Capítulo 22. Vivir para amar
Le resultaba extraño estar otra vez despierta, esta vez en la realidad. Esa que te hace saber que estás devuelta, a ese lugar que extrañaste mientras te encuentras a la deriva buscando una salida. Y la de ella, era regresar viva.
Ahí se encontraba observando los ojos negros de Aarón mirándola con devoción, con esa alegría desbordante de quien ve a ese ser querido, después de tanto tiempo ausente. No dejaba de mirarlo, mientras esperaba que el doctor a cargo de ella hiciera las revisiones pertinentes, en otra esquina de la habitación se encontraban sus padres viéndola con emoción, se les notaba a ambos agotados, pero a la vez aliviados de que un gran peso había dejado de estar sobre sus hombros.
—Le haremos un par de exámenes más y apenas tenga los resultados, les avisaré cuándo le puedo dar de alta —indicó el doctor dirigiéndose a los padres de Camila, apenas terminó de revisarla.
—¡Esto es un verdadero milagro! —exclamó la señora Sofía viendo a su hija—. Gracias también a usted, Dr. Peralta que supo actuar con determinación en la recuperación de mi hija. —Sonrió con verdadera alegría.
—Es parte de mi trabajo, no tiene nada que agradecerme. Lo importante es que ha despertado y de mantenerse haciendo chequeos regulares, podrá seguir llevando una vida normal. —Sonrió con sinceridad—. Si me disculpan debo retirarme a ver otros pacientes. —Hizo una inclinación con su cabeza y se retiró de la habitación.
—Mi pequeña niña, estuvimos tan asustados de perderte —fue su padre quien habló, le tomó su mano derecha y acarició con ternura paternal, sus ojos estaban vidriosos.
—No llores papá, ya estoy aquí —dijo Camila haciendo referencia que no había muerto, que volvió para quedarse.
—Te vi tan frágil, tan indefensa que me martirizaba no poder hacer nada para protegerte como es mi deber hacerlo, no sé qué haría sin ustedes. Son mi soporte en esta vida —mencionó con voz entrecortada, haciendo lo posible por no ponerse triste en ese momento.
—Me tendrás por muchos años más, papá. —Estrechó la mano de él y sonrió para animarlo.
—No puedo creer que la imbécil esa haya sobrevivido —se quejó Carolina cuando se enteró que su enemiga había salido del coma.
—Deja de quejarte tanto y ven acá —habló el chico con el que se liaba cuando andaba iracunda y que le hacía sus favores como aquella del fotomontaje.
—Ya tuvimos sexo en todas las posiciones posibles, ¿no te cansas? —respondió irritada por la insistencia del chico.
—Contigo no, tienes todo lo que necesito. —La atrajo devuelta hacia él, dándole pequeños besos sobre los hombros descubiertos de ella.
—Pero tú no tienes lo que yo necesito. —Lo apartó de ella con brusquedad, levantándose de la cama dejando su desnudez expuesta sin importarle mucho.
—¿Qué es lo que tiene él, que no tenga yo? —la cuestionó molesto por el mismo rechazo que le hacía siempre, cuando salía el tema de Aarón a colación.
—Amar de verdad. Quiero que me ame, como lo hace con ella, que me mire con ilusión, que me tome de la mano o me abrace como si fuera la única que existiera en este mundo —confesó sin importarle ya lo que pensara él de ella.
—Pides mucho para lo que tu misma ofreces, Carolina —le respondió en tono mordaz. Se levantó de la cama y empezó a vestirse.
—Con él sería distinto, pero lo que yo tengo contigo, Ernesto. —Se giró y se acercó de manera provocativa hasta quedar frente a él tan cerca que sus respiraciones chocaban—. Es solo sexo salvaje para apaciguar nuestros pesares.
—Si quieres que un hombre te ame de verdad, debes entender que ese sentimiento no se impone ni se regala a cualquiera. —La miró con intensidad para luego tomarla con una de sus manos por la nuca y acercarla para besarla con fuerza, después se alejó tan brusco como aquel impulso.
—No me des sermones de moral, cuando tu santo no eres. Ya es hora de marcharte, querido. —Le señaló la puerta para que se fuera.
—En realidad para ti, querida. Solo soy un amigo con derecho a cogerte. —Sonrió Ernesto de medio lado y salió sin titubear. Ella no le respondió, sabía que era cierto lo que decía.
Un hombre guapo, con carácter, con posición, pero tan vacío como ella en sentimientos. Dos almas desvalidas buscando amor en lugares efímeros como ellos mismo.
—¿Cómo sigue Camila? —preguntó Francisco a Amelia, sentados en una cafetería cerca del hospital.
—Está mejor, gracias a Dios ha despertado y sigue con nosotros. —Sonrió aliviada de que lo peor ya hubiese pasado.
—Eso es muy bueno, Amelia —comentó con sinceridad—. Y tú, ¿cómo has estado? —preguntó esta vez por ella.
—Agotada, no lo puedo negar, pero feliz de que todo esté mejor. Francisco, gracias por estar conmigo. —Lo tomó de la mano sobre la mesa y le sonrió. Él se sorprendió por la forma en que lo hizo, no quería crearse falsas expectativas, sin embargo, su corazón se delataba solo cuando estaba frente a ella.
—En momentos difíciles es cuando más debemos estar con las personas que queremos, porque en la felicidad cualquiera puede estar contigo. —Apoyó su mano sobre la de ella acariciando sutilmente. Las palabras de él resonaron en su mente: "¿Soy importante para él?".
—Tienes razón, en estas situaciones te das cuenta quién te aprecia de verdad —confirmó ella.
Lo ojos azules de él la hipnotizaban desde que se cruzaron con los de ella la primera vez, pero la paz que le transmitía cuando estaban juntos era única. «¿Cómo alguien que tengo poco tiempo de conocer, me hace sentir tan bien?». Se preguntaba ella, mientras seguían conversando y unas cuantas risas salían, cuando hacía algún chiste sin sentido alguno.
—Francisco, hace un tiempo quería decirte esto —Suspiró y continuó con un poco de duda—. Sabes que en estos momentos no estoy en condiciones de enamorarme de nadie, porque no quiero iniciar una relación cuando todavía no he superado del todo al anterior y tampoco quiero hacer sufrir a quien esté conmigo. Lo siento si en algún momento te he creado falsas ilusiones —terminó de hablar, apenada por lo que había dicho.
—No te preocupes, desde el principio me expusiste la situación. Quizás nunca te enamores de mí, pero deseo que seas feliz con quien sea que llegue a tu vida, aunque no sea yo. —Sonrió esta vez, pero en el fondo le dolió las palabras de ella.
—No te puedo prometer nada, pero si la vida te puso en mi camino. Algo importante vas a hacer en ella con tu amistad o con tu amor. —De alguna manera expuso sus sentimientos por él, no obstante, quería posponerlo un poco más hasta saber si lo que sentía por Francisco hacía justicia a los sentimientos que este le ofrecía.
—Quizás seamos como la versión mayor de tu hermana y Aarón, ¿no crees? —Tomó un sorbo de su café. Ella sonrió, pues en ese aspecto tenía razón.
—Tu humor no cambia y eso me gusta. —Le dedicó una sonrisa antes de beber de su café.
—Hay que verle el lado positivo de las cosas, sino todo sería amargura. —Él la miraba sonreírse y eso le agrada, por lo menos como amigos se complementaban.
—Contigo las amarguras se hacen dulces. ¿Me acompañas de regreso al hospital? —preguntó Amelia para desviar el comentario que había hecho.
—Claro, te acompaño bella dama. —Ambos rieron y salieron del local.
Los dos se conformaban con ser amigos del otro, no forzarían las cosas y disfrutarían de cada momento que les regalara la vida. Se enamorarían sin prisa, con menos miedo que ahora.
Los resultados de los exámenes estuvieron listos pasados dos días, habían salido bastante bien. Por lo que el Dr. Peralta había dado las orden de que a Camila le dieran de alta esa misma tarde.
Romina junto con Amelia habían arreglado la habitación de ella para que se sintiera más cómoda. Colocaron un par de ramos de flores hechos con claveles rojos, rosadas y amarillos—eran sus flores favoritas—que hicieron perfumar todo el lugar con su aroma particular. Apenas llegó Camila, quedó encantada con aquel detalle. Estaba feliz de verlas ahí, su mejor amiga y su hermana se acercaron a ella para darle un cálido abrazo de bienvenida, pero evitando hacer ese gesto tan brusco para no lastimarla, pues iba con las muletillas por la pierna fracturada.
—Bienvenida Camila, nos hiciste falta —dijo Romina cuando se separaron del abrazo.
—Y ustedes a mí —respondió Camila con una sonrisa.
—Cami, de verdad no sé que habría hecho sin ti. Eres la única que soporta mis ocurrencias —habló Amelia haciendo cara de cachorrito dolido.
—Como iba a abandonar a quien me da las mejores ideas para mi blog. —Le sonrió a su hermana.
—¡Ni que lo digas, Cami! Tu hermana ya me dijo un tema que quiere que escribas en tu blog. Dile, Amelia —animó Romina a que contara la idea.
—Pero es que están mis padres cerca —susurró bajo y luego se rio—. Bien, sería sobre la masturbación femenina y Aarón te puede ayudar con eso —volvió hablar con voz baja para que solo ellas escucharan. Camila empezó a toser por la locura de su hermana y su amiga solo era reírse.
—¿Qué te hace pensar que necesito ayuda de él? —preguntó siguiéndole la corriente.
—Porque mientras estés así convaleciente, necesitarás estímulos que te relajen y ¿quién mejor que él? —preguntó de manera burlona.
—Eres incorregible, Amelia. —Se echaron a reír las tres.
—A mí me gusta hacerme eso. Créeme hermanita te hará ver el cielo —susurró de nuevo—. ¿O no Romina? —La miró esperando que la apoyara.
—A mí no me incluyas en tus comentarios con doble sentido, Amelia —Se cercioró que no estuviera nadie cerca y también bajo la voz—. Confirmo que sí te hace ver el cielo, las estrellas y el universo, mejor si te acompaña tu pareja. —Otra vez estallaron en risas.
—Ya no sé quién está más loca si Amelia o tú. —Señaló a su amiga.
—No podía dejar sola a mi compañera de batallas. —Abrazó a Amelia en modo de complicidad.
—Por ahora no tengo ánimos de estar en esos menesteres —confesó Camila para terminar el tema.
—Deja que venga Aarón, voy a darle la idea. ¡Ah! Ahí viene mi cuñado. —Iba a gritar para llamar la atención de él, cuando Camila con su muletilla le pegó en la espinilla a su hermana para que se callara.
—Vamos Amelia a la cocina, que vino violenta del hospital tu hermana. —Tanto Romina como su hermana le sacaron la lengua y se fueron para dejarla sola con Aarón, quien venía con el equipaje de ella.
—¿Qué le pasó a ese par? —preguntó Aarón dejando la maleta de ella en una esquina de la habitación.
—Nada importante, amor. Sabes como es tu cuñada de graciosa —respondió ella yéndose a sentar a su cama.
—Seguro te hizo comentarios con doble sentido. No va a cambiar, ¿cierto? —la miró sonriendo de medio lado.
—Lo dudo, pero así la quiero. Es lo que la hace única. —Palmeó la cama para indicarle que se sentara a su lado.
—Te extrañé, Camila —dijo Aarón, levantando su mano derecha para acariciar el rostro de ella.
—Yo te extrañé más, lo siento por llegar tarde a nuestro encuentro ese día —dijo ella con los ojos algo tristes.
—No te lamentes por eso. Lo que importa es que has tenido una oportunidad más para reír, llorar, amar y perdonar. —la miró con amor y eso a ella le hacía latir su corazón.
—Amarte se me queda corto, Aarón. Lo que siento por ti ni siquiera lo puedo describir con palabras. —Fue ella quien se acercó a él y lo besó. Un beso que empezó despacio como recordando ese último que se habían dado, pero ahora creando uno nuevo con más ganas. Sus corazones se aceleraron, sus manos acariciaban al otro con cuidado y sus lenguas danzaban en ese vaivén de sensaciones que solo dos personas que se aman comprenden.
Se separaron lentamente para recuperar la respiración, no obstante, sentía que ese beso no hacía justicia a todos los sentimientos encontrados que tenían.
—Esto que pasó, fue una prueba de resistencia de nuestro amor —habló él sin separarse del todo, pues tenían sus frentes juntas.
—Libramos una en este campo de batalla que es la vida, pero no hubo momento en que mis sueños dejaras de salir. Tu voz la escuchaba en cada rincón llamándome para que regresara a ti, por lo que buscaba la salida de ese túnel desesperadamente. —Ella volvió a darle otro beso.
—Jamás perdí la esperanza de volver a escuchar tu voz, de sentir tu calidez, de mirar esos ojos color miel —dijo él viéndola con ternura—. Te amo, Camila.
—Te amo, Aarón. De aquí al cielo.
No es la distancia, ni el tiempo, ni las circunstancias de la vida. Son los momentos lo que hacen una diferencia entre el hoy y el mañana.
***Hola mis querido lectores, esta vez el capítulo lo hice un poco más largo. Ya falta menos para terminar esta historia y me viene la nostalgia, evitaré llorar XD.
PD: Les aviso que por motivos de la universidad, puede que no publique el domingo como tal, sino el lunes. Todo dependerá del tiempo que disponga, igual cualquier cambio en la fecha de publicación les diré a través de mis redes sociales y aquí.
Que tengan excelente inicio de semana.
Saludos,
Jenny.***
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