Capítulo 6
—¡Spreen! —la voz del hechicero rompió la calma de media tarde de la habitación, despertando al híbrido que había sido vestido más temprano luego de haber pasado casi toda la mañana durmiendo abrazados, acariciándose en sus momentos despiertos.
Era ya entrada la tarde, y Juan había ido por comida para ambos porque el oso parecía ir y venir entre su estado consciente y el dominio de su animal. Además, había cambiado sus prendas a una cómoda ropa de trajín que cubría bien sus hombros, lo suficientemente holgada para que Spreen no rompiese con sus garras cualquier parte.
—¿Qué haces gritando, boludo? —contestó el azabache, casi con desgana de interrumpir su sueño.
—Comida, pinche idiota —a las malas, le apartó haciendo espacio a la bandeja que cargaba, con un montón de alimentos para ambos.
El olor a comida acabó por convencer al otro de levantarse finalmente, observando fijo la miel que su olfato captó mucho antes que incluso la carne que el hechicero se esmeró en prepararle.
—Come todo si quieres —Juan permitió para darle vía libre al más joven de comenzar su cena.
No le sorprendió cuando el híbrido comenzó a devorar cada cosa en el plato, regocijándose constantemente. Juan había comido algunas cosas de la bandeja, pero viendo la satisfacción del otro no le molestó en lo absoluto cederle más comida. Como híbrido de oso pasando por una época de celo, estos tendían a querer acumular masa comiendo en exceso.
Se recordó mentalmente responder a Auron, con un corto mensaje asegurándole su bienestar, además de explicar a Tanizen la razón de su ausencia en su tienda para una junta que habían acordado. Juan no debía olvidarse tan pronto de eso o la situación podría causarle problemas luego.
—Gracias, gafotas —Spreen interrumpió, logrando que apartase la vista de su comunicador. Asintió sonriéndole, dispuesto a apartarse para llevar devuelta la bandeja a la cocina.
Mientras Spreen, viéndolo irse, se fijaba directamente en la zona de su cuello que, por más que intentase no ver e ignorar, estaba manchada de una tonalidad negra que era preocupante. La había visto aquella vez luego del primer día en el santuario cuando lo encontró medio dormido en la cocina. Podría haber sido un moratón por cualquier motivo, pero de eso ya hacía 4 días como para conservar el mismo tono... Además, Spreen estaba aprendiendo a distinguir los olores, y la fragancia de té y madera del hechicero se la conocía mejor que cualquier otra. Por esa misma razón notaba la sutil diferencia entre el aroma de toda la casa y la que desprendía el chico, como si algo estuviera mal... como si la fragancia tomase algo amargo. No entendía muy bien las razones detrás, y quizá no debería entrometerse, pero saber que Juan lloraba en las noches, ya ni entendía si de dolor o de algo más, no le dejaba de dar vueltas.
¿Qué le pasaba al hechicero? ¿tendría que ver con eso que alguna vez oyó de chismoso?
Él sabía que Juan era hechicero, poderoso, pero sin control, por más que en ocasiones no lo tomara en serio. No es como que se halla involucrado con él en el pasado demasiado, solo conocía las historias de sus aventuras y desventuras siendo hechicero por los rumores de los demás... Entre ellos uno de Zorman, el científico loco. Solo una vez lo había oído hablando con Auron y Tanizen, acerca de la inestabilidad de Juan y la necesidad de éste de un objeto que lo ayudase.
Preguntar por su intimidad estaba demás... Él no formaba parte del círculo de confianza del castaño, incluso si hasta hace poco Juan tampoco hacía parte del suyo y sin embargo habían dormido juntos.
Su consciencia trastornada no se había parado a pensarlo demasiado, como guiado principalmente por su instinto y el apego que su oso desarrolló por el hechicero, no lo había cuestionado ni le molestaba la idea. Ciertamente no esperaba comportarse así con nadie en su vida, como si no fuera suficiente su desagrado por el contacto físico con cualquier persona, pero si se sentía bien hacerlo, estaba dispuesto a intentar. Solo que le preocupaba Juan... no solo su extraño comportamiento, si no también que pensaba él de todo. No quería poner en aprietos al chico de obligarlo a cumplir sus caprichos por estar cuidándole, no quería lastimarlo, no quería ser un problema.
Egoísta. Tenía que reconocer que, aunque no quisiera serlo, le costaba pensar en apartarse ahora. O siquiera tener que lidiar con esto solo.
—¿quieres tomar un baño? —la voz del castaño devuelta a la habitación lo trajo a la realidad. Juan le sonreía tranquilo, cargando un par de toallas con él como si supiera que no iba a negarse, además de frascos entre las manos.
Spreen asintió, porque su cuerpo se sentía sucio después de sudar por el calor a lo largo del día, y siguió a Juan a través del santuario hasta un cuarto enorme con lo que más que un baño tenía la similitud con una piscina. El hechicero dejó todo disponible para él, además de indicarle la utilidad de los frascos, que eran un par de lociones para el cuidado de su cabello.
Por otra parte, Juan regresó a la habitación aprovechando de ordenar el espacio en lo que el híbrido no estaba allí acaparando el espacio de la cama. Tanizen y Zorman le habían respondido, así que tenía listo los materiales para el aparato que había pedido a Zorman para renovar el que usaba. Auron había dicho que dejaría comida en una canasta en las puertas de su santuario por la madrugada para evitar perturbar al oso, lo que era una gran ayuda porque sus provisiones para los próximos días se basaban en papas y zanahorias principalmente.
Todo estaba perfecto, o eso creyó. El dolor punzante que se presentó en la conexión entre su cuello y hombro lo desestabilizó justo en el instante en que sintió el aroma de Spreen más fuerte sobre sus sábanas, como si el oso hubiera impregnado a propósito con más fuerza su olor allí. Se arrodilló sobre su cama sosteniéndose la zona, aguantándose, como siempre, los quejidos y lloriqueos que querían escapar de su boca por causa de la sensación de ardor, como si estuvieran quemándole la piel por dentro.
—Maldita sea... —murmuró—No ahora...
Juan caminó a duras penas a través de su hogar hasta llegar al sótano, desesperado en su intento de encontrar alguna poción que le aliviase el dolor. Hasta que no reemplazara el aparato de Zorman esto solo iría a peor, pero ahora mismo no podía salir para ir por él y gracias a no haber asistido a su reunión con Tanizen, la llegada de los materiales al científico se había retrasado.
Encontró una poción de curación que se bebió de un trago, y aunque el dolor disminuyó, logró ver mirándose la zona como la mancha negra que surgía de esa marca se extendía más sobre su hombro.
Esa estúpida marca...
La razón principal por la que sus primeros días en este nuevo lugar había estado desesperado por saber que había pasado con Rubí.
—Eres un hijo de puta —masculló en reclamo.
Rememoró aquella vez justo antes de su batalla final con Xena, en medio de su conversación con el híbrido cuando este había prometido que seguirían juntos pasara lo que pasara, y como promesa había impuesto sobre él esta marca en su hombro que él no tuvo ni el tiempo de pensar. No imaginó que esto fuese a influir en su vida cotidiana, hasta hace un par de meses atrás luego de que se instalaran en estos nuevos pueblos, cuando la marca empezó a tornarse negra, como si la cicatriz de los colmillos comenzara a soltar veneno dentro de su cuerpo.
Justo cuando parecía estar fuera de la tristeza inicial que saber perdido a su pareja le trajo, cuando empezaba a superarle, cuando ya no estaba desesperado por buscarle, la marca lo había traicionado, en lugar de borrarse, le hizo esto y no conforme con la horrible mancha a su piel, esta crecía a ratos trayéndole un dolor extremo, además de volverlo todavía más inestable a él y a sus propios poderes.
No entendía muy bien que sentido tenía permanecer con ella ahora, no entendía que sucedería de seguir creciendo, no entendía tampoco cuáles eran los "requisitos" para extenderse. ¡No entendía nada!
Esa maldita cosa llevaba meses frustrándole.
Estaba consciente de que debía comunicarle a Spreen que él podía hacer algo similar de escoger una pareja, pero ¿qué se supone que tenía qué decir? ¡Rubí no se lo había explicado, dejó en él esta marca al final sin que él tuviese el tiempo de consentir!
Debía prevenir a Spreen de no hacerle lo que estaba pasándole a él a otra persona, pero le resulta imposible explicar sabiendo que desvelaría las razones del porqué estaba consciente de ello. Y aunque intentara no hacerlo, el menor no era ningún estúpido, ya se pensaba que por supuesto sabía porque él estaba al tanto acerca de los híbridos.
—¿Juan?
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¡Ahora ya conocen el pequeño secreto de Juan! En su hombro, posee una mancha negra que surgió de la marca que le dejó su ex. Terrible.
¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
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