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12. Terribles secretos

Hoy es el último viernes del mes y, como todos los años, en la tienda nos preparamos para toda la gente que vendrá a aprovechar los descuentos. Además, hoy también toca recoger los papeles del buzón. Todavía no tengo claro si voy a dejarlos en conserjería y marcharme o leerlos primero.

Me pongo la falda recién planchada y la chaqueta que conforma el uniforme del instituto y me acabo el café. He dormido tan mal que mis ojeras deben llegar hasta el suelo.

Hace unos días me habría encontrado con Jeremy y Kai en un punto neutral para ir los tres juntos, pero ahora vivo más cerca de Riley, así que he quedado para ir con ella. No suele hablar mucho, pero esta vez ella monopoliza la conversación. También es cierto que tengo la cabeza en otra cosa. Hace ya dos días que no hablo con Jeremy y me preocupa mucho que se haya enfadado de verdad. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin hablarnos. Ni siquiera ha venido a ver el capítulo de «Friends» de esta semana. Yo tampoco lo he visto.

—Y el entrenador nos ha dicho que si nos esforzamos podremos actuar en el campeonato nacional este año.

Cierro los ojos con fuerza para lanzar todos los malos pensamientos lejos de mi cabeza y la miro.

—¡Eso es genial!

—Seguramente en marzo estaremos listas —vuelve a hablar, refiriéndose a sus compañeras de baile.

—Me encantaría ir —respondo pensativa. Estamos llegando al instituto y nada más cruzar la carretera distingo a Jeremy entre la multitud.

Riley me detiene, cogiéndome del brazo.

—Oye, ¿recuerdas que en verano estuve en un campamento?

Asiento vagamente y camino de nuevo. Tengo que hablar con él ahora, antes de empezar las clases, o en el examen de hoy acabaré escribiendo una carta en vez de explicar los principios de la termodinámica.

—Te tengo que contar algo sobre eso...

—Me tengo que ir —le digo, procurando no perderle de vista. Lanzo una mirada fugaz a mi amiga, que no dice nada—. Hablamos en el descanso, ¿vale?

Salgo corriendo hacia el interior del instituto. Uno de los profesores que vigilan la entrada me llama la atención por ir corriendo, pero en cuanto le pierdo de vista vuelvo a echar a correr. Creo que se ha metido al vestuario. A primera hora él tiene entrenamiento de hockey.

—¡Jer! —le grito y varios de sus compañeros se giran. Por suerte no hay mucha gente.

Se da la vuelta y, al verme, frunce el ceño.

—Sabes que no puedes estar aquí —susurra cuando se acerca.

—Quiero que hablemos. No puede ser que estés enfadado todavía por lo de Mason.

Le cojo de la mano para que no se vaya, pero la suelta de inmediato.

—No lo estoy, pero tienes que irte de verdad —añade y su mirada se desvía a la puerta—. El entrenador odia que entren chicas en el vestuario.

—¿De verdad que no estás enfadado? —Le miro con una sonrisa. Jeremy se relaja por un instante y suelta una suave carcajada.

—Luego te busco.

Antes de marcharme me da un beso en la frente y me empuja hacia la salida.

✄ ✄ ✄ ✄ ✄

Cuando se acerca el final del trimestre es lo peor porque no dejan de ponernos exámenes y trabajos y, por ende, no tengo tiempo ni para respirar. Necesito buena nota para conseguir estudiar lo que me gusta.

Al acabar las clases, me despido de mis amigos. Luego corro de vuelta al instituto para abrir el buzón. Estoy segura de que no hay nadie porque he mirado varias veces por los alrededores, así que saco la llave que llevo en el cuello con una cadena y lo abro rápidamente. Hay muchos más papeles de los que me imaginaba. Me extraña tanto porque no recuerdo haber visto a ningún compañero meter nada, y me pregunto qué necesidad tendrán de soltar todos sus pensamientos en un lugar así.

Antes de llegar a conserjería me meto en el baño, muerta de curiosidad por leer algunos de ellos. Éticamente, estoy siendo una mierda de compañera, además de que dicen que la curiosidad mató al gato. Puede que dentro de poco me mate a mí.

Cojo la primera nota y leo:

«Me gustaría comer chocolate sobre los abdominales de Nate Kennedy».

Me rio al saber que claramente esta la ha escrito Kai, y ya no solo por lo que dice. En este último mes me he estado fijando en la letra de mis compañeros de clase, y hay algunas que puedo distinguir con seguridad, como la de Riley, que es muy redonda. O la de Carla, la cual es en forma de pico y alargada.

«Odio a los hombres».

Esta es de Laura, evidentemente. Ya no por la letra, sino por el contenido. Después de lo que le hizo el cabrón de Mitchell, no me extraña que lo piense. Aunque no todos son iguales. Tras nuestra gamberrada, se dedicó a lanzar rumores sobre mi amiga y en uno de los descansos tuvieron otra pelea muy gorda, aunque esta vez no llegaron a las manos.

«Soy cleptómano. No puedo evitar entrar en un sitio y rovar algo. El otro día rové la pastilla de jabón de casa de un amigo. Hace tiempo me llevé un anillo de horo de su madre».

Vale, esto sí que es grave. Una cosa es un pensamiento y otra muy distinta un acto ilegal. Aunque la letra es bastante característica dadas las faltas de ortografía que tiene, no logro reconocerla.

Escucho un ruido en el pasillo, pero no le doy importancia. Compruebo que la puerta de mi cubículo esté bien cerrada y sigo leyendo.

«Grabo videos sexuales con mi pareja y los subo a internet para poder pagar el alquiler».

Esta nota hace que se me forme un nudo en el estómago de lo desagradable que me resulta. No por el hecho de grabar videos sexuales, sino porque conozco bastante bien la letra. La conozco porque la veo todos los días y la leo todos los días. No en el cuaderno de ninguno de mis compañeros, sino en la pizarra: es de mi tutora, la profesora Silva. ¿Cómo se le ocurre escribir eso?

Paso la nota rápidamente, intentando deshacer de mi mente la imagen tan asquerosa que se ha formado y leo algo que me espanta todavía más:

«Mi primo ha abusado de mí repetidas veces».

La suelto de inmediato al escuchar cómo golpean mi puerta. Me incorporo, metiendo todas las notas en la mochila y salgo, todavía con el pulso acelerado por lo que acabo de leer.

—¿Qué haces aquí, preciosa?

Me quedo mirando a Mason con la mirada perdida. Él deja la mochila en el suelo y se acerca a mí. Es un poco más alto que yo, por lo que agacha la cabeza para mirarme cuando ve que la bajo y lleva su mano a mi mentón para que la alce.

En cuanto noto su piel rozar la mía, un escalofrío me recorre el cuerpo y al fin soy capaz de reaccionar. Me aparto y le miro.

—Estás en el baño de chicas.

—Te he visto entrar —afirma él.

—No es una excusa válida.

Me acerco al grifo y me echo un poco de agua fría en la cara para disimular el mal cuerpo que tengo. Le miro y niego con la cabeza a modo de desaprobación.

—Vamos, que no tengo todo el día —le meto prisa mientras salgo del baño.

No quiero tener que darle explicaciones, y mucho menos de lo que hago o no hago en el baño, ¿qué narices le importa? Me sigue hasta la biblioteca del instituto para dar la clase de repaso sin hacer comentario alguno. Entonces, cuando estamos en una de las mesas libres al fondo de la sala, se saca un papel del bolsillo y lee en voz alta:

«Quiero perder la virginidad».


*****

Nuevos secretosssss... aunque este es muy desagradable :(

¿Qué tal vuestro día?

¡Nos leemossss!  ❤

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