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23.

Por esa luz que ya no ilumina más vuestro jardín.

    Un par de adolescentes sostenían algunos pergaminos. Se reían con picardía en tanto seguían dibujando. Diego también había estado disfrutando de la velada, cuando los vio cuchichear a sus espaldas.

    —¿Qué tanto murmuráis, pequeños bastardos? —exclamó el pintor.

    —¡Ah, Señor Velázquez!, aprovechamos que los mercaderes han traído tanto papel. Compraremos materiales con las monedas que repartió Nuestro Señor por la Ceremonia de Otoño.

    —¿Y en qué pensamiento atroz habéis desperdiciado tan costoso obsequio? —dijo el pintor, mientras se aproximaba para husmear en los trazos.

    —¡Mirad con vuestros propios ojos, Señor! —Diego observó con detenimiento el arduo trabajo de los jovencitos en dibujar. Lo analizaba conscientemente, en parte pensando que era espantoso, y en parte sintiendo que había algo de interesante en aquellos conejos gigantes que torturaban Católicos y otros Infieles. En algunos, un conejo antropomórfico por lo mucho espantoso, sometía a un hombre desnudo por medio de una cuerda que le hacía morder a la fuerza, mientras otro de sus compañeros conejos parecía amenazarle con los huesos de una mano cercenada. Todo en aquella imagen resultaba intrigante, y seguro que, si la vierais viajeros, habríais puesto la misma cara de incertidumbre que puso Diego—. ¡Dibujamos a estos canijos!

    —Conejos, quisisteis decir conejos —corrigió el pintor con amabilidad.

    —Pues eso. Dibujamos estos conejos. ¡A que son divertidísimos! Mirad este, incluso lleva una pata de hombre atado al cinto. —Entonces el pintor tampoco pudo evitar reírse pues lo encontró sumamente gracioso.

    Eran espantosos, pero aplaudía enormemente el ingenio y sobre todo la gracia que le causaban tan blasfemas imágenes.

    —Deberíais seguir practicando. Quién sabe, quizá en el futuro expondréis vuestras obras en una Ceremonia de Otoño y Nuestro Señor quiera llevaros con él al Celeste Principal como pintores.

    —¡Améeeen, Señor Velázquez! —dijeron los jovencitos al unísono—. Amén.

    Y así, los pequeños continuaron dibujando sus extrañas blasfemias.

⊰ ᯽ ⊱

    Caminan sobre el pasto en tanto sortean a los niños que corren detrás de otros niños con espadas y arcos pequeños de madera con las puntas redondeadas, pues los adultos que les cuidan piensan que aún es muy pronto para terminar con las entrañas desplegadas por el piso (y qué molestia sería limpiar todo después, y además sortear el insoportable llanto de los niños). Ya cuando cumpliesen la mayoría de edad a los veinte ya serían lo suficientemente juiciosos como para no herirse en el proceso de herir a otros.

    —Señor von Rosewald, Señor von Rosewald. ¿Cómo es el infierno?

    —¿Enfer?, ¿Cómo lo sapría? —exclamó, mientras llevaba los hombros hacia arriba.

    —Trajisteis a Nuestro Señor el fuego del Infierno Gélido. ¿Cómo lo habéis hecho?, ¡ también quiero ir al infierno!, ¡también quiero jugar con las llamas azules y torturar a los católicos que caen allí!

    Su Majestad se aproximó con lentitud en donde estaban hablando los niños con su rosa. El bufón solía llamar la atención de los más pequeños. Le seguían como hormigas al azúcar y no eran tan malvados como para desear hacerle daño (aún). Desde lo lejos, pudo ver cómo uno se aproximaba a Tae Hyung por la espalda, con el rostro pícaro, repleto de tierra y una sonrisita traviesa entre los labios. A la cintura del bufón, colgaba un pequeño saco con dulces que había tomado de las mesas y el pequeño engendro estaba decidido a robarlo.

    —Oh... No puedo revelaros el truco pues, se trata de un regalo solo para Nuestro Señor —susurró al notar que algunos padres miraban con desagrado por el hecho de que sus hijos se acercaran a la Bestia de Verx. El rostro de Jung Kook recuperó la seriedad y con lentitud comenzó a acercarse a su bufón, no sin antes notar cómo el pequeño ladrón zarpaba de un tajo el saco de dulces del bufón y sonreía ampliamente cuando von Rosewald siguió hablando con los demás niños sin darse cuenta—. Mi Señor —dijo al tiempo en que Jung Kook se acercó. El kanun le reverenció con suavidad.

    —Mis ladronzuelos se han llevado tus dulces, rosa mía —dijo con diversión. Von Rosewald miró a sus bolsillos fingiendo sorpresa. Lo cierto es que los había puesto allí para ellos, solo porque sabía que intentarían robarle de cualquier forma, mejor si robaban algo que no pudiera lastimarlos ni otorgarles un arma para lastimar a otros—. ¿De qué tanto habláis?

   —Su Majestad —los tres pequeños que quizá habían sido cómplices del ladronzuelo reverenciaron a su señor, uniendo las manitas en un cuenco a la altura del corazón y flexionando solo un poco las rodillas. Bajaban la cabeza por un instante y luego se paraban erguidos, orgullosos de que Su Majestad los viera cuando aún estaban recién bañados y presentables. Así contarían a sus amiguitos que habían tenido de cerca a su señor y a su aterrador bufón de estatura descomunal y apariencia deplorable.

    —Mi Señor —exclamó uno de los pequeños, un jovencito proveniente de la provincia de Libán, lo sabía por el cinto con los bordados que de allí provenían. Llevaba entre las manos una corona de flores de lo más hermosas. Una combinación de rosas muy pequeñas en distintas tonalidades de púrpura y algunas hojitas de olivo que se salían por los costados con mucho cuidado—. He armao’ un regalo para vuestra merce’ —exclamó con el acento de la Provincia y una gran sonrisa en su pequeño rostro redondo.

    —Es muy bella, se ve firme.

    El niño asintió con seriedad. Su Majestad sonrió con gentileza y llevó las manos hasta su cabeza para retirarse la corona de oro púrpura y se la dio a su bufón para que la cuidara por él. Y aquel rey benevolente, se inclinó un poco para recibir el obsequio del pequeño engendro del demonio.

    —Gracias, verxian —exclamó Jeon con seriedad, pero gentileza, justo antes de erguirse de nuevo sobre su cuerpo. El niño chilló de alegría y le reverenció una última vez con torpeza y rapidez antes de salir corriendo, encantado con el terror que Su Majestad le causaba.

    La vida en el pueblo sucedía de esta forma, y año con año podían convivir de esta forma tan cercana e íntima, pues quizá el frío viento del otoño alegraba las almas del verxian y le hacía comportarse de la mejor manera... Claro, lo mejor que personas como aquellas podían hacerlo.

⊰ ᯽ ⊱

    La bestia de Verx y Su Majestad continuaron su camino por el pasto cuando uno de los gobernadores de las provincias se aproximó de nuevo hacia ellos. A lo lejos, podían vislumbrar cómo las concubinas se alistaban para sus presentaciones; algunas recitarían poesía, otras cantarían o bailarían, en honor al nacimiento de su señor. Jeon disfrutaba de todo a lo lejos. La primera en pasar fue Solar, una hermosa joven de largo cabello, tan rubio que casi parecía blanco, coronado por una pequeña tiara que se impregnaba a los mechones de su cabello ondulado. Su piel tan blanca como la mayoría de los verxian, resplandecía a causa de las antorchas repartidas a lo largo y lo ancho del asentamiento.

    Buscaba a su Majestad con la vista, pero no estaba sentado en el asiento designado para él. Eso la hizo sentir un poco triste.

    —Concurrunt universi graudentes populi... —comenzó a cantar, a la par que los instrumentos acompañaban a su hermosa voz. Su canto era una alabanza a su señor y cómo todos, ricos y pobres, esclavos y señores, se reunían solo para verle y alabarle—. Stella splendis in monte ut solis radium, miraculis serrato, exaudi populum.

    Cantaba con devoción y mucho cariño hacia su señor. Levantaba las manos y las movía con gracia para ayudarse a mantener las notas de su instrumento, y era entonces cuando se notaban las cicatrices que se extendían a lo largo de sus brazos, gracias a una enorme quemadura que hacía muchos años había cicatrizado. Su posición y su dicción era perfecta... “Escucha a tu pueblo” era lo que le decía.

    Lo cierto es que esta muchacha que tenía la misma edad que aquel rey perverso, fue escogida por el antiguo encargado del Harén para posicionarla en un buen lugar ante los ojos de Su Majestad. Por eso es que la habían educado a la perfección para ser la representación de la divina perversidad y la gracia. Para su mala suerte, la muchacha no parecía interesada en pisotear a los demás solo para que Su Majestad la mirase a los ojos. Quizá por eso fue vista como una Favorita que había caído de su privilegio. Una antigua Kanun que había perdido todos sus privilegios cuando llegó aquella bestia calaíta que ahora parecía conversar con tanta alegría cerca de Su Señor.

    En la sangre verxian de aquella muchacha, reverberó la rabia y la envidia, pero sobre todo la tristeza. Pues no importaba que el antiguo encargado hubiese hecho todo para posicionarla en el castillo (quemarle las manos con una antorcha a la edad de nueve años para que así pudiese llamar la atención de Su Majestad, entre otras torturas para deformar su piel), al llegar ese chiquillo estúpido, su rey la llamaba con cada vez menos frecuencia a recitar el Cuento Antes de Dormir.

    Verán, viajeros. Cuando los príncipes aún son niños, es cuando los encargados del harén comienzan sus esfuerzos por educar a favoritas que puedan ganarse el favor de Sus Altezas. Instruyen niñas en poesía y letras, así como en diferentes artes como el baile o el canto, con la esperanza de que, al llegar a la pubertad, el amor verxian surgiese entre ellos y así sus muchachas disfrutasen de esos beneficios (así como retribuyeran sus esfuerzos de crianza a sus cuidadores con ofrendas y sueldos generosos —entre otros privilegios—). Solar era la antigua protegida de Terhan, el Encargado del Harén.

    Él le había prometido una vida próspera al lado de Su Majestad.
Sin embargo, al llegar aquel bufón tan torpe... Terhan vio una oportunidad que no podía desperdiciar y la dejó de lado, poniendo toda su atención en instruir a ese estúpido calaíta para entonces él quedarse con los beneficios de posicionar a un Kanun.

    Y aun con aquella traición, Solar trató de convencerse de que la felicidad de su señor era su felicidad.
Al bajar, de la tarima, HyeJin le sonreía con malicia. Solar le contestó cordialmente el saludo como era su costumbre.

    —Nuestro Señor no os miró, pero ni por un segundo —exclamó la joven verxian con la malicia entre los labios sinvergüenzas—. Aunque era obvio que lleváis mucho tiempo sin llamar su atención.

    —El Solei Asteri de Verx es feliz, Ahn-Hanun —exclamó con paciencia ante las provocaciones de la morena, quien era una de las pocas Mujeres Perversas que había en el ejército de Su Majestad y que había estado molestando a la antigua favorita desde poco antes de su destitución oficial del Pabellón—. ¿Acaso no os es suficiente?

    —¿Hace cuánto que ni siquiera os llama “Solar”, Kim-Hanun? Antes os llamaba su sol, y ahora no sois ni una mustia sombra —la verxian reía mientras le seguía el paso a la rubia, quien comenzaba a caminar más rápido para librarse de sus injurias y su veneno—. ¿No os llena de rabia?

    Kim YongSun, quien en algún punto fue bautizada por su señor como “Solar”, suspiró ampliamente ante las provocaciones de la verxian. Entrecerró los ojos y acomodó su vestido para no parecer intimidada ante la otra mujer.

    —Eso no importa, Señorita —exclamó para defenderse—. Nada que no sea la felicidad de nuestro Solei, importa.

    Pero eso no pareció hacer feliz a la arquera.

    —La vida ha sido injusta con vos, Kim-Hanun —Fue entonces cuando suspiró con condescendencia—. Y qué más se le puede hacer... Unos correteando la liebre... —exclamó como en una burla. Después observó al rey a lo lejos, riendo con su bufón y uno de los gobernadores—. Y otros sin correr la alcanzan.

    —Ya basta, Ahn-Hanun. Es suficiente. ¿Acaso deseáis ser decapitada? Cierra la boca de una buena vez.

    —Todo es culpa de ese estúpido bufón. Es bien sabido —exclamó ella—. Pero os traigo buenas nuevas, Kim-Hanun —murmuró, enfatizando en el título al que había sido degradada solo para molestarla aún más.

    —¿De qué habláis, verxian?

    —Escuché de alguien en el Concejo...

    —¿Qué?, ¿qué escuchaste? Habla, mujer —exigió la rubia.

    —Aquí no —dijo al corroborar que aún estaban demasiado cerca—. Alguien podría escucharnos.

⊰ ᯽ ⊱

    Un par de chicos venían corriendo desde el río con gran premura y Von Rosewald tenía una gran copa de vino en las manos que bebía a la salud de Su Señor; Todo iba de maravilla, pero ninguna artimaña o contorsión pudo evitar que todo el líquido borgoña cayese sobre su nuevo traje azul berlinés que tanto había costado conseguir a los siervos del rey cuando uno de los chicos colisionó con él.

    El traje estaba completamente arruinado.

    Los chiquillos se disculparon al instante y reverenciaron al rey quien los miraba con sorpresa y un poco de incertidumbre.

    —Majestad, con su permiso —dijo el bufón de inmediato—. Iré a cambiarme.

    —Adelante, Rose —aprobó Su Majestad, sin dejar de mirar a los mocosos traviesos y descuidados, dejando salir un gran suspiro de su pecho.

    Y así, con el traje arruinado, von Rosewald se dirigió de nuevo a la Tienda en donde estaban todos sus trajes.

    Su Majestad reprendió con la mirada a los muchachos inquietos. Y luego reparó en todo el oro que tenían entre las manos y que se había desplegado por todo el césped. Ellos le miraron con temor, pero tampoco se atrevieron a salir corriendo.

    —Díganme, ¿de dónde habéis sacado este oro?

    —Majestad —dijo el mayor con gran orgullo, al tiempo en que hacía una reverencia a Su Señor como dictaban las normas. Le hablaba con cariño, pero con sumo respeto—. Hemos encontrado a un viajero tonto durmiendo al otro lado del río. Dejó su tesoro a la vista y no pudimos evitar tomarlo —confesaron—. Lo hubiera visto —dijo el niño con diversión—, Mi Señor. ¡Fue tan sencillo de ultrajar!

    ¿Al otro lado del río? Eso pareció enojar a Jeon.

    —No —reprendió el soberano—. No debéis hacer eso, verxian.
Y aunque era gentil, sus palabras de todas formas causaron pavor en los muchachos.

    —Pero era una presa fácil —exclamó el pequeño con inocencia—. No pude dejarlo pasar... ¡Mire todo este oro, Majestad!

    El rey observó las monedas por un segundo, más preocupado en buscar heridas en el muchachito con tan solo auscultarlo superficialmente.

    —Debemos evitar los conflictos en la medida de lo posible —explicó—. Si ellos osaren poner un pie en Verx, entonces es tu derecho arrebatar todo al viajero. Pero en tanto esté al otro lado del río o en el otro extremo de las fronteras, deberéis conteneros, para no comprometer la paz de los demás habitantes del reino, ¿entendéis?

    Era por eso que no dudarían en dejar caer una lluvia de flechas contra los invasores, pero no los perseguirían más allá de las fronteras.

    El chico asintió acatando a las enseñanzas de Su Señor.

    Es de notar, que la mayoría de los verxian no roban porque lo necesiten, sino porque les gusta, porque encuentran cierta fascinación por tomar lo que se les antoja del mundo. Por supuesto, hay algunos que sí tienen la necesidad, pero la mayoría no lo hacía, pues desde que Jeon IV había subido al trono, el hambre en su pueblo no era una problemática en Verx, gracias a la ganadería y al comercio que destacaba principalmente en el intercambio de bienes en la Lonja de la Seda de Verx que es a donde van a parar todos los Mercaderes que bajan a estas tierras de los infiernos.

    Los verxian eran privilegiados gracias a que Jeon resultó especialmente bueno creando estrategias para aumentar el Tesoro Imperial, ideando tratos comerciales con el Reino de las Mujeres a cambio de la protección que podían otorgarles sus Arqueros. Por eso es que había tomado el control de aquel territorio; y aún si no había obligado a su Reina a adoptar sus costumbres, sí las tendrían de aliados en caso de un conflicto mayor.

    Quienes acuden al demonio para su protección, hallarán a un perverso que les pedirá a cambio su total subordinación.

    Sin embargo, las habitantes de Rejum-Ajá no se someterían ante quien considerasen débil. Así Jeon debía cumplir con una gran tarea que le daba múltiples beneficios. Mantener el bienestar dentro de su territorio, y notarse inquebrantable ante los pueblos que pedían yacer bajo su sombra.

    —Ve y devuelve lo que has robado —ordenó—. Todo lo que está al otro lado del río, está fuera de mi jurisdicción —exclamó el soberano con suma seriedad. El chico asintió cabizbajo, apenado de tener que perder tanto oro, ¡con lo mucho que le había costado arrebatárselo a ese hombre iluso sin que se diera cuenta—. Y mañana temprano ve al Celeste. Mis hombres os darán el dinero en recompensa por vuestra obediencia, muchacho.

    El chico sonrió de inmediato.

    —Pero, Señor Mío —exclamó el muchachillo con frustración—, ¿cómo voy a ser un buen ladrón si nunca puedo practicar mis artimañas?

    —: He dicho que devolvierais ese dinero —ordenó. El chico asintió cabizbajo haciendo una reverencia en el instante—. Y para la próxima, si de alguna manera convences al extranjero para cruzar el río por su propia cuenta —dijo Su Majestad con total complicidad, una sonrisa perversa se formó en su rostro y el reflejo de las antorchas lo hicieron lucir como un verdadero demonio, el muchachito levantó la vista hasta su señor y sonrió con gusto ante las siguientes palabras de su soberano—: Si el hombre es tan estúpido como para caer en la trampa, podéis robaros hasta su piel si así lo deseáis. —Luego el semblante del rey endureció—. Ahora ve a hacer lo que te dije si no deseáis ser castigado severamente —gruñó. A lo que el chico salió despavorido a hacer lo que le ordenaban, pensando en lo aterrador que era su rey y lo mucho que le emocionaba tenerle tan cerca.





Nota de Autor:

¹ Dato Real:


²Kim Young Sun. La hermosa Solar, antigua favorita de Su Majestad uwu. Envidiosa, malvada y perversa, como todos los verxian ♡ ya tendrán tiempo de conocerla bien.

09032023 | Love, Sam 🌷

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