Chapter 2
-¡Mierda! ¡Eso duele!- grita Dean al darse en la rodilla con la cama de su habitación.
-Cuando te dije todo el terreno era todo el terreno.- digo cruzada de brazos en una esquina.
-¿Y cómo lo hago con esta vara?- pregunta refiriéndose al bastón y con una voz de cabreo.
-En primer lugar, no es una vara, es un bastón blanco.
-Y yo qué sabré de su color.- bufa.
-Ignorante...- susurro y continúo hablando.- en segundo lugar, tienes que caminar más despacio si quieres que te dé tiempo para explorar el suelo.
-¡No pienso ser una jodida tortuga con complejo de murciélago!- dice bastante cabreado.
-¿Ah, sí?- levanto una ceja y sonrío orgullosa.- Bien, si por mí no vas a salir de esta habitación, lo harás por ti.
-¡Al Infierno contigo, Laura!- dice para tirarse sobre la cama y dejar el bastón a su lado.
-Al cielo contigo, Dean.- digo riendo y salgo de la habitación cerrando la puerta tras de mí.
Solo escucho el grito de "¡Demonios!" que suelta Dean y eso me hace reír aún más cuando voy caminando hacia la sala de guerra. Veo que Sam está ahí, sentado y leyendo un libro. Sobre una mesa, que es un mapa iluminado, hay un par de bolsas de compras.
-¿Trajiste pie del que le gusta a Dean?- le pregunto registrando lo que había en las bolsas.
-Ah, sí. Si no lo hiciera, se pone como un demonio... literalmente.- me sonríe al decirlo.
-Eso me ayudará con él.- saco de la bolsa el dulce cubierto por un empaquetado.- ¿Cuánto tiempo estuve allí con él?
-Dos horas, más o menos.
-¡¿Dos horas?! Ok, eso me confirma que voy a pasar las de Caín con Dean.
-Lo siento mucho, Laura. Sé que Dean es muy terco y molesto. Y quisiera poder hacer algo por él y por ti.
Me acerco hacia Sam y lo miro con ternura. Me siento a su lado y pasó mi mano por su espalda para consolarlo.
-Oye, tranquilo, Sam. Haces lo que puedes. Las cosas no se aprenden de la noche a la mañana y Dean es un cabronazo que tendrá que aprender como sea. Pero su carácter no es tu culpa.
-Lo estás aguantando tú sola.
-¿No lo hacía también cuando cazábamos juntos?- digo en tono de broma.
-Sí, pero... en ese momento no peleaba contigo... si no con tu negativa de darle tu número.- ambos soltamos una carcajada que cambia el ambiente por completo.
Tras unos segundos de reír, vuelvo a mirar a Sam y le guiño con confianza.
-No te preocupes. Él es terco, pero yo soy más paciente. Ya verás cómo él solito sale de la habitación.
-¿Qué?- el cazador me mira sorprendido por mis palabras.- Pero si no ha querido salir de ahí en dos semanas. ¿Cómo piensas lograr eso?
-Dame una hora.- río y voy a dejar las compras en la cocina, pero el pie se queda en la mesa.
Al los pocos minutos, cuando regreso, descubro el pie y lo dejo sobre la mesa, lo más cercano posible a la zona de las habitaciones. Miro a Sam y pongo los brazos como jarra.
-No hace falta una ratonera, solo usa un pie.- digo con un aire de orgullo de que mi plan funcione.
-¿Crees que Dean salga de su habitación por eso, Laura?- pregunta Sam un poco dudoso.
-Oye, Sam, no puedo traer aquí a una puta para sacarlo y la otra opción en sus gustos es esto.- señalo al dulce.- Hay que intentarlo.
-Ok, hagámoslo entonces.
Por una media hora, Sam y yo nos quedamos en completo silencio sentados en la sala de guerra.
Dentro de su habitación, Dean solo soltaba leves y eventuales gruñidos de molestia por los golpes que se había dado. Piensa que si esa era una buena forma de enseñar a enfrentar la ceguera, estaría muerto antes de terminar las lecciones. Sin embargo, se considera más inteligente que Laura y decide no hacerle caso. De todas formas, se iría acostumbrando a su manera y ya encontraría solo la forma de volver a cazar. ¿Qué rayos le iba a enseñar esa niña?
Su atención se desvía de los tantos insultos que imaginaba para Laura cuando siente un aroma en extremo conocido y querido.
-¿Eso es pie?- dice incorporándose en la cama y olfateando a su alrededor.- Y no me lo han traído... Sammy me va a oír.
Dean se levanta de la cama, pero al tratar de dar el tercer paso, tropieza con un estante. Maldice y soporta el dolor para no soltar un grito. Cuando se le pasa, vuelve a refunfuñar y aprieta sus puños.
-Que sea solo por esta vez.- regresa a la cama y tantea sobre esta hasta encontrar el bastón.
Luego comienza a moverlo hacia ambos lados y pegado al suelo. Da un paso, y luego lo mueve otra vez, tocando con la punta el mueble con el que había tropezado antes. Suspira tranquilo y aliviado de que Laura no estuviera dentro del cuarto para soltarle un "Te lo dije." que se le quedaría tatuado en la mente.
Sigue moviendo la herramienta hasta llegar a la pared y luego la recorre con su mano para encontrar el pomo de la puerta. Lo gira y abre, cuando se asegura de que todo está silencioso fuera, lo que era decir que no había nadie cerca, se dispone a salir. Conocía el camino, pues había vivido por bastante tiempo ya en ese búnker, pero aún así, duda de su camino, por lo que avanza tocando la pared y caminando con paso lento.
Encuentra un par de escalones, los cuales le dicen que está entrando en el salón de guerra. Lo miro llegar y toco el hombro de Sam, quien seguía ensimismado en su lectura, para que vea a su hermano. El más joven sonríe satisfecho, pues no había logrado hacerlo reaccionar desde aquello y mucho menos aún, andar solo.
Dean se acerca lentamente a la mesa, mueve el bastón aún de una manera un poco rústica, pero es suficiente como para guiarse en su camino. Toca el mueble con la punta y deja caer el bastón para buscar sobre este con ambas manos su anhelado dulce. Cuando su mano derecha lo encuentra, lo toma y comienza a comerlo con sumo placer.
Con una sonrisa victoriosa, me levanto de la silla y camino hacia él en silencio. Luego me volteo a Sam y señalo a Dean.
-Como ratón al queso.- digo junto a él provocando que se asuste al no haber notado mi presencia.
-¡Santa mierda!- reacciona el muchacho.
-O como Dean al pie.- dice Sam desde su asiento para luego levantarse e ir hasta su hermano.- Hombre, lo que puede esa cosa en ti.
-¡¿Era una trampa de ustedes?!- dice sorprendido al notar que lo estábamos esperando.
-Oh, vamos, Dean. Mira el lado positivo, lograste salir de tu cuarto solo y ya tienes algo de soltura para moverte. Y todo gracias a la idea de Laura.
-Un placer.- cuando Dean escucha mi voz, se voltea hacia mí y pone una expresión amenazadora que no me da ningún miedo.
-Te voy a matar, Laura.- dice entre dientes mientras me acerco a él y, con un dedo, le limpio un poco de mermelada de la comisura de los labios.
-Bienvenido al infierno, Dean Winchester.- sonrío al darme cuenta de que se había sonrojado por mi gesto y mis palabras susurradas en su oído.
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