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Capítulo 8


—Hey, despertá, boludo

La voz de Spreen a su lado, con ese constante movimiento lo obligó a despertar. Para nada la forma ideal de amanecer, aunque tampoco se quejó cuando lo primero que vio al abrir los ojos fue el bonito rostro del híbrido que le sonreía divertido. Iba a contestarle, siquiera reclamarle por interrumpir su sueño, solo que Spreen fue más rápido que cualquiera de sus quejas, elevándolo entre sus brazos y sacándolo de la cama.

—¡Es-espera! ¿qué te pasa, a dónde vamos? —le preguntó, sujetándose al cuello del otro por miedo a caer por más que el híbrido no pareciera tener ningún problema en llevarle, como si no pesara nada.

—A tomar un baño, capo —contestó. —Apestamos y hace calor.

—Mi idea de mañana ideal no era tirándome al agua fría, sabes —se burló, a la par que Spreen empujaba con el pie la puerta para ingresar a la gran tinaja que tenía el hechicero.

—Calenté el agua más temprano, eh, wacho —Spreen le miró, devolviéndole el gesto de sonrisa ladina que tenía el otro. Juan lo comprobó solo de ver el tenue vapor que desprendía el agua —¿qué creías? ¿qué te iba a aventar al agua fría?

—Cruzó mi cabeza, sí —Juan no pudo negar. Era una acción que el otro perfectamente pudo ejecutar.

—Al agua fría no, capo —el híbrido le aseguró. —Pero no dije nada del agua caliente —cedió, esta vez soltando el cuerpo entre sus brazos dejando que el hechicero, todavía desnudo luego de la noche anterior, cayese inmediatamente a la inmensa piscina.

Spreen se lanzó tras él, sin preocuparse en absoluto ya que la profundidad era idónea. Juan salió casi de inmediato del agua, enfadado del gesto del menor, aunque volvió a olvidarse de su reclamo cuando tras él salió el híbrido, con el cabello mojado pegado a la piel, dándole un aspecto incluso más sensual.

—Solo porque eres lindo te lo paso, hijo de puta —gruñó, caminando hasta la orilla para tomar entre sus manos los frascos que solía dejar cerca, todos ellos lociones para lavarse o el cabello.

—Lo que vos digas, bonito —contestó Spreen, totalmente satisfecho del sonrojo que notó incluso en las orejas del hechicero.

—Idiota —el hechicero masculló, a pesar de la cómoda calidez que se instaló por causa del comentario. No pensaba decírselo. —Ven acá, déjame lavarte el cabello.

El híbrido se acercó, dejando que el otro empezara a trabajar rápidamente en su pelo crespo luego de aplicar un poco de la loción de uno de los frascos. Poseía un olor particular a almendras y el masaje de los dedos de Juan sobre su cuero cabelludo solo lograron relajarle, casi durmiéndose. El castaño cuidó en particular su toque cuando rozó sus orejas de oso, asegurándose de no dejar que la humedad o la loción fueran a introducirse y molestarle.

—Ya está... —Juan susurró, dejando que Spreen abriese los ojos. —Puedes hundirte para quitártelo.

Obedeciéndole, dejó que sus pies resbalaran por el fondo de la piscina para dejar su cuerpo hundirse, lo suficiente para quitarse la loción aunque dejando sobre él ese aroma tenue de almendras. Al salir del agua, la sonrisa enternecida del hechicero le recibió.

Spreen no conocía que era esa ternura que surgía en cada gesto, en cada acción. No estaba acostumbrado al cuidado con que lo trataba el hechicero, ni al cuidado instintivo que surgía de él para cualquier cosa relacionada también, como si fuera natural comportarse así a su alrededor. No lo cuestionaba, pero el calor que surgía en sus mejillas por ver las sonrisas del otro era extraño para él. No había pensado antes en ser el receptor de tantas expresiones de Juanito.

No esperaba encariñarse con él.

Solo que su burbuja dorada reventó cuando sus ojos dieron cuenta en el detalle de la mancha. —Juan, creció. —le comunicó, acompañando sus palabras al señalar con una de sus garras a su hombro derecho, donde la marca oscurecida que parecía tinta terminaba de extenderse a lo largo de todo el pectoral.

El hechicero fijó sus ojos en aquello que tanto odiaba, y las lágrimas no tardaron en surgir de sus ojos. No sabía cómo, pero a diferencia de todas las veces anteriores en que este mismo proceso ocurrió, no había dolido, pero seguía sintiendo esa desesperación y frustración de verla.

Spreen se apresuró a envolverlo entre sus brazos, su animal interno esforzándose por dejar salir su aroma sobre los demás, incluso si el olfato humano del hechicero no podía percibirlo tan fácilmente, en un intento de conforte emocional.

—¡Esta maldita marca! —reclamó, harto de todo.

Había tenido que ocultarlo de todos porque junto a su aparición había también notado la disminución en sus poderes, inclusive del poco control que tenía sobre estos. No quería a nadie burlándose más de lo que lo hacían por no ser capaz de manejar como antes su poder, ni nadie preocupado por su inestabilidad cuestionándole si sería capaz de estar cerca del resto sin dañarles. Se esforzó por sí mismo en buscar respuestas, pero sin Rubí presente no sabía qué hacer.

Estaba harto de la marca que le dejó, sin respuestas y en el abandono.

—Juan, decime qué tenés —le pidió con calma el azabache, acariciando sus mejillas y limpiando las lágrimas en su camino. Su preocupación por el hechicero era más que el enfado que había sentido el día anterior cuando su animal interior había entendido el origen de aquella marca.

—Es... esta tonta marca me lo hizo Rubí —le explicó, sin cuestionarse ni dudar de la confianza que le tenía. Spreen lo envolvía en una burbuja en dónde quería cumplirle cualquier caprichoso, petición o lo que el oso quisiera. —Ya sabías de esto, creo, pero antes de terminar en estos pueblos, vivíamos en un lugar lejano. Tuve una pareja híbrida de oso, me marcó, pero no supe que fue de él. A medida que ha pasado el tiempo y he ido olvidando el tiempo que tuvimos juntos, esta marca ha empezado a crecer.

—Rubí, ¿tú ex-esposa/esposo? —Spreen cuestionó. Es verdad que sabía que Juan había estado con personas antes, pero no sabía si lo había olvidado o no, el hecho de que su ex también fue un oso.

—Sí... no era dominante como tú, —suspiró largo, como agotado de la situación —pero aprendí un poco de la especie. No quise comentártelo antes porque la verdad no entiendo todas las implicaciones de esto ni lo que significa que se haya tornado así para mí... Solo que como ves, tu especie puede hacer esta clase de marca.

—Es de pertenencia —le aseguró el híbrido. —Lo sé solo porque desprende el olor de otra persona. Es como si dijera que le pertenecés a otro, boludo

—Que hijo de puta —reclamó el hechicero, cansado del recuerdo constante de su ex en su vida, como si ni siquiera abandonarlo hubiera bastado.

—¿Por eso no querías que te marcara yo? —la pregunta dolió en el interior de Spreen, porque era parte de sus inseguridades hablando, el recuerdo más claro de cómo se sintió rechazado el día anterior. —¿Nunca te olvidaste de tu esposa?

—¿De qué hablas, idiota? —Juan le miró con mala cara, separándose un poco para mirar mejor el rostro del híbrido, aunque sus ojos dilatados y su evidente preocupación fue una nueva expresión que jamás le había visto. —Ya me olvidé de ella, solo estoy enojado por tener esta marca. Duele cuando crece, me debilita, es una pinche molestia, ¿lo sabes? —le explicó, arisco. —No quise que me marcaras porque no sabes lo que implica... Y yo tampoco. ¿Qué pasa si termino con otra marca cómo esta? ¿qué pasará cuando te vayas? No tengo idea de qué estamos haciendo acá, por más que lo disfrute.

—Yo... tenés razón. —le concedió, acercándose hasta él para abrazarle, con el espacio suficiente para poder observar su rostro de igual forma —Tenés razón en que no sé qué pijas significa marcarte, pero no estaba pensando en irme, boludo —le explicó, tomándose el tiempo esta vez para besar calmado el hombro derecho, allí donde toda la piel oscurecida estaba. —Entiendo si vos estás inseguro porque estamos haciendo esto en mi celo, pero no soy tan boludo para no saber diferenciar de algo real. Nos apresuramos, y esto comenzó de la forma más inesperada, pero me gusta lo suficiente como para pedirte que lo intentemos si querés, capo.

—¿Significa eso qué quieres salir conmigo? —Juan cuestionó, asombrado de la facilidad del otro para adaptarse a la situación.

—Wacho, estás soltero y yo también —le recordó. —¿Quién pijas nos lo impide? —le preguntó. Juan tuvo que aceptar que tenía razón. —Mirá, no voy a entrar en un drama emocional para preguntarme qué siento por vos o esas boludeces, me atraes, la pasamos bien, quiero estar contigo si vos querés. Esto puede resultar o no, pero me chupa un huevo intentarlo. No le debo explicaciones a nadie, Juan, solo a vos si me aceptás.

Mientras esos ojos oscuros le miraban con intensidad, no había como negarlo. También le gustaba.

—Creo que estoy acostumbrado a que las cosas sean más complicadas —Juan se rió, aliviado de que Spreen en realidad no quisiera complicarle o joderle la vida con cosas extras. Permitirse estar con alguien más era un paso para él, pero no podía negar que la idea de hacerlo con este híbrido que le miraba deseoso no le disgustaba. —Yo igual quiero intentarlo, Spreen.

—Entonces me tenés a tus pies, boludo —le besó con intensidad, elevando su cuerpo con la facilidad del agua para poner al otro a su altura. Los ojos grises del híbrido junto a los miel del hechicero se mantuvieron en contacto.

—Soy todo tuyo, bebé —le bromeó el castaño, cediendo por fin a su batalla visual y enterrándose en el cuello del otro, una mezcla de absoluta felicidad y cariño.

—Lo sos, capo. No pienso dejarte ir —sus dedos se dejaron ir por el cabello del hechicero. —Quiero que sepás que no pienso insistir en la marca, pero si vos querés, podemos intentar averiguar qué significa. No quiero nada malo para vos, Juan, me preocupa si te duele.

—Quiero hacerlo... —contestó, preocupado por su bienestar. —No quiero estar sufriendo por esto, Spreen, y quiero saber que significa para ti hacer una marca también.

—Me parece bien, wacho. —aceptó, besándole nuevamente, encantado con la suavidad de los labios del otro.

Sus dedos recorrieron rápidamente el resto de la piel hasta alojarse en su trasero, apretando suave en un masaje que hizo que todos los colores subieran a la cara del hechicero. Las garras de Spreen no lograban clavarse ni romper nada, pero el recorrido pequeño que marcaban le daban escalofríos.

—Déjame lavarte a vos, antes de que el agua enfríe. —dijo sobre su oído, con sus manos hallando la loción detrás del cuerpo de su ahora amante.

El hechicero solo asintió dejándose hacer, disfrutando del masaje que el otro empezó sobre su cabello para aplicarle el líquido, mientras que el híbrido se regocijaba de la expresión adorable. Nuevamente sentía esa calidez desconocida en el pasado para él solo por compartir su tiempo con alguien más, con Juan en específico.

—Ya está, capo, hora de quitárselo —le habló, acariciando su mejilla para hacerle abrir los ojos. El otro le obedeció, riéndose de sí mismo cuando aprovechando la ocasión mientras se hundía en el agua delante del cuerpo desnudo del oso, le besó rápidamente la zona del vientre, lo más cerca posible de su miembro. —Que hijo de puta que sos, ¿acaso querés continuar? —lo regañó apenas logró que el castaño sacara la cabeza del agua tibia aún.

—Es posible —Juan contestó sonriéndole ladino, con coquetería.

—Cagaste, te lo digo ya, cariño —amenazó el oso, tomándolo solo con una de sus manos para pegarle a su cuerpo, con la fuerza suficiente para sostenerle sin preocuparse en absoluto por el peso del otro. A Juan todavía le sorprendía que, pese al cuerpo delgado del otro, este fuese tan fuerte.

Spreen hizo camino rápido hasta la salida de la piscina, apresurado por conseguir llevar al ojimiel devuelta hasta la habitación. Su celo recién comenzaba y no pensaba desaprovechar para nada el tiempo con el hechicero.


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¿Dramas emocionales? ¿Por qué? ¿para qué? jaja, nah, tengo que reconocer que me tenté en hacer algo de drama entre los dos, pero la verdad se veía más claro de esta forma. Si ambos son solteros y quieren, ¿qué se los impide? Así que Juan Cubito y Spreen han decidido empezar a salir después de liarse. Todo bien por ahora...

¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

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