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11. Escombros mentales

La familia de Levan Biscaro Ican no era tan importante como la tuya, pero en el lugar de donde provenía gozaba de cierta relevancia. Sin embargo, el que los hermanos Biscaro hubieran llegado a tu ciudad generó cierta especulación. Algunos decían que buscaban cerrar unos negocios, otros, que pretendían adquirir nuevas propiedades. Y entre murmullos se decía que lo que verdaderamente querían era un favor del boticario. Y no hubiera sido extraño. Muchos poderosos buscaban cruzarse con él, nunca era al revés. Sin embargo, si bien te percataste que el propósito de Levan se circunscribía al boticario, lo último que quería era un favor de él.

—No eres la única en el mundo que ha nacido así —te explicó Levan ese día.

Aquella fue la reunión más extraña que tuviste. Accediste a departir con Levan, pero contrario a todos tus visitantes, él en ningún momento abandonó aquel aire de juicioso recelo y no pretendía congraciarse contigo. Fue en esa merienda que conociste a Leira. Tenía un rostro más fino que su hermano, los mismos ojos y cabellos castaños. Su semblante, no obstante, era afable y tolerante. Aunque también había un aire preventivo en ella.

Y ambos no querían entrevistarse con el boticario, sino contigo.

—Este tipo de soplo que tenemos puede ser también muy dañino para los demás... Deberías saberlo. No puedes usarlo así.

Más que una advertencia, fue una reprimenda. Y no te pareció apropiado que él viniera a sermonearte en tu propia casa. No obstante, un parte de ti se sintió algo avergonzada. Aun así, replicaste:

—Sé usar muy bien mi don.

—¿De verdad? —cuestionó él con un mordaz escepticismo.

—¡Levan! —le llamó la atención su hermana.

Te seré sincera, Ro. El primer roce entre Levan y tú no fue muy agradable. Sus personalidades chocaron como si lucharan por imponerse una sobre la otra, siempre en constante pugna. De alguna manera, esa iba a ser la marca de su interacción en lo sucesivo. Sin embargo, aunque muy incisivo, él también tenía una dimensión más accesible. Su rostro se suavizó ante la reprimenda de su hermana, y procuró medirse.

—Lo que quiero decir —volvió a iniciar él—, es que nuestro don es un arma de doble filo. Puedes conocer bien a las personas mediante él, pero también puedes lastimarlas. Y mucho.

Levan no tenía por qué narrarte la historia que te confió aquella vez. Es posible que, a pesar de las fricciones, pudiera ver en ti un genuino interés. Aquel pequeño acto de confianza fue el que te permitió abrirte a la posibilidad de verlos a ellos como amigos. A veces es eso lo que necesitamos para que inicie todo.

Un pequeño acto de confianza.

"Mi familia siempre había estado orgullosa de mi soplo, pero me habían advertido que no me excediera con él. El don de incursionar en la mente de los demás es inusual y tiene sus matices, pero no era la primera vez que mi familia había visto ese don de donde yo vengo.

Cuando eres alguien peculiar, entonces tú mismo decides cuáles son tus límites. Hacía años, yo experimenté mucho con mis habilidades. Mi padre quería formar un criterio en mí respecto a eso. Así que me llevo a conocer a un anciano.

Su hogar tenía un olor rancio, y aunque se veía antiguo, el lugar era limpio. Lo atendían las personas de la comunidad. Le regalaban comida y ropas, incluso mi padre colaboraba para su manutención. De otra forma, aquella casa hubiera sido sólo ruinas. Se llamaba Golt, aunque muchos lo llamaban Sombras, pues en las noches, por las ventanas se veía que él proyectaba la luz de una lámpara en la pared para generar sombras con sus manos.

Golt no hablaba y aunque trataron por la fuerza, él no permitió que lo sacaran jamás de su casa. Pero él no siempre había sido un hombre loco, antes había sido una persona normal, como cualquiera de nosotros. Un hombre al que le gustaba el teatro, la lectura, los viajes y había sido un buen amigo de mi padre.

Hacía años, Golt había empezado a mencionarle a mi padre sobre sus avances en una curiosa investigación. Eran varios datos que había reunido en el transcurso de sus viajes a lo largo de los años. Aunque inicialmente se mostró entusiasmado, con el pasar de los meses ese entusiasmo mutó en incertidumbre y luego en pavor. Era como si él le temiera a algo. Mi padre decía que parecía que él intuía que algo terrible le iba a suceder. Y fue entonces que llegó a nuestra ciudad aquella mujer. Una que tenía el mismo don que nosotros.

No muchos conocieron a esa extranjera, pero quienes sí lo hicieron dijeron que no parecía ser una mala persona, aunque eso es algo engañoso. Sólo se sabe que estaba buscando algo y tal vez lo encontró. En la mente de Golt.

Una vez solamente me interné en su psiquis para ver, a mi manera claro, lo que había sucedido con él en verdad."

Levan hizo una pausa y te observó otra vez. Pareció estar en el proceso de decidir si podía o no confiar en ti.

—No podemos usar nuestro don por impulsividad —concluyó—. Una rabieta nuestra dentro de la mente de otra persona puede terminar por destruirla. Dejar escombros mentales donde una vez hubo un palacio. Herir la mente no es como herir el cuerpo.

Esta vez no respondiste. Ambos sostuvieron una ceñuda y prolongada mirada.

—No me extraña que el boticario esté interesado en ti —comentó Levan de pronto.

—¿Por qué lo dices?

—¿Por qué crees que él te asedia? ¿Por el prestigio de tu familia? ¿o porque crees que te considera una amiga?

—Él...

—Lo hace por tu soplo —finalizó Levan con determinación—. Lo sé porque hace años también se presentó ante mí.


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