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Capítulo 43

"Puedes estar en más de un lugar, tu fantasma queda en aquellas zonas donde ya no estás"

William suspiró con pesadez a la vez que alborotaba su cabello negro. Sus ojos claros se mostraban ansiosos de escuchar a Leyla, por alguna razón, era el más ansioso de todos los presentes.

Después de meditarlo un largo rato, nos habíamos sentado en una ronda en el centro de la habitación. Yo me encontraba en el medio de Leyla y Adielt, frente a mí estaban Ira y Stacy.

El silencio continuó en la habitación, le di un vistazo rápido a Leyla, sonreí con confianza para transmitirle seguridad y tranquilidad. La noté nerviosa y asustada, me recordó tanto a aquella vez que se despertó atemorizada por pesadillas.

Por unas malditas pesadillas que tenían que ver con el sótano y ella jamás quiso contarme sobre ello, cosa que respeté en todo momento. No iba a presionarla, así como ella no lo hizo conmigo, estaba para ayudarla, quererla y hacerla sentir segura y bien, no para obligarla a que me contara su vida privada.

¿Qué hacían en el sótano como para que Leyla se sintiera así? Más allá del miedo, pude ver que tenía un poco de paranoia.

Ella tenía miedo de cada palabra que decía, de quien pudiera estar escuchando. En el Blue College, las paredes escuchaban lo que las personas no.

—Si no quieres decirlo, está bien, linda. Nosotros lo entenderemos —mencionó Ira con falsa empatía.

Todo su ser gritaba falsedad. Ira Smith era la mentira perfecta que todos se tragaban, pero quizá no todos. Yo no me creía su versión.

Fue parte del proyecto IST-10, junto con S y Thelonius. Algo que no pudo completarse, porque S desapareció, ¿Dónde estaba ella?

¿De qué trataba ese "proyecto"?

¿Por qué esa necesidad de ser la chica perfecta?

—No, voy a decirlo —afirmó Leyla en un tono de voz cortante—. ¿Qué es lo que quieren saber? Una pregunta por vez.

Ira sonrió satisfecha ante esa respuesta de mi chica, por lo que dejó ver en sus ojos un destello de interés.

—¿Cuántas entradas tiene el sótano? —inquirió Adielt, intrigado.

—Dos. Una está cerca del edificio de la universidad y la otra no tengo ni idea de donde está —detalló mientras acomodaba su cabello rojo.

Ese movimiento suyo era señal de que se encontraba nerviosa.

—¿Qué significa esa marca que tienes en tu hombro? —quiso saber, Daniel. Como era de esperarse, estaba cruzado de brazos, con un semblante intimidante.

—Dije preguntas del sótano, Smith. No te pases de listo —masculló Leyla, molesta.

Parecía ser que ese tema de la marca en su hombro era sensible. No dije nada ante eso, me limité a dedicarle una mirada asesina a Daniel.

—¿Qué hacen en el sótano? —quien preguntó esa vez, fue Ira. Se la notaba bastante interesada en el asunto—. ¿Cuánto sabes, querida?

Y también estaba tensa. Sus hombros lo indicaban, al igual que sus manos hechas puños.

—Es muy pronto para que ustedes lo sepan —murmuró mi chica, con la mirada baja.

Sabía que intentaba mostrarse fuerte y ruda, pero había algo que la atormentaba y cargaba con esa culpa. Supuse que ese algo tenía que ver con el sótano, ya sea por alguna cosa que ella haya hecho o le obligaron a hacer.

—¿Dónde podemos encontrar información de la otra entrada del sótano, Leyla? —suavizó el ambiente, Stacy.

A pesar de mostrarse fría y altanera, supe que esa pregunta la había hecho con delicadeza. Ambas sabíamos que todos los que estábamos ahí, queríamos saber esa respuesta, y no por simple curiosidad.

El amor de mi vida se quedó estática por unos minutos, su mirada estaba perdida en sus piernas. Parecía estar intentando recordar o sólo no tenía el valor para decirlo. Puede que hasta no hallaba las palabras para responder.

Después de un tiempo, que me resultó bastante efímero, se animó a responder:

—En la oficina de la directora.

Su voz salió tan tajante y fría, que podría haberle quitado el aliento a más de uno. Por suerte, no causó ese efecto en mí.

—¿Quiénes manejan el lugar?

—Toda la escuela, Adielt —musitó sin mirarnos—. Todos son culpables de lo que pasa ahí dentro. Todos.

Mientras los demás se miraban entre ellos confundidos, tan desconcertados como yo, decidí deslizar mi mano hasta llegar a las de la chica sentada a mi lado. Al rozarlas, agarré una de las mismas en silencio y entrelacé mis dedos.

—¿Cómo sabes todo eso? —susurré seria, sin poder evitarlo.

Ya suponía la respuesta, pero quería que ella la confirmara. Necesitaba escucharla salir de su boca.

—Yo... estuve en el sótano —susurró antes de mirarme, sus ojos brillaron con tenacidad. Aprovechó la distracción de los demás para acercarse a mí, su aliento rozó mi rostro—. Supongo que ya lo sabías.

—Supongo que sabes porque lo pregunté —musité, tenue.

Ella asintió sin emitir palabra alguna, con sus ojos fijos en los míos.

—Linda Vania —me llamó Ira, giré mi cabeza para mirarla—. Ábrelo en la biblioteca cuando estés a solas o con Van. Sabes a que me refiero.

Sus iris azuladas fulguraron una mezcla de esperanza y confianza. Ella tenía fe en mí, en que no la traicionaría.

...

Pronto pasaron las horas y llegó el momento de la cena, ese día extrañamente tenía un buen apetito. Pude apreciar a través de las ventanas que el día continuaba igual de lluvioso que a la mañana, suspiré con un poco de malestar, ya que las tormentas solían volver más pesados los momentos en la escuela.

Ni bien crucé el umbral, las miradas recayeron en mí y en la persona que se encontraba a mi lado. Decidí no darle mucha importancia, siempre hacían lo mismo cada vez que uno de los aclamados psicópatas se paseaba por algún lugar del colegio donde estuviesen algunos alumnos.

Nosotros no éramos a quienes debían temerles.

—Linda noche, ¿Verdad? —comentó Daniel, a mi lado.

—Así es —respondí con desdén.

Ambos cruzamos miradas por unos segundos, sus ojos azules se veían filosos, mis ojos oscuros desprendían hostilidad y frialdad. Él lo notó, pero no hizo nada más que seguir en su postura intimidante.

Ya no me intimidaba.

—Bonita pelea la de Kassia y tú, ¿eh? —me burlé con una sonrisa—. Agradece que la detuve.

—Ella nunca me haría nada, no debo agradecerte —masculló serio.

Amplié mi sonrisa. Ira no tenía una buena mirada esos días, cada vez se notaba más su naturaleza destructiva y letal. Parecía que se le caía la máscara de perfección por un motivo que aún desconocía.

—No subestimes a Ira. Sabes de lo que es capaz, Daniel —le aconsejé mientras me alejaba camino a buscar una bandeja de comida.

A la par de que caminaba y fingía que estaba perdida en mis pensamientos, escuchaba las conversaciones que tenían los alumnos sentados en las mesas cercanas a mí.

—¿Has visto que desapareció otra de ellos? Ya pasó antes, ¿Crees que le hayan hecho algo?

—¿A Josephine? No lo creo, pero no sé. Antes era buena chica, pero se juntó con ellos y se fue a la mierda.

—La chica nueva parece igual a ellos. ¿Tan mal le hicieron?

—Acabarán con ella cuando tengan oportunidad. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

—Es la nueva Ira.

—¿Irá al sótano también?¿Qué crees tú?

—Yo creo que sí. Es idéntica a la Ira de hace unos años, sólo que Dafne aún no se recuperó. Y no creo que lo haga.

—Pobre, terminó igual de loca que ellos.

Tensé mis hombros y apreté mis dientes al escuchar aquello. Me detuve en seco para regresar a la mesa de donde había oído ese comentario, odiaba que me comparen, no era igual a Ira.

Tal vez era mucho mejor.

—Está bueno el chismesito, ¿no? —opiné con una falsa simpática sonrisa.

—Buenísimo, ¿Has visto? —mencionó Ara, tenía una sonrisa juguetona en sus labios.

Los chicos de la mesa se quedaron callados, evitaron hacer contacto visual conmigo a toda costa. Mi sonrisa se transformó en una llena de entretenimiento al ver sus reacciones.

Grupo de imbéciles.

—La próxima vez que hablen así —amenacé y coloqué una de mis manos sobre el cuello de una chica—, acabará mal. Les recomiendo no volver a hacerlo.

Ejercí un poco de presión sobre el cuello de la chica, para luego soltarla con delicadeza y acomodarle el flequillo que caía por su frente. Temblaba con mucho miedo por mis acciones.

—¿Entendido? —proseguí, adusta.

—Entendido —murmuraron todos ellos al mismo tiempo.

Asentí satisfecha y me dirigí hacia la zona de la cocina, dónde podría buscar mi amada cena. Cuando caminaba, podía sentir la adrenalina recorrer mi torrente sanguíneo, era tranquilizadora esa sensación de tener a todos bajo mi control.

Muchas vidas en mis manos y tenía el poder de decidir sus finales.

Llegué a la cocina y me dispuse a servirme una porción de tarta de atún junto a una ración de arroz con salsa de tomate y queso rallado.

Suspiré, llené un vaso con agua fría y me llevé la bandeja a la mesa que compartían los chicos. Por el camino, Ara me llamó para hablar.

—Creí que te quedarías con Leyla —farfulló confundida.

—Quise quedarme, pero ella dijo que sería mejor que venga a comer —expliqué un poco recelosa.

—Oye, yo sé que estás un poco... preocupada —apoyó su mano derecha en mi brazo—, relájate un poco. Tómate las cosas con calma, lo peor aún no llegó.

Sus palabras me desorientaron y creo que el desconcierto era evidente en mi rostro. El tono serio con el que dijo eso me hizo darme cuenta que estaba enterada de varias cosas.

—¿Estarás lista para afrontarlo?¿Seguirás siendo la misma? —musitó de manera lenta y filosa.

«Maldita traidora»

La observé de cabeza a pies y me fui sin decirle nada. Mi respuesta era un claro "sí", pero, ¿Por qué debía responderle o darle explicaciones?

Continué seria e intimidante todo el camino hasta la mesa de los chicos. Una vez estuve ahí, me senté en la silla libre y dejé mi bandeja sobre la mesa.

Ira y Adielt me miraron con sorpresa, Daniel y Stacy se limitaron a fingir que estaban concentrados en sus comidas. ¿Y el resto? Sólo se sobresaltaron un poco.

—¿Pudieron encontrar a Josephine? —la pregunta la había soltado William, quebrantando el silencio que se formó.

—No —mencionó Ira, para luego corregirse—. Aún no.

Arqueé mis cejas, interesada y a la vez extrañada, Ira solía ser la típica chica que le encontraba una solución a todo. ¿Qué había sido esa respuesta por parte de ella?¿Por qué se corrigió al final?

Estaba claro que todo lo que tenía que ver con el sótano, la incomodaba. Respetaba eso, no me metería con ese asunto personal, el resto se veía bastante interesado en llegar al sótano. Con eso me bastaba.

"Encuéntrala, antes de que sea tarde" musitó una voz a mi lado.

Apreté el tenedor al oírla, sabía a quien se refería, también era consciente de que me atormentaba incluso cuando intentaba estar tranquila. Había veces en las que me recordaba a mis padres en frases indirectas.

Encuéntrame antes de que se acabe el tiempo —indicó la voz de Josephine a la lejanía, hasta me pareció verla apoyada en una de las paredes del comedor.

Tras esa frase, sentí como una punzada de dolor invadió la parte superior de mi cabeza. Tragué saliva, cerrando mis ojos con fuerza para tranquilizarme, el dolor me agitaba. Por reflejo, solté el tenedor.

—Respira, Vania —murmuró William, a mi lado—. Sólo respira hondo, el dolor ya pasará.

Apoyé mi cabeza en mis manos, sin verlo ni un segundo. Despeiné mi cabello corto, como si el hecho de masajear la zona donde ardía, calmaría el malestar.

Fue en ese momento en que sentí el impulso de levantarme de la silla y dirigirme hacia la biblioteca para investigar el USB que me había otorgado la melliza de Smith. No obstante, algo logró calmar esa impulsividad que había surgido de la nada.

...

—¿Segura de que quieres venir? —le pregunté por segunda vez a Leyla.

Ella asintió, dirigiendo sus orbes verdosas hacia mí. Sonrió con dulzura antes de agarrar una de mis manos.

—Claro que quiero ir —aseguró sonriente—. Me gustaría conocer a tu familia, o bueno, lo que quede de ella...

Sus palabras se sintieron como una estocada al corazón, sé que no fue su intención sonar tan dura.

—Podemos ir a visitarlos al cementerio. Es una pena que no los hayas conocido mientras estaban vivos —me lamenté a la par de que cerraba mi bolso con la ropa necesaria para el día que pasaríamos fuera de la escuela.

Se mantuvo callada por unos segundos, sin saber que más decir. Yo no omití otra palabra, alimentando la tensión en el ambiente.

—¿Quiénes eran tu familia? —se animó a preguntar, la timidez estaba presente en su voz.

Seguía sin estar preparada para hablar de ello, pero entendí que debía hacerlo en algún momento. No podía evitar ese tema por siempre, mientras lo guardaba, más me dañaba.

—Mi madre, padre y mi hermanastra —detallé melancólica—. Sí, mi padre se casó con otra mujer, así que tengo madrastra.

Sentí los brazos de Leyla abrazarme por la espalda, su cabeza se apoyó en mi hombro izquierdo. Nos quedamos así por unos largos minutos, su compañía era tan agradable. Ella era tan hermosa como persona.

—Vamos, se hará tarde —interrumpí el momento lleno de serenidad.

—Iba a besarte —fingió molestarse. Se apartó de mí y cruzó sus brazos.

Me di la vuelta para mirarla y no pude evitar sonreír al verla en ese estado donde fingía estar molesta. Acorté la distancia entre nosotras para acercarme a su rostro.

—Podrás besarme en otros momentos —propuse, sonando más cálida que antes.

Relajó su expresión y sonrió mientras un leve rubor se extendía por sus mejillas.

—Está bien, Nia —aceptó—. Vamos, se hará tarde.

Besé su frente y agarré nuestras cosas para irnos por la puerta principal. En mucho tiempo estaba disfrutando de la paz de sentirme en casa junto a la persona que amaba.

Sería un fin de semana, mejor dicho, un domingo inolvidable.

Mercink~

¡Buenas, buenas! Apareció la que no actualizaba hace meses jsjsjsjs.

Quiero disculparme por eso. He estado demasiado ocupada y pues, eso me llevó a no actualizar ninguna de mis historias, pero acá estoy <3. Ya me recuperé del bloqueo de escritor que había tenido uwu.

No les voy a dejar preguntas solo quiero saber: ¿Qué les pareció el capítulo?¿Les dejó más dudas?

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