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Capítulo 1: Té

En medio del bosque

Yace una cabaña,

Bien cuidada, galante,

Podría decirse que extraña.

Vive en ella una mujer

De cabellera blanca como su piel,

Resulta ser que aquella señora

Gusta del té sin importar la hora.

Muy amable, es la verdad,

Pero algo en ella nos hace dudar.

Día 1: Bosque de Noltred

Llevaban varias horas caminando, el oscuro bosque se cernía sobre ellas de manera escalofriante y el color naranja del cielo no podía disimular el aspecto horrendo que tenía ese lugar, Ginger mantenía paso rápido, pero Halley apenas podía seguirle el ritmo. Media hora después de puros tropiezos y leves quejidos, se habían perdido completamente.

—Debes apresurarte, Halley —espetó la castaña cortante, mientras no dejaba de caminar.

—Hago lo que puedo, pero estoy cansada, y tengo hambre —susurraba, a lo que la otra niña respondió:

—Si no hubieras salido corriendo del granero, no estuviéramos en esta situación. Debes afrontar tus errores y apurar el paso para poder volver —dijo tajante.

Este comentario hizo que Halley se detuviera. Lo peor era que tenía razón. Bajó la mirada con tristeza y soltó unas lágrimas, dado que por su culpa estaban perdidas. ¿Quién sabe cuando volverían a su hogar? ¿Quién  sabe cuando vería a su padre de nuevo?

—¿Por qué te detuviste? -preguntó y se aproximó a ella— no nos podemos permitir el parar ahora.

—L-lo siento… —gimoteó.

Ginger soltó un leve suspiro, y acto seguido la "abrazó", dado que  la otra niña le resultaba incómodo el tener que tocarla, así que se limitó a darle unas suaves palmadas en la espalda. A la castaña de ojos marrones le resultaba común el tener que consolar a los demás, dado a que tenía 2 hermanos menores, estaba acostumbrada a actuar maduramente, siendo la hija mayor, las responsabilidades para con la granja eran usualmente las más duras, nada que ver con la vida de consentida que llevaba Halley. Su padre era una figura importante en el poblado de Noltred, y ella conseguía todo lo que quería, así que vivía una vida sin preocupaciones, como deberían vivir las niñas de 13 años.

—Ya, ya, tranquila, lograremos salir de aquí —le ofreció una cálida sonrisa— busquemos un lugar para pasar la noche. ¿sí?

Halley asintió mientras secaba sus lágrimas. Luego de eso miró a su alrededor, pero no vio siquiera algún pequeño llano donde descansar, todo lo que se podía observar eran árboles secos y algún que otro animalillo que pasaba por ahí.

—No veo nada —agregó al silencio.

—Yo sí, mira —alegó Ginger y señaló al cielo, era algo difícil de notar, pero ahí estaba, un rastro de humo que parecía provenir de un lugar no muy lejos de allí.

Los ojos verdes de Halley brillaron con esperanza, y corrió como nunca antes hacia donde venía aquella señal, seguida por la castaña, quien velaba por su compañera con cautela.

Al llegar a la sede del humo, se dieron cuenta de que se escapaba de una chimenea en una cabaña de madera, al parecer pulcra y bien cuidada. Las niñas se miraron fijamente por unos segundos cuestionándose el acercarse, pero el hambre y el cansancio pudieron más que ellas y solo se limitaron a asentir y caminar al portón de caoba oscuro, el cual tenía tallados finos y cuidadosamente barnizados, tal parecía que las figuritas en el danzaban a una melodía inaudible pero extrañamente hermosa.

Ginger tocó fuertemente la puerta con ímpetu. Halley miraba nerviosa y se preguntaba quién las iba a recibir. Ella creía en los monstruos de los que le contaba su padre antes de dormir, sin embargo, quien apareció en la entrada no era un monstruo en absoluto, parecía…una señora de clase media común y corriente. Esta vestía un traje galante que resaltaba su cabellera blanca con algún que otro mechón marrón, y un sombrero pequeño que cubría su ojo derecho, aunque a simple vista se notaba que estaba ciega de ese lado por el color blanco que poseía su iris.

La mujer observó a las visitantes y esbozó una cálida sonrisa.

—¡Oh! ¡Visitas! —dijo alegremente— pasen, pasen, justo estaba por servir el té. Soy la Srta. Miltear y es un gusto para mí conocerlas.

Las chicas se adentraron en la cabaña y miraron con curiosidad su interior. Era una casa llena de figuras de porcelana fina, platos con grabados de vivos colores colgados en las paredes, y cojines de seda en cada mueble. A la rubia la vista le era muy agradable, le recordaba a su sala de juegos, al contrario de Ginger, a la cual la incomodidad le estaba afectando terriblemente, y se impacientaba por salir de ese lugar cuanto antes.

—Mucho gusto Srta. Miltear, mi nombre de Halley y ella es Ginger —sonrió y señaló a esta última.

—Pues bienvenidas a mi hogar —respondió la mujer mientras abría los brazos sonriendo alegremente.

Acto seguido dirigió su mirada a la castaña y la analizó detenidamente, luego soltó una especie de risa extraña y se recompuso al instante cuando miró su reloj dando un sobresalto.

—¡Oh! ¡Niñas! Se hace tarde para el té, acompáñenme —dijo y caminó hacia  una sala contigua a donde se encontraban, la cual poseía la misma decoración que la anterior, solo que esta contenía una mesa con cuatro sillas, además de un juego de té color blanco y dorado.

Ginger dudaba seriamente el acompañar a aquella señora a la otra sala. Agarró la mano de Halley, pero esta sonreía al ver un lugar tan familiar, por lo que la otra solo se limitó a seguirlas hasta la habitación contigua. Las tres se sentaron en la mesa y la Srta. Miltear dio unas leves palmadas. Apareció una especie de mayordomo… inusual, éste era bajito, casi del tamaño de las niñas y tenía la mirada perdida, usaba ropa elegante al igual que su ama pero a diferencia de la mujer, el sirviente parecía deshidratado, se podría decir que estaba muerto.

Aquella extraña figura llevaba una tetera de manera despreocupada, a paso lento, fue  servir el té a las chicas, pero sus toscos movimientos, derramaban la caliente infusión por toda la mesa, a lo que la señora, fija en cada uno de sus movimientos, miraba con desprecio al siervo moribundo.

Toda esa situación ponía a las niñas con los pelos de punta y comenzaban a replantearse el haber venido, pero sin darles mucho tiempo de pensar, la señora de cabellos grisáceos alegó:

—Pruébenlo, contiene setas del bosque, escogidas por mi misma —y le dio un sorbo a su taza.

Ambas se miraron, titubeando antes de que Halley tomara el primer trago de té, cerró los ojos por un momento, degustando el líquido. Su sabor era algo salado, poco común en un té, además de que era color lila claro, posiblemente por las setas, aunque era muy extraño, ella se bebió la taza entera, al contrario de su compañera, que ni siquiera probó el contenido. Ginger no pudo evitar mirar el centro de mesa donde se encontraba la tetera, la cual tenía grabado en letras doradas y caligrafía impecable:

"Miltear´s Tea"

Dado a que no sabía lo que significaba, pues para ella eran sólo simples garabatos, no le dio la mayor importancia, aquel lugar le transmitía una sensación de peligro, tanto que a menudo miraba hacia atrás, temiendo por su vida.

—Deben estar cansadas queridas… —la Srta. Miltear las sorprendió sacándolas de sus pensamientos, a lo que Halley contestó:

—Si pudiera, oh Srta. Miltear, ¿darnos cobijo solo por esta noche?

—¡Faltaría más!

—Creo que necesitamos seguir nuestro camino, Halley —interrumpió la granjera con su típico tono de rudeza.

Esta última se levantó y tomó a Halley del brazo para dirigirla hacia la puerta, pero la anfitriona las detuvo a tiempo.

—No pueden ir al bosque de noche, es peligroso —dijo— quédense solo por esta noche, y en la mañana continuarán su viaje.

—Pero…—titubeó Ginger.

Luego dirigió su mirada a la otra niña, quien suplicaba con la vista, y fue suficiente para que se rindiera, pero no bajara la guardia. Soltó un suspiro en forma de derrota y los ojos verdes de Halley volvieron a brillar.

—Muchas gracias por su amabilidad -expresa la castaña con algo de molestia a la Srta. Miltear, y esta las conduce a un cuarto al fondo de la cabaña. La habitación contenía varias literas, vestidas con sábanas de seda. Luego se dirigen a una de ellas, Halley dormiría debajo, y Ginger arriba.

A mediados de noche, Halley despierta sobresaltada, al principio tenía esperanzas de que se encontrara en su cuarto, pero el diseño de la cama la trajo a la realidad, seguían perdidas. Ella se asustó al ver a la mujer de cabellos claros sentada al pie de la cama, sosteniendo un farol, cuya vela alumbraba lo suficiente como para no caer mientras andas.

—Querida, debemos hablar sobre tu amiga.

—No es mi amiga, ¿Pero qué sucede?

—No puedo dejar que se vaya.

—¿Por qué no? —La niña de ojos verdes y cabellos dorados tenía confusión en su expresión.

—Porque ella es una granjera, y debe quedarse aquí para que me ayude con mi producción de té.

—Pero ella debe regresar conmigo, su familia la espera.

—Sus seres queridos la han olvidado.

—Eso no es cierto… no pueden haberla olvidado, estamos perdidas desde hace un día, seguro nos buscan…. ¿no? —su mirada comenzaba a perder intensidad.

—Me temo que no…seguro que están buscando querida…pero solo a ti.

—N-no importa…Ginger viene conmigo, no es mi amiga, pero no la dejaré sola.

Ese comentario hizo del aura que las rodeaba una más sombría, con una tensión que casi se podía palpar, y, de pronto, aquel ser levantó su pequeño sombrero mirando fijamente a la niña con su ojo ciego.

—No puedo dejar que te la lleves.

Inmediatamente se levantó y agarró a Ginger de la ropa, haciendo que se cayera. Esto hizo que Halley se sobresaltara, pero al intentar socorrer a la castaña había notado que estaba atada a la cama. Forcejeaba intensamente pero no lograba moverse, mientras observaba como arrastraban a su compañera hacia la oscuridad, perdiéndose entre las  sombras, desapareciendo…para siempre.

Y entonces despertó.

Era aún de noche, no sabía con certeza, pero se dio cuenta que las ataduras ya no estaban, con rapidez subió a la cama para darse cuenta de otra cosa…

Ginger tampoco.


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Capítulo re-subido y editado✨
Espero les haya gustado, pequeñas almas :)
Os quiere:
Sally♡

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