Capítulo uno: ¿Quién era ella?
¿Nunca te has preguntado por qué eres tan diferente a los demás si son de la misma raza? Yo sí, porque no era normal, pero tampoco era diferente.
En aquella noche fría, cuya brisa era tan congelante como el hielo, estaba en mi habitación mirando el techo. Preguntándome por qué todo tenía que ser así y cuál era mi propósito en este mundo.
Porque se supone que todos venimos con una misión, ¿no? Al menos eso era lo que decía mi padre, pero en mi caso, eso no tenía mucho sentido.
De repente sentí que mi celular comenzó a emitir un sonido de llamada, estiré mi brazo y al tomarlo me di cuenta que era mi mejor amigo. Deslicé el ícono de color verde.
—¡Al fin contestas! —exclamó.
—No tenía ganas de hablar con nadie, Terk.
—¿Si sabes que llevo llamándote horas? Creí que algo te había sucedido.
—Estamos en un pueblo pequeño y aburrido, ¿Qué podría pasar?
—Bueno, tú vives cerca del bosque y creí qué...
—No creas todo lo que dicen, mayormente son solo rumores que las personas sin vida inventan, para que luego los tontos e ingenuos les crean.
—No soy tonto —dijo al otro lado del celular.
—No, eres un idiota —bromeé.
—Muy graciosa —ironizó
Me levanté de la cama y me dirigí hacia la ventana. La tenue luz amarillenta iluminaba mi habitación, los estantes llenos de libros de todos los géneros, mi escritorio llenos de hojas, lápices, marcadores y todo tipo de artículos de librerías técnicas para dibujar.
Me senté en el borde de color blanco. Desde aquí tenía una vista perfecta de la ruta que llevaba al bosque, el cual estaba a unos pasos de mi casa.
—Supe qué habrá una chica nueva en la escuela —comentó.
—¿En serio? Debe ser nueva en el pueblo.
—Lo es y es muy bonita.
Fruncí el ceño confundida.
—¿La conociste?
—Sí, vive al lado de mi casa —respondió emocionado—. No tienes idea de lo bonita que es.
—¿Quién entiende a los heterosexuales? —ironicé.
—Ya me darás la razón mañana cuando la veas y te des cuenta lo hermosa que es.
—Trek, para ti todas las mujeres son lindas.
—¿Acaso tengo la culpa de que todas las mujeres sean hermosas?
—No, pero...
—Pero nada, mañana me darás la razón, linda.
—Sí, claro.
Mientras observaba la ruta, corrí lentamente la fina tela de la cortina para poder observar con detenimiento. A lo lejos, noté como una pequeña luz amarilla se iba acercando.
—Oye, hablamos mañana.
—¿Por qué siempre quieres finalizar las llamadas?
—Ya te dije, tengo una vida ocupada
—Ambos sabemos que no es cierto, Madison y un día tendrás que contarme aquello que haces todas las noches —hizo una pausa—. Si me dices que te masturbas te juro que no me molestará.
—Solo porque seas mi mejor amigo heterosexual no quiere decir que te diré que hacemos las lesbianas.
—En serio le quitas la diversión a todo, linda.
—Sí, ya, mañana nos vemos.
—Descansa, linda.
—Buenas noches.
Finalicé la llamada y dejé el celular sobre el escritorio que estaba a mi lado.
Puedo y debo hacerlo.
Me asomé por la ventana y miré a mis alrededores, en busca de algo fuera de lo normal. Al confirmar que lo único a mi alrededor era troncos, césped tierra y verde, salté de la ventana. Caí en el suelo con los pies firmes sobre él, para evitar quebrarme o doblarme el tobillo.
Me dirigí hacia unos arbustos y me escondí detrás de estos, mientras esperaba que el auto se acercara lentamente. Con toda la seguridad, calculé que no le faltaban menos de quinientos metros de distancia.
Levanté mi muñeca, observé el reloj de mi muñeca y observé que eran las once y media de la noche, un horario perfecto para que los adolescentes vinieran a explorar al bosque con sus autos y tener relaciones o a comprobar si la leyenda que esconde este bello lugar era cierta.
El auto cada vez se acercaba más y más, hasta que los gritos de aquellos adolescentes se escucharon demasiado cerca, como si estuvieran a mi lado. Miré entre los arbustos y noté que el auto estaba pasando por al lado mío.
Era un bello auto, de color rojo, sin techo y con suficiente espacio disponible.
Siguieron el camino, mientras un chico de cabello negro comentaba que la leyenda era totalmente absurda y que el bosque era un buen lugar para acampar, faltar a clases mañana y tener relaciones sexuales toda la noche.
¿Eso no podía ser más cliché?
Trek no era como ellos, simplemente creía que cualquier chica era linda, sin importar su físico, sus gustos sexuales o sus gustos en general. Es el tipo de chicos que podría estar con cualquier mujer, porque él siempre dice que lo más importante es el corazón y no lo que ven los ojos.
En lo personal me costaba creer en lo que decía, no había conocido a nadie más romántico que él. Todos eran crueles, sin corazón, sin sentimientos y solo les interesa el sexo y ya.
El auto siguió por un camino oscuro y silencioso, que los llevaba a una zona del bosque oscuro, el cual estaba desierto, sin nadie, sin un alma, solo algún que otro ciervo o venado.
Se detuvieron cuando la ruta estaba lejos, cuando ya no había nadie que pudiera evitar lo que iba a suceder. Mientras los cuatro adolescentes platicaban entre ellos sobre el sexo, tomé una pequeña roca que estaba cerca de mis pies y levanté mi brazo para lanzarla, pero al oír el ruido de una rama quebrándose, bajé el brazo y me camuflé entre las sombras que los arboles proporcionaban.
Uno de los chicos que estaba en el auto, se ofreció a investigar que había sido ese ruido. Seguramente habría sido algún animal, pero ellos no saben que habitan aquí.
Mientras ese chico se alejaba de los demás, comencé a seguirlo por detrás de los arbustos, procurando no pisar ninguna rama, roca o cualquier cosa que pudiera delatarme.
Cerca de mí, observé cómo había otra roca más grande, del tamaño de mi mano. Me acerqué al suelo para tomarla y deshacerme de la otra, levanté el brazo apuntando hacia el chico y en ese preciso momento un venado salió de entre los arbustos.
El muchacho se sobresaltó y maldijo al animal por eso.
Cuando iba a lanzarle la roca a la cabeza, sentí que una sombra venía sobre encima mío y una silueta misteriosa me tiró al suelo y caí en silencio, sin hacer ningún ruido, gracias a las habilidades de mi rival. Cerré los ojos y al abrirlos, noté que una chica de cabello rojizo, ojos celestes como el cielo en el día más lindo y pecas bastante notorias.
Vestía un jean rasgado de color negro, al igual que su campera de cuero y su musculosa. En su rostro, tenía un cubrebocas personalizado, el cual era de color negro, con los bordes de color rojo sangre.
Con su mano me tapó la boca y con la otra juntó mis muñecas por encima de mi cabeza y me miró a los ojos.
—Cállate si quieres conservar tu cuerpo totalmente entero —susurró con un tono de voz amenazador.
Le hice caso y fruncí el ceño cuando me di cuenta que mi cacería había sido frustrada por una don nadie que salió a cazar igual que yo.
Su vestimenta era peculiar, ropa simple, pero que combinada, daba un mensaje frío y directo para nuestra raza o bueno, su raza.
Cada grupo de personas especiales utilizaba algún color distintivo, artefacto o algo que los hiciera distintos a los demás. En mi caso, no había nada que me diferenciara, pero en el caso de la chica pelirroja, el color negro adornaba su cuerpo, dándome a entender que era tan cruel como despiadada.
Siempre tuve ansias de enfrentarme a alguien de otro clan, porque mis padres y mi abuela siempre me dijeron que aún no estaba lista, pero cómo saber si estaba lista si nunca lo intentaba, ¿verdad?
Cuando el chico se alejó de nuestra zona, su mano en mis muñecas hizo más presión, haciendo que comenzara a dolerme. Quitó su mano de mi boca y la posicionó en el suelo lleno de hojas.
—Solo eres una chica común y corriente, Madison Cleer.
—¿Solo eso harás? ¿Me quebrarás las muñecas? —al oír eso, ella hizo más presión y cerré los ojos fuertemente por el dolor.
—No eres nadie, solo una pobre chica indefensa que se cree persona.
Intenté moverme, intenté safarme de su agarre y de ponerla contra el suelo, como era mi idea, pero no podía. Una peculiaridad de la pelirroja, era que aparentemente era mucho más fuerte que yo, incluso podría tener la fuerza de cien elefantes.
—¿Acaso crees que puedes librarte de mí sin mi autorización? En serio eres una ilusa.
—¿Qué demonios quieres?
—Qué oferta tan tentadora, pero pensaré bien en lo que quiero, por ahora solo tienes que saber que tu vida no es como tú crees.
—Sé que no soy como los humanos básicos y mediocres, pero tampoco soy como tú.
—Eso solo demuestra que eres una inculta que no tiene idea de nada —soltó mis muñecas y rápidamente se alejó de mí.
Me levanté y acaricié mis muñecas, notando cuán rojas y ásperas estaban.
—No pongas esa cara de víctima, que de eso no tienes nada, fenómeno.
—Podré ser un fenómeno, pero...
—¿Pero qué? —interrumpió—. Realmente no tienes idea de lo que es la vida, pero es tu problema, no mío.
Se dio la vuelta y antes de que se mezclara entre la oscuridad, caminé en su dirección.
—¿Cuál es tu nombre? —miró por sobre mi hombro y sonrió arrogantemente.
—No te interesa.
Caminó hacia la oscuridad en la cual podría camuflarse y desapareció de mi vista.
A la mañana siguiente creí que lo mejor sería fingir que nada sucedió, usar mangas largas y seguir con mi vida cotidiana. Si mis padres se enteraran de mi encuentro con aquella chica engreída, serían capaces de matarla.
Sin embargo, las palabras que ella me dijo, no se iban de mi cabeza. ¿A qué se refería al decirme que no tenía idea de nada? ¿Qué debía saber?
Mi vida era aburrida y simple, pero este encuentro había sido escalofriante, pero a la vez perfecto, porque era lo que necesitaba para poder probarle a mi familia que yo era como ellos y no un simple humano más del montón.
—¿Todo bien, cariño? —preguntó mi padre mientras me servía un jugo.
—Sí, ¿por qué?
—Es que ayer por la noche quería hablar contigo y noté que no estabas en tu habitación, supuse que fuiste al bosque —suspiré.
—Sí, papá, fui al bosque, pero no te preocupes, no logré nada —dije desanimada.
—Cariño, sabes que aún no estás lista, tus habilidades no aparecieron, si sigues haciendo travesuras como esas, terminarán por amenazarte y matarte.
—Lo sé, pero no tienes idea cuán frustrante es no poder ser especial y ser una más del montón —espeté de mala gana.
—No digas eso, tú eres especial, eres mi hija y nunca dudé de que tuvieras un propósito —hizo una pausa—. Solo que aún no lo has encontrado.
—¿Y cómo lo encontraré?
—Esa es la magia de la vida, tienes que encontrar la verdad y vivir con ello.
Suspiré nuevamente y bebí de mi vaso.
Al terminar de desayunar, tomé mi mochila de la escuela, me despedí de mi padre, porque mi madre había salido y me fui de casa.
Vivimos cerca del bosque, al cual todos temen por una estúpida leyenda que inventaron adolescentes que no tenían nada que hacer con su vida, más que arruinar la de los demás y causar temor en el pueblo, gracias a eso, el autobús de la escuela no pasaba por mi casa.
Debía caminar al menos durante quince o veinte minutos para tomar el autobús como los demás y todo por culpa de mi debilidad. Si fuera como los de mi raza, no necesitaría de ningún vehículo o algo por el estilo.
Sería rápida, ágil y no perdería mi tiempo en algo tan inútil como caminar bajo el fuerte rayo de sol intenso.
No es que hiciera calor, pero realmente detestaba el sol, prefería los días nublados, la lluvia y la noche. Nada mejor como estar a solas con la naturaleza, aquella que te da de qué vivir y de qué sonreír.
Pero como siempre, los humanos arruinan todo, cortan los árboles, queman las hojas verdes, juegan con las hojas secas y muertas, sin mencionar que hacen lo que quieren con las cosas naturales del mundo.
Esa era nuestra principal diferencia, ellos querían controlar a la naturaleza, nosotros queríamos ser sus aliados, queríamos formar parte de ella y convivir sin dañarla.
Nunca entendí porqué los humanos creen que pueden asesinar a animales así porque sí, solo porque creen que es un deporte o porque solo los quieren como trofeos.
¿Qué clase de monstruos eran?
Detestaba a todos los humanos, pero Trek era la excepción, él siempre había sido mi amigo desde que tenía memoria, siempre estuvo para mí, pero por desgracia nunca pude decirle la verdad, porque eso lo pondría en peligro y jamás me perdonaría si algo sucediera.
Sumida en mis pensamientos, de repente sentí el sonido de unas llantas que rechinaban e iban a toda velocidad. Miré por sobre mi hombro y noté que el autobús estaba por llegar a la casa de Stacy, la popular de la escuela.
Comencé a correr y al notar mi presencia, rodó los ojos y suspiró.
—¿Siempre vendrás hasta aquí?
—Cierra la boca, maldita engreída —sonrió maliciosamente.
—Siempre insultándome, linda —recalcó la última palabra, el apodo que mi mejor amigo me había puesto.
—Si me dices una vez más así, te dejaré el otro ojo morado.
El autobús se detuvo frente a nosotras, abrió sus puertas y cuando iba a subir, Stacy se interpuso en mi camino, pasando ella primero. Rodé los ojos y al subir el chófer cerró las puertas, mientras todos platicaban sobre tener sexo, copiarse en los exámenes y cualquier tema estúpido de cualquier adolescente promedio.
Al fondo noté que el pelinegro estaba sentado con molestia en sus ojos. Me acerqué a él y me senté a su lado.
—¿Qué tienes?
—¿Tú qué crees? —se cruzó de brazos.
—Está bien, Trek, hago cosas de noche, ¿qué más quieres saber?
—¿Estuviste con alguna chica? ¿Tuvieron sexo?
—Sí, estuve con una chica, pero no para tener sexo —frunció su ceño confundido.
—¿Entonces?
—Apenas la conocí ayer y por favor, cambiemos de tema, que esto es demasiado vulgar.
—De acuerdo, respeto tu privacidad aunque me de curiosidad.
—Gracias, tonto —acerqué mi mano a su cabello peinado y lo removí un poco.
—¡Oye! —espetó con una pequeña sonrisa.
Durante el viaje platicamos sobre cómo sería la chica nueva, porque si bien él la conocía, no sabía cómo era su personalidad, podría ser una popular más o una cualquiera más, como nosotros.
Al llegar bajamos del autobús al levantar la mirada, noté que la pelirroja estaba delante del gran edificio de ladrillos de color café en distintas tonalidades y los bordes de color blanco.
Fruncí mi ceño y preferí fingir que no la conocía, porque eso pondría en riesgo a mi familia y a Trek.
Ambos nos acercamos y sonrió arrogantemente, como al parecer era su costumbre cuando su plan salía perfecto.
—Trek, cumpliste tu promesa —comentó con una sonrisa dulce.
Al parecer, su cara de malos amigos era para mí. Maldita falsa hipócrita.
—Te dije que te presentaría a mi mejor amiga y me gusta cumplir aquello que prometo.
—Que encantador eres.
En serio, quería vomitar.
—Soy Valery, pero me puedes decir Val —estiró su mano, esperando que yo estrechara la mía con la suya.
—¿Quién te preguntó?
—Mads, no seas así, es nueva —susurró el pelinegro.
—¿Podrías dejarnos a solas? Es que estoy de mal humor y necesito pedirle algo, ya sabes, cosas femeninas.
—Claro, las espero en el salón —me guiñó el ojo y se dirigió hacia los pasillos de la institución.
—Anoche me pareciste una chica sumisa y temerosa de alguien como yo.
—Escúchame bien, maldita falsa, no soy una chica sumisa que hará todo lo que le ordenes, no te tengo miedo y no metas a mi amigo en esto o...
—¿O qué? ¿Me vas a matar? Ah, espera, no tienes como hacerlo, porque eres débil y que te quede claro desde ahora —se acercó más a mí, como si fuera a besarme, pero en sus ojos solo había fuego de maldad—. Eres tan hipócrita como yo, porque tú le mientes a Trek todos los días y eso no te importa —susurró—. Así que no me hables de hipocresía, primero fíjate quién eres tú, porque la única verdad que sabes es que jamás en la vida serás alguien.
—No metas a mi amigo en esto, es lo único que te pido.
—¿Crees que estás en posición de pedirme algo? En serio eres una loca.
—Por mi mejor amigo soy capaz de lo que sea, pelirroja.
—Si me pones ese apodo tan básico, te diré chica sumisa —me miró como si fuera superior a mí.
—No haré lo que me pidas.
—Ya lo veremos, hermosa chica sumisa sin peculiaridad alguna —sonrió maliciosamente.
Maldición, mi mejor amigo estaba en peligro, mi enemiga es una chica a la cual no puedo vencer y eso es peligrosamente hermoso, como terrorífico.
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