha pasado, más la pelea de ayer, tiene que estar pasándolo bastante mal. Aunque ya lo intenté una vez y resultó ser una misión fallida, tal vez podría hablar con él, ofrecerle mi desinteresada amistad. Mis padres siempre me dicen que si quiero entender a las personas, intente ponerme en su piel y así podré entender sus sentimientos. Si me pongo en la piel de Nate siento angustia, y si yo fuera él me gustaría tener a alguien con quien hablar.

—Tal vez... —digo en voz alta, pensativa—. Si le enviara una carta como a Nahid...

Decido dejarlo para más tarde y cojo otra nota. No me queda mucho tiempo antes de que la profesora Silva empiece a buscarme.

«Me da miedo confesar».

El corazón me late a trompicones, acelerado y lento al mismo tiempo. Me tiemblan las manos y, cuando me levanto, todas las notas se me caen. Al agacharme para cogerlas, me doy contra la mesa tan fuerte que me mareo un poco. Es la letra de Jeremy.

De repente el timbre vuelve a sonar. Siempre suena cada hora aunque no haya alumnos, y este es para avisar a los profesores de que se acaba su jornada. Meto todas las notas en una bolsa de papel menos una, que la guardo en el bolsillo de mi chaqueta.

Salgo corriendo de clase y veo a la profesora Silva mirar hacia los lados. Cuando me ve, alza la mano y la entrego con prisas la bolsa.

—¿Te encuentras bien? —pregunta con preocupación. Yo asiento porque no me salen las palabras.

Mi amigo me oculta algo, y el hecho de no saberlo me aterra y me abruma. ¿Qué será? ¿Qué tiene que confesar? ¿Será algo malo? ¿Por qué no me lo ha contado?

Cuando salgo, el frío no me hace reaccionar. Ni siquiera al ver a mi padre esperándome en el coche junto a mi madre. Hoy vamos a comprar nueva pintura para mi habitación. Debería entusiasmarme, pero tengo un nudo en el estómago. No es doloroso, es distinto. Es molesto.

Me como el sándwich vegetal que me ha hecho mi madre mientras me hablan de los posibles colores que pueden quedar bien en mi habitación. Ahora tengo ganas de salir corriendo del coche y buscar respuestas, pero sería algo arriesgado dado que estamos en medio de la autovía. En cambio, me limito a acariciar con delicadeza la pulsera que me regaló Jeremy cuando aún íbamos al colegio. Cierro los ojos recordando aquel momento cuando con torpeza me la ató a la muñeca y me prometió que me acompañaría siempre. Y yo le até la suya.

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Al final nos hemos decantado por el lila para que le dé un toque de luminosidad al gris que hay puesto. Tras cenar cojo la manta gigantesca que adorna mi cama y la saco por la ventana. Luego voy a por un cojín para apoyarme y lo dejo en el mismo sitio. Al sentarme sobre el tejado, el frío traspasa la tela de mi pijama. Me envuelvo con la manta y esta me protege del exterior. El cielo está despejado, por lo que se ven algunas estrellas.

—¡Reese! —susurran desde abajo. Me incorporo y veo a Jeremy con una sudadera naranja y la capucha puesta. Se le escapan algunos mechones.

—¿Qué haces aquí?

—Voy a subir —responde en el mismo tono, ignorando mi pregunta.

Siento una punzada de dolor en el estómago y me llevo la mano a él para calmarlo.

—Coge la escalera que hay allí —le señalo y me hace caso. En menos de un minuto está arriba.

—Qué pasa, Miller, ¿no querías verme? —añade, sentándose a mi lado.

Le ofrezco parte de la manta y se acerca más a mí.

—No te esperaba.

—Si quieres me voy.

—¿Eres tonto?

Me acerco también a él y recuesto la cabeza en el cojín. Huele bien.

En mi mente aparece aquello que escribió en la nota y me le imagino en distintas situaciones: siendo un asesino, un ladrón... pero nada encaja con él.

—Jer, si tú tuvieses un secreto, ¿me lo contarías? —me giro ligeramente para mirarle. Está haciendo que da pasos con los dedos sobre mi escayola.

—Claro que sí.

—¿Aunque eso pusiera en riesgo nuestra amistad? —le observo, esperando obtener más que una respuesta, pero no distingo nada en su mirada.

—¿Escondes algo, Reese?

Se ríe y yo vuelvo a mirar al cielo. Me gustaría poder decir que no escondo nada, pero estaría mintiendo. Si ahora le contase todo lo del buzón sabría que he leído su secreto y se enfadaría conmigo.

Le cojo la mano y entrelazo nuestros dedos, esperando que no haya comprendido mi silencio. Aprieta con fuerza y se pasa un brazo por detrás de la cabeza para estar más cómodo.

—Este lugar es lo único bonito que tiene esta casa. —Cambio de tema, poniéndome un poco de lado para estar más cómoda. Estoy deseando que me quiten el armatoste del brazo.

—No estoy de acuerdo.

Alzo la cabeza rápidamente para rebatirle y veo que me está mirando. Enarca las cejas y sonríe como si estuviese aguantando la risa.

—Tú perteneces a ella, ¿no? —vuelve a hablar.

—Idiota —me río y él estalla en una carcajada.


*****

Muy in love ahora mismo, pero nunca se sabe qué puede pasar jiji

¡Disfrutad mucho!


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