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Capítulo 12


Zorman corría a través de las esquinas de su laboratorio acomodando todo lo necesario según las indicaciones de Drako, que entre tanto debía mantener con su propio poder el veneno detenido de avanzar por completo hasta el corazón del hechicero. Esto lo mantenía agotado, y se veía notablemente pálido para el científico, pero le agradecía de corazón que estuviera ayudándolo porque era claro que el hombre tenía muchos más conocimientos de los que él tenía.

—Necesitas alejar cualquier objeto que tenga un aroma fuerte, como tu zona de pipetas, cariño —le indicó, señalando la zona con su mano libre. Zorman asintió y tomó todas las probetas y otros líquidos que supusieran un peligro para apartarlos a otra sala.

Al regresar, mirar al religioso le entristeció un poco. El científico le había cubierto con una manta de su cama, ya que Drako no había despegado sus dedos de la zona donde la marca negra terminaba, cercana al corazón de Juan.

—Gracias por hacer esto... —el científico le abrazó, recargándose en su espalda y repartiendo caricias aleatorias sobre sus marcados brazos. Su pelo desordenado llegaba incluso hasta sus hombros, y Zorman disfrutó de la sensación de su cabello cosquilleándole. —Sé que Juan no te cae muy bien...

—Zorman —le detuvo el mayor. —Es... es verdad que este mamahuevo no me agrada... pero descubrí algo, quise decírtelo cuando llegué, pero...

—Está bien, calma —el científico le sonrió. —Nos distrajimos cuando llegaste, pero ¿de qué se trata?

—Este idiota es mi hermano. —sentenció, mirando vagamente el cuerpo recostado en la camilla del laboratorio. —Dudo que él me crea. Yo... no lo sé. El profeta me ha mentido tanto...

—Hey —Zorman le llamó, luego del impacto inicial que significó. Después de la noticia de Juan siendo el hijo del profeta, hubiera creído que nada más podía sorprenderle. Siempre estaba equivocado. —Tú, ¿quieres decírselo?

—No —la respuesta llegó rápida. El científico le miró con duda, indeciso de qué decirle a continuación. —Le he estado haciendo la vida imposible, además, es cierto que tuve envidia de su relación con el profeta, él no me va a creer. —aseguró. Zorman notó sin querer el temblor en la mano que detenía el veneno. —Aún así, no puedo dejarlo a su suerte. Lo que le está pasando es doloroso...

—Él no le ha dicho a nadie. —el científico divagó, pensando en todas las situaciones en que Juan simplemente no parecía mal, pero todo este tiempo había tenido eso con él.

—Solo espero que funcione. Si su afinidad con el oso ese es buena, es probable que funcione. Es una especie fuerte, solo es un problema que los dos hayan sido la misma especie. Este mamahuevo tiene un tipo. —rezongó el mayor.

—Ni que lo digas —se rió junto al religioso —Honestamente no pensé que llegase a estar con Spreen. No parecía que se llevaran bien.

—Tampoco pensaste que acabaríamos cojiendo, peluchita —se burló. Los colores llegaron a la cara del ojiverde, quién golpeó suave el hombro de su pareja.

Lamentándose de quebrar el momento relajado, Drako se obligó a observarle serio. —Zorman, no le digas a nadie lo que te conté. Lidiaré con ello en el momento en que lo crea adecuado.

—Si tú así lo quieres, lo respetaré. —aseguró el científico, dándole un suave beso para sellar su promesa, acabando con una sonrisa. Drako se relajó entre sus brazos, más calmado de saberse apoyado por su pareja. Contemplar el panorama completo había estado sirviéndole este tiempo para dejar de creer ciegamente en el profeta, ese imbécil que lo abandonó. Esperaba que la convivencia con Spreen significara lo mismo para Juan. Solo entonces, estaría listo para contarle todo.

Minutos más tarde, Auron llegó a los gritos al laboratorio, quitándose la mochila del hombro tan rápido como se acercó a la mesa. La pareja volvió a plan de trabajo en el momento en que el de mecha flama y el híbrido empezaron a tomar desempacar.

—¿Has hecho un nido alguna vez, Spreen? —le preguntó Drako.

El azabache no necesitó pensarlo demasiado —No. —su respuesta logró un suspiro agotado de parte del hechicero mayor. Los híbridos solo conocían los nidos en su infancia a través de su familia, la convivencia con otros, o cuando durante su propia época lograban hacerlos instintivamente, aunque resultaba más común en los no-dominantes.

—Rodea el cuerpo de Juan con todos tus objetos, si el aroma es débil, imprégnalos. Si hay cosas que compartan sus olores, será mejor. —instruyó el mayor. Auron ayudó al híbrido cobijando a Juan con las ropas del oso, y Spreen decidió usar su manta justo bajo la zona donde la marca de Juan estaba.

Al final, junto a su almohada, Spreen usó su remera, la que había usado estando con Juan cuando se desmayó.

—Spreen... preguntaré para asegurarme. —Drako llamó su atención una vez completada la tarea. —¿Estás seguro de hacer esto? Esto tiene dos posibles desenlaces... Uno, que Juan rechace la marca y todo termine para él o, en su lugar, que la acepte, y en ese caso, él se volverá tu pareja. No podrá estar con nadie ni tú tampoco, es probable que empieces a sentir lo que él siente y viceversa. Ya no podrás ser solo tú, ¿lo entiendes?

—Lo entiendo, capo —Spreen comunicó, quitándose sus lentes y mirando con sus ojos grisáceos el cuerpo de su amante. —El gafotas me importa, yo no lo voy a perder.

—Está bien... —Drako alargó, dudando un poco del híbrido. No es como que él tuviera derechos para ponerse en el plan del hermano protector, pero no quería pensar en el hechicero muriendo sin haber tenido la oportunidad de arreglar su relación con él.

—Drako, tranquilo —el científico le sonrió, apoyando su diestra en la espalda del mayor. Este suspiró, revolviéndose el cabello con la mano libre. Spreen permaneció en silencio, a la espera de las indicaciones, sin intención alguna de discutir o de interrogarlo.

—Bien —el azabache mayor alargó el suspiro, con visible preocupación. —Levantaremos el cuerpo de Juan para que puedas recostarte debajo de él. Será más fácil la transición en esa posición. Debes morderlo con los colmillos totalmente expuestos, y una vez lo hagas, quitaré mi mano. Cuando eso suceda, no habrá nada que detenga el veneno, así que el resto será probar si tu marca nueva lo logra o no.

—¿No puedes mantenerte reteniendo el veneno por si acaso? —Auron preguntó, asustado como todos en la sala de que algo saliese mal.

—No puedo —respondió —Si me mantengo interviniendo, puede ser peor. Cualquiera de las dos marcas puede reaccionar envenenándolo más. Lo sostendré hasta el último momento.

Auron chistó, pero no dijo ni reprochó nada más. Debía confiar, lo sabía, pero una parte de él no podía evitar estar enojado con el oso ex esposo de Juan, por dejarle esa estúpida marca, y de él mismo, por jamás darse cuenta de que uno de sus mejores amigos sufría en silencio. De haber sabido, quizá podría haber buscado respuestas antes.

—Hagámoslo. —interrumpió Zorman, acercándose hasta su amigo para levantarle sosteniéndolo por los hombros. —Sube, Spreen.

El híbrido obedeció, saltando ágilmente sobre la camilla y acomodándose tras el cuerpo del hechicero, de forma que este recostaba su espalda sobre su pecho. Zorman le ayudó a recostar el cuerpo que ahora poseía la piel cálida, y el tacto indirecto estremeció levemente a Spreen. No había pasado más de un día, y estaba desesperado por verle a los ojos de nuevo. Le abrazó sin apretarle, rodeándolo con sus propios brazos en un gesto protector, cuidando que sus garras no se clavasen en sus antebrazos descubiertos.

—Cuando estés listo... —Drako le dijo. Sus dedos apenas manteniéndose en contacto con la zona de la marca de Juan, evitando invadir con todo su cuerpo el espacio de los amantes.

Tan agotado como estaba, el híbrido luchó consigo mismo para exponer la totalidad de sus largos colmillos, los que sobresalieron de sus labios una vez los dejó. Sus ojos parecieron nublarse y oscurecerse, pero no perdió el control en ningún momento. A penas miró al resto en la sala, un asentimiento vago en dirección a Drako antes despejar el cuello de Juan con sus manos. La piel suave pero oscurecida de su hombro todavía tenía en ella las marcas de sus encuentros las noches pesadas y el aroma de Juan, aunque tenue en comparación, se sentía por fin cerca, el aroma a bosque que le encantaba. Restregó su rostro contra el otro, dejando su aroma para que se combinase, tal cual el santuario, el espacio que habían compartido todos esos días.

—Juan... —susurró, tratando de que fuera solo para él, pero sin importarle si el resto lo oía. —Lo siento, voy a morderte.

Justo al final de sus palabras, clavó sus dientes solapando la marca anterior. Sus dientes rompieron la piel y la carne a su paso, haciendo brotar finos hilos de sangre que recorrían la piel del hechicero dejando tenues manchas rojizas en su tez pálida. La vibración que sintió incluso a través de sus colmillos fue molesta, un cosquilleo incómodo, debido a la marca anterior que luchó contra su propia esencia impregnada. Mantuvo sus dientes clavados ahí por puro instinto, en una mezcla confusa de sensaciones, pero por sobre todas ellas, la de júbilo de su animal interno que gozaba ante la realización de marcar a Juan como suyo.

Apretó sin querer el cuerpo del hechicero, manteniéndolo cercano cuando sintió como la respiración del otro se descontrolaba y su ritmo cardíaco aumentaba. Drako quitó sus dedos en el instante en que sucedió, con la marca ennegrecida desprendiendo una extraña estela negra. Los tres restantes se apartaron, expectantes al resultado del ritual.

Auron rezaba que saliese bien y Drako no podía evitar apretar los puños, mirando fijamente la marca, atento a cualquier cambio.

Y ocurrió. La marca negra empezó a borrarse, como evaporándose poco a poco de la piel del hechicero, aunque pronto su cuerpo se perló en sudor y su respiración errática lo hizo removerse sobre la camilla bajo los brazos del híbrido.

—Juan... —murmuró, acariciándole vagamente. Sus labios recorrieron la nueva marca, además de su lengua sellando la herida que sus colmillos dejaron. —Estás bien, estoy con vos —continuó arrullándole, viendo a su vez el proceso completo hasta que poco a poco las últimas líneas negras eran únicamente las nacientes de la marca anterior, que acabó por cerrarse luego de un par de minutos más.

La única marca que prevalecía sobre su hombro era la de Spreen. Juan era su pareja.


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¡Uyyy! Capítulo 12, hecho uvu. Ya le queda poquito a esto, a pesar de que lo he subido bastante rápido, agradezco mucho todos los votos y los comentarios, me entretiene siempre leer lo que escriben y lo que opinan. Aquí quedará en el futuro para todos quienes disfruten del ship. 

Sobre el cap de hoy... Es una lástima que Juan cubito estuviera inconsciente, pero está hecho. ¿Juan va a despertar? Para ello, nos vemos en el siguiente capítulo!

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