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Capítulo 44


En el momento en que llegamos a Grelim, una ola de recuerdos felices de mi paso me invadió. Pude ver los rostros de papá, mamá y hasta Lila.

Me sentí un poco mal, como mareada. La culpa había decidido instalarse en mi pecho, apuñalando mi espalda con fervor.

En todo ese tiempo no había pisado el pueblo, me había centrado más en mis cosas personales, en mi sed de sangre...

Y dejé mi vida atrás.

Fui una egoísta, pero admití serlo y de hecho, hasta sonreí por ello. No sonaba tan mal en mi mente, era una egoísta con todos, excepto con Leyla.

Ella siempre haría que mi lado oscuro se ilumine, no importa cuando, como; cualquier decisión, palabra, acción, que ella hiciera, derrumbaba mis muros de hierro en mi interior. Leyla Isabel Van sería mi prioridad hasta la eternidad, sus miedos me afectarían, mis decisiones debían ser tomadas sin que la lastimaran, cada cosa que yo realizara tenía que pasar en función de que a ella no le ocurriría nada como daño colateral. 

Leyla Isabel Van era y es mi todo en este mundo, en este universo, en esta vida.

—¿Por aquí vives? —preguntó mi chica.

—Así es, mi casa está a unas cuadras —detallé con una pequeña sonrisa cariñosa.

Pude apreciar que se sentía un poco insegura, por alguna razón. Miraba a nuestro alrededor de una manera escéptica, así que decidí agarrar su mano izquierda para transmitirle confianza.

Emprendimos nuestra caminata hacia mi casa, o bueno, lo que fue mi casa. Estaba más que segura que mi madrastra no me dejaría entrar, por lo que opté por enseñarle la estructura del exterior a Leyla.

Mientras caminábamos, podía sentir las miradas acusatorias, desaprobatorias o apenadas, que me dirigían las personas con las que me encontraba por la calle. Todos conocían mi historia, sabían quien era y donde me encontraba en ese momento, tenían miedo de mí.

Miedo de lo que yo podría encontrar en el colegio.

Miedo de lo que yo podría convertirme durante mi estadía en ese internado.

Miedo de todo. De lo desconocido para ellos.

No dudaron cuando comentaron sobre ese tema en el funeral de Lila, ¿Por qué dudarían o se callarían al verme caminando por las calles de su amado pueblo? Hasta me atrevería a decir que opinaban con más ganas y más hostilidad que antes.

—Pobre la hija y la esposa del señor More, perdieron a otro ser querido.

—Ese colegio es la maldición de cada uno que lo pisa. ¿Por qué se internó ahí?

—Quizá está loca. Quizá es como lo que se esconde en esa cosa que llaman internado.

—Uhm, tal vez.

Todas esas voces provenían de compañeras mías que aparentaron ser mis amigas y sus madres. Me enfurecía que yo en algún momento las quise como verdaderas amigas y así me pagaban: hablando mal de mí a mis espaldas, o mejor dicho, en mis narices.

Me llamaban loca.

Decían que había perdido la cabeza.

—¿Por qué no les dices nada? —se confundió Leyla. Sus pequeños labios se fruncieron un poco.

—Porque no me importa lo que digan de mí o mi familia —expliqué adusta—. Ya no me afecta. No me importa. Que hablen si así lo desean, sus palabras son vacías para mí. No me afectan en lo más mínimo.

Las mujeres parecieron callarse de repente al escucharme hablar. Continué mi andar en silencio, con Leyla a mi lado. Lo único que me importaba en ese momento era la chica a mi lado, ver a Adrianne e intentar pasar un buen rato entre tanto caos.

Me quedaba poco tiempo para disfrutar antes de que la destrucción comenzara. Cada vez estábamos más cerca del treinta de agosto y yo sentía las ansias a flor de piel.

—¿Segura de que quieres ir al cementerio? —dudó mi acompañante. En su voz hallé preocupación por mí.

—Estoy segura —dirigí mis ojos oscuros a su rostro. Su expresión demostraba que aparentaba no creerme—. Necesito hacerlo, Fresita.

Y si lo necesitaba, supongo que para estar en paz conmigo misma o para superar sus muertes de una vez por todas. Dicen que es importante presenciar los finales para así no generarnos ilusiones luego.

Mi plan era enseñarle mi casa por fuera, ir al cementerio a visitar a mis padres y luego ir a la casa de Adri. Hace tiempo no la veía, la extrañaba de alguna manera.

—Está bien, pero no olvides que estoy contigo —susurró sin parar de caminar.

—Nunca —aseguré susurrante.

Jamás olvidaría que ella fue una de las personas que iluminó mi vida en la etapa "más oscura" que viví, por así decirlo. La muerte de Lila y de mis padres me había afectado de sobremanera, a pesar de que siempre me mostraba de buen humor o uno regular.

Leyla era la única persona en la que confiaba, la única que sabía como me sentía. 

La única que podía ver a través de mi alma con una simpleza que asustaba.

...

Durante varios minutos más continuamos hablando y caminando, bromeamos un poco, nos reímos por ello, recordamos buenos momentos y varios de nuestros besos. Incluso hasta hablamos de como nos habíamos conocido, esa frase suya que soltó y que logró captar mi atención...

En un momento, fijé mi vista en el frente y reconocí a una figura que me era muy familiar. Estaba cambiada desde la última vez que la vi, tenía su cabello castaño corto hasta el mentón y un flequillo recto cubría su frente, y sus ojos verdes estaban más vivos que nunca. 

—Creí que no volverías... —admitió una vez estuvimos cerca, sonó un poco triste—. Hace mucho que no nos vemos.

—¿Creíste que abandonaría a mi mejor amiga? —me forcé a sonreír y la rodeé con mis brazos—. Jamás dejaría a un amigo mío abandonado.

Sus brazos fuertes me abrazaron sin delicadeza alguna, por unos segundos sentí que me asfixiaba de la presión que aplicaba en el abrazo. Finalmente, soltó un suspiro profundo y se apartó, sin desvanecer esa sonrisa emocionada de su rostro pálido.

—Viniste con Leyla —arqueó un ceja, pícara y divertida—. No me equivocaba, ¿verdad? 

—Si te refieres a si somos pareja o nos gustamos, no, no te equivocabas —respondió Leyla al instante, quitándome las palabras que quería decir—. Supongo que se me notó al hablar sobre ella contigo la vez que nos vimos.

—Más que eso. Sé reconocer las emociones de las personas. Y sobre todo, eres obvia, querida —rio un poco—. ¿Quieren ir a tomar algo? Yo invito.

—Suena interesante la propuesta, Adri —acepté sin pensarlo mucho. Mi compañera dio un leve asentimiento.

Adrianne amplió su sonrisa y emprendió una caminata hacia la cafetería del pueblo. Leyla y yo la seguimos, con nuestras manos entrelazadas. La calidez de la mano de ella me ponía nerviosa y sus dedos provocaban leves cosquilleos de felicidad, pero intentaba disimularlo. Era algo que siempre me ocurría cuando estábamos cerca, sentía esas mariposas que muchos afirman sentir al estar enamorados.

Tardamos unos pocos minutos en llegar a la cafetería: aquella que mantenía una decoración de los años 50 o 60 y fascinó a Fresita ni bien entró al establecimiento. Pude ver ese brillo de admiración en sus ojitos verdes.

—¿Qué vas a pedir, Leyla? —preguntó Adri.

—Batido de fresas y pastel de chocolate.

La castaña asintió y se fue hacia el mostrador a realizar nuestro pedido, dejándonos elegir una mesa que sea de nuestro agrado. No hacía falta que le dijera lo que quería pedir, ella ya lo sabía, siempre consumía lo mismo cuando iba a ese lugar.

Me senté en una de las sillas de una mesa cercana a la ventana que daba a un jardín interno, sabía que a mi chica le gustaría ese lugar por el simple hecho de poseer plantas y flores. Las lilas eran sus favoritas y a mí me encantaba su color, una casualidad bastante peculiar.

Adri regresó luego de un rato, con la bandeja de nuestros aperitivos en sus manos. La apoyó en la mesa y se sentó en la silla libre, quedando ella a mi lado y Leyla enfrentada a mí.

—Nunca había visto a Vania tan feliz con alguien —confesó, entusiasmada por mí—. Agradezco que estés con ella, es una chica difícil de tratar y eso, pero tiene un corazón hermoso. 

Fruncí el ceño y solté una carcajada pequeña. Mi mejor amiga solía soltar esos comentarios sobre mí, pero sé que nunca los dijo con mala intención.

—No te preocupes por ella, está en buenas manos. La cuidaré con mi vida —la tranquilizó, en un tono suave y dulce, tan característico de ella. 

La sonrisa se pintó en mis labios rosados sin que pudiera detenerla, me detuve a verla por unos efímeros momentos. Ese día se había maquillado con un labial rojizo oscuro, ojos ahumados y delineador que resaltaba sus ojos. Sus hermosos ojos verdosos que reflejaban un mar de felicidad.

Vestía unos jeans negros y una camiseta ajustada al cuerpo de mangas largas en color rojo. De su cuello colgaba un collar con un dije en forma de sol.

Se veía tan linda. Ella era hermosa y no sólo por fuera.

Quería cuidarme, a sabiendas de que yo era de las que no dejaba que las cuidaran.

—Sé que así será —la mirada de Adri brilló—. Y, bueno, ¿Qué me cuentan?¿Muchas tareas?¿Ya pasarán de año?¿Tienen fiestas o es aburrido?¿Algo interesante?

Una de las características que definían a mi mejor amiga era que ella solía preguntar muchas cosas al mismo tiempo y tú no sabías cual responderle primero o en que orden.

—Lo normal, ya pasaremos de año. Por ahora no tenemos fiestas, tampoco pasa nada interesante —hice una mueca de disgusto con mis labios.

—Entiendo —pareció desilusionada al decirlo, como si estuviese esperando alguna respuesta que confirme los rumores del colegio.

«¿Qué podría decirte Adri?¿Qué todo lo que crees es real o que acabas de perder a tu mejor amiga por unos imbéciles que se apodan "los Sark" y al fin y al cabo, parecen irreales»

El rostro de Leyla reflejó confusión en estado puro: sus cejas estaban fruncidas y sus labios entreabiertos, como si no pudiera comprender porqué le había ocultado información a Adrianne. Poco tiempo más tarde, asintió leve y prefirió no comentar nada. 

Me centré en beber mi malteada de chocolate.

...

El tiempo se me pasó volando sin notarlo, llegó el día de volver a la escuela y continuar con nuestros planes. Estábamos cada vez más cerca de nuestra fecha esperada y no podíamos cometer ningún error.

Me encontraba rebuscando entre las altas estanterías de la biblioteca del colegio, cuando Leyla se acercó a mí por la espalda y me abrazó antes de depositar un beso en mi mejilla con suavidad.

—¿Qué buscas? —inquirió tranquila.

—¿Los libros de la clase de química? —respondí con una pregunta.

—¿Uh?¿No se supone que esos ya debías tenerlos? —se confundió, sus labios formaron una mueca extrañada.

Me giré para verla y agarré su mano de manera delicada, tiré de ella para dejarla en el lugar que ocupaba antes de que llegara. Ambas estábamos cara a cara, sus labios pequeños formaron una sonrisa pícara.

—Soy un poco irresponsable a veces —murmuré a pocos centímetros de su cara.

—Entonces voy a volverte responsable —sonrió ampliamente—. Hueles bien.

Mis mejillas se calentaron un poco ante ese comentario. Nuestros ojos se encontraron y se sostuvieron la mirada por varios segundos, que a mí parecer fueron una eternidad.

Ella se acercó aún más a mí y unió nuestros labios en un explosivo e intenso beso. Rodeé su cintura con uno de mis brazos y correspondí al acto, poco a poco le bajé intensidad al beso para transformarlo en uno dulce y cariñoso.

Su lengua halló a la mía y la tentó a jugar un poco, algo que resultó irresistible de no cumplir. Mientras profundizaba sus movimientos, percibí a sus manos deslizarse hasta alcanzar mis caderas. Las presionó un poco y luego sólo las envolvió en sus brazos.

—Te amo —confesó al separarse de mis labios—. Te amo mucho, Nia.

La melodía de su voz era una sinfonía para mí, dulce, delicada, tierna, brillante, única. Ella era todo para mí, era el sol de mis ojos.

¿Y yo? Sería su luna.

Terminaríamos siendo un eclipse intenso y precioso. Uno nunca antes visto.

—Yo también te amo, Fresita —susurré en su oído y besé su mejilla.

La oí suspirar enamorada.

—Ahora sí, tengo que decirte algo —su rostro adquirió seriedad—. La madre de Adri... ¿Siempre es así?

—¿Así como? Ah, crees que te miraba raro —deduje. Asintió con su cabeza—, no te preocupes, esa mujer es así. No le gustan las personas en su casa, no importa quien sea. Sólo soporta a su hija.

Decir esas palabras lograron que recuerde las palabras que me había dicho la señora Lacost: "Yo que tú no iría a ese colegio ni me acercaría a esa chica pelirroja"

¿Tonterías? Definitivamente, en ese pueblo solo sabían chismear e inventar estupideces.

—Entiendo —asintió y colocó un mechón de mi cabello oscuro atrás de mi oreja—. ¿Te has dado cuenta que ya es de noche?

Arqueé una ceja, confundida. Dirigí mi mirada hacia una de las ventanas para comprobar si lo que decía Fresita era cierto y en efecto, no mentía.

No supe cuando había pasado tan rápido el tiempo, pero bueno. Supongo que me concentré demasiado en buscar mis estúpidos libros que olvidé el hecho de que debía reunirme con los chicos y luego intentar dormir.

—Ya es hora de... Bueno, tú ya sabes —le recordé, un poco perdida en la ubicación de espacio y tiempo. La vi asentir sin decir nada.

Salimos de la biblioteca sin llevar nada, ya iría después a buscar mis tan amados libros.

En un momento del trayecto hacia la oficina de la directora, agarré la mano de Leyla y entrelacé mis dedos con los suyos. Sus ojos verdes me observaron con una sonrisa cariñosa.

—Gracias por estar conmigo, por amarme, por todo —susurré y besé su mejilla—. No me cansaré de repetirte cuanto te amo.

—No pensé que serías tan cariñosa —bromeó, sus mejillas estaban sonrojadas de manera leve.

—Puedo ser muchas cosas que tú quieras o que ambas querramos —aseguré pícara.

Mi conversación hizo el camino más ligero y hasta divertido, la atmósfera había cambiado de forma notable. No existía tensión, sólo paz y amor entre el pasillo, nosotras y la puerta que nos separaba de los chicos.

Giré mi cabeza para darle un último vistazo a la cámara que estaba por ahí, estaba prendida y no nos captaba.

Finalmente, abrí la puerta y la sonrisa traviesa de William nos recibió. Stacy se encontraba de mal humor por nuestra tardanza, los demás no tenían expresiones notables en sus rostros.

Sólo llevaban una marcada indiferencia.

—No me quiero ni imaginar lo que estuvieron haciendo —mencionó el peligro bromista y Leyla fingió estar ofendida ante su comentario.

—¿Podemos comenzar con lo nuestro o seguirán hablando de cosas amorosas? —escupió Stacy, venenosa.

Suspiré hondo y me acerqué a ellos, Fresita estaba aferrada a mi mano. Mi mirada se centró en el escritorio de madera, donde estaban ordenados los expedientes que tenían remarcaciones negras o rojas. Me sorprendió demasiado el hecho de que los hayan colocado por alfabeto.

—Creo que es obvio lo que dice esto, ¿no? —opinó una segura Ira.

—Ajá —le di la razón, hastiada.

Siempre el mismo camino, tanto espamento para al final no encontrar nada. No me hubiera sorprendido de que esa ocasión termine siendo igual que las anteriores.

—Anoten las letras o palabras remarcadas —pidió Leyla, llena de determinación—. Creo que sé algo...

La rubia le pasó un bolígrafo a Adielt, quien había aceptado desganado ser el que escribiese todo lo subrayado.

Me crucé de brazos en una postura que transmitía superioridad, pero en realidad era la manera en la que solía estar cuando estaba impaciente por descubrir o hacer algo.

Percibí como la cabeza de la chica que me tenía enamorada, se había apoyado en mi hombro. Sonreí enternecida ante ese gesto.

—Listo —dijo Adielt después de unos cuantos minutos, cansado.

Su bufido me lo dijo.

—Gracias —masculló Leyla, su mano izquierda agarró la hoja y comenzó a leerla en silencio.

—¿Qué es lo que dice, Van?¿Podrías apurarte? —preguntó la rubia soberbia, con sorna.

—Tranquila, Stacy —la interrumpió Ira, manteniendo su semblante sereno—. No hace falta ser impacientes.

Lo cierto es que todos los presentes estábamos intrigados por lo que decían esas remarcaciones. Cada segundo se sentía como una tortura para nosotros, mis pensamientos volaban y creaban teorías de donde podía estar alojada la segunda entrada del sótano, pero estaban muy alejadas de la realidad.

—Son palabras en latín, tenemos que buscar un traductor —dijo finalmente mi chica.

La decepción fue notoria en mi rostro. ¿Tenía que esperar aún más tiempo? Era una mierda esa situación.

Unos gritos suplicantes nos distrajeron. Fruncí el ceño, algo extrañada por dichos sonidos que se transformaron en gemidos de dolor.

Tomé la iniciativa de acercarme a la puerta para asomarme, la pelirroja de mis ojos me siguió de cerca y luego el resto se aproximó a nosotras.

La escena que estaba viendo me dejó helada, sentí que el corazón se me saldría del pecho.

En el pasillo había un chico y dos hombres, quienes lo sostuvieron de los brazos aplicando fuerza. El muchacho intentaba zafarse del agarre de los tipos, pero no pudo.

—¡No!¡Suéltenme, por favor! —suplicó a gritos el chico, estaba siendo arrastrado por los hombres que reconocí como los guardias—. ¡Suéltenme!¡No hice nada malo, se los juro!

Pero sus pedidos fueron ignorados, se lo llevaron en dirección a las afueras del colegio, probablemente para utilizar la entrada al sótano que estaba cerrada con llave.

Los chicos nos miramos entre nosotros sin poder creerlo, Ira llevaba una expresión de pena en su rostro, mientras que los demás sólo estábamos incrédulos.

Ella sabía cosas que nosotros no.

Y algo me decía que en el pendrive que me había otorgado días atrás estaban muchas de esas cosas que sabía.

Mercink~

¡Se prendió esta vaina!

¿Qué creen que suceda?

¿Piensan que todo saldrá bien?

¿Qué es lo que sabe Ira, que se niega a saber?

¿Y ese beso de Leynia? Yo lo amé

Lamento tardar tanto en actualizar :(

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