|Capítulo 1|
Cuando Lion despertó, lo primero que notó fue que hacía mucho frío a su alrededor.
Sus hombros se tensaron y sus dientes castañearon, a la vez que su mente trataba de procesar lo que estaba ocurriendo. Una corriente de aire frío cruzó por su cuerpo y él tembló, parpadeando varias veces y tensando su mandíbula.
¿En dónde estaba? En su campo de visión podía apreciar un cielo nublado y gris, mientras que lo rodeaban un par de árboles amarillos y naranjas con pocas hojas en sus ramas, seguramente de este color debido al otoño y de esta cantidad a causa del invierno que se avecinaba.
¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? Lion no estaba seguro, pues se sentía como si hubiera dormido un muy largo rato, lo que explicaba el porqué le era difícil mover su cuerpo.
Y la pregunta más importante: ¿por qué estaba ahí?
Lion no podía recordar mucho... Rememoraba que había estado en casa, o algo similar, también algo acerca de una discusión con sus padres.
Pero, ¿por qué no podía recordar nada más?
Lion frunció el ceño e hizo un gran esfuerzo por incorporarse, percibiendo que el suelo bajo él era liso y suave y pronto comprendió que se trataba de tierra húmeda.
Apretó los labios y lanzó una mirada a su alrededor, buscando algo que pudiera explicarle lo que había pasado.
Lo que se encontró fue que estaba en un bosque... En un genuino bosque.
No había un final visible y los árboles diez veces más altos que él parecían ser eternos, estando más y más lejos hasta fundirse en el paisaje como colores en un lienzo. Lion apretó los labios, abrazándose a sí mismo en un intento de calmar los constantes temblores de su cuerpo y percibiendo cómo los latidos de su corazón eran acelerados y rápidos.
Se levantó con cuidado del suelo, teniendo dificultades para mantener el equilibrio y sintiendo sus extremidades entumecidas. Miró hacia abajo y notó que seguía teniendo su chaqueta gruesa y rompevientos. Nada había cambiado, sin embargo, aún así se sentía muy extraño físicamente, como si estuviera cansado o su cuerpo le pesara demasiado.
Lion restregó sus ojos, mordiendo el interior de su mejilla y haciendo amago de empezar a caminar.
No obstante, frenó en seco cuando súbitamente un ruido llegó a sus oídos.
Se trataba de un sonido particular, que se asemejaba a la estática que escuchaba cuando la televisión no quería funcionar correctamente. Lion frunció el ceño y se giró sobre los talones, buscando con la mirada el origen del sonido.
Sus ojos cayeron finalmente sobre un montón de hojas secas, encima del cual se hallaba un walkie-talkie de color oscuro. Lion se acercó con lentitud a él, inclinándose sobre el suelo para tomarlo con torpeza.
Inspeccionó el objeto con cuidado, observando que este era pequeño y apenas más grande que su mano, sopesó la idea de presionar uno de los botones y preguntar al vacío quién había dejado eso ahí, aunque al final no hizo nada, pues de pronto el walkie-talkie emitió un sonido.
Se trataba de una voz.
Lion abrió los ojos de par en par y agudizó el oído, tratando de entender lo que decía la voz que le parecía muy extraña a causa de la interferencia.
—Pronto anochecerá —comenzó diciendo la misteriosa persona, la cual, a juzgar por su registro de voz, debía ser un hombre—, tienes que encontrar al resto de los participantes antes de que sea tarde.
Lion pestañeó con fuerza. ¿Qué había dicho?
Presionó el botón del Walkie-talkie para responder, diciendo:
—¿Q-quién eres?
Sus dientes chocaron entre sí cuando habló, pero se forzó a establecer una coherencia en los balbuceos que emitía a causa del frío.
No hubo una respuesta por parte del hombre al otro lado de la línea.
Lion suspiró con frustración, decidiendo intentar con otra pregunta.
—¿Cuánto tiempo tengo antes de que anochezca?
A decir verdad, Lion no tenía idea de lo que quería decir la voz, sin embargo, perder el tiempo discutiendo y exigiendo respuestas que sospechaba que no iba a recibir no le serviría de nada, y percibía que "los otros participantes" eran importantes.
O quizá solo estaba pensando todo eso como una forma de tranquilizarse e intentar ignorar el hecho de que estaba en un gélido bosque lejos de sus padres y de cualquier aparente rastro de civilización humana.
—Tienes tres horas —respondió el hombre—, cuando encuentres y te reúnas con los otros participantes contestaré sus preguntas.
"¿Participantes de qué?" Quiso cuestionar Lion, pero en lugar de eso optó por interrogar:
—¿Cuántos participantes son?
—Contigo son siete.
Y eso fue todo lo que dijo la voz antes de extinguirse junto al sonido de interferencia.
Lion mordió el interior de su mejilla, tensando la mandíbula y guardando el walkie-talkie en el bolsillo de su abrigo, ya que sentía que el hombre no estaba mintiendo (o eso esperaba) y que realmente iba a responder sus dudas.
Miró a su alrededor, tratando de buscar el sol para ubicarse como había visto que hizo un personaje que vio en una caricatura, pero fue en vano, porque las nubes estaban arremolinadas en el cielo y no había rastro alguno del sol.
Un tanto desanimado por este hecho, Lion empezó a caminar, asegurándose de arrancar un pedazo de corteza de uno de los árboles más cercanos para evitar caminar en círculos.
Sabía que si estaba perdido lo más sensato era esperar hasta que llegara alguien, sin embargo, Lion tenía la vaga certeza de que ninguna persona iba a aparecer en un muy buen rato. No estaba seguro de cómo lo sabía, y aún así acabó apostando por esta seguridad.
Seguramente sus padres ya habrían notado su ausencia a estas alturas, no obstante, aún si lo habían hecho, Lion dudaba severamente que lo encontraran dentro de poco tiempo, pues para empezar no habían bosques en la ciudad donde vivía, por lo que, fuera en donde estuviera, tenía que hallarse en un sitio considerablemente lejos de su hogar, o al menos lo suficiente como para que sus padres no pudieran encontrarlo con facilidad.
Lion siempre había sido un niño bastante perspicaz y astuto, así que no tuvo problemas en comprender que la circunstancia en la que se encontraba era seria, y su mente empezó a trabajar, tratando de entender quiénes eran los participantes que el misterioso hombre había mencionado.
No se le venía nada a la mente, y no ayudaba nada el que tuviera problemas para recordar diversas cosas, tales como lo eran el nombre de sus padres o la escuela a la que asistía.
Sabía que no tenía muchos amigos, y sñque le gustaban los libros de misterio y detectives, sin embargo, no había nada más. No conseguía hacer llegar a su memoria datos concretos como los títulos de los libros que llegó a leer o el nombre de la ciudad en la que vivía. También sabía que tenía doce años y cumplía el 15 de febrero, pero no rememoraba cómo habían sido sus fiestas de cumpleaños, sabía que su nombre era Lionel Lawson, sin embargo, no recordaba cuál era el apellido de su madre o si acaso tenía más familia.
Simplemente tenía vagas certezas y sentimientos acerca de algunas cosas, no obstante, eso era todo.
Lion sacudió la cabeza, dándose cuenta de que si seguía pensando en eso pronto iba a ponerse a llorar.
Restregó sus ojos, concentrando su atención en el bosque y decidiendo que pensaría en eso una vez que encontrara a quiénes fueran los seis participantes que debía hallar.
Antes de que Lion pudiera seguir andando, de pronto tropezó con algo y cayó al suelo de rodillas. Frunció el ceño, aliviado de que las hojas secas a sus pies hubieran amortiguado su caída.
Volvió su mirada a su alrededor, preguntándose qué le había hecho tropezar.
Enseguida encontró el origen.
Lion abrió sus ojos de par en par al caer en la cuenta de que a solo unos metros de distancia de su lugar se hallaba una persona.
Era una niña.
Ella era menuda y pequeña. Su cabello rubio que le llegaba hasta a el hombro estaba lleno de ramas y hojas, y sus ojos estaban cerrados. Lion se alarmó al darse cuenta de que no parecía respirar, y con rapidez se arrastró hacia ella, llegando a su costado y tomando el pulso de su cuello como había visto que hacían los médicos en las series de televisión.
Se calmó al sentir un suave latido bajo las yemas de sus dedos, pero no apartó su mano, y en lugar de eso rozó con su dorso la suave piel de la mejilla de la niña, sintiendo un nudo en su garganta al notar que estaba fría... Realmente fría. Ella ni tenía un abrigo tan grueso como el de Lion, y a duras penas tenía una bufanda alrededor de su cuello, sin embargo, su chaqueta y su delgado pantalón seguramente eran la causa de que su piel se sintiera como hielo.
Se inclinó hacia ella con la intención de percibir qué tan bien se hallaba, no obstante, se detuvo de golpe.
La niña se había despertado.
Ella abrió sus grandes ojos, cuyo iris resultó ser de un suave color verde esmeralda. Sus pupilas se dilataron de sorpresa cuando se encontró con la mirada de Lion, quien alejó su mano de forma inmediata de la niña.
Ella se quedó al principio en silencio, y el terror y angustia aumentó en su mirada cuando empezó a darse cuenta de que estaba en un bosque.
—¿E-en dónde estoy? —tartamudeó ella, y sus ojos se acumularon de lágrimas con una gran rapidez, a la vez que miraba a Lion a los ojos—, ¿quién eres tú?
—Mi nombre es Lion —contestó él casi al acto, pues no quería que la niña se sintiera asustada y al menos comprendiera que no estaba por completo sola—, no sé en dónde estamos, ¿de acuerdo? También desperté aquí hace unos momentos, se supone que debo encontrar a los otros participantes.
La niña ensanchó los ojos, y su rostro se volvió pálido como la cera.
—¿Participantes? —inquirió con lentitud, como procesando las palabras de Lion—, ¿de qué?
—No lo sé —confesó el niño, encogiéndose de hombros—, pero sé que debemos encontrar a otras cinco personas (probablemente niños como nosotros) antes de que anochezca.
—¿Por qué antes de que anochezca?
Lion no se lo había preguntado.
—Supongo que para entonces la temperatura descenderá y será más difícil mantenerse caliente —teorizó, y decidió que prefería creer esto a cualquier idea relacionada con el hombre que le había hablado por el walkie-talkie—, una vez que encontremos a los otros participantes todo será más fácil.
Las lágrimas de la niña continuaron bajando por sus mejillas, y miró a Lion como si de pronto le hubiera crecido una segunda cabeza.
—¿C-cómo puedes estar tan tranquilo? —sollozó, apenas si manteniendo la suficiente compostura para hablar de forma entendible—, y-yo no quiero estar aquí, quiero volver con mi m-mamá, por favor, sácame de aquí...
Lion la observó con pena, poniéndose de pie y alisando su ropa.
—Yo tampoco quiero estar aquí —murmuró—, pero honestamente no quiero dejar que otros cinco niños puedan morir congelados si no los ayudo...
—¿Morir? ¿Es qué acaso vamos a morir?
Lion maldijo por lo bajo, comprendiendo que no debió haber dicho eso.
—No, no vamos a morir —respondió, tomando a la niña de un brazo para ayudarla a levantarse, algo que a duras penas consiguió—, una vez que hallemos a los otros cinco niños el hombre del walkie-talkie nos explicará todo...
—¿El hombre del walkie-talkie? —repitió la niña, parpadeando varias veces.
Lion suspiró.
—Te lo contaré cuando hallemos a los otros niños.
—¿Cómo estás tan seguro de que los hallaremos?
—No estoy seguro, pero prefiero pensar que así será.
—¿Y cómo sabes que son niños si no los conoces?
—No lo sé, pero por el método inductivo voy a suponer que el que tú y yo seamos niños hace que los otros supuestos participantes también lo sean.
—¿El método qué?
—Olvídalo.
Lion tomó a la niña del brazo, y pronto empezó a caminar a su lado. Ells ya parecía más tranquila, sin embargo, era evidente que aún no procesaba todo lo que había sucedido.
—¿Cuándo te despertaste tú también te sentiste raro? —preguntó de pronto ella.
Lion no tuvo que pedir explicaciones para entender a lo que se refería.
—Sí, me sentí como si mi cuerpo pesara.
—Oh, ¿crees que nos hayan hecho algo? Quizá lo hizo el hombre del walkie-talkie que mencionaste.
—Es probable que sea el efecto de alguna droga que hayan puesto en nosotros...
—¿Qué? ¿Nos drogaron?
—Es lo único que explica el porqué despertamos en un bosque, y también el porqué no recuerdo muchas cosas.
—¿Así que tú tampoco puedes recordar?
Lion negó con la cabeza, y la niña hundió los hombros, decepcionada.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Lion con la intención de saber más acerca de ella.
—Me llamo Diana.
—Ah, qué bonito nombre.
Diana se encogió de hombros sin responder.
Ella y Lion siguieron caminando por el bosque a tientas, sin tener idea de a dónde ir.
Al cabo de unos minutos, Lion decidió cambiar de dirección y comenzó a virar hacia la izquierda.
—¿Quieres que vayamos en círculos? —le preguntó Diana, confundida.
—Sí, pero solo porque es posible que los participantes estén cerca de donde nosotros despertamos —explicó Lion, decidiendo esto al momento—, a ti te encontré casi enseguida de donde yo desperté, así que bien los otros cinco niños podrían estar dormidos alrededor de nosotros.
Diana se estremeció.
—No puedo creer que realmente nos esté pasando esto —susurró, pareciendo estar al borde de llorar de nuevo.
Lion le dio un suave apretón en su brazo a modo de consuelo, mirándola para hacerle saber que al menos no estaba atravesando ese misterioso bosque por su cuenta.
Entonces encontraron al tercer participante.
Esta vez se trataba de un niño de cabello negro como la noche y piel aperlada, lo que confirmó la suposición de Lion acerca de que todos ahí eran niños. Él, como lo había estado Diana, se encontraba inconsciente en el suelo, sin embargo, a diferencia de la niña, él no despertó de inmediato.
Lion le tomó su pulso como a Diana, y descubrió que sus latidos eran mucho más lentos. Mordió su labio inferior y notó que la ropa del niño desconocido era mucho más ligera que la suya, ya que solo llevaba un suéter de manga semi corta que protegía la parte superior de su cuerpo.
—¿Qué hacemos? —le preguntó Diana a su lado, mirando con ojos llenos de preocupación y angustia al niño.
Lion no contestó, sacando el walkie-talkie de su abrigo y mirándolo. ¿Es que acaso la persona que les había llevado hasta ahí ni siquiera se molestó en verificar que tuvieran lo necesario para no morir de hipotermia?
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando de pronto el niño, cerca suyo, comenzó a toser con fuerza, hallándose en un estado crepuscular.
—¿Estás bien? —le preguntó Diana al niño, pero por razones claras, él no respondió.
Comenzando a preocuparse por lo que podía ocurrir con él, Lion dejó el walkie-talkie en el suelo y se quitó su abrigo, agradeciendo por que al menos tenía abajo un suéter y una sudadera.
Sin pensarlo dos veces, tomó su abrigo y le hizo una seña a Diana para que le ayudara a colocarselo al niño, acción que no tardaron en llevar a cabo.
Lion subió el cierre del abrigo ahora puesto en el niño desconocido, y tomando sus manos para transmitirle el calor de las suyas.
Solo unos minutos más tarde y después de que Diana estuviera inclinándose sobre el niño hablándole con suavidad, el tercer participante despertó. Sus párpados se abrieron de golpe, mostrando que sus ojos eran suaves y de color miel, y aunque al principio se quedó mirando a la nada, enseguida se recuperó y miró a Lion con profundo desconcierto.
—¿Quién eres? —preguntó él, pestañeando con fuerza, y luego notó que Lion estaba sosteniendo sus menos y se soltó de su agarre con brusquedad—, ¿en dónde estoy?
Lion se incorporó, poniéndose de pie y suspirando.
—No sabemos en dónde estamos —contestó, con el mismo tono de voz que había empleado con Diana—, despertamos justo como tú y no tenemos idea de qué ha sucedido. Pero tenemos que hallar a otros cuatro niños antes de que anochezca y haga más frío.
El niño se quedó callado, mirando fijamente a Lion y tratando de determinar si estaba mintiendo o no. Al final, acabó por decidir que decía la verdad y se volvió hacia Diana, quien le ayudó a ponerse de pie.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella, ladeando la cabeza y quitando un par de ramitas del cabello del niño.
Él frunció el ceño, como tratando de recordar.
—Uh, me llamo Ethan —respondió, pasando una mano por su cabello y tambaleándose a un lado para alejarse de Diana.
—Genial, yo me llamo Diana y él es Lion —presentó ella con una sonrisa un tanto optimista, y Lion se preguntó si acaso había dejado de llorar por completo para que Ethan se sintiera mejor.
—¡¿Quién está ahí?! —exclamó de pronto alguien a sus espaldas.
Lion saltó sobre su lugar con sorpresa, volviendo con rapidez su vista hacia el origen de la voz. A unos metros de distancia y desde el lado opuesto por donde habían estado caminando, se encontraba una niña mayor que Diana, quien poseía cabello rojo como el fuego, y sus ojos azules estaban encendidos en un sentimiento que fluctuaba entre el desconcierto y el enojo.
La niña sostenía una gruesa rama entre sus manos, y Lion sospechó que planeaba golpear a quien se le ocurriera acercarse.
Dio por hecho que se trataba de la cuarta participante, y caminó en su dirección, asegurándose de mantener una distancia prudente entre ambos para evitar ser golpeado por aquella rama que medía la mitad de él.
—Mi nombre es Lion —se presentó y enseguida empezó a responder las preguntas que supuso que la niña haría—, tampoco sé en dónde estamos, despertamos justo como tú lo hiciste y tenemos que darnos prisa para hallar a los tres participantes que faltan.
La niña parpadeó varias veces, y sus manos temblaron.
—¿Participantes de qué? —cuestionó, evidentemente sin haber procesado del todo lo que Lion le había dicho.
Él se encogió de hombros como respuesta, y miró al cielo, percibiendo que este mismo ya estaba empezando a teñirse de un color más oscuro.
Mordió su labio inferior con cierta ansiedad, y bajó la vista para encontrarse con la mirada de Diana.
—Tenemos que hallar a los que faltan —comentó hacia ella, pues la niña era quien hasta ahora había entendido mejor todo—, no sé cuánto tiempo haya pasado desde que desperté pero el hombre del walkie-talkie dijo que solo teníamos tres horas antes de que anocheciera.
—¿Hombre del walkie-talkie? —repitió la niña pelirroja, sin entender, no obstante, Lion la ignoró porque de pronto recordó que no llevaba la pequeña radio consigo.
Volvió su cabeza hacia Ethan, que era en donde había dejado el objeto, y ensanchó sus ojos al ver que él ya había tomado el walkie-talkie, mirándolo con atención y con el ceño fruncido.
—¿De dónde sacaste esto? —le preguntó Ethan.
Lion suspiró con frustración, pues no tenía tiempo para contestar sus preguntas.
—Estaba cerca de donde desperté —explicó, acercándose a Ethan y quitándole el walkie-talkie con cuidado, ya que temía que fuera a dejarlo caer o algo similar—, un hombre habló a través de él y solo me dijo que tenía que encontrar a otros participantes —Cuando observó que Ethan abrió la boca para cuestionar algo más, Lion se apresuró a agregar—: No, no sé de qué seamos participantes, pero lo somos y debemos hallar a los demás antes de que sea tarde, ¿de acuerdo?
Ethan y la niña pelirroja se quedaron callados, luciendo visiblemente nerviosos y confundidos. Lion no podía culparlos, sin embargo, ya después tendría tiempo de hablar con ellos.
Dio media vuelta y siguió caminando, dirigiéndose hacia el sitio de donde la niña pelirroja (y cuyo nombre aún no sabía) había salido. Solo podía mantener la esperanza de que su teoría fuera correcta y el resto de los niños que debía hallar estuvieran en esa dirección.
Lion ya no se sentía tan asustado como antes, o no del todo, porque ahora comenzaba a darse cuenta de que los tres niños que le seguían de forma obediente y silenciosa eran menores que él... Incluso podía apostar que Diana no pasaba de los nueve años, y que a lo sumo Ethan o la niña pelirroja no pasaban de los once.
Esto le hacía sentir en cierto modo responsable como el mayor del grupo, además de que era quien poseía una habilidad más desarrollada para comprender y adaptarse a una situación... Lion a ciencia cierta no entendía nada de lo que estaba sucediendo, no obstante, aún así tenía la certeza de que, fuera de lo que se tratara eso, iba a hacerlo de la mejor manera.
Soltó un suspiro de alivio cuando solo tuvieron que caminar un poco más para encontrarse con el quinto participante. Esta vez era un niño (lo que hizo que Lion se preguntara si los géneros habían influenciado en el acomodo de todos ellos), que ya estaba despierto. A diferencia de la niña pelirroja, él no se había movido de su lugar. Su cabello era castaño y rizado y estaba sentado con las rodillas pegadas a su pecho, su cabeza estaba inclinada hacia abajo y su cuerpo entero se sacudía a causa del frío.
—Hey, ¿estás bien? —le preguntó Diana, inclinándose hacia el niño y apartando cabello de su frente.
El niño se tensó al escucharla. Alzó la cabeza, teniendo sus ojos cerrados, y ladeando la cabeza como si estuviera agudizando el oído.
—¿Quiénes son ustedes? —cuestionó, y pareció encogerse en su lugar, temblando todavía más.
—Nosotros también despertamos aquí —explicó Diana, mirando de reojo a Lion—, tampoco sabemos qué sucede pero vamos a descubrirlo juntos.
Diana trató de acercarse para tomar el brazo del niño, sin embargo, él se alejó al percibirla. Lion frunció el ceño, dándose cuenta de que era bastante extraño que el niño tuviera sus ojos cerrados y fuera tan susceptible a la cercanía de Diana... No obstante, pronto la razón se volvió clara.
—Tienes que venir con nosotros —continuó diciendo la niña, esgrimiendo una mueca—, no podemos dejarte solo. ¿Por qué no abres tus ojos y vienes con nosotros?
El niño sacudió la cabeza en negación, y Diana lució herida.
—No puede hacerlo tan fácilmente —intervino de pronto la niña pelirroja, arrugando el entrecejo y dudando antes de agregar—: Él es ciego.
Diana abrió su boca en una pequeña "O", y retrocedió un paso, sorprendida por la revelación. Lion se volvió hacia la pelirroja, preguntando:
—¿Lo conoces?
La niña se encogió de hombros, trazando una línea en la tierra con la rama que todavía no soltaba.
—No, pero era obvio —contestó, y se giró hacia el niño que parecía estar esforzándose en entender lo que decían—. Vamos, sé que estás asustado, sin embargo, te hará más daño quedarte aquí.
El niño alzó la cabeza, aún sin abrir sus ojos. La niña pelirroja no esperó a que él respondiera y lo tomó del brazo para levantarlo, cosa que él logró a duras penas.
—Sostiene esto, te ayudará a guiarte —siguió diciendo ella, dándole la rama que sostenía en su mano, objeto que el niño tomó por pura inercia y apoyó sobre el suelo.
Lion, oyendo un ruido a sus espaldas, volvió su mirada en esta dirección. La curiosidad asomó en su rostro y se separó del grupo, confiando en que ellos se mantendrían juntos.
Caminó por un par de metros, y luego se detuvo al observar que delante suyo se encontraban dos figuras de espaldas a él. Se trataba de una niña y un niño, que tenían sus miradas fijas en el frente.
Confundido por esto, Lion se adelantó hasta ellos, analizando sus rostros y dándose cuenta de que en sus semblantes había un gesto confundido y desconcertado.
Lion siguió la línea de sus miradas, y pestañeó con fuerza al percatarse de que delante suyo se encontraba un árbol de tronco grueso, sobre el cual estaban las palabras inscritas:
"Bienvenidos a este juego. Ustedes son los participantes. No podrán escapar".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro