Capítulo 4
A la mañana siguiente, Juan empezó con su rutina de todos los días. Su primera tarea, estando medio dormido aún, era darle de comer a su cerdo mascota. Era apenas consciente de sí mismo cuando ya estaba dándole zanahorias a su adorado cerdo, sin recordar siquiera al invitado que había dejado en su habitación que apenas se despertaba como él.
Sus siguientes pasos eran hasta su cocina, en busca de café para aguantar el resto del día. Todavía ni se había cambiado la pijama, pero antes de ser funcional debía desayunar. Así es como lo halló Spreen al ingresar al mismo espacio.
—Hey, capo —le llamó. Juan andaba paseándose sin gafas y con el pijama hecho un desastre.
—Buenos días, Spreen... —Juan respondió en automático, justo luego de beber el primer sorbo de su café. —espera... ¡¿SPREEN?!
—Me estás jodiendo que se te olvidó que estoy acá, gafotas
—No... no. —Juan se cortó a sí mismo, antes de que la sinapsis de neuronas en su cerebro se reanudase y empezara rápidamente a acomodarse el pijama, todo bajo la atenta mirada de Spreen que logró captar la mancha negra en medio de la lechosa piel del hechicero en la zona de su clavícula derecha.
—Acá tenés, gafotas —Spreen le extendió sus lentes al hechicero, sonriéndole ladeado casi con burla. —Las necesitás.
—eh, sí... gr-gracias —el castaño tomó las gafas y se apresuró a colocárselas para aclarar la imagen borrosa del híbrido. —¿quieres café?
Spreen prefería el mate, pero asintió. Había pasado una noche terrible gracias a las interrupciones a su sueño, la cafeína podía ayudar, aunque no pensaba comunicarle al hechicero lo sucedido durante la madrugada, no sabía si por consideración o incomodidad.
Luego de un tenso silencio con Juan sirviendo una segunda taza de café, compartieron con calma su desayuno, Spreen escribiéndole mensajes a través de su comunicador al Mariana, consultándole en primer lugar si cumplió con alimentar a su mascota, y luego sobre su negocio, revisando que no solo el Pollo Feliz estuviese en orden, si no que su próximo negocio y la recolección de los materiales anduvieran en buen camino también. Tal como él esperaba, todo bien. Además de recibir mensajes de parte de sus más cercanos pidiéndole que se cuidara y que no preocupara por lo sucedido antes, cuando los atacó.
Agradecía esa consideración, Spreen no era alguien que tuviese remordimientos de matar a nadie, pero le molestaba no estar bajo su propio control y herir a sus amigos más cercanos.
—Lo he estado pensando, Spreen —luego del café Juan parecía por fin más despierto. —No sé si tu animal interno reconocerá este espacio como suyo una vez pases por las etapas más complejas de tu celo, quizá sea buena idea que impregnes tu aroma para intentar engañar a tu instinto
La idea era importante. Es probable que el inexperto en el tema Spreen no lo supiera más que él, pero impregnar su aroma sobre un hogar lleno del de otro podía hacer entender a su animal interno que le pertenecía. No era su mejor idea, Juan lo sabía, no tenía idea tampoco de la profundidad del tema completamente, comprendía que sugerirle eso significaba para él ceder en su propio hogar, y que el animal de Spreen podría luego seguir entendiendo todo su santuario como parte de su territorio, pero no alcanzaba a comprender que no solo se extendía al espacio físico y que para un dominante sería aún peor.
Claro, Rubí no había sido un dominante, no exhibía todos los comportamientos que Spreen sí.
—Si eso no es molestia, por mi bien, gafotas —Spreen se encogió de hombros.
—Adelante, mi olfato no es tan sensible, no significa un gran cambio para mí
Para mí sí. Spreen tampoco entendía la magnitud de lo que haría, pero sabía que no le molestaba en absoluto impregnar el espacio con su aroma y que éste se mezclase con el suave y agradable aroma del hechicero. Simplemente, el aroma de Juan era todo lo que estaba bien para él, similar a lo que podía sentir de visitar el bosque en completa soledad, muy distinto al aroma del Pollo Feliz.
Juan le permitió divagar por su residencia mientras dejaba escapar su propio olor por cualquier parte, enseñándole de paso el resto de habitaciones de su santuario, además de su extenso jardín e incluso presentándole a su mascota, el puerco araña. El recorrido acabó en el subterráneo de Juan, con este contándole de un par de objetos bajo mucha seguridad conseguidos, uno de ellos era el bastón del profeta.
—Wacho, estás loco —Spreen comentó, pero su sonrisa era más bien diversión pura —Si el viejo llega a ver lo que tenés seguro te mata.
—Me chupa un huevo la verdad —Juan se limitó a decir, riéndose como él.
Bien, Spreen le iba a reconocer eso. Juan no era ningún cobarde, como muchas veces oyó.
—Es hora de que el viejo se aburra de estarnos jodiendo todo el día —el hechicero refunfuñó —cuando hacía misas, me había estado castigando un montón de veces por llegar tarde, ¡pero vivo lejos!
—Sí que vives lejos, capo —Spreen aceptó —pero bonito lugar. Al menos nadie viene a romperte las pelotas
—Cierto —Juan se rió, porque evitó bastantes bromas ya que para todos, de solo pensar en la cantidad de escaleras que había que subir para llegar al exterior de su morada era suficiente para rendirse. —Creo que podemos ir a comer, si te sientes bien aún creo que podríamos recolectar algunos ingredientes de poción que tengo en otro jardín...
—lo que digas, capo —Spreen le siguió obedientemente, su animal interno regocijado por la mezcla de aromas que prácticamente solo él podía sentir. —Si me siento mal, te avisaré
—De acuerdo. Puede que mientras tu animal interno no sienta una invasión de propiedad, incluso si se manifiesta no será tan agresivo como cuando estabas en la pollería... —Juan reflexionó, dirigiéndose al exterior de su santuario para recolectar un par de ingredientes.
Por ahora, por miedo a que otro se aparezca de la nada delante de ellos estaba intentando no salir de sus propios terrenos, por suerte, muchas de las cosas que necesita las tenía disponibles en su propio hogar.
—No matar a nadie es suficiente
—No te preocupes, estaré cuidándote. —Juan finalizó la conversación con ello.
El resto de la tarde se la pasaron conversando, comiendo y recolectando ingredientes del huerto de Juan. Spreen había pasado mucho tiempo en el interior de las cuevas más oscuras, peleando con mobs muy peligrosos y en medio de negocios algo turbios para conseguir sus objetivos... Una tarde con Juan haciendo cosas hogareñas había conseguido relajarle a extremos que no creyó posible.
Dos días que pasaron sin novedad. Juan siguió contándole a Spreen acerca de todo lo que sabía, haciéndole saber que su celo estaba cada vez más cerca y dándole consejos acerca de cómo atravesarlo sin pareja para no sufrir demasiado. A su vez, Spreen había descubierto las dos noches que habían pasado que Juan dormía mientras lloraba, y creía distinguir dolor en medio de su sollozo y el cambio sutil en su aroma. Todavía no descubría porqué, sin contar que el hechicero no parecía ser consciente al día siguiente, más allá de quejarse de dormir mal. Tampoco se sentía capaz de preguntarle, ciertamente se sentía en más confianza con Juan, pero no lo suficiente para llamarlo amigo y consultar sobre su vida personal.
Juan estaba hablándole de algunos sucesos de pueblo verde, en general chismes de su pueblo, contándole anécdotas de algunos de sus amigos, todo mientras ambos compartían el espacio de la cocina, trabajando por separado para lograr hacer un pan decente. Spreen era bueno con la cocina, algo más que Juan, pero hacer pan no era su especialidad.
—Falta que esté más blanda la masa —indicó el oso, mirando por encima del hombro de Juan y acorralándolo contra la mesa para corregirlo. Hasta ese instante Juan no lo había pensado, pero Spreen era mucho más alto que él, suficiente para sacarle más de media cabeza, sin contar que su cuerpo era mucho más fornido que el suyo.
—S-sí... —la cercanía había dejado nervioso a Juan, quién intentando evitar la vergüenza por causa del sonrojo pintando su cara, se encogió sobre sí mismo siguiendo la indicación del otro.
Juan había querido hacer cosas caseras para comer en lugar de salir por más alimentos preparados para evitar exponer a Spreen o dejarlo solo. Invitar a un tercero a que le trajera comida era una opción, pero había notado como el animal interior del otro había surgido más espontáneamente el último día, indicativo de que estaba a punto de ingresar en la época más pesada del celo.
Lo que no esperaba el hechicero eran las visitas inesperadas...
No puede ser.
—¡Juanito! ¡YA SAL 'JOPUTA! —la voz estridente de Auron gritándole desde afuera logró oírse por todo el interior de su hogar. Los ojos de Juan se dirigieron en automático a Spreen, que había vuelto a usar sus gafas incluso al interior de la vivienda, pero más allá de quedarse quieto, no pareció haber otra reacción.
Juan no notó las garras del oso que se clavaron en la madera de su encimera. Juan solo estaba pensando en sacar a Auron lo más rápido que pudiera de allí.
—¡Que ya sé que estás ahí, desgraciao'! —siguió el escándalo el otro castaño, con su voz oyéndose cada vez más cerca. —Tanizen me dijo que no llegaste a tu reunión con él...
No, no, no, ¡se le había olvidado! El hechicero se adelantó a salir del espacio, apresurado, para abrir las puertas de su santuario y fijarse que el de mecha de fuego ya se había colado a su jardín, además... No venía solo, no. Venía junto a Reborn.
—¿estás bien, capullo? —fue el ex-guardabosque el que cuestionó. Auron se quedó mirándolo en silencio, preocupado por la piel pálida de su amigo y su rostro de espanto.
—Chicos, tienen que irse... —el de gafas se apresuró a decirles. Sin saber por qué, sintiendo una incomodidad en su interior, casi como si pudiera oír los gruñidos bajos que emitía cierto oso desde otro lado de su hogar.
—¿qué dices, Juan? ¿por qué? ¿y qué mierda te pasa? —Auron se acercó hasta él, tratando de alcanzar su brazo para que la mirada desenfocada del joven se centrase en la suya propia, pero Juan parecía aterrorizado.
Reborn se acercó hasta su pareja, preocupado por el mago también, que, aunque habitualmente no tratase de la mejor forma, era su amigo. Auron volteó sus ojos heterocromos hasta su pareja, indeciso, pero en lugar de encontrarse con los ojos de Reborn, se halló con este apretujándolo contra sí mismo, mientras sacaba a toda prisa su espada y se colocaba delante de los otros dos en nada más que una postura de defensa y protección.
—Auron, saca a Juan de aquí ahora —Reb le dijo en el tono más grave de voz que su pareja le oyó nunca. El otro se sorprendió cuando de entre la zona oscurecida de la entrada del santuario de Juan, surgió una figura distorsionada de pelaje casi negro, con inmensas garras y gruñidos estridentes surgiendo de sus fauces.
—¡¿ES UN OSO?! —Auron no se contuvo de gritar mientras envolvía al hechicero con su propio cuerpo y sacaba rápidamente de su inventario su espada al igual que Reborn.
—¡LO ES, AHORA CORRE! —Reborn gritó, adelantándose para interponerse en el camino del oso salvaje que tenía la vista clavada en el lugar en que estaban Auron y Juan. Reborn podría estar acostumbrado a lidiar con todo tipo de animales salvajes a diferencia de su pareja y amigo, pero los osos no solían ser animales agresivos por naturaleza, al menos no en lo habitual.
—No... ¡NO, ESPERA, REBORN! —Juanito luchó contra la presión de Auron para escaparse de éste. Su amigo chistó en respuesta, con la flama en su cabeza creciendo debido a la frustración.
Por supuesto, nadie entendía la situación como él. No podía permitir que Reborn atacara al oso.
—¡JUAN, IDIOTA, POR FAVOR ALÉJATE! ¿QUIERES MORIR? —le gritó el guardabosques, temiendo por la integridad de todos los presentes. Por mucha experiencia que tuviese, ese oso era enorme.
—¡No, Reborn, no lo entiendes! —el hechicero se apresuró a llegar hasta el lado del castaño aún contra las quejas de Auron tras de él, consiguiendo que el de lentes de aviador le detuviese con el brazo restante. —¡Ese no es un oso cualquiera, es Spreen!
Y justo en el instante en que lo comunicó, el oso se alzó en toda su altura y soltó un gruñido que le recordó a Reborn a un oso hambriento.
—¡¿Cómo que es Spreen, gilipollas?! —Auron le gritó, su llama apagándose de pronto, dejando solo una humarada saliendo de su cabello.
—Auron, juro que te puedo explicar, pero necesito que salgan de aquí ahora mismo, ¿está bien? —el hechicero empezó a rogar, mirándoles expectante y preocupado en extremo de no lograr sacar a esos dos antes de que Spreen se volviese más agresivo. No quería fallar su palabra con el oso, este no quería dañar a nadie mientras estuviese inconsciente.
—¡¿De qué hablas?! ¡¿Cómo piensas que voy a dejarte aquí con él, 'joputa?! —Auron le agarró del brazo con fuerza, su piel empezando a quemar repentinamente. Juan intentó zafarse ante la quemadura, y su acción logró que el oso se tornase más violento aún.
—¡Sé cómo ayudar! ¡Pero necesito que salgan de aquí! ¡AHORA! —ordenó el hechicero, esta vez con un poco más de cabeza y empujándolos como podía a la salida.
—Auron, hay que irnos... —Reborn le dijo, sus ojos pegados en el oso frente a él para evitar cualquier movimiento en falso que pudiera dañarlo. Fue como si el guardabosques entendiera mejor las intenciones del hechicero, pero no era el momento ni el lugar para hablar.
—¡PERO RENATO, CÓMO...! —El mayor de todos empezó a alterarse, aunque la amenaza de la situación y la insistencia de Juan podían con él. —Mierda, bien, BIEN. Necesito que me expliques, Juan, o te juro que vendré a sacarte de aquí. Asegúrate de al menos comunicar que estás vivo por el comunicador. Hablaremos después.
El mayor de todos se apresuró a tomar la mano de su pareja para arrastrarlo rápidamente a través del jardín restante, con la fuerza suficiente para saltar con él a cuestas mientras Reborn mantenía sus ojos fijos en el oso durante todo el camino. Juan respiró un poco más aliviado cuando por fin se fueron, pero ahora tenía que enfrentarse al problema verdadero...
A Spreen.
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¡Cuarto capítuloooooooo! Sí, los estoy subiendo bien seguido, esta es la suerte de tener la mayor parte escrita jaja, pero espero que les esté gustando. Puede parecer un poco corto cada capítulo y quizá las situaciones evolucionan muy rápido, si te da esa sensación, ¡lo siento! no hice casi nada de relleno para este fic porque la verdad me servía escribir cuando me aburría un poco de estudiar, así que en realidad era una idea originalmente muy pequeña.
Decir también que, como comenté, este fic se orienta en algún punto luego de que Juanito se entere que es hijo del profeta, pero por ahora no tiene intención en reparar su relación con él y todavía le guarda rencor por como lo trataba en las misas.
¡Cualquier comentario, voto es bien recibido y ánima muchísimo! Gracias por leer, ¡nos vemos en el próximo!
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