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Capítulo 5: ¿En casa?

. . .¿He vuelto?. . .

Día ¿?: ¿?

El sol anunciaba un nuevo día. Juguetes de los más finos materiales, eran iluminados por los rayos rebeldes que se colaban en tan linda habitación, algunos parecían hasta sonreír. Halley se levantó, y frotando sus ojos delicadamente, fue acostumbrándose poco a poco a la luz.

— ¿Dónde. . .? ¡Ginger! ¡Las Linthias! Pottie. . . . . . ¿E-estoy en casa? —atónita miró a las sábanas que la cubrían al observar el panorama que la rodeaba. Reconocería ese patrón color crema donde fuese. En efecto, estaba en casa.

Se levantó rápidamente a observar por la ventana. Los rayos del sol la cegaron por unos segundos, pero alcanzó a ver las casitas que rodeaban su mansión, a los niños jugar en el sendero donde pasaban las carretas de caballos. Todo era exactamente como antes.

De repente, alguien abrió la puerta de su habitación, en un tono sutil, donde aún se evidenciaba la falta de sueño, se oyeron las palabras "Buenos días". La niña se dio vuelta en un santiamén y sus ojos se cristalizaron de alegría. Él vino a despertarle como todas las mañanas.

— ¡Oh padre! ¡Tuve una horrible pesadilla! Soñé que me había perdido en el bosque, y hubo una bruja, y unos cazadores abobinables. —dijo entre sollozos mientras corría a los brazos de su ser más querido.

Más no llegó a él, pues otro par de bracitos como los de ella, lo habían alcanzado primero. Halley quedó pasmada ante tal escena. ¿Su papá ya la había cambiado por otra niña? ¿Se olvidó de ella de verdad? ¿Por qué la niña era rubia también?

Y entonces cayó en la cuenta de que esa niña que abrazaba a su progenitor con verdadero amor, era ella misma. Todo lo que estaba viviendo, era sólo un recuerdo suyo, pero visto desde afuera.

No habían regresado.

Como por arte de magia, su otro "yo" ya estaba vestido y arreglado. Parecía ser que en ese lapso de tiempo, no prestó atención a lo sucedido, y por eso no pudo revivir lo que había pasado. Ya estaban todos en la mesa desayunando alegremente. Por todos, se refería a Halley, y su padre.

— Hoy veremos unas tierras para comprarlas, mi niña —espetó la voz gruesa detrás de un periódico amarillento y una rebanada de pan con mantequilla.

— Si, padre, pero ¿Es necesario que vaya? Creí que tenía lecciones de piano con Dorothy —se quejó la niña. Halley recuerda muy bien esa parte, no quería ir en realidad. A decir verdad, tampoco quería que fuese su padre, anhelaba tener un día donde estuviese toda su familia junta, sin finanzas, o pacientes. Sólo los tres, pues su día a día eran clases de todas las materias impartidas por Dorothy, su mucama.

— Debes ir, y lo harás. Es mi última palabra. —sentenció cerrando el periódico y dejando la sala con un ligero enojo en la voz.

El recuerdo se oscureció de repente. Apenas se podía ver alrededor, toda la iluminación se concentraba en la Halley de la memoria, que miraba el suelo con descontento y tristeza.

Otro vacío. . . ya estaban en la granja. La niña se sorprendió de la rapidez con la que olvidaba las cosas. Aquel lugar estaba rodeado de lodo, y olía muy mal. Intentó quedarse en el carruaje, pero su padre no se lo permitió. No sabía el porqué la había traído consigo, casi nunca contaba con su aprobación para comprar algún lugar.

Un señor mayor estaba postrado en el portal de la casa de madera ubicada en el terreno lodoso. Su piel era muy arrugada, tanto que la de las cejas cubría sus ojos completamente, una mandíbula pronunciada hacia adelante, obviamente carente de dientes, y sus manos vibraban fuertemente. Un anciano que le ponía a Halley los cabellos de punta. Ella sólo siguió a su copia y su padre a la entrada de la casa, y ambas miraron a la puerta al mismo tiempo.

Una cabeza pequeña se asomó para mirar a las niñas. Aunque sólo tenía la mirada fija en la Halley del recuerdo, aquellos ojos marrones le resultaban familiares. Rebozaban de curiosidad y miedo, cuando de repente una mano tragó a la criatura hacia dentro de la choza sustituyéndola por otro niño. . .o niña. Su aspecto era tan rudo, que era fácil confundirle. Llevaba un mono de mezclilla con una camisa que le quedaba grande. . .y no traía zapatos. Ambas Halleys giraron la cabeza al mirar al niño o la niña, pero la Halley real la reconoció al instante por su porte enojado y protector.

Era Ginger.

— Vengo para firmar el contrato, señor. . .—dijo el padre a un granjero que se dirigía a ellos con paso fuerte, que hacía a la tierra retumbar, y se sentía como si el corazón del planeta estuviese bombeando rítmicamente con cada paso.

—Sólo llámeme George, en todos estos años me parece increíble que vaya a vender mis tierras, que pertenecieron a mi padre. . .y al padre de su padre —espetó con mirada seria y sombría. Hasta el mismo sol se escondía de una observación tan intimidante, trayendo poco a poco la noche al pueblo de Noltred.

— Sólo firme aquí, tenga por seguro que cuidaré sus tierras, George. ¡Ah! Necesito que en cuanto firme usted y su familia recojan sus pertenencias, y se hayan marchado en la mañana —el padre sonrió como buen hombre de negocios, luego extendió un papel con mucho texto redactado cuidadosa y pulcramente, además de un pequeño bote de tinta que no traía pluma.

La mirada de George entristeció mientras sumergía su dedo índice en el bote de tinta, y lo colocaba toscamente en la línea sobre el papel. Acto seguido se limpió el dedo en la camisa, dejando una mancha que no saldría en mucho tiempo, como prueba de que ese día, cambiaron sus tierras por unas míseras monedas.

Ginger se enojó al instante, y caminó intentándo imitar a su padre por al lado de Halley, propinándole un empujón que hizo que cayera al lodo del exterior de la cabaña. La Halley real sintió el golpe, a pesar de que habían tirado a la otra. La humillación volvió, al igual que las ganas de perseguirla para pedir una explicación, pero la Halley del recuerdo ya se le había adelantado.

— ¡Oye! Ten cuidado por donde vas, estropeaste mi vestido —más que quejarse, parecía lloriquear como una niña consentida, a lo que Ginger bufó y corrió al granero a pocos pasos de allí.

Las dos Halleys la siguieron explotando de ira, casi parecía salirle humo de las orejas. En cuanto llegaron, la oscuridad del granero las puso nerviosas, sólo unas partes de él eran medianamente visibles, debido a que eran los sitios donde la niña observó en ese entonces.

De repente, una figura negra salió de un escondrijo, traía una máscara de madera y un hacha pequeña cubierta de sangre. Halley dio un grito. . .bueno, ambas gritaron a la vez y salieron corriendo de allí. En medio de la persecución, miraron atrás, y la figura se acercaba más. . .y más. . .y. . .

Otro vacío.

Un grito ensordecedor cubrió al bosque. Había despertado de sus recuerdos, pero no recordaba cómo habían llegado ahí, ningún punto de referencia, nada. . .había sido inútil. Halley respiraba pesadamente como cuando despertaba de una pesadilla. Miró alrededor, muchos puntos brillantes se acercaban a ella, entre ellos la reina Linthia.

— Halley, ¿Estás bien? —preguntó Ginger desde un costado, preocupada y angustiada por lo que pudo haberle pasado en sus recuerdos.

— S-si. . .estoy bien —dijo la niña algo mareada.

— Menos mal, querida —susurró la reina en lo que se aproximaba— ¿Recordaste algo? ¿Alguna pista?

—. . . N-no logro recordar. . .¡No recuerdo! —sollozó la niña en voz alta— ¡Ginger! ¡Lo siento tanto! ¡Todo esto es mi culpa! ¡Jamás regresaremos! —gritó entre lágrimas y abrazó sus piernas llorando a moco tendido— Si tan sólo no hubiese corrido hacia el bosque ¡Si tan sólo hubiese detenido a mi padre para que no les comprara sus tierras! ¡Nada de esto hubiese pasado!

— Halley. . .no te pongas así, es mi culpa, fui yo quien se enojó contigo e intentó jugarte una broma pesada. . .por favor no llores, ni siquiera era sangre real, era jugo de tomate
. . .¿Halley? —titubeó la otra niña.

Halley lloraba desconsoladamente mientras apretaba sus piernas a su pecho. Sus gritos de vez en cuando asustaba a un par de aves. La reina Linthia la miró con dolor, y Ginger sentía una enorme presión en el pecho.

— Halley, cariño, no llores. . .mira ¿Ves esas luces blancas de allá? —susurró la reina tocando el hombro de Halley, señalando a unos arbustos que comenzaban a destellar poco a poco.

La pequeña se enjugó las lágrimas y dirigió su la mirada cristalizada a donde apuntaba la linthia. Pequeñas luces blancas se colaban entre las ramitas que cubrían el arbusto. Halley entrecerró los ojos para observar bien, pero no supo de qué se trataba.

— Son linternas, mi niña. . .te han encontrado —sonrió la reina y acarició su cabeza.

— ¡¿D-de verdad?! ¡Ginger! ¡Ginger! ¡Iremos a casa! ¡Estamos a salvo! —saltó entre lágrimas de alegría y tristeza entremezcladas de una manera que era imposible distinguirlas.

— No, Halley, iras a casa —dijo Ginger con una pequeña sonrisa de orgullo, con una lágrima resbalando por su mejilla furtivamente, como si hubiese salido para despedir a la rubia de ojos verdes.

— Espera. . .¿Qué? —preguntó notablemente confundida, y entonces. . .

Todo se volvió negro.

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¡Hola hola! Aquí os traigo un nuevo capítulo. Tengo fe en que haya valido la espera para ustedes.
Espero les haya gustado, pequeñas almas :)
P.d: ¿Alguien más lloró con Halley? Porque yo sí lo hice al escribir ese trozo.
P.d2: Recibí un dibujo de una fan. Lo amé, es de la Srta. Miltear, me encantó, si tienen algún dibujo no duden en mostrármelo, me emociono al verlos y saber que os gusta la historia.
Os quiere:
Sally♡

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