|Capítulo 8|
Johana, Maximo y Oliver se encontraban sentados en la misma área en donde habían despertado. Estaban apoyados contra un árbol y uno a un lado del otro respectivamente hablando.
No habían conversado nada desde que Ethan, Alexia, Lion y Diana se habían marchado, y quizá esto se debía a que no tenían nada que decirse... En realidad, la razón por la que los tres se habían quedado juntos era porque ninguno tenía las fuerzas suficientes para irse por su cuenta o siquiera ponerse de pie para caminar.
—Hum, ¿cómo se sienten de sus resfriados? —preguntó de pronto Johana, solo porque estaba empezando a aburrise e inquietarse un poco del silencio que los rodeaba.
—Es algo molesto tener la nariz tapada —murmuró Oliver, pasando de forma distraída su mano por la venda en torno en su cabeza—, y aún me sigue doliendo la herida que me hice en el río...
—No es como si un resfriado vaya a matar alguien —fue la opinión de Maximo, e incluso así ni siquiera lució convencido por ello.
Johana soltó un suspiro, pasando una mano por su cabello y jugando con él con cierto gesto nervioso. No era como si estuviera ansiosa por hablar con alguno de los niños, pero le exasperaba un poco que ambos fueran tan callados y silenciosos.
—¿Quieren jugar a algo para pasar el tiempo? —inquirió de pronto Oliver, y Johana le miró con interés.
—¿A qué cosa? —preguntó, diciéndose que haría lo que fuera con tal de evitar que el tenso hielo volviera.
—Conozco un juego llamado las veinte preguntas...
—Eso no es juego, solo es hacerse preguntas —farfulló Maximo, arrugando el entrecejo y sacudiendo la cabeza.
—¿Nos hacemos preguntas entre nosotros tres? —cuestionó Johana con curiosidad e ignorando a Maximo, pues no había jugado antes algo así y le causaba cierta curiosidad.
Oliver asintió.
—Sí, es sencillo, pero ayuda a que la gente se conozca mejor —respondió con una pequeña sonrisa creciendo en sus labios—. Por ejemplo, yo empiezo con Maximo —Se volvió hacia él y agregó—: ¿Cuál es tu color favorito?
Maximo bufó.
—¿Preguntas en serio?
—Sí.. Oh, espera, ya entendí —Oliver se sonrojó de la vergüenza y rascó su cuello—, quizá sí es un mal juego después de todo.
Johana se rio entre dientes.
—Eres bastante tierno —se burló, haciendo que el sonrojo de Oliver aumentara.
—Y raro —añadió Maximo, y por fortuna no parecía molesto por su pregunta anterior, solo divertido—, no sé cómo puedes ser así.
Oliver le miró confundido.
—¿Así cómo? —preguntó.
Maximo se encogió de hombros.
—No lo sé —respondió—, eres extraño, ¿sabes?
—Sé a lo que te refieres —concordó Johana con una sonrisa y mirando a Oliver—, eres muy tímido, pero también eres sensible y feliz... Dijiste que no querías volver con tu madre, ¿cierto? ¿Por qué es eso? Quiero decir, no debes responder si no lo quieres.
Oliver se hundió en su lugar, amasando un poco de tierra en el suelo con sus manos con aire de nerviosismo.
—Yo... Ella es una mala persona —murmuró, justo como había mencionado el día de ayer—, siempre bebe cosas que no debería, y pasa el día con hombres extraños y distintos... A veces incluso parece estar muy confundida y no logra reconocerme, y me da miedo que no lo haga —La voz del niño pareció debilitarse, sin embargo, él siguió hablando—, pero la peor parte es que yo sé que ella nunca quiso tenerme... Ya son muchas veces que me grita que fui un accidente, y nunca quiere que esté en casa con ella...
A medida que hablaba, Oliver fue bajando el volumen de su voz hasta que solo quedó un murmullo. Johana no se arrepintió de haber preguntado, pero no porque quisiera saber sobre su vida o conociera algo por hacer para ayudarlo, sino porque era consciente de que Oliver no debía tener muchos amigos, y la idea de que no hablara con nadie sobre ello debía ser simplemente horrible.
La niña lo abrazó, y luego tomó a Maximo del brazo para que hiciera lo mismo (sorprendentemente, él no se opuso).
—¿No tienes a alguien más con quien vivir? —inquirió Johana, sin separarse de Oliver y con su cabeza apoyada contra la suya.
—No, lo único que sé de mi padre es que tampoco quería cuidar de mí —murmuró él, sorbiendo su nariz, aunque no se sabía si era por el resfriado o porque estaba llorando.
—¿Saben qué? Deberíamos huir juntos cuando salgamos de aquí —dijo de pronto Maximo, frunciendo el ceño—, quiero decir, no digo que todos lo hagamos... Pero honestamente yo no planeo volver con mis padres al infierno en el que vivía.
—¿Era tan malo? —preguntó Johana con sorpresa, pues al menos en su caso ella había sido criada por sus tíos, quienes eran gente amable... No era como si alguna vez realmente se hubiera sentido parte de su familia, y no era como si ellos se hubieran esforzado en ayudarla a acoplarse, sin embargo, no era tan cruel, podía ser peor.
—Nunca me hicieron daño físico —contestó Maximo, frunciendo el ceño y esgrimiendo una mueca en sus labios—, pero honestamente nunca he ido a una escuela, porque mis padres creían que no podría soportarla. Recuerdo que la mayor parte de mi tiempo la pasaba encerrado en mi habitación, escuchando únicamente lo que oía por la radio... No creo que eso sea justo, y debería estar loco para querer volver allá.
—¿Es por eso que no te gusta abrir tus ojos? —inquirió Oliver, sorprendido—, ¿es por algo que te dijeron tus padres?
Maximo arrugó todavía más su entrecejo, jugueteando con sus pulgares con deje nervioso.
—Sí, creo que sí —murmuró en un tono de voz apenas perceptible—, recuerdo que decían que a todos les incomodaba ver los ojos de alguien ciego, y que de todas formas no tenía caso que los tuviera abiertos.
—Pero qué tontos —dijo Johana con molestia—, no debieron decirte eso, si así fue cómo naciste entonces no tienes ningún motivo para avergonzarte de quién eres.
Oliver asintió, estando de acuerdo con ella.
—Johana tiene razón —contestó él—, ¡eres muy inteligente y genial! Sentirte mal por ser quién eres es ridículo... A decir verdad, yo creo que tus ojos deben ser bastante geniales.
—Yo también lo creo —coincidió Johana, mirando a Oliver y devolviendo la sonrisa que él le dio.
Maximo dudó.
—No lo creo —fue lo único que contestó y, acto seguido, abrió sus ojos.
Johana y Oliver al principio no dijeron nada, inclinándose de forma inconsciente para poder observar de manera más clara sus pupilas. Ambos tenían un vago conocimiento acerca de cómo eran los ojos de la gente invidente, no obstante, ser ligeramente conscientes al respecto y poder visualizar un par de ojos así no eran términos que se acercaban en lo absoluto.
Sin embargo, eso no significaba que eran desagradables. El pálido color en las pupilas de Maximo sin duda resultaba desconcertante, pero no incómodo o extraño.
—Tenía razón —comentó Oliver, mirando a Johana de reojo, como asegurándose de que ella no fuera a tener una reacción negativa—, realmente creo que tus ojos son geniales.
—Es verdad —dijo Johana, y no estaba mintiendo—, es fabuloso... ¿Y sabes qué? También creo que es genial todo lo que haces sin poder ver, es increíble.
Maximo parpadeó varias veces, bajando un poco la cabeza. Quizá se sentía un tanto abrumado por aquellos comentarios.
—Uh, si ustedes dicen —murmuró, y sus mejillas se ruborizaron un poco.
—De cualquier forma —continuó diciendo Oliver con aire pensativo—, huir no me parece una mala idea, podrían venir también los demás si quieren... Y tú, Johana, ¿qué opinas?
Ella se sorprendió un poco por que le preguntaran.
No era como si su vida fuera mala, pensó. Tenía comida, un hogar al que volver y una escuela... Su único problema era sentir que no encajaba con sus primos. Su único problema era que ellos y sus tíos siempre le recordaban que ella no formaba parte de su familia, o no del todo.
Johana sintió un nudo en su garganta y finalmente asintió con la cabeza.
—Sí, huiré con ustedes —sentenció con certeza—, aunque probablemente deberíamos hablar de esto con los demás.
—Por supuesto que lo haremos —contestó Oliver—, pero por el momento basta con que nosotros lo sepamos.
La sonrisa de Johana creció, y ella no pudo evitar sentirse feliz al oírlo. ¿Realmente irían a escapar de sus hogares y familias una vez que lograran llegar al final de esa pesadilla? Esperaba que sí. Esperaba que eso fuera verdad.
Sin embargo, antes de que pudieran seguir conversando del tema, de pronto Maximo se tensó, diciendo:
—Escucho que alguien viene hacia nosotros.
Johana agudizó su oídos, e instantes más tarde pudo percibir el suave y casi imperceptible sonido de hojas crujiendo. Y entonces se sorprendió cuando una sombra atravesó la niebla.
Lamentablemente, no se trataba del conejo que habían estado esperando, sino de alguien más.
Era Diana.
Oliver se puso de pie al verla y caminó un tanto tambaleante en su dirección.
—¿Qué sucedió? —preguntó él, confundido.
Diana por unos momentos no dijo nada, y Johana se dio cuenta de que ella lucía bastante alterada. La niña se tomó unos minutos para tratar de calmarse, y solo hasta que consiguió hacerlo, ella dijo:
—Encontramos al conejo...
—¿Eh? ¿Lo encontraron? —repitió Maximo con sorpresa—, ¿qué ocurrió con él?
Diana vaciló, tragando saliva con dificultad.
—Él huyó... —comenzó diciendo—, y luego Lion salió corriendo para atraparlo.
—¿Qué? —dijo Johana, abriendo sus ojos de par en par—, ¿quieres decir que él ahora está perdido en la niebla?
—¿Quién está perdido? —cuestionó de pronto alguien a sus espaldas.
Johana se sobresaltó, mirando sobre su hombro y cayendo en la cuenta de que Alexia y Ethan ya habían vuelto.
—¿Qué hacen aquí tan pronto? —inquirió Oliver, ladeando la cabeza.
—Oímos un ruido y vinimos a ver si estaba todo bien —explicó Alexia, encogiendose de hombros.
—Pues no lo está; Lion se perdió en la niebla —respondió Diana, esgrimiendo una mueca de angustia en sus labios—, es que casi habíamos atrapado en conejo, pero él huyó a último minuto y Lion fue detrás suyo.
—Ese idiota —murmuró Ethan, negando con la cabeza en evidente desaprobación—, fue su culpa por huir de esa forma. Él mejor que nadie debía entender lo que iba a ocurrir si se iba de esa forma.
—¡No importa! ¡Debemos buscarlo!
—No pueden lanzarse a buscarlo —aseguró Maximo, frunciendo el ceño—, lo mejor que pueder hacer es esperar a que la niebla pase un poco...
—¡Pero no es justo! —insistió Diana.
Oliver le tranquilizó poniendo una mano sobre su hombro a modo de consuelo.
—Ya conoces a Lion —dijo—, seguro que él sabrá cómo volver a nosotros.
.
Lion no entendía de dónde había provenido la voz que habló hace solo unos instantes atrás.
Los vellos de su nuca se habían erizado y se sentía como en un estado de alerta. Miraba constantemente a su alrededor y lo único que podía servirle de consuelo era el conejo que sostenía contra su pecho. Su entrecejo estaba fruncido y sus labios curvados en una mueca.
Estaba asustado. Sin embargo, se rehusaba a lucir como un cobarde, por lo que reunió el suficiente coraje para poder salir de su shock inicial, y luego habló para decir:
—¿Quién eres y qué es lo que quieres?
Quería saber desde donde estaba hablando, y lo único que se le ocurría era que quizá hubieran cámaras o altavoces en los árboles, pero, ¿en qué parte? No era como si estuvieran en verano y la vegetación abundara lo bastante como para cubrir algo así... Tampoco había niebla a su alrededor y había luz que iluminaba su alrededor. Si era así, ¿por qué entonces no descifraba el origen de la voz?
—Sabes que de cualquier forma no pienso decírtelo —contestó el hombre que les había estado hablando de las pruebas desde el día en que despertaron, y en su tono de voz hubo cierto amago divertido—. Quieres volver con tus amigos, ¿no es verdad, Lion?
El niño sintió un nudo aflorar en su garganta y se obligó a mantener la calma, tratando de no pensar algo que solo lo hiciera entrar en pánico. No era como si el psicópata que les había secuestrado estuviera delante suyo, solo estaba hablándole... Y sabía su nombre, pero eso era obvio, ¿no? Aún si lo era el saberlo le hizo sentir asustado.
Mordió su labio inferior con fuerza e ignoró los fuertes y agitados latidos de su corazón.
—Sí, eso quiero —contestó con lentitud y cuidado, teniendo precaución con lo que decía y sin dejar de mirar a su alrededor en busca del altavoz por el que la voz resonaba.
—Podemos hacer un trato si así lo quieres —continuó el hombre.
—¿Por qué crees que haría un trato contigo? ¡Tú nos secuestraste! Y por tu culpa Oliver y Maximo casi mueren.
Lion finalmente se detuvo cuando observó que había un pequeño objeto circular colocado en lo alto de una rama de un árbol cerca suyo. Se acercó a él, sin dejar de hablar con la intención con la intención de que el hombre que lo oía no supiera lo que estaba haciendo.
—... No entiendo por qué nos drogaste para no recordaramos cosas, ¡pero tienes serios problemas y no sé qué se te pasó por la cabeza cuando decidiste hacernos pasar por esto! ¡Simplemente eres un psicópata!
Cuando dijo esto ya había llegado a la rama que había visto antes, sin embargo, no se animó a acercarse más o estirar su brazo para examinarla, pues eso implicaría aflojar su agarre del conejo que sostenía, y era algo que no podía permitirse, aunque de por sí el animal parecía muy manso y estaba bastante quieto.
—La verdad es que es algo aburrido que no recuerdes el porqué estás aquí —contestó el hombre, y Lion pudo confirmar que la voz emergía de un aparato más pequeño que su pulgar, el cual era de color negro y parecía estar adherido a la superficie de la rama.
Lion entonces procesó su respuesta, y frunció el ceño, mirando a su alrededor y buscando con intriga si habían más de esos pequeños altavoces.
—¿Por qué dices eso? —resopló, tensando la mandíbula y sin encontrar más de sus objetivos.
Se quedó quieto al escuchar una suave risa recorrer el bosque. A Lion le pareció una risa escalofriante que nunca en su vida deseaba volver a oír.
—¿En serio no te preguntas cómo es que todos tienen tan malas familias a las que no quieren volver para que tú seas la única pieza fuera de lugar? —cuestionó el hombre con leve deje de burla.
Lion se mantuvo estático, parpadeando varias veces y tratando de entenderlo.
—No te preocupes —continuó diciendo la voz—, no te daré ningún dato relevante... En cambio, voy a ayudarte a regresar con tus amigos.
—¿Por qué lo harías? —cuestionó Lion, dubitativo.
—Porque sería aburrido si todo terminara en este punto. No podrías volver por tu cuenta por esta niebla, y dado que tu equipo no tiene el conejo entonces aún no han pasado la cuarta prueba... ¿Ves a dónde voy con esto? No puedes permitirte fallar un momento crucial como este.
Lion rechinó los dientes, arrugando la nariz y percibiendo un amargo sabor en su paladar... Oh, cómo odiaba a la persona que estaba al otro lado de todo eso, hablando de lo aburrido que sería que las pruebas se detuvieran ahí... ¡Era enfermizo y le frustraba no poder hacer nada!
¿Y lo qué más le exasperaba? Bueno, eso era saber que el psicópata tenía razón.
Si rechazaba su ayuda no sabría regresar, y si se perdía tenía muy bajas probabilidades de regresar con sus amigos o sobrevivir por su cuenta hasta entonces.
Mordió el interior de su mejilla con fuerza, sintiendo la rabia burbujear en la boca de su estómago.
—¿Y qué sucederá si acepto tu ayuda? —preguntó, tragándose todo aquello que se sentía tan ansioso por gritarle... En ese momento no le parecía nada útil.
—Detendré la niebla —respondió el hombre—, y te diré qué camino elegir para regresar. Sin embargo, a cambio tendrás que deberme algo.
Ya sabía, pensó Lion, nada ahí podía ser gratis. Tembló un poco, preguntándose si la voz realmente estaba hablando en serio... Deberle algo a un psicópata era algo horrible, pero quedarse ahí y perderse también lo era.
—Uh, ¿qué tendría que deberte? —cuestionó, sin poder evitar vacilar al hablar.
—Un favor —respondió la voz con calma y casi al instante—, no te diré de qué trata, pero puedo decirte que no pone en peligro tu vida ni la de nadie más.
Lion sabía que era una mala idea. No podía estar sopesando con seriedad aceptar lo que el hombre le estaba proponiendo... Pero, ¿qué otra opción tenía?
—Antes de aceptar —dijo, acariciando un poco el pelaje del conejo solo para intentar calmar los agitados latidos de su corazón—, quiero saber por qué estoy aquí... No hablo de los motivos de los demás, solo del mío.
No quería sonar egoísta, pero no podía simplemente negar que no había sentido confusión y curiosidad ante el hecho de que él fuera el único en el grupo sin un historial de negligencia infantil o una considerable mala infancia... Además, el hombre lo había mencionado como si fuera algo relevante, realmente relevante... Y Lion ansiaba saber el porqué.
Quizá ese era uno de sus defectos: siempre quería llegar al fondo de un misterio.
—De acuerdo —sentenció el hombre con ligero humor—, te lo diré: estás aquí porque tú mismo lo causaste, Lion; eres el responsable de que estés en este lugar... Ahora, ¿puedo saber cuál es la decisión que tomaste?
Honestamente, no ers una respuesta que calmaba a Lion o que él pudiera entender. No obstante, debía confesar que era mejor que simplemente no obtener nada.
Soltó un suspiro, pasando una mano por su cabello y removiendo sus pies en el suelo de forma ansiosa.
Antes de poderse arrepentir o pensarlo de manera ortodoxa, abrió su boca, diciendo con lentitud:
—Bien... Acepto tu trato, o lo que sea.
Honestamente, dudaba que estuviera optando por la mejor elección, sin embargo, tenía la vaga certeza de que no podría tomar otro camino... ¿Qué más podía hacer? Necesitaba regresar con sus amigos lo antes posible, y perder el tiempo era algo que no podía permitirse hacer.
La voz del hombre no contestó, no obstante, en cuanto Lion accedió a su trato, él cayó en la cuenta de que la niebla que hace unos instantes había sido tan densa pronto empezó a disiparse en el viento. Era algo tanto sorprendente como tranquilizante.
Esto solo confirmaba su sospecha de la niebla artificial, y también causó que se preguntara qué otras cosas podía llegar a hacer la persona que les había secuestrado. La idea le hizo sentir miedo, y un escalofrío recorrió su espalda. Lion sacudió la cabeza, apretando al conejo contra su pecho.
—Solo sigue el camino de la izquierda. Y no le cuentes a los demás acerca de esto —informó la voz una vez más antes de desaparecer por completo y hacer que su alrededor se sumiera en un frío silencio.
A pesar de que el hombre no había pronunciado ninguna amenaza explícita al decirle que no debía contarles a sus amigos sobre lo ocurrido, Lion percibió que igualmente no sería conveniente hacerlo... Si era honesto, solo quería volver con los demás y hacer de cuentas que nunca había compartido diálogos con la persona que les había secuestrado.
Lion mordió el interior de su mejilla y se deslizó por el camino hacia la izquierda, observando la forma en la que todo se aclaraba lentamente a su alrededor. Era como haber tenido los ojos tapados todo ese tiempo y finalmente descubrirlos.
La niebla pronto se evaporó en el aire hasta no dejar ni un rastro, y entre más se adentró Lion entre los árboles, pudo darse cuenta de que se hacía más claro el ruido del río al que debía estarse acercando.
Entonces finalmente llegó al sitio en donde se había separado de Diana.
La trampa ya no estaba (probablemente la niña la había desarmado), sin embargo, aún podía reconocer el árbol en donde se había apoyado poco tiempo atrás... Lion no se detuvo para pensar en ello y siguió caminando, empezando a correr y sin atreverse a soltar el conejo que llevaba consigo.
Solo frenó su paso cuando se encontró con el resto de sus amigos.
Los seis ya estaban ahí, todos de pie y con sus atenciones enfocadas en él, evidentemente sorprendidos y desconcertados ante su repentino acto.
Diana fue la primera en reaccionar, acercándose hacia él y exclamando:
—¡Lion! ¿Qué sucedió?
Él parpadeó varias veces, tratando de procesar la información.
—Yo... Fui a perseguir al conejo —contestó, levantando un poco al animal que sostenía para hacer énfasis en eso—, luego la niebla se detuvo de la nada y decidí volver.
—¿Por qué la niebla paró? —preguntó Ethan, entrecerrando los ojos y arrugando el entrecejo con lo que parecía ser aire de sospecha.
Lion tragó saliva, sintiéndose algo nervioso, y rápidamente buscó una excusa que pudiera usar. Ya había decidido de antemano que no iba a hablarles de sus amigos acerca del supuesto trato al que había accedido, y principalmente era porque no quería preocuparlos... Ni tampoco que creyeran que Lion era absurdamente imprudente, lo que en cierto modo era verdad.
—Quizá se detuvo porque encontré al conejo —mintió sin problemas, desviando su mirada de la de Ethan, porque era quien tenía mayores probabilidades de descubrir su mentira—, y luego regresé como pude...
Si Ethan tuvo sus sospechas, al menos no dijo nada en voz alta, y se limitó a quedarse en silencio. Por otro lado, Diana tomó el conejo que sostenía Lion, acariciandolo y frunciendo el ceño.
—Creo que tiene sentido —murmuró ella, aunque no lucía convencida del todo.
—¿Y cómo fue que volviste? —preguntó Alexia, dubitativa.
Lion se encogió de hombros.
—No lo sé —admitió, curvando sus labios en una mueca.
Por fortuna, no tuvo que decir algo más, pues en ese momento el walkie-talkie, con el que se había quedado Johana, hizo resonar la voz que Lion había escuchado hace solo unos instantes atrás, y esta dijo:
—Han logrado superar la cuarta prueba, sin embargo, el conejo lleva consigo lo que es la quinta, la cual pueden comenzar a descifrar por su cuenta. Por el momento, no queda nada más que decir.
Y, como era de esperar, el hombre se quedó callado tras informar esto, y el silencio llenó el lugar.
—Estoy comenzando a odiar la sola palabra "prueba" —murmuró Alexia, soltando un suspiro que denotaba su cansancio y acercándose al conejo que cargaba Diana.
Ambas dejaron al animal en el suelo, asegurándose de evitar que tuviera por dónde escapar.
—Miren, el conejo tiene un collar —comentó Diana con sorpresa, alejando el grueso pelaje del mamífero para quitarle el objeto que rodeaba su cuello.
Una vez que desabrochó su collar, el conejo salió disparado hacia delante, perdiéndose entre los árboles hasta volverse invisible ante sus ojos.
Lion frunció el ceño, no obstante, supuso que al menos el animal ya había cumplido su objetivo. Diana, Alexia y él se sentaron sobre el suelo, y a ellos se sumaron Ethan, Oliver, Johana y Maximo, creando un pequeño círculo entre ellos.
El collar que sostenía ahora Diana entre sus dedos era de cuero, y tenía una bolsita marrón que era del tamaño de la palma de su mano, lo que hizo que Lion se preguntara cómo era que no lo había visto antes.
Diana abrió la bolsita, y sacó dos cosas: un encendendor y un papel doblado.
—Vaya, tenemos un encendedor —se alegró Diana—, ahora podemos hacer fuego.
Ethan bufó, aunque no dijo nada y únicamente se estiró para tomar el papel doblado, alisando su superficie y arrugando el entrecejo al analizar lo que había en él.
—¿Qué hay ahí? —inquirió Lion, curioso.
Ethan suspiró pesadamente.
—Hay un mapa —contestó con aire de exasperación—. De verdad que estoy empezando a cansarme de esto.
.
No se preocupen, las pruebas no serán infinitas. De hecho, el final está bastante cerca... ¿Quién lo diría :<?
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