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Capítulo 2: Fuego

Ardor, ardor en mis mejillas,

Humo en mi nariz,

La otra estaba fría,

Quiero salir de aquí.


El terror me invade,

ella lo sabía

Bruja en las noches,

Princesa en el día.


Madrugada, día 2: Bosque de Noltred


El miedo se estaba apoderando del cuerpo de Halley quien se hallaba corriendo desesperadamente por los pasillos de la casa, parecían no tener un final. Todos los platos de fina porcelana estaban rotos y llenos de mugre, al igual de lo que pudieron ser pisos cuidados e impolutos, se encontraban cubiertos de una sustancia rara, no era posible el conocer que era, por la oscuridad que abrazaba la casa en ese momento. Ella corría con todas sus fuerzas intentando no perderse en una cabaña que sentía haberse vuelto enorme de repente. A menudo llegaba a un camino sin salida, se encontraba en un laberinto de desesperación y pánico por hallar a Ginger.


Entre sus tantos tropiezos halló un cuarto extraño. No había visto esa habitación antes, por lo que sin dudar buscó en ella a su compañera, mas cual no fue su sorpresa, al encontrar allí al mayordomo que había servido té la tarde anterior. Su aspecto estaba aún más lúgubre que antes, pero su expresión ya no estaba vacía. Aquellos grises ojos se clavaron en la rubia con horror, hasta la misma muerte sucumbiría ante esa observación. El débil cuerpo se hallaba, de alguna manera, colgado en la pared, pareciera que una soga invisible le arrancaba la poca vida que tenía al pobre muchacho con sutileza, pero no era una soga. . .era su intestino delgado, envuelto cual horca como castigo, por desobediencia inocente.


Halley gritó aterrorizada y al mismo instante cubrió sus labios con rapidez, pues aquella bruja podía estar rondando por ahí aún. Con todo el dolor que le provocaba esa imagen, corrió hacia el niño para intentar socorrerle, calmarle. . .algo, y cayó al suelo en un resbalón con la sustancia desconocida que cubría los suelos. En ese instante lo supo, ese olor, aquella textura, el color oscuro, le recordaba a su padre en el trabajo. . .


Era sangre. . .


Ella se levantó con asco, y ya las tibias lágrimas bajaban calladas por sus mejillas, acercándose al mayordomo, mas el jovencito moribundo, con todas sus fuerzas y un último aliento antes de desfallecer, le susurró a la niña:


Huye. . .


La rubia lo observó morir, ante sus propios ojos, un niño de su edad fue ahorcado con sus tripas. Pero no era momento de asquearse o llorar, había que encontrar a Ginger y escapar, así que, cerrando la puerta, dejando atrás al alma que ya podía descansar, se santiguó y continuó su carrera hacia la castaña.


Aquellos ojos verdosos divisaron una puerta nunca antes vista. Estaba corroída por las chinches, cubierta de mugre al igual que los demás adornos del lugar. La niña dudaba acerca de entrar, pero el estado de su compañera le preocupaba más que lo que fuera que se fuese a encontrar tras ese portón. Atravesó la portezuela, antes de poder arrepentirse. Bajó las escaleras, saltándose de vez en cuando uno o dos escalones. Al llegar al final, la negrura reinaba en la habitación, apenas  se podía ver hacia dónde caminabas. Halley tanteaba la pared en busca de  apoyo, sintiendo la humedad, hasta que encontró una mesa, con frascos de distintos tamaños y formas. Siguió caminando, con dificultad, mientras se acercaba al otro lado de la habitación.


—¿Ginger? —susurró, esperando oír una respuesta, un quejido, pero no recibió respuesta.


—Debiste seguir tu camino sin ella —una luz iluminó el cuarto, enseñando su interior, su horrible y grotesco interior.


La rubia quedó perpleja del miedo ante aquella escena, en cada pared habían varios tablones de madera, y en cada tablón, una niña o niño atado de sus extremidades, pálidos, moribundos, deshidratados, inconscientes, con bolsas gigantes debajo de sus ojos, por la falta de sueño. Halley vio a Ginger en uno de los tablones, en la misma posición de los demás, solo que al menos conservaba el color de sus mejillas.


Tan pronto como se acercó a ella, alguien la agarró fuertemente del brazo, era la Srta. Miltear. Pero su apariencia era completamente distinta, sus ojos eran blancos por completo, y poseía una joroba pronunciada, cual bruja de cuento de hadas, pero miles de veces más demacrada. Tenía una expresión de locura, acompañada de una malévola sonrisa. Una expresión que aterrorizaría a cualquiera.


—¡¿Qué le has hecho a los niños?! —acusó a la señora— ¡¿Qué le has hecho a Ginger!?


—Los he utilizado, para mi producción de té, estos niños al igual que a tu amiga, estas almas perdidas, sucumben en la desesperanza de no volver a su hogar, yo manipulo esa desesperanza, ese dolor, y a través de sus lágrimas, los convierto en mi bebida, en mi alimento. . .


Sonrió torcidamente y sin darle tiempo a pestañear, se acercó de repente a la niña con rapidez.


—Ahora que has descubierto mi secreto, no puedo dejar que te vayas, aunque nunca haya probado las lágrimas de una niña de clase alta, puedo hacer un intento.


Forcejeaba contra la chiquilla, se movían de aquí para allá intentando domar a la otra. En uno de sus imprudentes movimientos, el brazo de Miltear impactó contra uno de los tablones, haciendo que su linterna cayera y la vela encendiera una llama que poco a poco devoraba la madera del lugar, mientras que aquella bizarra señora estaba atrapada debajo de un cadáver con una mísera pizca de vida restante. El tablón sobre ella le impedía cualquier movimiento.


—¡¡MI TÉ!! —exclamó e intentó escapar para salvar su horrenda creación.


Halley corrió hacia su amiga y le daba suaves palmadas para despertarla, aprovechando la distracción.


—¿Ginger? ¡¡¡Ginger!!! —gritaba buscando algún signo de vitalidad en la castaña.


La atada abrió lentamente los ojos, comenzando a toser por el humo que llenaba el lugar.


—Debo sacarte de aquí —dijo con los ojos rojos y llorosos.


Ginger no respondía, apenas y se podía mover. Halley la desató lo más rápido que pudo, pero el fuego se extendía con más velocidad. La señora desquiciada aportaba gritos agonizantes al ser consumida por las flamas, mientras tanto la rubia, solo quería salir de ese horrendo lugar. Logrando desanudar a su compañera, la apoyó en sus brazos y se dirigió escaleras arriba, procurando no ser devoradas por los fuegos.


Casi llegando a las escaleras, algo o alguien la toma de sus ropas. Dio la vuelta sobre su propio eje e intentó zafarse de la Srta. Miltear, cuyo rostro estaba irreconocible debido a la danza del fuego sobre sus deterioradas facciones. Con su manita, Halley logró liberarse, sufriendo una quemadura grave en su palma, y con el inmenso dolor, Ginger a cuestas, y el humo inundando todo su ser, lograron salir de ese infierno.


El bosque de Noltred se iluminaba por esa gran fogata. La casa estaba totalmente en llamas. Cerca de esta, las dos niñas yacían desmayadas por la gran cantidad de humo en sus pulmones, y el canto de los búhos acompañaba los incesantes y terroríficos gritos de la Srta. Miltear, hasta que la cabaña sucumbió a las voraces llamaradas, dejando a todos en su interior, enterrados en una tumba ardiente.


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Capítulo más largo y "editado"✨
Espero les haya revuelto el estómago, pequeñas almas :)
Os quiere:
Sally♡

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