Capítulos 25. Amarte era mi destino (Final)
—¡Camila! ¡¿Dónde estás hermana?! —gritó Amelia buscándola por toda la casa. El papel que sostenía en su mano lo iba a cambiar todo.
—¡Aquí estoy! —exclamó Camila saliendo del baño con la toalla envolviendo su cuerpo.
—Ven, esto que tengo que contarte es demasiado importante para mí. —La tomó del brazo y la empujó a la habitación de esta.
—¿Qué pasó Amelia? Me estás asustando —dijo Camila apenas entraron y su hermana cerró la puerta.
—Hace unos días empecé a sentirme mal y no tenía idea de qué me pasaba, andaba agotada o del mal humor, a veces me mareaba o ciertos olores me daban arcadas. —Se detuvo para tomar aire—. Vi mi calendario menstrual y resulta que tenía una semana de retraso.
—¿Amelia, es lo que creo que es? —preguntó asombrada y emocionada a la vez.
—Sí, hoy fui hacerme la prueba de sangre. No me confiaba del test de embarazo casero. ¡Tuve que esperar una bendita hora para saber que voy hacer mamá! —exclamó emocionada y Camila la abrazó con fuerzas.
Ambas estaban tan contentas y consternadas por la noticia que ninguna se lo creía. Camila agarró la prueba que sostenía su hermana donde decía que en efecto estaba estado de gravidez. Sería tía.
—¡No me lo creo Amelia! ¡Voy a ser tía! —dijo Camila dando brinquitos y con los ojos llorosos por la emoción. Su hermana solo asentía con la cabeza y sonreía contenta.
—Estoy que todavía tiemblo, Cami. No sé cómo lo vaya a tomar Francisco, no se lo he contado aún, pero sea lo que sea que suceda lo voy a tener. —Ella estaba clara que por más amor que se tuvieran cualquier cosa podía pasar una vez le dijera que sería papá.
—Más le vale que se haga responsable, sino conocerá quién es Camila Valverde —le dijo a su hermana poniéndose en posición de pelea.
—Tranquila, pongo mi fe de que lo tomará bien. —Suspiró algo nerviosa.
—Por una parte, es todo alocado, ¿sabes? Porque ustedes no tienen ni tres meses de ser novios y ya van a ser papás. Muchas veces pensé que sería con Ethan que sucedería algo así —confesó Camila aún aturdida por la grandiosa noticia.
—Lo creas o no con Ethan jamás se me pasó por la cabeza tener hijos, lo quería muchísimo; pero había ese algo que me decía que no era el momento —respondió Amelia.
—¿Con Francisco te sientes bien? ¿Eres feliz? —preguntó Camila mirando a su hermana con seriedad.
—Sí, lo siento más estable y maduro; aunque espero no equivocarme. —Bajó la mirada para observar nuevamente los resultados de la prueba de embarazo.
—Saldrá todo bien Amelia. Si tú confías en él, yo también. Y de pasar lo contrario, ten por seguro que yo siempre estaré ahí para ti. —Miró a su hermana mientras posaba su mano izquierda en el vientre de esta.
Amelia le resbaló una lágrima por su rostro al escuchar las palabras que le decía Camila, mejor hermana que ella no podía tener.
Francisco recibió la llamada de su novia avisándole que debían verse hoy, pues tenía algo importante que contarle. Cosa que lo dejó bastante intrigado, a pesar de eso alejó cualquier pensamiento extraño y esperó a que saliera de su casa. Cuando la vio salir se le veía feliz como siempre que se encontraban, lo que le alivió un poco «Seguro es algo bueno que le sucedió en su trabajó», pensó mientras la veía. Esperó a que se sentara en el auto y arrancó en dirección a la casa de él.
—Amelia, ¿qué es eso tan urgente que tenías que decirme? —preguntó apenas llegaron. En el camino ella habló cualquier otro tema, menos lo tan importante que le había dicho por teléfono que debía saber.
—No sé por dónde empezar, porque para mí es bueno, aunque no sé si para ti también lo sea —respondió mirándolo con nervios, lo que hacía que él se preocupara más.
—Sea lo que sea que tengas que contarme, hazlo lo entenderé —le animó él tomando asiento frente a ella. Esta sacó de su bolso un sobre y se lo entregó.
—En ese sobre que te estoy dando está la respuesta a la interrogante que me hiciste días atrás —contestó Amelia.
Francisco abrió el sobre dejando salir el contenido de este, desdobló la hoja y leyó lo que decía: "Prueba de embarazo Amelia Valverde, resultado positivo." Miró a su novia y no sabía qué decirle.
Dos días antes...
—Amelia, ¿segura que te encuentras bien? —preguntó él después de escucharla vomitar.
—Sí, creo que fue lo que comimos hoy que me hizo daño. O tal vez sea, porque a veces no como a tiempo en el trabajo —respondió ella sentándose en el sillón sosteniendo vaso con agua fría.
—¿No estarás embarazada? ¿Ya te bajó la menstruación? —volvió a cuestionar, pues algo en su interior le decía que sí lo estaba.
—Tranquilo Francisco, nos estamos cuidando dudo mucho que sea eso. A veces se me retrasa por el estrés, ya en esta semana debe venirme —respondió mirándolo incrédula de que fuera eso la causa de su malestar.
—Es mejor que te hagas una prueba casera para salir de dudas, no siempre las inyecciones funcionan —dijo él todavía preocupado por el tema.
—Esta bien lo haré, pero mejor iré a un laboratorio para estar más segura —contestó ella para calmarlo.
***
—¿Frank, vas a decirme algo? —preguntó Amelia sintiéndose más nerviosa y casi desilusionada por la reacción que tenía él. Puesto que, habían pasado dos minutos y no decía nada.
Él se levantó del sillón se acercó a ella y la tomó en brazos, caminó hasta su habitación y la depositó con cuidado en su cama para luego empezar a besarla. Por su parte ella no sabía qué pensar.
—Sabía que estabas embarazada, Amelia —habló separándose un poco para mirarla—. Algo me decía que sería papá, sé que no estaba en nuestros planes cariño; pero qué importa. Te amo y soy feliz de que tú seas la futura madre de nuestro bebé.
—¡Oh, Frank! Me habías asustado pensé que la noticia no te iba a gustar —dijo ella mirándolo con los ojos cristalizados.
—Me tomó desprevenido, lo acepto. Solo fue que no sabía qué hacer si saltar, abrazarte, besarte o todo a la vez. —Sonría con sinceridad mientras le daba cortos besos en los labios de ella.
—Te amo Frank y ya que estamos felices por la noticia. Ahora sí hagamos bien a nuestro bebé —dijo Amelia mientras le empezaba a desabrochar el pantalón a su novio.
—Soy todo tuyo —le siguió el juego Francisco entre risas dándole besos y caricias tan apasionadas como la felicidad que sentían de ese momento—. Yo también te amo, Amelia.
Ninguno imaginó jamás que esa relación casi tan repentina que había surgido entre ellos avanzaría así de rápido, pero hay veces que eso llega a ser lo de menos. No es el tiempo quien dice que la persona con la que estás es la correcta, sino todo lo que demuestra mientras está contigo.
—Carolina, ¿cómo estás? —preguntó Ernesto cuando llegó al apartamento de ella.
—Bien, pero ¿Por qué has venido? —indagó extrañada de verlo ahí, pues tenían tiempo que no se comunicaban.
—Porque quiero avisarte que pronto me iré de este país, mi padre ha abierto una nueva sucursal en Miami y quiere que me haga cargo —le dijo él apenas entró.
—Me alegro por ti, siempre quisiste vivir en el extranjero —respondió ella sintiéndose extrañamente melancólica—. ¿Cuándo te vas? —preguntó con la voz apagada.
—El viernes de la próxima semana —contestó él también sintiendo que de alguna manera la perdía a ella. No podía negar, que si se encontraba ahí era porque al final de cuentas se había enamorado de Carolina.
—Es pronto, pensé que sería dentro de un mes o algo así —mencionó mirando hacia el piso y luego levantó la mirada para verlo a él—. Entonces has venido a despedirte.
—Sí, no quería irme sin hacer las paces contigo —Se puso de pie—. Carolina, sé que estás enamorada de otro, pero quiero que sepas que puedes ser feliz sin necesidad de pelear por alguien que no siente nada por ti.
—Después que te fuiste aquel día me puse a analizar mi vida y tienes razón, no debo mendigar amor. —Le sonrió sin mucho ánimo.
—Eso es bueno, ya has dado un paso. Bien, ahora debo irme todavía tengo asuntos pendientes por resolver. —Besó la frente de ella y se dirigió a la puerta.
—Espera Ernesto. —Se puso de pie y se acercó a él.
—¿Qué sucede? —preguntó extrañado.
—Quiero decirte que... Quien me ha gustado siempre has sido tú. Lo siento por ser tan cobarde e inmadura, pero eso fue lo que concluí todo este tiempo que estuvimos alejados.—Bajó la mirada sintiendo vergüenza de lo que acaba de confesarle.
—Y yo me enamoré de ti sin darme cuenta, Carolina. —El corazón de ella dio un vuelco, pues no pensó que diría algo así. Él levantó el rostro de ella y la besó, esta vez no fue uno salvaje por la excitación del momento, sino uno lleno de todo lo que sentía por ella.
—Eduardo, no me siento bien —le dijo Romina levantando a su esposo a las 4:00 a.m.
—¿Qué tienes amor? —preguntó asustado viéndola a ella con cara de dolor.
—Creo que ya va a nacer, tengo contracciones más fuertes —respondió a su esposo soportando una nueva que venía cada quince minutos.
—Voy a buscar las maletas enseguida, resiste un poco Romi. —Se levantó deprisa a buscar las pertenencias de ella y de su pequeña niña que venía en camino.
Regresó con el equipaje y ayudó a Romina a levantarse para que se alistara lo más rápido que podía. Una vez se tuvo todo en orden caminaron hacia la salida de la casa con los nervios a flor de piel, pero a la vez con la felicidad de conocer a su hija los invadía.
—Aarón, ¿a dónde vamos? —preguntó Camila mientras caminaba con los ojos vendados a algún lugar que su novio la llevaba.
—Falta poco, Cami. No hagas trampa por favor —respondió él tratando de que no se le notara los nervios que sentía en ese momento. Siguió tomando su mano para guiarla a ese lugar especial que había preparado para ella.
Caminaron unos metros más hasta que llegaron, Aarón giró la llave y abrió la puerta haciendo que ella pasara. Camila trataba de percibir con sus otros sentidos qué olores la rodeaban. Olía a sus flores favoritas, al perfume de su novio y algo delicioso... a comida recién servida.
—Ya puedes quitarte la venda —dijo Aarón cuando hubo ambientado todo, ella hizo caso y lo que vio la sorprendió.
—¡No puede ser! ¡Esto te quedó hermoso! —exclamó ella con asombro al ver cómo aquel sitio había cobrado vida de una manera tan maravillosa, todo estaba tan acogedor que no daban ganas de irse nunca de ahí.
—Bienvenida a nuestro hogar —mencionó él abrazándola por la espalda—. Pero para que todo esté completo falta una cosa más. —Sacó de su bolsillo una copia de la llave de su nuevo apartamento y la depositó en las manos de ella.
—Es tu apartamento, amor. ¿Por qué me das esta llave? —preguntó ella dándose la vuelta para poder mirarlo.
—Porque esta casa no estará completa si haces falta tú. Camila, hemos tenido que enfrentar tantos obstáculos juntos, que lo único que quiero ahora es compartir el resto de mi vida contigo. —Tomó con sus manos el rostro de ella y le dio un cálido beso.
—Entonces... ¿me estás proponiendo que vivamos juntos? —preguntó Camila cuando hubo terminado el beso.
—Sí, y ahora algo mejor que eso —Se arrodilló y sacó una caja de terciopelo azul con otra pregunta aún más difícil de hacer—. Camila, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó con el corazón latiendo a mil por segundos.
Ella estaba que no lo creía, todavía estaba asimilando la idea de vivir con él, cuando ya tenía que dar respuesta a otra con mayor significado para ambos. Pues jamás se imaginó que lo primero solo era un preámbulo para la pregunta real. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas por la emoción y lo único que atinó a decir fue:
—Sí, Aarón. Quiero casarme contigo —respondió con toda sinceridad dejando salir el mar de lágrimas que estaba conteniendo en ese momento. Él se puso de pie y la abrazó acunando el rostro de ella en su pecho para luego darle otro beso, esos que solo quieren transmitir todo lo que sienten sin decir más nada.
«Si hubiese sabido que amarte siempre fue mi destino, hace mucho tiempo habría dejado mi miedo de lado para abandonarme en el calor de tus brazos, en los besos de verano y en tu corazón hecho a la medida para mí». Pensó Camila mientras dejaban que los rayos de la luna fueran testigos de ese amor que inició con una amistad.
***Hola, mis queridos lectores. Hoy no diré más nada que gracias... Gracias por acompañarme en esta travesía y, aunque este es el capítulo final. Los veré más que pronto con el epílogo, todavía falta saber cómo le fue a Romina en el parto, qué pensaran los padres de Amelia cuando se enteren del embarazo y obviamente la vida de nuestros protagonistas, Camila y Aarón, esos dos limones hechos ahora de caramelo con su boda.
Un besote gigante.
Saludos,
Jenny.***
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