Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. El hacedor de sueños


—Viaja por todas partes, nunca se queda mucho tiempo. Conoce a las personas más importantes del país y reparte bendiciones a quienes las piden. Su presencia es siempre buena fortuna.

Te explicó tu madre aquella noche mientras te arropaba. Hablaba en susurros con un profundo respeto, casi de veneración.

—Algún día vas a conocerlo, hoy él ha tenido que marcharse, así de intempestivas pueden ser sus visitas —continuó con un tenue pero claro hálito de lamento—. Y cuando lo conozcas, tienes que ser muy educada, muy amable y cortés, como futura cabeza de la familia debes recordar esto. Tenemos tantas cosas que agradecerle.

«Tantas cosas».

Aunque dormiste con las palabras suaves de tu madre, aquel personaje no dejó de darte un aire algo inquietante, una resonancia diferente en una armonía canora. Tuviste una sensación indefinida ante la idea de que lo conocerías algún día, como un pacto establecido que se imponía sobre ti sin tu consentimiento. Una suerte de fatalidad.

Y a partir de ese momento, el boticario permaneció en tu vida como una cadencia omnipresente.

Supiste que cada vez que él arribaba a Dimica, tu padre siempre organizaba una fiesta inmediata para darle la bienvenida. Y aquello en realidad era una costumbre recurrente en tu familia, pues la relación entre el boticario y los Borosen se remontaba desde hacía varias generaciones. En esas celebraciones se rozaban las personalidades más importantes de la ciudad. Comprendiste que aquel respeto reverencial hacia el boticario era una convención generalizada, y por alguna razón, incuestionable.

—Dicen que el señor Licanto estaba enfermo desde hacía mucho tiempo, y nadie sabía siquiera qué mal tenía. Pero el boticario lo curó de la noche a la mañana. Lo curó sólo con palabras.

Les contó Mariana con un aire sensacionalista y entusiasta.

—Eso es imposible —repuso Giova—. Las enfermedades no se curan así nada más. Mucho menos con palabras.

—Dicen también que en la ciudad vecina, una familia estaba por ir a la bancarrota. Recurrieron al boticario y luego, de la nada, las cosas empezaron a irles mejor. Consiguió trabajo y sus problemas se solucionaron.

Giova compuso una expresión que era más elocuente que cualquier cosa que pudiera decir. Cada vez que trataban el tema del boticario, él siempre se mantenía escéptico. Su temprana mente científica le impedía creer en insensateces que no tuvieran un sustento comprobable. Tú, en cambio, siempre procuraste mantenerte al margen.

Las historias del boticario iban y venían, nunca era certero si lo que se decía era fiel a la realidad, una exageración o una invención descabellada. Lo pintaban de sanador, cumplidor de deseos, dador de riquezas, hacedor de sueños. Pero lo cierto era que más era lo que se desconocía de él que lo que se sabía. Y eso era muy irónico contigo, pues tu familia tenía una relación estrecha con él, una que se extendía por décadas antes de que tú nacieras.

Las preguntas pulularon en tu cabeza como moscas inquietas. ¿Quién era el tan aclamado boticario? ¿Quién era realmente? ¿Qué cualidad ostentaba que lo hacía tan importante? ¿Podía realmente hacer lo que decían que hacía? ¿Cómo? ¿Era realmente un boticario? Si no, ¿por qué lo llamaban así?

Luego de su súbita visita, él se redujo a cuentos lejanos de sus supuestas proezas en otras partes del país. La mayoría de estas narraciones te las agenciaba Mariana, dado que su padre viajaba mucho por todas partes. Ella era siempre una fuente perpetua de anécdotas y noticias.


Mariana era tu segunda mejor amiga luego de Giova; y era la única amiga que tenías del colegio de señoritas. Tus ideas alocadas congeniaban muy bien con su entusiasmo para recibirlas, a pesar de que ella no compartía contigo la mayoría de tus pasatiempos. Siempre te gustó que pudieras esperar de ella una opinión sincera y te encantaba su afán por conocer nuevas experiencias. Pero su apego por los delirios románticos era una característica que la había marcado desde que era muy pequeña. Y era algo que tú encontrabas gracioso en tus mejores momentos, e irritantes en los demás.

Cuando cumpliste doce años te percataste de algo que no te agradó mucho. Tu infancia estaba terminando. Empezaste a comprenderlo cuando te viste en el espejo usando ese vestido verde pastel. Tus cabellos azabaches largos y lacios adornados con flores te daban una imagen femenina y estilizada.

—Oh, ya eres toda una señorita —expresó tu madre, emocionada y luego se marchó para atender a los invitados de tu fiesta que ya empezaban a arribar.

Todo aquello te pareció tan banal, tan opresivo. Y te diste cuenta entonces. Los días de trepar árboles y rodar por el pasto en plena libertad estaban llegando a su fin. Algún día serías la cabeza de la familia. Tenías tareas que cumplir. Tenías que crecer.

—Vaya... ¿quién eres? —dijo Giova con un semblante extrañado y algo divertido cuando entró a tu habitación y te encontró ataviada de esa forma—. Pareces la hermana mayor inexistente de Ro

Como amigo de la familia tenía un pase libre permanente por tu casa, pero hubieras preferido que ese día él no te viera así. De alguna manera, el verlo también envuelto en traje de gala te hizo entender que el tiempo estaba pasando para todos. Él también estaba cambiando.

«No puede ser tan terrible», pensaste. «Todo el mundo crece».

Giova te entregó entonces una enorme caja rectangular que él clamó como el mejor regalo del mundo, pero comprendiste cuando lo desempaquetaste que él hablaba desde su perspectiva.

—¿Qué es esto?

—Es un telescopio —explicó extrayendo algunas piezas para apreciarlas con más detenimiento—. Puedes ver cosas lejanas con esto, como la luna o las estrellas...

—¿Y sirve para...?

—Para ver la luna o las estrellas.

Era evidente que tú no podías comprender en su totalidad la genialidad que tenías en frente, y que eso era un objeto de ensueño para él. A diferencia de él, tú siempre habías preferido la literatura y las palabras a los números y los misterios del universo.

—¿Sabes? Podemos ver las estrellas más tarde, después de la fiesta. Y en unas semanas leí que va a pasar un cometa; podríamos ver su trayectoria.

—Te has regalado esto a ti mismo —le espetaste de pronto.

—No es cierto.

—¡Sí es cierto!

Él meditó brevemente, como si considerara la realidad de sus propias palabras.

—No es cierto en tres cuartas partes.

A pesar de que él era algo más centrado que tú, tenía también sus desplantes que, muy en el fondo, te agradaban. Había algo que por mucho tiempo te rehusaste a preguntarte a ti misma, y eso era que nunca habías pretendido utilizar tu habilidad extraordinaria con tus amigos. Ni con él ni con Mariana. Así que sólo te quedaba confiar en lo que sea que dijeran.

Confianza. Aquella palabra guardaba un mundo de matices.

Al final aceptaste el regalo, y aunque no saltaste de la emoción en ese momento, con el tiempo aquel objeto se convertiría en tu posesión más valiosa. Por varias razones.

—Ro, querida, ven, apresúrate —canturreó tu madre de repente irrumpiendo en la habitación, casi falta de resuello y con una expresión exultante—. Te busca el señor Dezvas, quiere conocerte.

—¿Quién?

—El señor Dezvas. Éran Dezvas —barbotó ella apresuradamente, como si esperase que reconocieras ese nombre a pesar de que nunca lo habías oído antes—. El boticario.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro