|Epílogo|
Un año después.
Habían pasado 365 días desde que Lion había despertado en un hospital y no en un horrible bosque del que no sabía nada... Había pasado un año, y se sentía extraño saberlo.
No volvió a saber nada de Elliot, ni tampoco sucedieron otros secuestros en la ciudad. Era como si el hombre se hubiera esfumado por completo, así como cualquier rastro o indicio que mostrara que alguna vez existió.
Lion, a decir verdad, aún recordaba vívidamente todo lo que había sucedido en el bosque... Lo recordaba como si hubiera sucedido hacía una semana y no un año, aunque no tenía pesadillas sobre eso, después de todo, sus amigos estaban bien, nada más había ocurrido.
El bosque de los niños perdidos —que era como la prensa había denominado al suceso— en su momento habían sido una de las noticias más grandes de la ciudad, pues al principio se había creído que se estaban enfrentando a un asesino serial.
Nadie entendía por qué las víctimas habían vuelto como si nada hubiera ocurrido y, pese a las declaraciones que dio cada miembro del grupo, seguía poniéndose en duda lo que realmente había pasado en los días de su desaparición, en especial con alguien como Diana, que había pasado más tiempo desaparecida a comparación de Lion.
La prensa les había entrevistado múltiples veces, y en cierto modo, la atención acabó siendo una buena forma de hacerse conocer. La violencia intrafamiliar que vivían algunos de sus amigos (como era el caso de Oliver, Maximo y Ethan) permanecía ahí, y aunque eventualmente se esfumó un poco por la atención constante que recibían, aún no había desaparecido del todo, y sus amigos jamás hicieron una denuncia oficial.
Lion, por otro lado, sí lo había hecho.
Esos últimos meses de había encargado de juntar evidencia suficiente y hacerse con tanto conocimiento sobre los juicios como podía para finalmente llevar a cabo una denuncia contra las familias de sus amigos... Por supuesto, esto no aplicaba con la situación de Johana y Alexia, y aún si sus tutores tampoco era los mejores, no se les podía acusar de nada.
En el caso de Diana, sus padres acabaron por divorciarse, aunque permanecieron juntos las semanas próximas al secuestro, pues los unió temporalmente la desesperación y la tristeza. Sin embargo. Esto no duró para siempre, y acabaron por separarse, lo que estuvo bien para Diana, o al menos lo suficiente como para preferir eso a sus constantes peleas.
El grupo realmente había permanecido unido desde entonces, y era un poco extraño, porque fuera lo que les había hecho amigos durante el bosque, aún permanecía y, en lo personal, a Lion le gustaba.
Ahora estaba camino a un parque cercano en bicicleta. A decir verdad, había sido muy difícil convencer a sus padres de dejarle salir por su cuenta esos últimos meses, y vaya sí tenían motivos para temer, sin embargo, su forma de protegerlo le resultaba inevitablemente asfixiante.
Al llegar al parque, Lion bajó de su bicicleta, internándose en el sitio, que no era demasiado grande como para poder perderse. No tuvo que caminar demasiado antes de llegar a su destino deseado: el punto de reunión donde iba a reunrise con sus amigos.
—Llegas tarde, Lion —llamó la voz de Diana con leve burla, y él se giró para encararla, observandola con una sonrisa.
Ahí ya se encontraba el grupo entero, estaban de pie y abrigados debido al frío en el ambiente, que siempre había en ese momento del año.
—Llego justo a tiempo —replicó Lion, escogiendose de hombros—, además, por poco y no me dejan salir.
—Tus padres son demasiado protectores —suspiró Ethan, junto a Diana—, y eso que eres el mayor de nosotros.
Lion pensó en esto. Era verdad, y lo cierto era que ya muchos le habían preguntado por qué se juntaba con niños menores a él (en especial porque ahora ya había entrado a la secundaria), no obstante, no sentía que tuviera que haber una explicación concisa... Para él bastaba saber que eran en quienes confiaba.
—Tienen razones para preocuparse —se defendió, y solo para cambiar el tema, agregó—: Por cierto, ¿ustedes pueden creerse que ya haya pasado un año desde entonces?
—Es bastante raro —comentó Johana, pensativa—, han sido los meses más largos y locos de mi vida.
—¿Quién diría que un par de niños secuestrados y devueltos ilesos serían una noticia tan importante? —irónico Maximo con sarcasmo.
—Yo aún no puedo creer que sigamos sin recordar nada de lo que ocurrió al final —murmuró Oliver, pasando una mano por su cuello—, aún se siente extraño pensar en eso.
—Oh, concuerdo —respondió Alexia—, mis padres todavía siguen preguntándome todas las mañanas si he podido recordar algo... Si soy sincera, no estoy segura de queret recordar, y sea quién nos haya secuestrado, al menos nos regresó, ¿no? Debe ser un psicópata, pero si no fuera por él no nos habríamos conocido.
Eso era cierto, pues incluso si estaban en la misma primaria (a excepción de Maximo, que tenía clases particulares en casa), jamás habían cruzado palabra alguna, y probablemente así habría seguido de no ser por lo ocurrido... Y quizá tampoco habría cambiado nada si Elliot hubiera manipulado sus memorias para que recordaran nada del bosque.
En un modo retorcido, Lion estaba feliz de que hubiera sucedido todo eso... Le molestaba un poco que Elliot al final se hubiera esfumado, sin embargo, debía confesar que lo que quedaba no era tan malo. En lo que a él respectaba, su vida era buena.
No había hecho amigos hasta ahora en la secundaria, pero eso no significaba que no se llevara bien con sus compañeros. Tener a Diana, Ethan, Maximo, Johana, Alexia y Oliver era un cambio significativo en su vida, y Lion jamás podría olvidarlo.
En realidad, jamás les contó acerca de Elliot, ni tampoco les dijo que el hombre que les había secuestrado había sido alguien en quien ellos confiaban... No era como si quisiera ocultarselos, simplemente no lo veía necesario, después de todo, Elliot no estaba ahí, y no podía volver a acercarse. E incluso si lo llegaba a intentar, Lion jamás lo permitiría.
Se quedó conversando con ellos por lo que pareció ser un corto rato acerca de trivialidades y de cómo habían ido sus cursos escolares. Cuando Lion volvió a mirar al cielo, observó que este ya estaba oscuro.
—Oh, creo que debería volver a casa —suspiró.
—Seguro que volverá a nevar —comentó Diana con una sonrisa a medias—, últimamente no ha hecho más que hacerlo.
—Es molesto, hace más frío —se quejó Maximo, sacudiendo la cabeza.
Lion se rio entre dientes.
Regresó a su hogar de la misma forma en la que había llegado hasta ahí: en bicicleta.
Al llegar a casa, se detuvo en el patio, abriendo la cerca y dejando su bicicleta en el sitio. Tras cerrar de vuelta la cerca, caminó hasta detenerse delante de la entrada de su casa, que era de dos pisos y con una fachada blanca.
Abrió la puerta, sin sorprenderse al descubrir que estaba abierta. Sus padres estaban adentro, y le miraron ansiosamente al percatarse de su entrada sin decir ni una palabra, pero dejando en claro que se alegraban de verlo.
—Oh, Lion —le llamó su madre de pronto, que estaba en el sofá de la sala junto a su padre—, alguien dejó una carta para ti.
Lion frunció el ceño, deteniéndose al pie de las escaleras que había estado a punto de subir.
—¿Carta? —repitió, un tanto confundido... ¿Quién seguía usando cartas hoy en día?—, ¿quién la dejó?
—Uh, no lo sé, supuse que había sido uno de tus amigos —contestó su madre, restándole importancia y volviendo su mirada hacia la televisión que pasaba una película desconocida—, la dejé en la mesa por si quieres verla.
Lion asintió, dirigiéndose hacia el comedor y deteniéndose al observar que, en efecto, había un sobre encima de la superficie de la mesa. Lo tomó con curiosidad, abriéndole con cuidado y sacando su interior, que era un papel doblado.
Se quedó congelado al darse cuenta de que, en el centro y con letras grandes e impresas, estaban solo escritas cuatro palabras:
"Esto no ha terminado".
.
[Inserte lamentos de la autora por haber escrito un epílogo sin un prólogo]
Sí, oficialmente la historia ha acabado. Para más detalles, haré un apartado sobre esto 🤝
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