CERCADOS
Borde exterior del Brazo de Orión. Año 6988.
Pasaron años del rescate de mi amigo y ahora Coronel de la Armada Terrana Jhon E. Andreas y de la pérdida de mi maestro Omar Mendez en aquella batalla contra esa especie reptil. Mi tripulación sigue siendo la misma, con una incorporación nueva. Tras muchas encomiendas y peleas contra piratas espaciales y mercenarios renegados, hemos ganado fama en la comunidad de caza recompensas. A tal grado de tener precio por las nuestras puestas por las mafias, emperadores piratas y consorcios de mercenarios.
Yo el capitán y líder del Buitre, Joel D. Villanueva, me encuentro inconsciente después de un golpe en la cabeza tras un choque del vehículo anfibio en esta tarea por recuperar un aparato con datos de la Armada Terrana. Hace meses una nave caza se estrelló y no había dejado mas rastro que la última ubicación y el último contacto de radio. Jhon nos contactó para recuperar esos datos y llevarlos a una base ya que dicho aparato tiene datos importantes sobre transporte de suministros de armamento.
Conmigo va el nuevo integrante, una mujer de unos treinta y tantos años, ojos café, cabello castaño y de cuerpo normal, ni muy exuberante ni muy esbelto. Su nombre Estela Muller, ex militar como la mayoría de mi tripulación, pero ésta es mas dura, fue novia de Ángel, el Fantasma que era cazador de bestias antes de reclutarlo hace años. Ella me arrastró a un gran hueco en un árbol gigante, tratando que yo recobrara la conciencia mientras se comunicaba con Ángel y mi mujer Sveta en el Buitre que se encontraba escondido en las montañas.
— Joel, despierta — susurraba mientras sacudía mi cuerpo Estela — Carajo Joel, vienen problemas ya despierta.
En las cercanías se escuchaban pasos y voces diciendo "están cerca", demonios, la desesperación de Estela llegó a tal grado que me da tremenda cachetada que me hace recobrar un poco el sentido pero no recordaba el como terminé así en ese momento.
— Joel, disculpa la bofetada pero ya es hora que te pongas en guardia.
— Estela, dioses si que tienes la mano pesada — respondí tocando mi mejilla — ¿Cual es la urgencia?
— Vienen nuestros amiguitos mercenarios a los que les quitamos el aparato — dice Estela apurada mientras apunta a la maleza de donde viene el ruido de pasos y voces.
— ¡¿El aparato?! — alzo la voz buscando la mochila donde lo metimos.
— Aquí está atrás de nosotros, fue lo primero que tomé y volví por ti.
— Bien hecho mujer, ¿Te han contestado en el Buitre?
— No, aun no, tal vez sean los árboles enormes que bloquea la señal — me dice Estela.
— Hay dos opciones entonces, una subir a la copa del árbol gigante, o dos salir del bosque y sin ser descubiertos — le dije esperando que eligiera salir del bosque ya que soy pésimo escalando árboles sin ayuda de ganchos.
— Hay que ver primero si no nos encuentran antes los mercenarios, ya después elegimos que haremos — contesta Estela — aparte aun no te recuperas del golpe en la cabeza tras el choque.
Asentí, los dos nos pusimos en guardia dentro de aquel árbol, cada vez mas cerca se escuchaban los pasos. Las voces cesaron para no dar bien su ubicación, sentíamos cerca la muerte. Sin saber cuantos ni que tan armados estaban. Apuntando nuestros rifles de asalto buscando un objetivo, sudando frío y tratando de controlar la respiración así como los latidos del corazón. De repente un fuerte rugido se escucha, el suelo tiembla tras el rugido. Un grito a la izquierda y disparos, sin esperar pasan por el hueco donde nosotros unos veinte mercenarios corriendo y disparando hacia donde se escuchó el grito. Estela y yo nos agachamos y tratamos de no ser visibles a nadie ni nada que esté allá afuera.
— A su madre — casi en susurro suelto — ¿Qué demonios es eso?
Al ver la bestia nos encogimos tras la pared que nos daba refugio el árbol. Con el fusil en el pecho apenas asomaba la vista para ver tan aterradora escena. La bestia tiene dos cabezas, nada antes visto en otros mundos. De un tamaño descomunal, por suerte el lugar donde me arrastró Estela era pequeña la entrada y solo agachado se podía ingresar. La bestia no tenía pelaje, su piel era roja como la sangre, unas patas traseras musculosas y con garras del largo de mis piernas. Una cola alargada y gruesa como la de un lagarto, sus cabezas con cuellos largos para voltear a todos lados, no tenía punto ciego, su hocico no tenía labios, dejaba ver sus fauces feroces. Ya el salir del bosque no era opción, solo había una salida y era la peor opción para mi. Ni con el Buitre lograríamos hacerle daño a esa cosa, el terror de los mercenarios que luchaban por sus vidas ahí afuera hacía que la piel se erizara. La bestia no los mataba solo jugaba con los cuerpos arrancando sus piernas o tan solo viscerarlos dejando sus intestinos fuera de sus trajes de combate y gritando del horror y dolor cada hombre herido fatalmente.
— Hay que darles muerte s esos hombres — dijo Estela abrumada — nos querían muertos pero no somos como ellos.
— Ni se te ocurra — le detuve bajando su rifle y mirando hacia la bestia — al primer disparo seguiremos nosotros y será la bestia o alguno de los mercenarios que siguen peleando.
— Tienes razón Joel pero sufren esos hombres.
— Se que la tengo, odio en veces tener la razón — dije apretando los puños por la impotencia — pensé darles el tiro de gracia a los mercenarios heridos para que no sufran pero esta vez solo guardáremos silencio y mantendremos la posición ¿Entendido Estela?
— Si jefe, entendido — responde Estela resignada y aturdida por la escena escabrosa.
Lo bueno es que los trajes cuentan con casco y el casco con filtros especiales para el aire, desde aquella incursión en el drenaje en la fortaleza reptil y las patadas de Pam en mi trasero los mandé hacer para evitar los olores fétidos. Han pasado varias horas y la bestia solo juega con los cadáveres, ningún mercenario sobrevivió. Hay cuerpos regados por doquiera, de menos nos salvamos de una masacre contra ellos y con ellos al mismo tiempo. La brutalidad de la bestia hacia los cuerpos ya muertos hacía que el estómago se revolviera, si no se va pronto se va a preocupar mi mujer y me pondrá una tremenda zurra.
Al este del choque 200 km dentro de las montañas.
Ángel y Sveta esperan en la nave por nuestro regreso, tomando turnos en el comunicador de la nave y tratando de contactarse con nosotros al vehículo o al traje de batalla. De vez en cuando se ponían en contacto con el jardín de niños, digo, el Buitre dos con Alex y saber su estatus. Ellos están en un satélite que circunda el planeta donde estamos ahora. Buscan restos de la nave o algún indicio de ataque a ésta.
En el cambio de turno de guardia Sveta releva a Ángel.
— ¿Algún reporte de Estela y Joel? — pregunta Sveta ya con algo de estrés.
— No, de hecho lancé hace una hora un dron para sondear la ruta de escape — le responde Ángel viendo los monitores.
En eso ve algo muy desagradable y funesto. La bestia lanzando a los aires los cuerpos mutilados de personas. La escena aterró a ambos, pensando que entre ellos estábamos Estela y yo, Ángel toma el control del dron en búsqueda del vehículo anfibio y lo ve destrozado contra una roca, también ve los de los perseguidores pero estos intactos. Activa el reconocimiento de calor en la cámara del dron para buscar sobrevivientes escondidos entre la espesura, dentro de un hueco ve dos siluetas y de inmediato llaman a Alex.
— Alex, responde soy Sveta.
— Aquí hermano ¿Qué sucede? — responde Bermúdez que esta de guardia en la cabina.
— Bermúdez, habla a todos que los necesitamos en el planeta de inmediato.
— Si jefa, a la orden.
Corta la transmisión Sveta.
— Alex, Molina, Pam, González — les llama Bermúdez.
— Aquí Alex ¿Qué ocurre?
— Llamado urgente de Sveta, nos necesitan de ya en el planeta, denme su posición para recogerlos.
— Entendido, ya encendí el localizador del vehículo para que nos localices Bermúdez.
— Perfecto, no tardo — corta la comunicación Bermúdez y levanta el vuelo a por ellos.
Aquí les dejo el primer capítulo de esta ya saga del Buitre, espero de corazón disfruten al leerlo y muy pronto estará el segundo capitulo.
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