Capítulo 15
El traslado a su santuario en manos de Carola, Mariana y Auron que se ofreció, fue rápido cuando el hechicero decidió por fin enseñar a otras personas su secreto mejor guardado: el ascensor que llegaba directo hasta su jardín. Los dos chicos de pueblo naranja dejaron a su jefe y amigo recostado sobre la cama del hechicero, mientras este presentaba sus excusas y las explicaciones correspondientes para que ninguno se preocupase después de la actuación del híbrido hace semanas, y su aparición en peores condiciones el día anterior por causa de él.
Ambos habían acabado invitándolo a salir junto al grupo entero de Spreen para presentarlo oficialmente como su pareja, además de agradecer por cuidar del joven en sus peores momentos. Juan no fue específico en cuánto a los motivos, pero pareció que ellos entendían un poco mejor a este punto lo sucedido. Por suerte, los comentarios doble sentido Auron se los reservó mientras estaban en presencia de los amigos de su pareja.
El de mechón de flama le informó que visitaría el santuario al día siguiente junto a Zorman para traerles comida, de forma que no se preocupasen y guardasen el reposo correspondiente. Entre tanto, Auron les consiguió varios frutas y carnes cocinadas que dejó en una canasta para sobrevivir el día.
Hacia la tarde, Juan se dignó a recostarse junto al híbrido luego de tomar un merecido baño.
—Spreen... —murmuró, sus manos buscando su rostro para acariciar con suavidad la piel, disfrutando del contacto cálido. No estaba seguro de cuánto tardaría en despertar, pero mierda, ansiaba poder ver sus ojos.
Se sorprendió cuándo los brazos, antes lacios del oso recostado entre las cobijas, buscaron su cuerpo y lo apretujaron contra él, causando que el hechicero recostase su rostro sobre el pecho del más joven.
—¿Spreen? —Juan atinó a preguntar, dudando de sí había sido de forma involuntaria en el sueño o si por fin el otro había despertado. Recibió a cambio los pequeños y tiernos gruñidos del oso.
—Te oigo, wacho —respondió, la voz ronca de recién despertado, manteniendo su par de ojos cerrados. El olor mezclado de ambos inundando la habitación era particularmente cómodo para Spreen, quién estaba gustoso de que lo primero al despertar fuera sus aromas, juntos. De Juan y de él, como una pareja.
—Oye, oso, ¿te sientes mejor? —fue lo primero que se le ocurrió decirle. El hechicero disfrutó de escuchar los latidos del híbrido recostado como estaba, un ánimo previo para animarse a hablar del tema que a ambos interesaba.
—Lo estoy —aseguró, dejando que sus manos, antes firmes sobre la cintura del hechicero empezaran a vagar por su cuerpo para acariciarle. El alivio que recorría su cuerpo de saber que había despertado no lo alcanzó a disfrutar antes de que su animal interno hubiera decidido abandonarlo sin nada de energía. —¿cómo estás vos?
—Bien. —le respondió. La angustiosa sensación de saber que debía hablar de la marca le había sentir incómodo y creaba todo ese entorno frío que no le gustaba para nada. Juan suspiró, tratando de darse fuerzas para continuar.
—Yo... perdón por dormirme, no pude más —Spreen interrumpió su divagación —Probablemente esos pelotudos te lo dijeron antes que yo —el oso presionó apenas sus garras contra la piel ajena. Su gesto de evitar verle a los ojos ahora no era más que su cobardía, no quería que Juan lo rechace, por más que estuvo dispuesto a deshacer la marca de él quererlo. No quería encontrarse con los ojos de Juan reprochándole o castigándole por actuar en contra de su voluntad. —Juan, perdóname, yo lo siento, de verdad wacho, no sabía que pijas hacer, solo quise que despertaras, disculpa...
Su balbuceo junto al ruego desesperado le quebró el corazón al hechicero. Este se apartó del híbrido, notando como este cerraba los parpados incluso con más fuerza, sus colmillos lastimando sus labios por la tensión. Juan se subió sobre su cintura, sentándose sobre su él, inclinándose sobre el oso para alcanzar con su palma la mejilla de Spreen.
—Abre los ojos —le pidió, su voz suave instándole a su petición. El híbrido no quería, pero su animal fue más fuerte que él en ceder a todos los deseos de Juan.
Con recelo, abrió los parpados para hallarse con la bonita imagen del castaño mayor, su rostro bonito sonriéndole con dulzura, los ojos ligeramente entrecerrados en una expresión que no podía negar que destilaba puro cariño. Juan usaba apenas una camisola holgada, con el cabello todo revuelto, portando su collar verde, pero viéndose fresco y vivo. Spreen se derritió ante la visual, Juan estaba bien, su cara tenía color, sus mejillas se enrojecían, su tacto era caliente, sus ojos miel brillaban...
—No me pidas disculpas —Juan le pidió, tomando una de las manos de Spreen que este mismo dejó caer a un costado cuando el hechicero se apartó, asustado de ser regañado por él. —Me salvaste.
—Vos me pediste que no te marcara —Spreen comunicó, recordándole la situación en que casi lo intenta. —No quise hacerlo sin consentimiento, no quise aprovecharme de vos...
—Spreen —el hechicero volvió a detenerle. La mano que tomó del híbrido subiéndola hasta su pecho, ahí donde por poco se sentía el latir de su acelerado corazón. —No pienso eso de ti, sé que no fueron tus intenciones, pero me salvaste, gracias a eso estoy aquí
—Drako dijo que era la única opción. Podemos romper el lazo si lo querés después, yo acepto lo que vos decidás, Juan —informó Spreen, obligándose a sí mismo a soltar esas palabras por más que en lo profundo quisiera sencillamente acaparar al chico para sí mismo.
—Lo sé. —aseguró. Se dejó caer contra el pecho del oso, pero mantuvo su rostro observándole porque estaba entretenido con los nervios del híbrido. —Yo no quiero deshacerla.
—Podemos ir apenas vos te curés, yo estaré bi... ¿qué decís? —Spreen se detuvo, boquiabierto, sin lograr procesar si lo que escuchó era correcto o no eran más que sus delirios producto de sus propios deseos. Él realmente pensó que Juan le diría que lo deshiciera cuánto antes. Que se enojaría, que gritaría, que reclamaría que se negó antes...
—Que no quiero deshacerla. —reafirmó. —Drako me contó todo lo que implica una marca como esta, Spreen, me dijeron todo los que nos podía pasar y yo... no quiero que termine. No quiero dejar de ser tu pareja.
—Juan, boludo, no necesitás mantener mi marca para ser mi pareja. Yo aceptaré si vos no la querés ahora, pero todavía querés estar conmigo. —el híbrido se atrevió a interrumpirle, esta vez con firmeza en su hablar solo para darle seguridad a su amante. No quería que pensara que de no tenerla él lo dejaría. —Siempre que vos querás, vas a ser mío, con mi marca o sin ella.
Juan enterró su rostro en el pecho del híbrido, aunque este le obligó a regresar sus ojos hasta él tomándole desde el mentón. Esa reafirmación había llenado un pedacito de su herido corazón que no pensó curar.
—Eres demasiado para mí —el hechicero no pudo evitar confesar, sonrojado a más no poder. —Confío en ti, Spreen. No quiero deshacerme de la marca, quiero ser tuyo de la forma más íntima que conoce tu especie. —afirmó, animándose a exponerse ante su pareja, tanto como Spreen siempre se preocupaba de reafirmar su cariño, sin presiones. —Tú lo dijiste, si funciona, está bien, y si no lo hace... Solo te ruego que no me dejes como lo hizo ella... Si ya no me quieres, entonces aceptaré deshacerla.
Spreen sonrió. Esa sonrisa completa que Juan podía contar con una mano la cantidad de veces que la enseñó, todo encantado y feliz de la confesión. El castaño sintió su cuerpo ser presionado contra el cuerpo bajo suyo, mientras que el híbrido empezaba a repartirle besos a lo largo de todo lo que sus labios alcanzaban, sus labios, mejillas, cuello.
—¿Qué decís, boludo? Si yo no te voy a dejar —expresó con tono divertido y cantarín, al momento en que volteaba sus cuerpos sobre la cama, recostando al hechicero sobre el colchón y él encima. —Sos mío, gafotas.
—Sí... —Juan dejó salir por poco su voz, embelesado de la belleza del híbrido —Lo soy.
La sensación de felicidad tras esas palabras cursis le supieron distinto, tan lleno de emoción, de gusto, que era incapaz de contenerse. El hechicero tenía a su amado justo a su lado, el que le llamaba recelosamente suyo, el que también le pertenecía, el que le sonreía tan hermosamente... Spreen se sentía demasiado para alguien como él, pero joder si era egoísta, no iba a darle ese hombre a nadie.
—Te quiero —el híbrido separó sus labios apenas unos segundos para decírselo, apoyando su frente contra la de Juan. —Me asusté cuando vos no despertabas, yo... todavía no entiendo todo, pero quiero estar con vos.
—Hey... —Juan sonrió, porque su preocupación parecía tener orígenes similares para ambos. El hechicero lo veía en su mirada, que antes no pudo descifrar. Spreen temía no saber expresarse, decepcionarlo, no ser suficiente. —Aprenderemos juntos, ¿va? Yo igual quiero estar contigo, no importa si empezó demasiado rápido...
—Quiero que entendás esto, capo —Spreen le obligó a mirarle. —Te deseo. Quiero todo de vos, tu tiempo, tus palabras, quiero que estés para mí, yo no entiendo como se siente tan intenso, y no quiero asustarte, así que necesito que vos sepás que tienes que decirme... Decime si te molesto, si querés menos intensidad, lo que sea... Pero decime.
—Lo haré. —aceptó el hechicero, apresurándose a unir sus labios con desesperación.
El constante roce de labios mientras abría sus bocas, recibían sus lenguas y recorrían el otro, como si hubieran pasado demasiado tiempo separadas. Spreen estaba absorto en su apetito de devorar a Juan, extrañando sentirlo, oírlo, olerlo. Sus manos trabajaron rápido colándose debajo, poniéndose en contacto con la piel, acariciando, apretando, marcando sus manos sobre la cintura. Estaba desesperado por dejar su rastro en él. Y Juan no parecía animado en rechazar su tacto.
—Necesito de vos —susurró el híbrido, su voz notablemente más ronca y baja. Sus ojos y expresiones denotaban todo el deseo que podía tener del otro, con la respiración agitada, tenso, a punto de perder el control sobre sí mismo.
Su animal interno estaba a punto de nublarle la razón, pero quería estar plenamente consciente para esto, quería poseer a Juan.
—Spreen... —Juan le llamó, consciente del esfuerzo que realizaba el híbrido. —No te contengas.
Y honestamente, no mentía. Juan quería acapararlo, que su olor impregnase su espacio, tener tan cerca al oso que pudiera notar hasta sus pequeñas manchas y pecas. Sentía en cada caricia de su pareja la necesidad, así que él solo quería complacerlo, darle todo de sí mismo.
El híbrido no tardó en volver hasta su boca, esta vez con mayor intensidad mordisqueando sus labios, dejándose vagar incluso por el cuello de Juan para succionar la piel suave, marcándola rojiza, con el hechicero jadeando en respuesta. Sus manos descendieron hasta el pantalón de lino que cubría al hechicero, bajándole sin apenas esfuerzo para rebelar la intimidad del mayor. Este soltó una respiración particularmente fuerte cuando quedó al descubierto, bajo la mirada expectante de su amante que sonrió lascivo al ver su estado apartándose de él levemente.
Juan estaba excitado, su olor particular saliendo con mayor intensidad, pero no solo eso... Estaba erecto. Su pene no había tardado nada en reaccionar, incluso si no había sido tocado o rozado para ello. Spreen se encontró a sí mismo feliz de causarle eso al castaño, salivando en exceso cuando pensó en su siguiente movimiento. Era algo que le hubiera encantado hacer la primera vez, pero esta vez fue mejor momento.
Así que se inclinó sobre el cuerpo del hechicero, extendiendo sus piernas y doblándolas, obligando al hechicero a pegar sus rodillas a su torso. Su redondo trasero e intimidad quedaban especialmente expuestas y presentadas para él.
—Spreen, ¿q-qué vas...? —con algo de esfuerzo consiguió decirle el mayor, cegado por el calor del momento.
El híbrido se relamió los labios. —Voy a chupártela —anunció, su tono de voz seguro y claro, con su seriedad habitual que no pegaba nada para esta situación, en que tenía al hechicero desnudo a la espera de cualquier acción.
Juan quiso reclamar, sin embargo, cualquier cosa que hubiera podido querer decir se quedó en el fondo de su garganta al sentir la calidez y estrechez del interior de la boca del híbrido cuando este se hundió entre sus piernas, tomando su pene entre los labios para dejarlo pasar, asegurándose de recorrer con su lengua la extensión de su amante, facilitándose el trabajo al volver a repetir el proceso la siguiente ocasión, subiendo su cabeza hasta abarcar con la presión de sus labios el glande, antes de volver a fundirse hasta la base, cuidando que sus colmillos no fueran a herirlo.
El bombeo aumentó la rapidez enseguida, con el castaño incapaz de levantar la cabeza para ver el espectáculo entre sus piernas, con el híbrido engulléndole, salivando en exceso alrededor de su pene, sujetando sus piernas por la parte posterior para evitar que cerrase sus piernas en torno a él y dificultase la tarea. El calor subía desde su vientre por toda su espina, dejándolo hecho un manojo de gemidos desordenados, una de sus manos instintivamente cerrándose sobre la cabellera azabache de su pareja, empujándolo sobre su miembro para apresurar su ritmo cuando estaba al límite del éxtasis.
—Spreen... me... —Juan trató de avisar, un esfuerzo sobrehumano por hilar algo coherente. —Me voy a correr...
Su aviso no tuvo cabida, Spreen continuó en lo suyo, con una de sus manos ahora trabajando en abarcar la zona más bajo de su pene, apretando la base en el momento en que Juan gimió alto, liberándose en la boca del híbrido sin control. El líquido amargo llenó su boca, pero no lo dejó hasta que los últimos pequeños chorros fueron expulsados.
No le importó en absoluto el gusto de su paladar, tragándose lo que quedase en su boca cuando dejó ir el miembro de su amante, que se relajó una vez que le dejó ir. El agotamiento llegó a Juan causa del post orgasmo, tratando de recuperar su respiración. Spreen no tardó en volver a su cuello, repartiendo suaves besos para distraerle de lo que sus manos intentaban mientras tanto.
—Tus garras... —Juan le hizo notar una vez que su mente se despejó lo suficiente para notar como los dedos de Spreen recorrían la zona de su agujero, presionando suave sobre esta como intentando hacerle ceder. El recuerdo de los días previos, follando a cada rato, le recordó a Juan que no había necesito dilatar demasiado luego de la primera vez, pero ahora no se sentía lo suficientemente cedido para él.
—Las puedo retraer ahora —anunció el híbrido, haciéndole una corta demostración gráfica, dejando que sus yemas fueran las únicas en contacto con la zona íntima de su amante. Juan sonrió, Spreen parecía emocionado de ser él quién fuese a realizar la tarea de dilatarle y aunque no tenía problemas en ello, no podía contener sus ganas de sentirlo directamente ya.
—Hay... hay lubricante en la cesta al lado de la cama —señaló el castaño, sonrojándose más de ser posible. Auron lo había insinuado cuando lo trajo hasta el santuario, alegando que mejor se lo dejaba por las dudas, y si bien no pensó que lo usaría ya, le venía perfecto, no iba a negarse a la ayuda extra.
El híbrido se sorprendió, pero buscó rápido bajo la indicación del hechicero hasta hallar el frasco con líquido transparente que el otro identificó. —Quiero... quiero que lo hagas ya, ¿puedes? —Juan se atrevió a decirle, para clarificar sus intenciones cuando su pareja le miró con cierta confusión.
—¿Qué es lo que querés? —preguntó luego de un par de segundos, cuando la intención de su castaño se esclareció para él. Quería escucharle decirlo.
—Spreen... —murmuró, un poco como regaño, pero los ojos del híbrido se mantuvieron en él con una sonrisa traviesa adornándole el rostro. Solo pudo desviar la mirada cuando se rindió, siendo más sus ganas que su vergüenza. —Mete tu pene, ahora, ¿así, mejor?
—No pensé que lo dirías —acertó a reírse el otro. Juan le miró todo sonrojado, casi con disgusto por burlarse de él, pero se entretuvo desabrochándole la camisa al híbrido para dejar al descubierto su torso. Spreen aún conservaba rastros de marcas rojizas de sus dientes de sus sesiones pasadas, Juan no iba a aburrirse de marcarle y recorrer cada rincón de piel.
El híbrido le dejó disfrutar la tarea con calma, gruñendo suave cuando el castaño mordía con un poco más de fuerza alrededor de sus pezones. Spreen, por otro lado, había trabajado en bajarse el pantalón, sus dedos apresurados dejando caer el líquido sobre su pene, luchando con el cuerpo de Juan que se pegaba a él. La sensación húmeda y fría lo hizo tensarse, pero la viscosidad le permitió cubrir su larga extensión rápido.
—Capo, ponete... quiero verte, rápido... —pidió con esfuerzo, sus sentidos centrados en la mano de Juan que le acompañó a masajear su miembro.
Juan logró entenderle a pesar de su interferencia, y los ojos nublados del híbrido que parecía estarse conteniendo. Se recostó de espalda a la cama, tomando él mismo sus rodillas para doblar sus piernas hacia su torso en la misma posición que usó antes para el oral. Por supuesto que le causaba bochorno, pero su calentura podía más que su pudor.
Spreen derramó el resto del líquido en el frasco directamente sobre la zona expuesta para él, dejando que se deslizase no solo en las cercanías de su agujero, si no hacia el pene del hechicero, que estaba duro con la punta rojiza, desesperado por un poco de contacto. No pudo evitar relamerse los labios cuando la saliva pareció desbordar sus labios por la sensual imagen que estaba ante él. Mierda.
El hechicero tan solo podía tragar a su vez, viendo a Spreen recorrerle con los ojos, mientras sujetaba entre sus manos esa extensión de carne que estaba a punto de ir hacia él. ¡Joder! Era el peor momento para recordar lo que Drako había dicho... El cuerpo de Spreen iba a crecer para adaptarse a él... ¡No pensó que su pene también! ¡¿Qué necesidad?! ¡No era pequeño antes!
—Ve despacio. —le pidió con el último atisbo de cordura en el momento en que el híbrido se acercó, deslizándose sobre él en un roce provocativo, poniendo en contacto la punta con la apertura que esperaba ansiosa.
—Lo intentaré —contestó.
Juan jadeó cuando el glande se hundió, perdiéndose en su interior. Spreen no podía quitar la vista del lugar dónde sus cuerpos ahora se unían, hipnotizado de como la sensación húmeda del lubricante facilitaba la intromisión. Quería enterrarse profundo en el hechicero, pero sus orejas, atentas a los sonidos eróticos que provenían de la boca de Juan, disfrutaban también de los quejidos de éste mientras iba lento.
Era inevitable para el mayor, esa lentitud tortuosa lo obligaba a relajarse, intentar soltarse para que su músculo cediese, cosa que le resultaba imposible. Mantenerse concentrado lo hacía mucho más sensible y ser mucho más consciente de la diferencia en tamaño.
—¡Sp-spreen! —gimió, la zona sensible en su interior siendo presionada y enloqueciéndolo en el proceso. Su tensión se vio reflejada en su rostro, encogiendo incluso sus dedos del pie, pero también contrayendo los músculos, lo que causó en Spreen una presión extra que lo obligó a gruñir.
—Soltá un toque, o no voy a aguantarte —advirtió el híbrido, encorvándose sobre el hechicero. Su movimiento hacia adelante finalizó la primera penetración, con un pequeño gritillo del hechicero que fue callado por sus labios que se apresuraron a besarle.
Le encantaba que gimiese por él, pero prefería comerle la boca.
El castaño no tardó en rodearle el cuello con sus brazos, dejando que sus piernas se enrollasen en la cintura del híbrido, aprisionándole. Spreen era intenso, totalmente deseoso de él y mientras pasaban mordiéndose los labios, consiguió que Juan se relajase lo suficiente para no sentir que de intentar moverse iba a terminar.
Empezó a balancearse sobre él, arrastrando el cuerpo de Juan consigo con lentitud. La cercanía de ambos cuerpos causaba una prisión del pene del hechicero, quién se encontró doblemente excitado cuando ese roce acompañó las embestidas del híbrido. Intentaba no ver la libido en el rostro de su pareja, pero era imposible cuando los ojos platinados de éste le miraban con tanto deseo.
Spreen no se perdía ni un gesto del hechicero, ansioso de grabarse cada imagen en la memoria, solo que el ritmo lento lo sostenía al borde. Las garras no pudieron evitar brotar, bajando hasta clavarse en la cintura del otro, un instinto que no fue capaz de reprimir. Juan ni siquiera se quejó, a penas pudo notarlo en medio de su excitación.
—ma... más rápido... —insistió Juan, luchando para empujarse hacia abajo entre las sábanas en un intento en sentir a Spreen más profundo.
—¿Querés hacerlo vos? —le ofreció sonriendo malicioso, deseoso igual que él de aumentar el ritmo. Sin esperar a su respuesta, se incorporó sobre la cama, llevando a Juan consigo sin molestarse en retirarse. Se sentó, acomodando las almohadas para su espalda lo más rápido que pudo, dejando al otro sobre su regazo.
—¿De verdad tengo qué? —preguntó el hechicero, jadeando dificultoso cuando la nueva posición hizo que el pene de Spreen se clavara en su interior.
—Obvio, capo —el híbrido usó sus manos para elevar la cintura del hechicero, dejándolo caer luego, escuchando en respuesta un sonoro gemido con su nombre.
La sensación de lleno era difícil de aguantar, incluso si habían pasado ya muchas veces haciéndolo. Juan creía que podía sentirlo incluso palpitar.
—Móvete y te haré llegar, cariño —dijo. Su voz se oyó como una advertencia, que Juan supo interpretar en cuánto los largos dedos del oso tomaron su miembro, el pulgar recorriéndole la punta.
Juan obedeció, sosteniéndose de los hombros de Spreen para elevarse, dejando que ese gran pene casi saliese de él, antes de volver a caer sobre el regazo de su pareja. El híbrido le ayudó con una de sus manos, mientras la otra, su diestra, cumplió efectivamente sus palabras, subiendo y bajando para masturbar el mayor.
El hechicero enloquecía, sin siquiera intentar callar su voz, con intensos sentones tomando a Spreen ya sin dificultad. El esfuerzo al elevarse causaba una constante tensión del castaño, aprisionando al híbrido con su estrechez.
—Boludo, voy a acabar —avisó el híbrido, luchando con el placer que el hechicero le brindaba.
Juan sonrió en medio de sus movimientos, orgulloso de ser él quién lograse tal descontrol en el orgulloso oso. —Hazlo dentro —ordenó, un último vaivén acelerado antes de caer sobre la cintura de Spreen con una de sus manos obligándolo a mantenerse ahí, recibiendo todo el semen de éste en lo más profundo de su ser.
Algo que podría resultar desagradable para cualquiera, la cabeza mareada de Juan solo podía pensar felizmente en lo bien que se sentía tenerlo dentro, marcarlo incluso en el interior. Quería tomar todo.
Spreen apretó a Juan con la mano, el placer del orgasmo golpeando a ambos casi a la vez.
—¡Spreen! —gimió en el último momento el hechicero, su visión nublándose con los ojos llorosos, su culo lleno y derramándose a chorros, ensuciando al híbrido.
—Juan, déjame morderte otra vez —el oso pidió, respirando con dificultad sin recuperarse totalmente de clímax resiente. —Quiero darte mi marca ahora, contigo despierto...
—Puedes... sí... yo quiero que lo hagas —su respuesta dejó ver una gran sonrisa de parte del menor, de esas que el hechicero iba a atesorar por el resto de su vida.
Spreen despejó el cuello del castaño, relamiendo la piel, sus colmillos brotando de su boca en la misma expresión de dominio sobre él que antes ya le había enseñado. La única diferencia era que Juan estaba seguro de quererlo ahora. Ni una pizca de duda en sus ojos esperando cuando el híbrido acabó clavando sus dientes en el espacio de la anterior. Juan estuvo dormido cuando él reemplazó su marca, sin embargo, ahora era plenamente consciente del dolor de sus colmillos atravesándole la carne, un ardor permanente que vino acompañado de algo que antes hubiera sido imposible.
En tanto sostenía su boca en el cuello, el hechicero no evitó el jadeo sorpresivo consecuencia del pene del híbrido hinchándose en su interior. Maldita sea, acababan de terminar... ¿cómo era siquiera una posibilidad?
—No te muevas —le pidió el mayor, su cansancio resintiendo su cuerpo, con el real miedo de que de intentar retirarse ahora, iba a acabar rompiéndolo.
—No puedo —respondió el azabache, preocupado del temblor de su amado, que parecía perder fuerzas y apoyarse contra él. No mintió al decírselo, el nuevo aumento de tamaño le imposibilitaba cualquier movimiento. —¿Estás bien, capo?
—Sí, solo, ¿cómo es que todavía puedes...? —la duda surgió sin pensarlo demasiado.
—Espera un toque —le dijo. Dejó que sus manos vagaran por el cuerpo del hechicero, buscando calmarle y distraerle del evidente dolor. —Fue por la marca, cariño, pero si querés podemos seguir después
—Deja descansar mi trasero, oso idiota —regañó el hechicero —Siento que mi culo se va a partir.
—No exageres —se rió el azabache, con Juan en sus brazos besándole la coronilla, sus dedos pasando tras sus orejas de oso.
—No seas humilde... Tienes un pito enorme —el hechicero comentó como si fuese lo más normal, sin inmutarse incluso con la expresión boquiabierta del híbrido. —Incluso te creció... ¡El pendejo de Drako tenía razón!
—Pará... ¡Para un toque! ¿de qué boludes me hablás? —interrumpió el oso, sin entender de que le hablaba.
—Joder —Juan suspiró con cansancio, pensando en lo idiota de que se lo hubiesen explicado a él únicamente. —Drako me explicó que, con la marca, era probable que tu cuerpo y tu animal buscasen adaptarse a mí. Esto podía suponer que quizá tu cuerpo iba a crecer. No pensé que tu pene también.
Luego de un par de segundos de procesar, Spreen soltó una sonrisa pícara. —Significa que eres un pervertido, cariño. Si me iba a adaptar a ti, ¿querías que me creciera?
—¡N-no dije eso! —se excusó el hechicero. El rubor cubrió todo su rostro. —Además, eres un pendejo tú, ¿cómo no te diste cuenta que estabas más grande? Empezó antes de que yo cayese inconsciente.
—Ah, no sé boludo, no me fijo —se encogió de hombros, riéndose del cambio de tema repentino para evitar su burla.
La marca en el cuello de Juan pareció brillar en los ojos del híbrido, un pequeño rastro de sangre del hechicero brotaba de los agujeros que sus colmillos habían dejado. Sus dedos recorrieron la herida, disfrutando de saber que Juan estaba ahí con él, que había decidido quedarse, tener su marca, ser su pareja...
No pudo evitar la risa de felicidad que brotó desde lo profundo de su ser, empezando a asimilar todas las emociones que en su vida no había conocido antes. Sí, a Spreen le hacía feliz cocinar, también estar con Pelusa, incluso ir a minar en solitario... Solo que ahora conocía otro tipo de felicidad, la clase de la que solo conocías alrededor de otros y Juan era su centro. En medio del torbellino de sentimientos, el hechicero provocaba de todo en él.
No deseaba soltarlo. Así fuese muy egoísta o demasiado abrasador, iba a permanecer al lado de ese hombre tanto como éste lo permitiese. Y su oso, gruñendo en su interior, concordaba con él.
—Spreen, te quiero.
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Este capítulo contiene 4582... WN, como que me pasé, ¿no? jaja, aunque bueno, era imposible dividirlo, así quedó, nada que hacerle...
En fin, tengo que confesar que no soy ninguna experta escribiendo smut para nada, se intentó nomás, que decir, me surge solito mientras los escribo interactuando, terrible. Al menos, c!Juan y c!Spreen pudieron hablar, es que, estos dos se aman, necesitaban resolver sus cositas de la manera más bonita que se me ocurrió, nada aquí que uno se me muera, para eso tenemos el canon jaja... *llora*
Opiniones, comentarios, críticas, ¡todo es bien recibido! Espero que te haya gustado sinceramente, ya quedan solo dos capítulos...
¡Nos vemos en el siguiente!
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