
|Capítulo 5|
Cuando el hombre a través del walkie-talkie anunció que no tenía caso alguno que lo buscaran, el grupo se quedó en un frío silencio.
Y luego se marcharon a dormir, abrumados por el descubrimiento de que estaban observados cual conejillos de india en un laberinto de cartón.
Para ese momento la tarde ya había dado paso a una gélida noche, aunque en esta ocasión no hubieron nubes en el cielo, por lo que las estrellas fueron perfectamente visibles en el cielo, al punto de que parecían tangibles, y la idea de que alguien pudiera alzar la mano y tocarlas lucía muy real.
De nuevo, Lion no pudo conciliar el sueño como los demás, y otra vez les aseguró que se mantendría ojo visor y les avisaría si escuchaba o veía algo fuera de lo común… Y cómo era de esperarse, ninguno de los niños protestó, incluido Ethan.
Lion no podía sacarse de la cabeza el hecho de que había alguien allá a lo lejos, alguien que podía estar acechando en la oscuridad en ese preciso instante, alguien que los había secuestrado por una razón que no alcanzaba a entender, y eso, naturalmente, lo inquietaba.
Sin embargo, su inquietud iba más allá de lo ordinario, pues el resto del grupo no tuvo tantos problemas en acomodarse como lo habían hecho la noche anterior y dormir. Quizá ellos no tuvieron problemas porque su cansancio era superior a cualquier tipo de inconformidad con la situación. Tal vez conciliaron el sueño tan rápido porque decidieron que no llegarían a nada pensando en la realidad que los rodeaba.
Pero para Lion no era sencillo conseguir algo así.
Su mente siguió dandole vueltas al asunto por un largo rato, y era exhaustivo, porque incluso si cerraba sus ojos, a los pocos minutos siempre volvía a abrirlos, pues estaba seguro de que oía el crujir de unas hojas secas, incluso aunque luego de mirar ansiosamente a su alrededor nunca hallaba nada.
Realmente se estaba poniendo paranoico.
Sus ojos se sentían cansados y adoloridos, y era una sensación de irritabilidad, que señalaba que estaba forzando demasiado su vista, cosa que sabía porque de pronto llegó a él un vago recuerdo sobre su madre hablándole del porqué ella usaba lentes años después de nunca haberlos necesitado. Cansancio, había dicho ella, y ahora Lion podía entender a lo que se refería.
Su cabeza también le dolía, y estaba llegando a ese punto donde quería echarse a llorar por ser incapaz de dormir. Incluso sin hablarles por el walkie-talkie, su secuestrador se las estaba arreglando para hacerlo sufrir.
Cuando la hora más oscura de la noche llegó, Lion ya estaba comenzando a oír ruidos a su alrededor que no existían, y solo sabía que no eran reales porque era la esperanza que tenía al respecto.
Eventualmente, se hartó de estar sentado y, con sus piernas entumecidas, se puso de pie.
Comenzó a vagar en torno al grupo que se había recostado alrededor de un árbol. Lion únicamente estaba dando vueltas, pues lo que menos quería era perderse.
De pronto, oyó una rama crujir a sus espaldas. Al principio no se volvió, pensando que era su imaginación jugándole una mala pasada, pero cuando percibió lo que pareció ser el sonido de una suave y casi imperceptible respiración rítmica, contuvo el aire y miró sobre su hombro.
Lo que vio lo dejó desconcertado.
Se trataba de una sombra humanoide y el doble de alta que él, no tenía cara ni tampoco algo que indicara un rastro de que fuera una persona. Solo era una insondable y ominosa oscuridad que se arrastraba en su dirección.
Lion sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, y sus instintos le gritaron que corriera. Sin embargo, fue incapaz de hacerlo; estaba paralizado.
Y entonces despertó.
Por unos instantes, Lion no entendió lo que estaba ocurriendo, pero cuando sus ojos se acostumbraron a la pálida luz sobre su cabeza poco a poco entendió que lo que había visto solo había sido una pesadilla… Una muy horrible, cabe destacar.
Las lágrimas se acumularon al borde de sus ojos y las enjuagó tan pronto como resbalaron por sus mejillas.
¿En qué momento se había quedado dormido? Era evidente que había sido en algún punto de la noche, y era obvio que había estado tan asustado que incluso soñó con que se hallaba con la persona responsable de que estuvieran ahí. Su cerebro sí que era odioso.
Aunque Lion se quedó quieto cuando de pronto un sentimiento extraño salió a flote: la familiaridad. Por alguna razón que no comprendía, el sueño le parecía familiar, pero no como un dejá vú, sino como la sensación de que conocía a la sombra que visualizó en su pesadilla, incluso si su mente no había logrado ponerle un rostro.
Lion restregó sus ojos con ligera frustración, cayendo en la cuenta de que el resto del grupo ya no estaba con él. Por unos momentos se alarmó, tratando de comprender lo que ocurría, no obstante, los acelerados latidos de su corazón se ralentizaron cuando a lo lejos avistó a Diana acercarse.
—Hey, ¿estás bien? —le preguntó ella tan pronto como se acercó lo suficiente, y cuando reparó en su confusión, enseguida agregó—: No te preocupes, nos alejamos solo un poco para dejarte dormir, quiero decir, sabemos que te quedaste despierto mucho rato.
—Oh, ya veo —contestó Lion, aliviado al escuchar sus palabras.
Diana se dejó a caer a su lado, a la vez que le entregaba una lata ya abierta de comida, la cual Lion tomó por inercia, mirándola con gesto vacío.
—Ya todos comimos una —comentó Diana, recogiendo sus piernas para cruzarlas una sobre la otra—, y por si te preguntas, Ethan les gruñó a todos para que no tomaran más de una, así que el número de latas sigue bien… —Ella dudó un poco antes de seguir hablando—, hum, por cierto, apenas en la mañana parecías algo agitado entre sueños, ¿estabas soñando algo malo? Yo quería despertarte para averiguarlo, pero Máximo dijo que lo mejor era dejarte dormir.
Lion curvó sus labios en una mueca, jugueteando con la etiqueta roja y sin letras de la lata que sostenía entre sus manos.
—Tuve algo así como una pesadilla —contestó, tensando la mandíbula.
—¿De qué trataba?
—No quiero hablar de eso.
Diana asintió, comprensiva.
—Okey… Oh, y adivina qué —agregó, cambiando el tema con ligera emoción, y antes de que Lion pudiera decir algo, ella misma respondió—: ¡He podido recordar el nombre del deporte que me gustaba practicar!
—¿De verdad? —inquirió Lion, sorprendido—, ¿y cómo se llama?
—Voleibol, aunque también me gusta el fútbol, ¿sabes? Incluso pude recordar a mis padres yendo a mis partidos —Diana esgrimió una mueca, cambiando su ánimo de pronto—, aunque con eso también recordé otras cosas menos agradables.
Lion la observó con curiosidad.
—¿Cómo cuáles? —quiso saber.
—No quiero hablar de eso.
Como ella no insistió en que hablara de su pesadilla, él no insistió en que le contara sobre aquello. En cambio, comenzó a comer el interior de la lata que hasta ese momento solo se había limitado a mirar, y solo así cayó en la cuenta del hambre que tenía. Así como el día anterior, no contaba con cubiertos o algo similar, por lo que solo podía colocar la lata en posición vertical y esperar a que la comida se deslizara a su boca. No sabía mejor que el día anterior, sin embargo, su hambre era más grande que cualquier pensamiento de rechazar la comida.
Cuando vació todo el contenidos de la lata, se decepcionó un poco, pues era consciente de que debían mantener a raya las raciones de comida, y sin embargo; eso no era algo que podía explicarle calmadamente a su estómago.
Soltó un suspiro y se puso de pie cuando Diana lo hizo, dejando de forma distraída su lata vacía en el suelo.
—Vamos —le instó ella, con una sonrisa colgando en sus labios y tendiendole la mano de forma amistosa—, los demás te están esperando para hablar por el walkie-talkie.
Lion asintió, tomando la mano de Diana solo porque no quería que ella se sintiera mal por ignorarla. Y ambos cruzaron por un par de árboles, llegando al mismo sitio en dónde habían hallado las mochilas.
El sonido del río ya se había vuelto algo normal para Lion, al grado de que se sorprendió un poco al recordar de dónde provenía este sonido.
El resto del grupo estaba sentado en círculo sobre el suelo, aunque nadie parecía estar hablando. Los cinco alzaron sus cabezas al percatarse de las presencias de Diana y Lion.
—Ya te habías tardado —comentó Johana hacia Lion, pero no con tono malintencionado, sino con ligera alegría, y en sus ojos brillaba un aire de diversión.
A Lion le alivió verla así: sin ojeras ni lágrimas en sus ojos. Honestamente, se sentía bien por el hecho de que hubieran podido encontrar a Johana y ahora ella estuviera bien.
Él y Diana se apresuraron para hacerse un espacio en el círculo, y una vez que llegaron, Alexia, que sostenía el walkie-talkie en su mano izquierda, soltó un suspiro.
—Bueno, creo que deberíamos comenzar con esto —comentó ella con un aire frustrado, frunciendo el ceño, y luego le tendió el walkie-talkie a Lion y añadió—: Habla tú primero, creo que es lo mejor.
Lion se sorprendió un poco, sin embargo, decidió no negarse y aceptó el walkie-talkie, inclinándose hacia delante para tomarlo y mirándolo por unos instantes en silencio, a la vez que recordaba de forma vaga que el hombre al otro lado de la línea era perfectamente capaz de escuchar sus conversaciones. Después, presionó el botón de habla y, reuniendo todo el valor que le quedaba, dijo:
—¿Cuál es la siguiente prueba?
No se asombró al escuchar que la voz ni siquiera ser tardó un minuto en contestar.
—Primero vayan río arriba. Los detalles de la prueba se les dirán cuando lo hagan.
—¿Cuánto debemos caminar? —preguntó Oliver.
Sin embargo, la voz no respondió.
—Bueno, tal parece que de nuevo tenemos que andar como idiotas hasta encontrarnos con algo —masculló Maximo con ademán de irritación, arrugando el entrecejo y apretando sus labios en una fina línea recta.
A Lion no se le ocurrió otra manera de expresar su situación.
El grupo, que no fue capaz de ocultar su molestia y duda, se puso de pie dentro de poco, acomodando las mochilas con una cantidad de latas de comida y botellas de agua exacta, y luego colocándolas a sus hombros, aunque fue Diana quien accedió a quedarse sin mochila (pues solo eran seis). Y tras eso, se pusieron en marcha.
No fue difícil saber qué dirección era "río arriba", pues había una diferencia notoria en la superficie del suelo, la cual se inclinaba hacia un lado. Siguieron el que correspondía y pronto se adentraron en una exhaustiva caminata que se asemejaba a la del día anterior...
Vaya, ¿de verdad habían pasado dos noches en ese bosque? Parecía surrealista siquiera pensarlo, e incluso Lion dudó de que eso fuera correcto. Y sin embargo; lo era, y en cierto modo le enorgullecía que todo hubiera marchado tan bien hasta ese momento.
—¿Quieren jugar a algo? —preguntó de pronto Diana que caminaba detrás de Lion, quizá con la intención de levantar la moral del grupo y romper aquel tenso silencio que los rodeaba.
—¿Qué clase de juego? —inquirió Oliver, que caminaba junto a Maximo.
—Podemos jugar al "Veo, veo".
—Eso no serviría aquí —se quejó Alexia—, todo se ve igual.
—Ah, bueno, entonces juguemos a las caricaturas.
—¿Cómo es ese juego? —preguntó Ethan, y pareció frustrarse consigo mismo por parecer interesado al respecto.
Diana sonrió con satisfacción, y enseguida procedió a explicar las reglas del juego, las cuales consistían un tema en específico y decir palabras alusivas a él, que debían decirse en cierta cantidad límite de tiempo y que no podían repetirse entre los participantes.
Cuando todos accedieron a jugar (probablemente ya cansados de estar callados sin decirse nada), Diana canturreó:
—Caricaturas presentan nombres de ¡animales!
Todos comenzaron a decir nombres de animales, y así transcurrió alrededor de media hora (cambiando el tema del juego cuando perdían casi todos y aumentando su complejidad).
Lion agradecía que Diana hubiera sugerido el juego, pues al menos ahora servía de distracción para todos... Y eso era lo más necesitaban en esa caminata llena de incertidumbre.
Por fortuna, esta vez no tardaron tanto tiempo como en el día anterior para llegar a su destino.
Detuvieron su juego a media partida cuando descubrieron que el río se doblaba en tres caminos diferentes y más estrechos que recorrían lados muy opuestos. Uno doblaba hacia la izquierda, otro iba recto y el último viraba a la derecha.
Entre la maleza en las riberas que separaban a los ríos sobresalían lo que parecían ser un par de lápidas de piedra. Eran tres en total, y este número debía estar relacionado con los pequeños arroyos.
Las lápidas tenían inscripciones similares a la que habían visto en el árbol el primer día que comenzó todo, y dado que el grupo se hallaba del costado izquierdo del río, tenían dificultades para leer lo que decían las lápidas del arroyo derecho y del recto.
Lion sintió cómo los vellos de su nuca se erizaban cuando finalmente leyó con claridad lo que estaba escrito en estas lápidas.
La del lado izquierdo decía: "El camino está aquí".
La del camino recto rezaba: "El camino no está aquí".
Y la del lado derecho tenía: "El camino está en el primera".
De nuevo lo asaltó un sentimiento de familiaridad. Uno que le decía que ya había vivido una experiencia como esa... Pero no, no se trataba de una experiencia física, sino que parecía ser algo más teórico. Tal vez lo había leído en algún sitio.
Fuera como fuera, igualmente Lion no lo recordaba, por lo que tenía caso tratar de ahondar en ello.
Se sobresaltó cuando de pronto el walkie-talkie que había estado sosteniendo en su mano emitió la voz del hombre, diciendo:
—Ahora que han llegado a su destino les explicaré en lo que consiste la prueba.
Lion miró con inquietud a su alrededor, siendo consciente de que el nombre debía saber de alguna forma que ya estaban en su destino. Tensó la mandíbula y obligó a su mente a empujar ese pensamiento muy lejos, pues de momento lo importante era prestar atención a lo que decía el hombre.
—Solo una de las inscripciones de las lápidas dice la verdad —continuó diciendo él con suma calma, como solía ser común en su tono de voz— algo que deberán descubrir mediante las afirmaciones de las otras dos. El camino que tienen que seguir se encuentra en la lápida verdadera. Tienen hasta el mediodía para descifrar cuál miente y dirgirse hacia ese lado.
Tras ese comunicado, la voz se extinguió por completo.
Lion despegó su mirada del walkie-talkie y la clavó en las lápidas… Solo una decía la verdad, había dicho el hombre. Bueno, entonces eso significaba que debían pensar con detenimiento cuáles eran las que mentían.
—Oh, ¿por qué todos los acertijos deben ser tan difíciles? —se lamentó Diana con una mueca de angustia.
—En lugar de quejarte deberías ponerte a pensar —masculló Ethan, frunciendo el ceño.
Diana no respondió, acercándose a la ribera del río metros antes del sitio en el que este se dividía en tres, a la vez que se cruzaba de brazos.
Oliver leyó en voz alta las inscripciones de las lápidas para Máximo, y luego todos se quedaron en silencio, pensando.
Si era honesto, a Lion le emocionaba en el fondo el planteamiento de aquellos problemas, como si esa parte suya que se entusiasmaba hubiera olvidado la razón por la que debía resolver aquel acertijo. Y se sentía extraño sentirse así.
Mordió el interior de su mejilla y comenzó a pensar eso voz alta con la intención de que los demás pudieran aclarar mejor sus pensamientos al igual que él.
—Bueno, si solo una dice la verdad entonces dos inscripciones debe estar mintiendo —comenzó a decir con lentitud—, si la primera dice la verdad entonces el camino está ahí, pero si así es se contradice con la tercera que dice que no está ahí…
Ethan asintió con la cabeza.
—Es verdad —dijo él—, y si asumimos que la segunda dice la verdad no habría ninguna contradicción, pero estaríamos diciendo que la primera y la tercera mienten… Aunque no veo que eso afecte lo demás.
—Esperen, no entendí —les detuvo Diana—, ¿dicen que el camino correcto es ir todo recto?
—Pues parece que es el único del que sabemos que es verdadero —contestó Lion, encogiéndose de hombros.
Johana arqueó una ceja.
—¿Están seguros? —inquirió ella, dubitativa—, quiero decir, elegir ese camino significa tener que saltar hacia allá, y el río es algo ancho para hacerlo de un solo brinco.
Lion entendió su vacilación, pues era claro que con su pie herido no podría cruzar el río como los demás. Volvió su mirada hacia Maximo y supo que él también tendrían dificultades similares.
Al mirar hacia el tramo de agua que deberían cruzar, se desanimó al ver que era tan turbulenta, por no mencionar que parecía lo suficiente profunda como para no poder vadear el río. Sus alturas tampoco jugaban a su favor, y lo único que podría ayudarlos a cruzar eran las rocas que sobresalían entre el agua.
Sopesó la idea de seguir adelante para ver si en algún punto el río adelgazaba, sin embargo, eso implicaba andar por el camino incorrecto por un tiempo que podía ser más del que imaginaba.
Pasó una mano por su cabello y volvió su vista hacia Maximo y Johana.
—¿Creen que si los ayudamos a cruzar el río podrán hacerlo sin problemas? —cuestionó.
—Espera, ¿estás hablando conmigo? —preguntó Máximo, y antes de obtener una respuesta, agregó—: Yo estaré bien, no necesito de su ayuda para cruzar ese río.
—Pero si ni siquiera sabes qué tan ancho es —señaló Oliver con inquietud.
—No importa,igual podré cruzarlo sin problemas.
Oliver arrugó el entrecejo.
—¿Tanto te cuesta admitir que necesitas la ayuda de alguien más? —cuestionó.
—Incluso hasta yo pienso que deberías dejar que te apoyemos —comentó Ethan—, de otra forma podrías resbalar y ahogarte en el río.
Innecesariamente explícito pero acertado, pensó Lion, rascando su cabeza y decidiendo que sería un inconveniente si Maximo realmente se rehusaba a que lo ayudaran. No entendía el motivo de su terquedad, sin embargo, sabía que si no actuaban ya entonces perderían tiempo.
—Vamos, por favor —le pidió al niño—, déjanos ayudarte para que podamos irnos más rápido, y así terminemos antes esta prueba.
Maximo frunció el ceño, pero el efecto de pedirlo como si fuera un favor pareció funcionar, pues finalmente él cedió.
—Bien, como quieran —masculló a regañadientes.
Lion suspiró de alivio y volvió su mirada hacia Diana, preguntando:
—¿Podrías cruzar primero? Quiero decir, eres buena en te eso de deportes, ¿no?
Diana pareció dudar al principio, no obstante, acabó por asentir con la cabeza.
—Podrías llevarte la cuerda y atarla a un árbol —sugirió está última, antes de quitarse la mochila para hurgar en su interior unos momentos y sacar el material mencionado.
Con una sonrisa, Diana tomó la cuerda, la cual era gruesa y el doble de larga que la anchura del río.
—Vale —dijo ella—, entonces esperen aquí.
Dio media vuelta y se apresuró a llegar a la divisoria del río, en donde se detuvo. El grupo le siguió con un poco más de lentitud, observando cómo Diana tomaba impulso y se lanzaba hacia delante, brincando entre las rocas sin miedo o vacilación.
Incluso si Lion estaba perfectamente a salvo en su lugar, sintió una presión en la boca de su estómago al ver a la niña atravesar el río de esa forma, teniendo el desapacible miedo de que pudiera resbalar y caerse.
Saltó sobre cinco rocas antes de llegar a la ribera opuesta, sobre la cual se encontraba el camino que debían seguir. Una vez ahí, se acercó a uno de los árboles más delgados, envolviendo la cuerda en torno al tronco y atando un fuerte nudo en uno de los extremos, dejando el otro lo suficientemente largo para que los niños que aguardaban en la orilla opuesta pudieran tomarlo.
—¡Vamos, es su turno! —exclamó Diana, lanzando lo que sobraba de la cuerda, la cual tomó Alexia, quien miró a Johana, dado que la había estado ayudando a caminar cuando Diana se alejó de ellos.
—¿Quieres ir primero? —preguntó Alexia hacia Johana, y ella dudó.
—Si soy sincera, estoy comenzando a creer que no podré cruzar ese río —confesó Johana, mordiendo su labio inferior con deje nervioso.
—¡No digas eso! Sé que puedes hacerlo, además, te ayudaré a cruzar junto a Diana.
—¡Lo que ella dijo! —respondió la aludida al otro lado, aún si no parecía segura de lo que ellas habían dicho.
—Hum, no lo sé… —murmuró Johana, aún sin lucir convencida.
—Bueno, en ese caso cruzaré yo primero —intervino Ethan, suspirando con leve exasperación.
El niño cruzó el río justo como Diana lo había hecho, aunque él lo hizo con menor agilidad y rapidez.
—Vamos, es nuestro turno —volvió a insistir Alexia, con una sonrisa amable hacia Johana.
Ella por fin accedió, aún si parecía hacerlo porque no quedaba de otra.
Las niñas se adelantaron a la orilla, con Lion siguiéndolas por detrás con la intención de verificar que cruzaran bien. Johana fue primero, y Alexia le siguió muy de cerca, apenas si dejando una roca de separación entre ambas. La cuerda ahora la sostenía Lion, y sirvió de punto de apoyo.
Él también las ayudó a mantener el equilibrio desde su sitio hasta que ya no pudo, pero después ya no hizo falta, pues Diana tomó la mano de Johana para que alcanzara la otra orilla. Ella apenas si había apoyado su pie en las rocas, y tampoco había saltado, sino deslizado, por lo que terminó siendo un buen trabajo en equipo.
Ahora que ya estaba la mayoría del otro lado, Lion se giró hacia Maximo y Oliver.
—Vayan ustedes primero —dijo—, yo iré al último.
Oliver asintió sin pensarlo, sin embargo, Maximo masculló algo en voz baja que Lion no alcanzó a oír, afianzando su mano a la rama que Johana le había dado y la cual no había soltado en lo absoluto.
—Te ayudaré a guiarte —aseguró Oliver a Maximo, asintiendo varias veces con seguridad aún sabiendo que el niño no podía verle—, solo debes pisar en donde te diga, ¿de acuerdo? Y también te daremos la cuerda por si pierdes el equilibrio.
Maximo no contestó, arrugando la nariz con aire molesto.
Él y Oliver se colocaron en orilla del río. Maximo tomó la cuerda que sostenía Lion con firmeza, y luego bajó la cabeza, quizá agudizando el oído para tratar de hacerse a la idea de qué tan largo era el camino que debía cruzar para llegar al otro lado.
—No te preocupes, estaremos bien —dijo Oliver con suavidad, apoyando su mano en el hombro de Maximo, aunque él se apartó con brusquedad.
—No me toques —espetó él con furia, arrugando el entrecejo todavía más, tratando de dirigir la rama en su mano hacia el río, seguramente con la intención de definir cómo cruzarlo.
Oliver miró a Lion, como queriendo preguntarle qué debía hacer, sin embargo, no era como si Lion lo supiera, por lo que únicamente contestó con un encogimiento de hombros y una mirada de angustia.
Cuando comenzaron a cruzar el río, Oliver fue primero, dado que quería que Maximo pudiera oír y percibir hacia dónde debía pisar.
Honestamente, tenían una situación muy riesgosa entre manos, y si hubiera sido posible, Lion habría dado marcha atrás a la misma. Pero eso no era posible, y odiaba ser consciente de ello.
—Ya casi estamos del otro lado —comentó Oliver con lentitud, teniendo su vista fija en Maximo y apenas si mirando a sus espaldas.
—Deja de hablarme como si fuera idiota —contestó él por su parte, sosteniendo la cuerda con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto blancos y tensando su mandíbula
Entonces, Lion cayó en la cuenta de que Oliver estaba a punto de pisar una roca de un extremo demasiado cerca del agua
Estaba a punto de resbalarse, se dio cuenta.
Pero no alcanzó a abrir la boca para advertirle.
Porque ya era demasiado tarde.
...
En efecto, el suspenso es una de las razones por las que escribí esta historia ^^
Por cierto, el acertijo de esta prueba fue sacado de uno ya existente (a diferencia de en la prueba anterior), por lo que créditos a su respectivo autor :)
Hasta pronto 😁
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