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Dos de sumpalls traviesos


POV Omnisciente

El poder de las hadas es uno de los más poderosos de este mundo. Ellas, hijas y custodias del destino, pueden influir en como sucederán las cosas, casi como titiriteras en una función. Aun así, a pesar de la reverencia que les tienen incluso los inmortales que habitan el cielo, ni por asomo son poseedoras del don de la omnipotencia ni sus interferencias en el curso del tiempo son capaces de obrar milagros sin precedentes.

Un hechizo destinado a propulsar más que para destruir salvó a Naix de morir apaleado por los pueblerinos. Aquel hombre solo conocía un hechizo "ofensivo" y cierta bendición dada a regañadientes solo le impulsó a querer usarlo. De otra forma poco habría evitado que una turba enfurecida asesinara al joven. 

Las circunstancias estaban ahí y la suerte solo las alineó correctamente. Nada más y nada menos.

Su caída a través del bosque de la que salió sin heridas graves tampoco fue una obra de un grandioso poder. Solo cayó en lugares correctos y en posturas correctas para evitar que se rompiera algún hueso. En este caso el trabajo de la bendición contra los accidentes, que tuvo el aporte de que Naix siempre lleve ropas con varios encantos de protección.

De nuevo, solo fueron factores que ya existían y una leve intervención de por medio. Nunca una solución fantástica salida de la manga porque sí.

Por eso, en situaciones en donde no hay elementos a su favor, cualquier bendición es tan útil como ninguna. De ahí que ahora mismo nuestro protagonista solo pueda depender de sí mismo para sobrevivir...


POV Naix

La corriente me arrastra río abajo entre rápidos y cascadas sin que yo pueda hacer otra cosa que agarrarme a alguna roca ocasional para respirar unos momentos. Ya perdí la cuenta de las veces que estuve a punto de salir del agua de una forma un otra, solo para ser devuelto al punto de partida, donde tengo que hacer cuanto esté en mi mano para no ahogarme ni morir destrozado contra un pedrusco.

Al principio usé mi maleta como flotador, lo que me permitió sobrevivir a la peor zona del río, pero acabé perdiéndola en la última cascada, por lo que solo me queda salir de aquí antes de llegar a la siguiente. No tengo la confianza de sobrevivir a media tonelada de agua aplastándome contra el suelo fluvial.

Consigo agarrarme a una roca de nuevo y saco la cabeza del agua desesperadamente. El aire entra a a mis pulmones acompañado de agua, por lo que respiro y toso a partes iguales. Por suerte el frío me tiene tan entumecido que no siento el dolor de los golpes, aunque la hipotermia ha reducido mi movilidad.

Miro hacía río arriba y veo una gran ola acercándose. Sé que el golpe se sentirá como un latigazo y que acabaré soltándome haga lo que haga, así que no tiene sentido prepararme para el choque. En su lugar miro en dirección contraria para ver los lugares a los que me puedo agarrar después.

Un par de rocas desperdigadas y... eureka, un tronco caído. El problema es que está demasiado cerca de la ribera y no creo poder nadar más rápido que la ola. Maldito bosque mágico y sus fenómenos naturales fuera de lo común...

Bueno, si no puedes vencerlo, únetele. Me preparo para el impacto y justo antes de ser arrastrado me impulso en dirección al tronco.

Como pensaba, la fuerza del agua me permite llegar rápidamente hacia el tronco, contra el que me choco estrepitosamente. Luego, aprovechando que la próxima ola está bastante lejos, me agarro a la corteza y escalo hasta quedar fuera del alcance del agua.

Subo (o bajo) a través del árbol caído y salto a tierra firme, donde me desplomo para sacar por fin todo el líquido que había tragado. Me quedaría ahí, arrodillado mientras sufro encima de un charco de agua, flema y algo de sangre, pero siento como el suelo empieza a ceder por mi peso, por lo que me levanto y me alejo del borde a través de las matas.

Creo que me paso media hora atravesando arbustos y zarzas, destrozando mi ropa en el proceso y llenándome de arañazos (A estas alturas los encantamientos han de estar agotados). Por desgracia el efecto anestésico del agua fría se va, así que ahora puedo sentir perfectamente cada moretón y herida. También creo que estoy empezando a perder la consciencia, porque cada vez me cuesta más organizar mis pensamientos.

— Condenadas plantas... Condenado río... Condenados paletos de pueblo... —voy maldiciendo en un intento de mantenerme centrado en algo más que mi dolor, mi hambre o mi sueño.

Mi trabajo parece dar frutos cuando a lo lejos veo una zona despejada, lo que me da esperanza y hace que acelere el paso. Pero la cosa se tuerce cuando piso y no encuentro el suelo bajo mis pies.

— ¡Mierda! ¡Otra vez no! —grito cuando caigo por una pequeña pendiente.

Afortunadamente no acabo de nuevo bajo el agua, sino en un claro con un lago más al fondo. La tierra es blanda bajo mis pies y la hierba es lo bastante baja como para no dificultar mi paso. No veo animales en la zona más allá de aves e insectos inofensivos y, cuando me acerco al lago, no hay indicios de que esté habitado por nada peligroso.

Sí, creo que es un lugar perfecto para... desmayarme.


POV Omnisciente

Naix sucumbe por fin al agotamiento y cae inconsciente cual saco de patatas. Por suerte para él, lo que habría de ser un cóctel mortal de fracturas y heridas internas sana en menos de dos horas gracias a las pocas habilidades que sí heredó de su familia (Ayudadas por cierta bendición), por lo que quedan solo unas pocas contusiones y cicatrices.

Mientras tanto, un grupo de ciervos aparece entre los arbustos e, ignorando por completo al humano magullado, se acerca al lago para saciar su sed. Sin embargo, justo cuando inclinan sus cuellos hacia el agua, el más anciano de todos ellos ve de reojo a un par de siluetas oscuras que se mueven en su dirección y de inmediato suelta un bramido para advertir al resto de su familia.

Como es de sentido común en un bosque lleno de bestias mágicas asesinas, los ciervos huyen por donde habían venido, avisando de paso al resto de animales sobre el peligro inminente. En menos de diez segundos todo queda en silencio y los dos seres surgen a la superficie, revelando sus enormes y robustos cuerpos escamosos.

Con una fuerza sobrehumana clavan sus afiladas garras en el suelo para arrastrar sus largas colas fuera del agua y observan a su alrededor con sus grandes ojos amarillos como si buscasen algo. Al no encontrar la razón por la que habían venido al claro en primer lugar, empiezan a soltar pequeños rugidos entre ellos a modo de conversación.

Uno de ellos quiere meterse de nuevo en el agua y esperar al tercero ausente, pero el otro prefiere quedarse en tierra para no tener que salir de nuevo. Al final el segundo gana el debate, por lo que con una misteriosa luz mágica adoptan su forma de caminar sobre tierra seca.

Porque obviamente no iba a quedarse como peces gigantes todo el tiempo.

— Sigo diciendo que es mejor quedarnos bajo el agua... Hoy hace mucho calor —se queja con odio hacia la estúpida temporada de calor de la estúpida superficie.

Estúpido calor... Estúpida tierra firme... Estúpido hermano suyo que prefiere el calor al frío...

Por su parte, el otro simplemente ignora los murmullos del quejica de su hermano. No entiende como puede haber alguien tan melodramático. Primero porque no hace tanto calor y segundo porque nada le impide usar sus poderes para refrescarse.

¡Es un ser mágico, por Frocis!

Está a punto de decirle a su hermano que se calle de una buena vez cuando a lo lejos ve una cosa extraña tendida en el suelo. De inmediato se pone en guardia, alertando a su gemelo, quien no tarda en ver también al bulto que sobresale de la hierba.

Con cuidado se acercan a la extraña criatura que de alguna manera ha conseguido eludir sus sentidos, pero a medida que se aproximan solo consiguen inquietarse más. A simple vista parece el cadáver de un humano, aunque pronto descubren que está respirando, más que nada por sus ronquidos.

El problema radica en que no sienten nada provenir del humano, ni poder ni olor... Absolutamente nada, como si fuese solo una piedra en el camino.

— Hermano... ¿Qué crees que es? Es extraño —dice el amante del frío.

Todos los seres vivos tienen algún tipo de poder dentro de sí, desde los mortales a los fae e incluso los no-muertos. Todos. Pero él... Es como si estuviese hueco.

— Creo que escuché sobre esto... Lo llamaban vaciado o algo así. Un humano que ha perdido su esencia —comenta curioso.

Se supone que es solo un rumor. Algo que se les cuenta a los niños fae para enseñarles sobre los humanos malos y como hacen daño incluso a los de su propia especie.

Nunca pensó que en verdad hubiera algo así en el mundo.

— ¿Sin esencia? Bueno, es cierto que no huele a nada... Pero, espera ¿Cómo puede perder alguien su esencia? Se supone que es algo así como todo lo que eres. Por eso se le llama "esencia", porque es esencial. Si fuera algo que puedes perder por ahí, sería, no sé... ¿Perdencia? —responde confuso, ganándose una colleja.

Si no fuera porque ambos fueron abandonados al nacer, juraría que su gemelo es en realidad adoptado. Que difícil es ser el listo de la familia.

— No, bobo, me refiero a que se la quitaron. Ya sabes, algunos humanos castigan a los suyos de forman crueles... —le dice al denso de su hermano.

Esa declaración lo trastoca por completo, dado que en su cabeza no cabe que alguien pueda hacerle aquello uno de los suyos. Ni siquiera los locos de atar de los humanos.

— ¡¿Se la robaron?! Pobrecito... —exclama con lástima hacia Naix, imaginando todo tipo de historias trágicas y lacrimógenas en las que el humano sufre un destino horrible e injusto a manos de un terrible villano encapuchado.

Claro que no tarda en recibir otro golpe en la cabeza por parte del único de los dos que no se inventa historias rocambolescas a cada que tiene la oportunidad. Después de todo o es eso o enfrentarse a los delirios de un feérico aspirante a dramaturgo.

— Dije que se la quitaron como castigo. CAS-TI-GO ¿Entiendes? Seguro que debió hacer algo terrible y tuvo su merecido ¿Por qué sino alguien iba a tomarse tantas molestias? Una esencia no debe de ser algo fácil de quitar... —expresa con molestia aun con la mano preparada para un segundo golpe.

Aunque de todas formas ni con esas consigue hacer recapacitar a su hermano, que le mira como si fuera estúpido antes de señalar la cara babeante del humano.

— ¿A ti te parece que sea un criminal horrible? —Hace énfasis en la expresión tierna que pone Naix al dormir— Además, se supone que los humanos son altos, peludos y con caras cuadradas. Y este no parece haber madurado siquiera... —argumenta con absoluta seriedad.

Puede que no sepa mucho sobre el crecimiento de los seres humanos, pero aun así es absurdo pensar que una criatura tan joven haría algo tan deleznable. Puede que su especie sea problemática, pero tampoco es como si ya desde crías provoquen problemas allá adonde van.

Ni que fueran nixies...

— Quizás, pero los humanos son extraños. No te sorprenda que desde pequeños sean un peligro. No son de fiar, son... —Pone cara de horror cuando se escucha a sí mismo— Por favor, dime que no estoy sonando como Miriam —pide aterrorizado de haber repetido palabra por palabra uno de los sermones de la neurótica de su amiga.

Por desgracia, su hermano lo mira con lágrimas en los ojos mientras asiente con expresión de tristeza.

— No... No... ¡NOOOOOO! —exclama al cielo, incapaz de aceptar que se ha convertido en una Miriam.

¿Cómo es posible? Él antes no era así... Él antes era alguien enrollado...

— Lo siento, hermano mío... Me temo que te ha contagiado sus gérmenes de aguafiestas —Le da palmadas en su espalda— Pero tú tranquilo, de ahora en adelante me aseguraré de ser el molón de los dos —le consuela resignado a tener que aceptar que su hermano ya no es guay.

Claro que también puede buscarse un nuevo hermano ¿Pero qué se le va a hacer? Ya le ha pillado cariño al que tiene.

— Dime que puedo cambiar... Dime que hay una oportunidad de salvarme... Ambos sabemos que tú no vales para el puesto de hermano molón... Eres demasiado rarito... —suplica desesperado.

No puede molar menos que Charco. Nadie debería sufrir algo así. Y mucho menos él.

— Hah, Arroyo... Me temo que Miriam te ha arrastrado a su pozo de paranoia. Ahora en adelante solo hablarás de temas estúpidos sobre conspiraciones humanas de dominación mundial y cosas así... Ya nadie querrá hablar contigo porque serás un plasta y, cuando hagan fiestas, fingirán que se les olvidó invitarte... —afirma con tono profético y solemne antes de estallar en risas, a lo que le sigue su hermano mientras se retuercen en el suelo.

Después de todo no hay nada mejor que burlarse de la locura de su amiga para divertirse. Sobretodo cuando ella no está ahí para darles una paliza.

— Ah, osea que soy una plasta con la que nadie quiere pasar el rato ¿No? —susurra una voz femenina al oído de Charco, paralizándolo a él y a su gemelo. Y, obviamente, como haría cualquier hombre en su situación brincan como saltamontes después de dar un gran grito varonil que llega al do sostenido.

La chica se limita a taparse los oídos hasta que por fin se callan y mira en silencio al par de idiotas abrazándose entre sí con puro terror. No sabe que la ofende más: lo que dijeron de ella a sus espaldas o que se comporten como si fuese un monstruo sediento de sangre.

Si no fuera porque tengo tan pocos amigos...

— Habéis olvidado que habíamos quedado aquí ¿Verdad? —dice, recibiendo las caras bien conocidas caras de "no sabemos de lo que estás hablando"— Esto me pasa por amistarme con peces...

Claro que los dos sujetos no están tan centrados en el sermón que empieza a darles su amiga, sino en el evento que provoca que la miren con caras de incredulidad, el hecho equivalente a un milagro y merecedor de ser escrito en los libros de historia para posteridad...

— ¿No... estás agresiva? —pregunta Charco, incapaz de controlar su curiosidad desmedida.

Miriam simplemente levanta una ceja interrogante, ganando más miradas de sorpresa.

— Espera... ¿En serio que no estás enfadada? ¿No vas a decirnos que somos un montón de desecho inútil ni a intentar sacarnos los ojos con un palo afilado? —pregunta Arroyo esta vez, anonadado por aquella maravilla del destino.

Está claro que este es un día que marcar en el calendario... Si tuvieran uno... Y si además supieran como funciona un calendario.

— Pero... ¡¿Por qué clase de bruta me tomáis?! Que conste que sé controlar mis emociones —La mirada que recibe de ellos la hace sonrojarse, pero sigue con su mentira como si eso fuese a borrar su historial de agresiones— A-además, hay cosas más importantes de las que preocuparse... —dice, señalando al humano.

Ella siempre tiene sus prioridades en orden. Por eso ocuparse del malvado humano invasor va siempre por delante de arrojar a los idiotas desde una cascada después de bloquear su habilidad de transformación marina.

— ¿Tú tienes cosas más importantes que la violencia? —preguntan a la vez, con las cabezas a punto de estallar de la revelación.

Definitivamente el mundo ya no será el mismo ara ellos.

— ¿Qué va a ser? ¡El humano que se ha colado en el bosque! —exclama exasperada.

¿Quién la mandaba hacerse amiga de dos peces con deficiencia mental?

— ¿Y qué con eso? No hay nada que prohíba a los humanos entrar y salir del bosque. Ya no estamos en guerra —responde Charco, inesperadamente racional— Sin mencionar que es de mala educación meterse en la vida de los demás ¡Este humano no ha hecho nada para que lo juzguemos! —exclama, disfrutando de ser quien tenga la superioridad moral para variar.

Claro que, ante dos personas que lo han visto sacar las cosas fuera de contexto e inventarse historias inverosímiles desde hace siglos, solo puede quedar como un hipócrita con esa declaración.

— Mira, Miriam. Por mucho que odie admitirlo, Charco... tiene razón —dice Arroyo con pesadez— Este humano solo está aquí durmiendo. No ha hecho nada. Sinceramente, más que odio ahora mismo casi parece que le tuvieras miedo.

Su protesta buscaba sacar de quicio a la orgullosa de su amiga y forzarla a dejar de lado su hostilidad para demostrar que no tiene miedo. En cambio, lo que consigue es que ella palidezca y retire la mirada.

— ¿Mi-miedo? Que va, solo qu-que los humanos son problemáticos, solo eso... —tartamudea en un intento de rebatir que solo la hace más obvia.

Por su parte los dos hermanos sienten que sus ojos se les van a salir de las órbitas. Y esta vez no porque estén en medio de una lucha extrema de miradas.

— Por mis agallas... —empieza Charco.

— Tú de verdad... —le sigue Arroyo.

Miriam se sonroja ante las conclusiones erróneas que sacan los gemelos. Porque definitivamente son eso: erróneas, equivocadas, totalmente ajenas a la realidad.

¿Y qué si tiene pesadillas con los humanos?

¿Y qué si su mera mención la haga sentirse nerviosa?

¿Y qué si tener un humano justo a lado le den ganas de salir corriendo?

¡Eso no significa que esté asustada!

— ¡No tengo miedo! ¡Solo digo que son problemáticos! —grita furiosa, conteniendo sus ganas de golpearles hasta convertirlos en pescado picado.

Claro que, su declaración cae en saco roto cuando nuestro joven-de-belleza-cuestionable durmiente empieza a gruñir en sueños (¿Quién diría que gritar al lado de alguien dormido podría despertarlo?) y ella salta varios metros del susto.

— ¡Eso, valiente! ¡Demuestra quien manda en este bosque! —anima Arroyo al borde de la risa mientras Charco pincha a Naix con un palo para que se despierte de una vez.

Pero, a pesar de todo, el humano solo se remueve un poco antes de volver a dormir tranquilo. Da igual lo mucho que le estén clavando una rama en la cara una y otra vez.

— Falsa alarma, hermano. Este tipo está completamente grogui —expresa con decepción antes de recibir una patada en la cara que loa arroja rodando por el suelo.

Por suerte en su verdadera forma pesa más de una tonelada y es tan duro como una piedra, por lo que no siente un dolor real cuando rebota por el claro como su fuera una pelota.

— ¡¿Se puede saber que haces, anormal?! ¡No lo despiertes! —grita, como si eso no fuera a despertar al humano que no quiere despertar.

Los gemelos en cambio sientes alivio al ver que su amiga ha vuelto a ser la de siempre. Es decir, una maníaca rabiosa. La misma que ahora los coge del cuello con cada mano mientras los zarandea.

— ¡Os he dicho mil veces que los humanos son PRO-BLE-MÁ-TI-COS! ¡¿Qué tengo que hacer para que me entendáis?! ¡¿Qué les pasa a vuestras orejas para que no escuchéis nunca lo que os digo?! ¡Malditos idiotas, estúpidos, anómalos desastres con escamas! ¡Como volváis a hacer algo así, juro por Cibeles que estáis muertos! ¡¿Entendido?! ¡Os convierto en estofado!

Las amenazas vuelan, los insultos también... Y los dos seres se limitan a sonreír plácidamente en tanto la ninfa les arroja todo tipo de abuso verbal.

— Que sí, que sí... Que ya no lo despertamos más —dice Arroyo.

— Eso, no te exaltes. Si no iba en serio...

Tal y como esperaban la falta de respuesta a sus amenazas solo la altera aun más. Desafortunadamente la presencia del humano sigue estando en su mente, por lo que, en vez de intentar matarlos como haría en un día cualquiera, solo los suelta para masajearse el puente de la frente.

Eso preocupa a las dos criaturas. Lo normal es que la ira la distraiga lo suficiente como para olvidarse de sus problemas/miedos/inseguridades por un buen rato.

Está claro que es una situación que requiere de medidas drásticas...

— Miriam... —empieza Charco mientras su hermano lo apoya incondicionalmente— ¿A que vienen tus problemas con los humanos? ¿Podrías explicárnoslo, por... favor?

... ser considerados e interesarse por sus sentimientos.

El sacrificio máximo por la amistad.

— ¡Los humanos son codiciosos, avaros, violentos, traicioneros y mentirosos! —les responde molesta, harta ya de repetir lo mismo una y otra vez.

No hay humanos buenos. Ella misma lo había comprobado cuando era joven e ingenua.

— La mayoría de los duendes también son algo de eso y tú eres medio duende, así que... —replica Charco en voz baja antes de que un escalofrío recorra su espalda y la de su gemelo.

En ese mismo instante los ojos de la ninfa brillan y el ambiente se vuelve pesado. Casi pueden jurar que las ramas de los árboles empiezan a apuntarlos como lanzas a punto de ser, bueno, lanzadas.

— Vamos... Termina esa frase —dice con una sonrisa que no llega a sus ojos.

Sí, eso no va a ocurrir.

— ¿Frase? ¿Qué frase? Hermano, ¿Tú sabes de qué frase está hablando? —responde Charco, sudando a mares.

Una cosa es lidiar con Miriam enfadada, pero otra muy distinta es lidiar con Miriam aterradora.

No por nada es la más chunga de su especie.

— ¿Frase? ¿Qué frase? Yo no sé nada de frases. Es más, en mi vida he utilizado una frase. Es como una tradición familiar. Mis padres no decían frases, mis abuelos no decían frases, mis... abubuelos tampoco decían frases... —comenta Arroyo en pánico.

Porfi, no nos mates. Porfi no nos mates. Porfi no nos mates.

Por suerte para ellos, solo resopla y devuelve el ambiente a su estando natural.

Qué fácil es asustarlos cuando se pone seria.

— ¡Pues que os quede claro nunca volver a hacer algo así! —advierte orgullosamente— Mira que compararme con este humano feo... —murmura, sin saber las consecuencias de sus palabras.

Feo

Feo

Feo

Feo

Esa palabra retumba en sus oídos.

Dos segundos después sus ojos, inyectados en sangre y traumas de la infancia, se abren y un Naix en negación se levanta de un salto.

— ¡Soy de aspecto exótico! —exclama al cielo.

Y el cielo le responde con una bellota en toda la cara.

— ¡Ay! ¡Maldito seas, universo! ¡Deja de lanzarme frutos secos cada vez que intento decir la verdad! —dice sobándose la nariz con lágrimas en los ojos del dolor.

Hay personas que nunca pillan una indirecta.

Tarda unos minutos en dejar de refunfuñar sobre que la belleza es relativa y que él sería hermoso en otras culturas (Ganándose un par de bellotazos de regalo). Es cuando por fin hace uso de su sentido de la vista y se da cuenta de que tiene a dos niños de unos 7 años mirándole con expresiones confundidas.

¡Mierda, niños! —piensa en pánico.

Rápidamente fuerza su cara a una expresión tan amable que sus músculos faciales gritan de agonía y se agacha a su altura con un crujido propio de alguien que no ha hecho una sentadilla en años.

— Hola, pequeños... —saluda con un tono tan suave y dulce que siente que se le están pudriendo los dientes— ¿Qué tal estáis?

Como alguien que ha tenido que lidiar con los hijos de la servidumbre durante años, está acostumbrado a lidiar con niños pequeños (Aunque lo odie). Solo tiene que ser amable y hablar suave.

E ignorar cualquier cosa ofensiva que digan porque son niños y, supuestamente, el maltrato infantil está mal.

Por su parte, los dos gemelos se sienten muy incómodos ahora mismo. Normalmente adoptan formas pequeñas porque... bueno, son cómodas, ocupan menos espacio y no se enganchan en los arbustos cada dos por tres.

¡No esperaban que esto les fuese a ocurrir!

¡¿Por qué de todas las cosas decidirían transformarse en humanos diminutos?!

— ¿B-bien? —consigue responder Arroyo.

Charco sigue sin articular palabra.

¿Debería decirle la verdad: que en realidad es un ser carnívoro 30 veces su tamaño actual?

¿O mejor simplemente huye al lago como cobarde?

Difícil decisión la que tiene delante suyo.

— Decidme... ¿Sigo en el Bosque Encantado? Es que me perdí y quiero saber si he dejado ya el territorio, o si sigo dentro de sus fronteras —pide con las manos juntas y una sonrisa insegura.

Que no sea el bosque, que no sea el bosque... Venga, que sé que había un río que salía a los terrenos de caza de un barón.

Una cosa es que como sin esencia no sea apetitoso para los depredadores. Pero comer no es la única forma de que te mate una bestia, sin contar los otros muchos peligros del lugar.

Terrenos de caza del barón. Terrenos de caza del barón... —cruza los dedos mentalmente.

Los gemelos se miran mutuamente antes de decidir seguir con la treta. Es mejor por el momento fingir que son niños humanos y tragarse su orgullo.

— ¡Estamos en el bosque señor! —dice Arroyo con una voz infantilizada.

¡Mierda! Sigo en el bosque... Espera ¿Por qué hay dos niños en el Bosque Encantado? —su línea de pensamiento se corta cuando cierta ninfa escondida usa su magia para confundirlo— Ah, bueno, supongo que vivirán por aquí... —concluye, a pesar de que es muy consciente de que hay monstruos que aman capturar y devorar personas por esos lares.

Ignorantes de que su amiga les está ayudando de incógnito, sienten un nudo en el estómago por el nerviosismo. Los dos son una mierda de actores... El humano los va a descubrir y se va a asustar y entonces todo será caótico y lo más probable es que Charco le lance una bomba de agua y salte al lago.

— Entonces... ¿Cómo es que estáis en el bosque? No es común que la gente viva aquí —pregunta interesado.

Puede que haya sufrido un lavado de cerebro, pero eso no le quita su curiosidad innata. Eso no se soluciona ni con una lobotomía a fondo.

— ¡A nuestros padres no les gusta la gente y no nos permiten responder a más preguntas! —grita Charco en un impulso.

Arroyo lo mira estupefacto.

Entre unos arbustos una ninfa se palmea la cara.

Y Naix siente que algo no cuadra.

Suena a que o son niños robados o sus padres son prófugos de la ley... Lo cual no es mi problema —Vuelve a sufrir un encanto por parte de Miriam, que ya está planeando darle a ese condenado sumpall una lección sobre no decir excusas estúpidas.

Claro que, tampoco habría necesitado mucho para convencer a Naix de hacer la vista gorda. Beneficios de lidiar con alguien con cero empatía, moral de vacaciones y ética inexistente.

— ¿Y qué hace usted por aquí, señor? —pregunta Arroyo en un intento de cambiar de tema y arreglar el estropicio de su hermano.

Que tampoco lo puede juzgar demasiado, estaba a unos segundos de soltar algo igual o peor.

— Pasear... Me gusta... pasear... Soy feliz... al pasear... —responde monótonamente.

No sabe como explicar como ha acabado ahí sin dejar entrever que es una especie de criminal destructor de cultivos. Mejor no poner en su contra a más gente de campo.

Claro que no tiene en cuenta lo sospechosa que suena su explicación, su voz, su expresión, su mirada, su postura...

En su defensa, aun está cansado y algo traumatizado por los eventos anteriores.

— Ah, de acuerdo, señor paseador... —dice Arroyo con los ojos entrecerrados.

No está muy seguro de si miente o no. Él también es aficionado a los paseos y no sabe muy bien cual es el lenguaje corporal promedio en humanos.

Maldita sea, hay habitantes del bosque que te estiran de las orejas para saludar. Y esos son de los agradables.

— Naix está bien —comenta sonriente.

Le duelen las mejillas.

— Pues... Yo soy Arroyo... —le responde un tanto confundido.

Hasta donde sabe la noche es enemiga de la humanidad.

¿Por qué un humano iba a darle el nombre de la madre primordial de las sombras a una de sus crías?

— ¡Y yo Charco! —grita de improvisto después de no poder aguantar más la tensión.

No aguanta más... ¡Él no está hecho para esto! ¡No tiene madera de estafador! ¡¿Cómo va a comportarse como un niño si se pasó la infancia durmiendo?!

— Y el es Charco... Mi hermano... —Le tapa la boca con su mano, aunque lo que quiere de verdad es estrellar su cabeza contra el suelo.

Claro que, según lo aprendido de Miriam, las crías humanas son muy violentas. En base a eso golpear a Charco varias veces sería creíble para el humano. Es más, le ayudaría a mantener la treta.

— Oh, que nombres más bonitos y... originales —responde Naix con la sonrisa aun más forzada. 

Si es que eso es posible.

¡¿Qué clase de persona le pone eso a sus hijos?! Y yo que pensaba que el mío era insultante, pero este se lleva el premio... —piensa interiormente.

Naix los mira fijamente. Siente que algo no está bien y no son esos horribles nombres, algo que se le escapa.

Los dos niños se revuelven incómodamente y se miran nerviosos. El que se llama Arroyo tiene pelos y ojos de un azul claro; si su piel fuese un poco más bronceada no sería distinguible de cualquier niño plebeyo del montón. En eso Charco lo clava, con su piel oliva y sus ojos y cabello verdosos no se diferencia de la población servil en lo más mínimo.

Sus cabellos quizás son lo único raro... Casi parecen algas y no pelo... —la magia de la ninfa vuelve a hacer efecto— ¡Qué recuerdos! Cuando tenía siete años y estudiaba las algas...

Era tan inocente, pensando que hacer tintes y maquillajes que no fuesen detectados con magia convencional le valdría el elogio de sus padres... Irónico que fue ese invento lo que le permitió hacerles la vida imposible durante años.

El solo devolverles parte del dolor que le infringieron vale el haberse convertido en el enemigo público número 1.

Porque sí, si el "incidente" no ha hecho que toda la nobleza quiera cortarle el cuello a estas alturas, después del regalito que les dejó van a querer hacerlo. Él si hace algo, lo hace a lo grande.

- Bueno, a ver... -Busca una excusa para irse hasta que se da cuenta de que está anocheciendo- Creo que empieza a hacerse tarde, así que voy a empezar a marcharme... -dice dándose la vuelta, pero recuerda que no tiene ni idea de donde está y se da la vuelta - ¿Vosotros por casualidad no sabréis de algún lugar donde refugiarme, verdad? -les pregunta, esperando no acabar durmiendo a la intemperie.

Lo único peor que dormir en medio de un bosque infestado de monstruos es dormir en medio de un bosque infestado de monstruos siendo propenso a las pesadillas... A las bestias comedoras de carne las puede tolerar, más o menos, pero por encima de su cadáver se queda sin sus horas de sueño reglamentarias.

Solo algo importante como los experimentos, la investigación o un nuevo ejemplar de la saga de novelas románticas a la que está enganchado podría darle una excusa para no dormir sin que una versión imaginaria de su antiguo mayordomo le atormente.

- Eeh, pues... - Arroyo intenta responder nervioso, pues no conoce ningún lugar seguro para lo humanos.

Aunque tampoco es que los humanos fueran muy resistentes, se mueren por casi nada y tampoco es que sean conocidos por sus excelentes dotes de supervivencia.

- Sí, hay una cueva cerca de aquí a la que no se acercan las bestias, me dijeron que hay algunos fantasmas por ahí, pero nada más -dice Charco.

- Oye ¿Cómo se te ocurre... -intenta susurrarle algo a su hermano pero es interrumpido.

-¿En qué dirección está esa cueva? -pregunta interesado.

Él solo escuchó "lugar para dormir con techo y muy probablemente un oso al cual poder comerse".

- Sigue la corriente de río hasta que veas que se ensanche, luego sigue la ribera hasta que la tierra forme un pequeño barranco un poco alejado de la costa del rio, es fácil de localizar, está a la vista. El agua nunca sube lo suficiente como para inundar la cueva y como la entrada de la cueva se encuentra en una cuesta, en caso de lluvia el agua tampoco entrará, además es bastante profunda, por lo que podrás protegerte si hace viento -le explica Charco.

-Oye... -intenta reprenderle, pero vuelve a ser interrumpido por un muy emocionado fanático por la carne de oso.

- ¡Gracias! En verdad no sabría qué hacer si me quedase de noche en medio del bosque, estoy un poco perdido, la verdad... Bueno, vosotros también volved a vuestra casa, nos vemos -se despide agradecido.

Mientras Naix se aleja en dirección a la cueva, Arroyo mira acusadoramente a su hermano gemelo, quien definitivamente se ha pasado de la raya.

-¿No te has pasado un poco? Ese lugar es aterrador -le recrimina, pero no sin antes asegurarse de que nada ni nadie lo volverá a interrumpir.

Por suerte esta vez la suerte está de parte de él y las oraciones terminadas.

-¿Qué dices? Los manes son fantasmas muy majos, solo se suelen irritar un poco cuando hay intrusos, como mucho le darán un pequeño escarmiento. Además, ya mencioné lo de los fantasmas pero no me escuchó, parece un poco incrédulo -dice, cruzando sus brazos por detrás de su cabeza, dejando clara su despreocupación en todo lo relacionado al asunto.

-¿Es una venganza por lo de llamarnos niños? -pregunta una vez ha atado puntos.

De los dos Charco es el más rencoroso en cuanto a "eso" se trata. Se vengará de todo aquel que le llame niño, ya sea humano, feérico o un bebé.

-Probablemente, pero me ha caído bien, espero verlo de nuevo... Si no se lo come un cocodrilo -murmura, dándose cuenta de que no le ha avisado de que por ese lugar acostumbran a tomar el Sol.

Por suerte se despertará antes de que salga el Sol del todo y no morirá despedazado.

Pero como si pensar en bestias violentas y agresivas la hubiera invocado, la criatura más aterradora del bosque (desde su perspectiva) aparece de improvisto, asustándolos con su estridente rugido.

- ¡Vosotros! -grita Miriam saltando de entre los arbustos.

- ¡Ah! ¡Monstruo! -exclaman mientras se vuelven a abrazar.

- ¡¿Cómo que monstruo?! ¡¿Y cómo se os ocurre hablar tanto tiempo con el humano?! -exclama histérica e indignada.

Miriam odia que la ignoren, principalmente por su baja autoestima, pero su enfado proviene por sobre todo por el hecho de que como la habían invitado para pasar el tiempo juntos, tenía muchas expectativas sobre lo que podían hacer, aunque no lo demostrase.

Quien sabe cuándo una asocial como ella podría volver a quedar...

- No todos tenemos tu capacidad de evasión. No somos duendes... -le contesta Charco un poco molesto por el que ella hubiera huido dejándolos atrás.

Aunque ese humano no supusiese un peligro de ningún tipo.

-Sí, pudieras haberte unido a la conversación en vez de espiarnos detrás de un árbol como una acosadora... -le reprocha burlonamente.

Aún podían aprovechar para molestarla un poco más.

- ¿Qu-qué? Y-yo no me escondía, para nada. Solo me parece increíble que tratéis a los humanos con tanta familiaridad -dice mientras se cruza de brazos y gira su cabeza.

- Bueno, somos sumpalls ¿Qué te esperabas? Los primeros de nuestra raza fueron humanos.

-Sí, además, tu eres medio ninfa, tendrías que ser más sociable, en cambio tienes muy mal carácter y siempre actúas borde, por eso tienes tan pocos amigos -se burla Arroyo, provocando la risa de su hermano y el enojo de su amiga.

-¡Eso no es verdad! -responde Miriam al golpe dirigido a su orgullo con la absoluta negación.

Una cosa es burlarse de sus no-miedos, su carácter, su pelo, su altura o su increíble parecido con cierto gnomo gruñón... Pero ni de lejos iba a aceptar una afirmación que pusiera en duda sus capacidades como ninfa.

- Sí es verdad.

- ¡Que no!

-Pero si siempre andas gritando y cada vez que te hablan o te molestas o sales corriendo -le acusa Charco.

Aunque por su parte era algo divertido de ver... A veces incluso le creaban rutas con obstáculos con anterioridad para que los superase.

- ¡No es culpa mía que me hablen tan de repente! ¡Hay que avisar con antelación cuando quieres iniciar una conversación! ¡Es etiqueta básica! -grita molesta por el comportamiento de esos dos.

Su especie tiene la capacidad de correr a grandes velocidades cuando algo o alguien las amenaza... El problema es que con su ansiedad social, ese instinto se activa con cada interacción que hace de forma súbita, lo que la convierte tanto en una antisocial contra su voluntad como en una de los mejores corredores de entre los feéricos del bosque.

- Además... siempre que hay humanos en el bosque te escondes en una cueva, te alteras cuando hablamos de humanos y a los objetos de los mismos que encontramos los repudias como si fuesen la peste. Eres una co-bar-de -argumenta Charco, remarcando la última palabra con un único objetivo...

-¿Co-cobarde? -dice Miriam en shock.

-O-oye, creo que te has pasado un poco -le reprende su hermano, cuyas intenciones ve completamente.

-¡Retira eso! -exclama con una expresión oscura.

Para un feérico ser menospreciado es la peor de las ofensas. Su orgullo por naturaleza les obliga a demostrar virtudes como la belleza, la fuerza o la valentía en muchas ocasiones.

Fracasar supone una humillación muy difícil de olvidar.

-Nop, sí quieres que lo haga... demuéstralo -le incita.

-A ver, calmémonos todos antes de que... -intenta solucionar lo que su problemático hermano ha provocado, pero le vuelven a interrumpir.

Qué difícil es ser la voz de la razón en un mundo de dementes.

-¡Adelante! Os demostraré que no soy una cobarde. ¡Ahora en adelante empezaré a tratar con humanos!¡Seré toda una triunfadora! ¡Y tu tendrás que pedirme perdón de rodillas! -dice sin pensar.

Ahora no solo retractarse ya no es una opción, sino que ni siquiera ha podido discutir que prueba va a llevar a cabo ni sus condiciones.

Simplemente ha cavado su tumba y se ha lanzado de cabeza.

-¿En serio? ¿Entonces por qué no empiezas con el humano de antes? Parecía muy simpático -comenta con una sonrisa maliciosa, pues la cosa iba incluso mejor de lo que imaginaba.

-¡Sí! ¡Ya verás, Charco! ¡Ese humano caerá ante mis encantos y tú te arrepentirás de haberme llamado cobarde! -grita antes de dirigirse corriendo hacía el humano.

Ambos observan como su amiga se dirige por el mismo camino que Naix, olvidando completamente todos sus miedos respecto a la humanidad.

-Es tan... impulsiva...

-Ya verás la cara que ponga cuando se dé cuenta de lo que ha hecho.... Su sangre de duende es muy caliente ¿No? -comenta Arroyo resignado a la situación.

Su hermano quiere ver el mundo arder y su amiga quiere quemarlo hasta sus cimientos... En ese sentido se complementan de la peor manera posible y a la vez, de la manera más entretenida posible.

-Sí, pero para cuando lo haga será demasiado tarde como para echarse atrás... Ni muerta va a renunciar a su orgullo, por algo es una ninfa.

- Sí... Ha pillado lo peor de ambos bandos -dice suspirando.

La impulsividad de un duende y el orgullo de una ninfa no son muy buena combinación. Es más, son una terrible combinación.

-¿Se le ha olvidado que hay fantasmas en la cueva o simplemente no nos escuchó cuando lo dijimos?

- Da igual, lo importante será como reaccione cuando Naix la confunda con una niña pequeña.

El peor destino para una ninfa es ser la única en toda su especie incapaz de desarrollarse correctamente... Con eso te vuelves una paria social, una solterona y por sobretodo... un imán para gente con gustos dudosos.

Por suerte para Miriam, los únicos pervertidos del bosque que la persiguen son fáciles de arrojar por acantilados.

-Sí, pff, es muy difícil seducir a alguien con ese cuerpecito.

- Oye, pff, no, pff, no subestimes sus encantos de... duendecilla de los bosques, pff.

-Pff Jajajajaa...

Y mientras ambos hermanos se parten de risa, poco a poco vuelven a su forma original para arrastrarse hasta el agua, a lo que todos los animales del bosque se asustan por la risa gutural que surge de sus escamosas gargantas.

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