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|Capítulo 7|

Como era costumbre ya en él, Lion tuvo problemas para conciliar el sueño, pero esta vez no fue el único.

La temperatura en el ambiente había descendido todavía más que antes, lo que volvía muy difícil la sola idea de quedarse dormido.

Nuevamente, todos habían tomado posiciones cercanas, aunque ahora se recostaron sobre el frío suelo en un intento de obtener posturas más cómodas que facilitaran el proceso de sueño. Sin embargo, no funcionó.

Para ese momento, el cielo ya estaba oscuro y pintado de muchas estrellas, las cuales eran más visibles que las otras noches. No había ruidos externos, y todo estaba colmado de un denso silencio que parecía infinito, y en cierto modo eso estaba bien para Lion, pues no se le ocurría de qué forma habría emitir algún ruido en medio de aquel ambiente tan gélido que lo envolvía.

Aún si el grupo había extendido la única manta para cubrirlos a todos como fuera y utilizado las mochilas como almohada, Lion no hallaba comodidad en ese sitio, y eso lo frustraba en gran medida, aún si era consciente de que en esta ocasión nadie había pedido particularmente que hubiera alguien despierto (después de todo, sentían que mantenerse alertas ya había perdido el sentido).

No obstante, conforme pasaron las horas, todos se rindieron al cansancio, y eventualmente Lion también lo hizo, sin batallar tanto al respecto como había ocurrido la noche anterior.

Esta vez soñó con un viaje a la playa con sus padres.

No estaba seguro de cuándo sucedió ni tampoco alcanzó a visualizar con exactitud el rostro de sus padres, pero aún así tuvo el raro sentimiento de que se trataba de ellos, y la sola idea causó que Lion percibiera una gran calidez crecer en su pecho. Quería ver a sus padres, pensó, y ahora su determinación para salvar a sus amigos también los involucraban, porque entre más lo pensaba más se decidía en querer ayudar a los seis niños de ese grupo, fuera de la manera en que fuera.

Cuando Lion despertó con estos pensamientos revoloteando por su cabeza, se dio cuenta de que había sido el primero en despertar, y notó que la mañana seguía siendo tan fría como la noche... Y que, para colmo, había una densa neblina cubriendo su alrededor.

Lion se asustó un poco al comienzo, preguntándose velozmente cómo serían capaces de caminar sin dar vueltas en un bosque con niebla. Sin embargo, casi al instante se obligó a calmarse, decidiendo que lo mejor que podía hacer era pensar con claridad para comprender su situación, pues de otra forma no se haría ningún favor al entrar en pánico.

Volvió su mirada hacia el grupo de niños que dormitaban a su costado izquierdo. Sus rostros lucían serenos y tranquilos, dando la impresión de que tenían vidas felices y alegres... Pero mortificaba saber que esto no era verdad, y Lion se estremeció al rememorar la conversación de anoche. Él iba a salvarlos sin importar el costo, ya tenía eso decidido.

Soltó un suspiro y se puso de pie, estirándose un poco e inspeccionando su alrededor. Sin duda, la niebla era demasiado gruesa para poder ver algo a través de ella, e incluso aunque podía oír a lo lejos el río, le resultaría difícil decir con exactitud en qué camino se hallaba.

Frunció el ceño y sus labios se curvaron en una mueca de disgusto.

—Hey, ya has despertado —comentó de pronto la voz de Diana a sus espaldas, haciendo que se sobresaltara—, veo que ahora no te quedaste despierto tan tarde, eso es bueno.

Lion miró sobre su hombro para verla, notando que ella también se había puesto de pie y parecía estar mirando lo que les rodeaba.

—Oh, vaya —comentó con leve cansancio—, parece que la niebla será un problema... Aunque debo confesar que nunca antes había visto la niebla tan de cerca... Es algo fascinante, ¿no crees?

Lion asintió con la cabeza vagamente, frunciendo el ceño y preguntándose qué hora sería. Debían ser alrededor de las nueve o las ocho de la mañana, aunque era difícil decirlo, y honestamente solo esperaba que con el pasar de las horas la niebla eventualmente se disipara.

Soltó un suspiró, rascando su cabeza y observando que los demás ya habían comenzado a despertar.

Debido al accidente en el río, tanto Oliver como Maximo parecían haber amanecido resfriados (algo que era de esperar) a juzgar por sus narices rojas y la forma en que ambos parecían de mal humor... El que se hubieran resfriado no ayudaría nada a su situación, ¡y la niebla no era mucho mejor!

Lion observó en silencio cómo el grupo se ponía de pie, frunciendo sus labios en una mueca.

Ninguno habló durante el tiempo en el que cada uno tomó su desayuno, el cual resultó ser tan aburrido y desabrido como lo había sido el día anterior.

Honestamente, le parecía bastante surrealista la idea de que ese fuera su cuarto día en ese sitio (incluyendo la noche en la que despertaron ahí), parecía como si hubiera sido más tiempo... Lion no estaba seguro de cómo funcionaba esta sensación, pero sabía que era real y eso le frustraba. Había pasado poco tiempo relativamente hablando, y ya tres de ellos habían resultado heridos sin que hubiera podido hacer algo para evitarlo... ¿En qué términos se encontrarían una vez que llegaran al final del bosque? No saberlo se le figuraba exasperante.

—Hum, me pregunto si en algún momento del día la niebla se irá —comentó de pronto Diana, ladeando la cabeza y mirando a su alrededor con deje curioso.

Lion también se preguntaba eso, aunque en lugar de responder, se limitó a encogerse de hombros, inseguro acerca de qué decir.

—¿Creen que la próxima prueba sea tan complicada como la del río? —inquirió Alexia, titubeando un poco al hablar.

—Ojalá no tengamos que caminar tanto —suspiró Oliver, soltando un estornudo y sorbiendo su nariz con aire de frustración—, siento que últimamente he caminado más de lo que he hecho en toda mi vida.

—Lo sé, es tan cansado —coincidió Johana, haciendo una vaga señal hacia su pie, el cual parecía haberse curado un poco desde ayer, aunque de igual manera seguía sin poderlo apoyar por completo en el suelo—, y es peor caminar sin tener idea de cuándo nos podremos detener.

—Sí, bueno, pues de nada sirve quejarse —masculló Ethan.

—No sirve de nada, pero se siente bien, así que déjanos hacerlo.

Ethan no respondió, frunciendo el ceño.

Y luego, como si hubieran invocado algo al conversar aquel tema, de pronto el walkie-talkie cobró vida, y la voz del hombre de antes les habló, diciendo:

La cuarta prueba empezará a partir de ahora.

Hizo una breve pausa, como asegurándose de que todos estaban prestándole atención, y luego prosiguió.

A diferencia de las demás pruebas, esta tendrá un tiempo límite hasta el anochecer. La prueba consistirá en una búsqueda, y para llevarla a cabo tendrán que encontrar un conejo con el número cuatro. Una vez que lo encuentren la cuarta prueba habrá finalizado.

Después simplemente se desvaneció la voz junto a la interferencia, y fue como si nunca hubiera estado ahí en primer lugar.

Por unos instantes, el grupo se mantuvo en un tenso silencio, procesando la información que les había sido soltada de golpe.

Maximo fue el primero en romper el hielo, soltando un gruñido y diciendo:

—Genial, otra prueba en la que soy completamente inútil.

—No digas eso —respondió Diana, parpadeando varias veces y volviéndose hacia el niño—, una vez me enteré que los ciegos podían escuchar mejor que uno que sí ve, ¿no es verdad?

—No lo sé, supongo.

—Pues eso puede ser útil, ¡y también tú y todos los demás son muy inteligentes! Así que no puedes decir que eres inútil, esa es una mala palabra.

Maximo frunció el ceño, quizá sopesando por un momento la idea de discutir con ella, sin embargo, a medio camino se detuvo y se limitó a encogerse de hombros, sin agregar nada más, aunque sin lucir convencido al respecto.

—Hum, bueno —comentó Alexia, removiendo sus pies en el suelo con aire de incomodidad—, ¿y cómo se supone que encontraremos al supuesto conejo? Parece ser mucho trabajo, en especial con la niebla.

—¿Creen que es posible que la niebla sea artificial? —inquirió Lion, mirando con aire inquietante a su alrededor, pensando en la probabilidad de que hubiera alguien de pie observando todo más allá de la niebla. La idea causó que un escalofrío recorriera su espalda.

—Sería bastante causalidad que la prueba fuera justo en un día como este —musitó Ethan, cruzándose de brazos y arrugando la nariz—, igual, sea artificial o no, no tenemos forma de actuar contra ella.

—Entonces... ¿Cómo encontramos al conejo? —preguntó Oliver, pasando una mano por su rostro cansado que denotaba su evidente resfriado.

—Podemos poner una trampa —sugirió Johana, apoyada sobre el tronco de un árbol y mirando al suelo.

—De nada servirá si nos perdemos entre nosotros —respondió Alexia con una mueca.

—¿Y si subo a un árbol muy alto y veo si se puede observar algo? —cuestionó Diana, y pareció ansiosa por hacerlo.

—¿De qué serviría? La niebla no dejaría de ser tan densa —descartó la idea Ethan.

—La trampa no suena como una mala idea —dijo Lion, un tanto abrumado por la conversación que iba demasiado rápido—, la cuestión sería no separarnos y tomar en consideración marcar la tierra y los árboles.

—¿Y cómo funcionaría la trampa? —preguntó Oliver.

—Lo más sensato sería usar los materiales que el psicópata nos dio —respondió Maximo, frunciendo el ceño—, quizá cavar un hoyo en el suelo, poner una manta y algo de comida encima. No sería un hoyo muy grande para herir al conejo, pero tampoco muy pequeño para que pueda escapar.

—Es una buena idea —dijo Diana con una sonrisa entusiasmada—, podemos hacerlo.

—Y también podríamos utilizar una trampa distinta para tener un respaldo —comentó Lion—, en esa podríamos usar las cuerdas y la carpa impermeable para atrapar al conejo si se acerca.

—Entonces tendríamos dos equipos distintos —concluyó Ethan—, uno se encarga de la primera trampa y el otro de la segunda, y las trampas estarían lejos una de la otra.

—Mejor hay que tener un tercer equipo —murmuró Alexia—, para que sirva de vigilancia y se quede aquí en caso de que el conejo pase por aquí.

—Entonces habrá dos equipos de dos y uno de tres —dijo Johana, haciendo cuentas con sus dedos—, Diana puede ir con Lion, ya que él sugirió la segunda trampa y ella tiene agilidad física. Oliver, Maximo y yo podemos quedarnos aquí, quiero decir, porque no puedo moverme mucho y Maximo podría escuchar más atentamente cualquier movimiento. Y Alexia y Ethan pueden quedarse con la primera trampa.

Los niños asintieron con la cabeza, de acuerdo con aquella organización.

Tras acomodar lo necesario y decidir la cantidad de pasos que irían lejos (que resultaron ser veinte) cada quien tomó su camino, y Lion partió junto a Diana.

Ambos niños, tras haber contado sus pasos correspondientes y asegurarse de colocar rocas en puntos estratégicos, se detuvieron para armar su trampa.

—¿Crees que atrapemos al conejo antes que Ethan y Alexia? —inquirió Diana, acercándose a un árbol y comenzando a treparlo antes de que Lion pudiera decirle algo.

Él se encogió de hombros, atando cuatro cuerdas a los extremos correspondientes de la carpa (que quizá no lo era tanto por su pequeño tamaño) y pasándole las cuerdas a Diana, quien las ató de forma que pudieran hilar de ellas cuando fuera el momento.

La niña descendió del árbol sin problemas con el cuarteto de cuerdas en mano.

Lion, por su parte, tomó la lata que había agarrado de la mochila y, con un ligero aire de tristeza por desperdiciar la comida en eso, vació poco menos de la mitad de su interior sobre la carpa, asegurándose de distribuirla lo suficiente y colocando hojas en torno al material, para que no luciera la trampa demasiado obvia.

—Bueno, parece que solo queda esperar —comentó, tomando su lugar a un costado del árbol junto a Diana, tomando dos extremos de cuerda que ella le ofreció.

—Espero que el conejo no tarde mucho —respondió ella, suspirando con leve frustración—, no me gustaría perder otra prueba o algo.

Lion esgrimió una mueca en sus labios, dándose cuenta de lo extraño que se sentía hablar de algo como aquello.

—Es deprimente pensarlo, ¿no crees? —murmuró, rascando su cuello y con sus ojos fijos en la trampa que habían armado instantes atrás—, sentirnos tan ansiosos y asustados por estas pruebas.

Diana lo pensó por unos momentos.

—Supongo que si antes de esto alguien me hubiera dicho que esto iba a ocurrir no le habría creído.

—Yo tampoco.

—Lion... Siendo sincero y sin nada de querer calmarme o algo así, ¿realmente crees que saldremos de aquí?

Él no respondió al instante, sopesando una respuesta y arrugando un poco el entrecejo. Podría volver a mentir, pensó, pero sabía que Diana no quería eso... Y además, tenía la sospecha de que ella sabría si estaba mintiendo.

Así que decidió ir por la verdad.

—No lo sé —soltó—, solo estoy seguro que incluso si salimos los problemas no acabarían.

—Oh, es verdad... Dijiste que tú no tenías problemas con tus padres... No estabas mintiendo, ¿o sí?

Lion negó con la cabeza.

—No, o al menos no que yo recuerde... Quiero decir, no era como si me llevara bastante bien con ellos, pero son buenos padres, y no creo que alguna vez tuviera problemas con ellos.

—Eso es bueno —respondió Diana con cierto aire monótono.

—Mencionaste que tus padres peleaban, ¿cómo es eso?

En realidad, Lion no había querido preguntarle. Había sido más un impulso de su curiosidad. Sin embargo, para cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde y supo que Diana ya le había oído.

Ella frunció sus labios en una mueca de desagrado y tensó la mandíbula.

—Lo siento, no tienes que responder —se disculpó Lion de forma inmediata, apartando su mirada de la trampa por unos breves momentos.

Diana negó con la cabeza.

—No, está bien —contestó, dubitativa, y enseguida agregó—: No es que no me guste hablar de eso porque sea doloroso, sino porque no sé qué pensar sobre eso...

Lion vaciló.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno... No recuerdo la fecha, pero sé que hace meses comenzaron a discutir y pelear, cualquiera pensaría que algo lo comenzó... Pero yo creo que eran algo que simplemente ya estaba ahí, ¿lo entiendes? Eran pequeñas discusiones que se guardaban y que un día explotaron —Diana tragó saliva antes de continuar—, pronto llegaron a ese punto donde odiaban hablarse y peleaban por cualquier cosa. No lo sé, realmente no es gran cosa, y no es tan malo como lo que contaron Oliver y los otros...

Lion frunció el ceño.

—No se trata de una competencia —respondió—, el que alguien sufra no implica que tu dolor signifique menos... Es algo que no debería ocurrir, y está bien sentirse mal por ello.

—¿Y está bien desear que mis padres simplemente ya se divorcien para que dejen de pelear? —inquirió Diana en un hilo de voz, estando claramente al borde de las lágrimas.

Lion dudó un poco, inseguro de si era buena idea seguir hablando. No obstante, prosiguió.

—Por supuesto que está bien. No es malo querer dejar de sentirte mal.

—Pero, ¿no debería querer que se reconciliaran en lugar de lo contrario?

—Quizá solo sabes que eso ya no es posible.

Diana se quedó en silencio, y Lion cayó en la cuenta de que las lágrimas cubrían sus ojos en una delgada capa. La niña le pareció tan pequeña e indefensa que tuvo el deseo de querer abrazarla y pedirle a sus padres que la adoptaran... Sin embargo, dudaba que eso fuera una opción, y vaya si eso lo frustraba.

Suspiró, pasando un brazo por el hombro de Diana y volviendo su mirada hacia la trampa, la cual, por fortuna, seguía intacta.

—Gracias, Lion —murmuró ella, enjugando las lágrimas que habían caído en sus mejillas—, yo... Recuerdo que muchas de mis amigas decían que estaba exagerando con esto, ¿sabes? Realmente me hicieron sentir mal por lo que ocurría con mis padres, y mis hermanos... Bueno, no podía hablar con ellos al respecto.

—No sé cómo podrías exagerar un dolor —respondió Lion, más que nada pensativo—, solo es algo que duele y solo tú sabes cuánto lo hace... Y hum, ¿dijiste hermanos? ¿Cuántos hermanos tienes?

Diana sonrió un poco, quizá pensando en ello.

—Solo tengo dos —contestó—, son mellizos y tienen cinco años.

—Vaya, debe ser genial tener hermanos.

Ella se rió entre dientes.

—Supongo que sí... ¿Eres hijo único?

—Sí, creo que mis padres no querían tener que lidiar entre tener más hijos y mantener sus trabajos.

—¿En qué trabajan tus padres?

—No lo sé del todo, creo que mi padre trabaja para el gobierno o algo así, y mi madre trabaja en un local.

Diana asintió lentamente.

—Ya veo, suena como si pasaras mucho tiempo solo.

Lion no lo había pensado, sin embargo, se dio cuenta de que ella tenía razón. Sí, siempre fue un niño bastante solitario, quizá porque él mismo decidía excluirse de las personas y prefería matar el tiempo en historias cuyo misterio principal desbarataba antes del final.

Se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

Sin embargo, fue inevitable que se diera cuenta que había necesitado de ser secuestrado a un bosque para que finalmente llamara a alguien más un "amigo".

Sus labios se curvaron en una mueca ante esta revelación, y le pareció bastante rara. Pero decidió no ahondar más en ello, y alejó estos pensamientos de su mente.

Diana y él conversaron un rato más, pero fue de temas más triviales y menos profundos, jugando por un rato a las "caricaturas" y contándose sus cosas preferidas. Era sencillo hablar con ella, porque Diana era divertida y guiaba la charla de forma fácil, lo que le agradaba a Lion, que no siempre sabía cómo continuar una conversación y solía quedarse sin nada.

Sin embargo, eventualmente se quedaron en silencio agradable y cómodo, esperando a que por lo que estaban esperando por fin ocurriera

Johana se había quedado con el walkie-talkie, por lo que Lion ni siquiera podía saber si acaso el hombre había dicho algo sobre la cuarta prueba... Sin duda le pareció sospechoso que la niebla no se hubiera disipado ni un poco en todo ese tiempo, y entre más rato pasaba más se hacía a la idea de que era niebla artificial.

Honestamente, Lion deseaba poder entender el propósito o la intención oculta tras las pruebas, pues estas parecían ser tan distintas y elegidas al azar que no se le ocurría qué debían comprobar. O también existía la probabilidad de que no tuvieran una finalidad más allá de estresarlos y hacerlos sentir mal.

De cualquier manera, la situación era mala.

El sol lentamente descendía, y el hambre que Lion percibía aumentaba... Solo quería que pasara ese absurdo conejo para poder dar por terminada la prueba.

Entonces, como si el destino le hubiera oído, de pronto oyó unos arbustos sacudiendose a la distancia.

Abrió sus ojos de par en par y sacudió a Diana a su lado, que le miró con aire ansioso. Ninguno hizo ruido alguno, y se pusieron de pie con cuidado, afianzándose a las respectivas cuerdas que sostenían y observando su alrededor con cuidado.

Desde la niebla y apareciendo como un fantasma, llegó el conejo a su espacio. El animal no reparó en sus presencias en absoluto, y sus ojos cayeron con sumo interés sobre la comida que yacía sobre la carpa en el suelo.

El conejo era blanco como la nieve y tenía un número cuatro pintado en su lomo derecho. Sus pasos eran cortos, sus orejas se balanceaban de un lado a otro y su nariz se movía rápidamente a la vez que sus bigotes se agitaban.

Lion mordió su labio inferior para evitar emitir un sonido de forma involuntaria, y siguió el movimiento del conejo con suma atención.

Estaban tan cerca de completar aquella frustrante prueba.

Comenzó a desesperarse cuando vio que el conejo no parecía decidirse a entrar en la trampa, y estuvo tentado a maldecir en voz cuando el animal finalmente dio media vuelta y salió huyendo de ahí, tal vez notando que dos niños le miraban tan fijamente.

Sin pensarlo realmente del todo, Lion soltó sus cuerdas y salió disparado en busca del conejo, oyendo a lo lejos cómo le llamaba Diana y haciendo caso omiso de ella.

El conejo corrió al comprender que estaba siendo perseguido, y Lion apremió su paso, pronto comenzando a correr y sin darse cuenta del paisaje que lo rodeaba.

El viento azotó contra su rostro, y brincó sobre raíces de árboles y ramas caídas con una agilidad que ni siquiera sabía que poseía, aunque tal vez solo podía tratarse de la adrenalina que bombeaba su corazón en ese preciso momento.

Ni siquiera supo en qué punto del camino la niebla se disipó hasta que finalmente logró atrapar al conejo... Y esto solo había sido porque el pequeño animal cambió de rumbo a medio paso.

Lion tuvo que abrazar al conejo contra su pecho, manteniendo sus manos lejos de su hocico y esperando que el animal no lo arañara.

Solo una vez que lo tuvo en sus brazos cayó en la cuenta, lleno de terror y sintiendo como si su corazón se detuviera, en dónde se encontraba.

Ya no había niebla, pero esta era visible a lo lejos como una extraña barrera... ¿Qué tanto había corrido? No lo sabía, y realmente esperaba que Diana no hubiera sido tan imprudente como él para seguirlo.

Mordió el interior de su mejilla, parpadeando con fuerza y dando pasos vacilantes hacia delante... ¿Ahora cómo haría para volver? ¡Qué idiota había sido para huir de esa forma! A decir verdad, Lion se sentía avergonzado de su actitud y, sobre todo, lleno de horror y miedo por no tener idea de cómo volver.

Lo mejor que podía hacer era regresar caminando de forma recta, que era como suponía que él había corrido. Honestamente, le sorprendía no haberse tropezado en todo su trayecto, y no se le ocurría que hubiera podido ser algo más allá de suerte.

—Todo es tu culpa —murmuró Lion hacia el conejo, aún sabiendo que él no respondería... Y luego se dio cuenta de que no era así.

No. El culpable de todo eso únicamente era quien les había obligado a estar ahí.

Lion suspiró con frustración, tensando su mandíbula y esperando no ponerse a llorar ahí mismo incluso pese a las ganas que tenía de hacerlo.

Al menos tenía el conejo, se consoló, apretandolo un poco contra su pecho para asegurarse de que no fuera a escapar. Solo eso bastaba para superar la prueba, ¿cierto? Aunque, bueno, lo importante también era regresar con el resto del grupo.

Lion dio unos pasos al frente, y enseguida vaciló, ¿ese realmente había sido el camino por el que había llegado hasta ese lugar? Sí, probablemente, pero, ¿podía garantizarlo? Lo único que sabía era que había una gran área cubierta de densa niebla que le hacía la vida imposible.

¿Qué podía hacer? Si entraba a la niebla tendría muy bajas probabilidades de salir de nuevo... Lion sacudió la cabeza, tratando de pensar en una solución.

De acuerdo, se dijo, tomaría un camino recto y exacto... Seguro que eso le llevaría a algún lado, ¿no?

Estaba a punto de ponerse en marcha cuando de pronto algo impidió que lo llegara a hacer... ¿Más concretamente? Una voz.

Si caminas de esa forma solo lograrás perderte —aseguró la voz que parecía provenir de todos lados y a la vez de ninguno.

Lion sintió un escalofrío recorrer su espalda al escucharla, un miedo invadió su mente de un instante a otro y su corazón comenzó a latir con una abismal fuerza.

Sí, reconocía esa voz, comprendió con gran mortificación.

Era la misma que había escuchado a través del walkie-talkie y la cual odiaba con todo su ser.

...

No puedo creer que estoy bastante cerca de llegar a las 40,000 palabras con una historia que se suponía que iba a ser corta. ¿Qué sucedió?

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