Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

41


El pasado (2).

Un pequeño de alrededor de ocho años corre por el gran palacio donde vive, el tiempo ha hecho su trabajo y el infante crece con normalidad. Sus cabellos azabaches se mueven cada vez que da pasos apresurados mientras observa por las ventanas de la gran sala. Eleck se detiene apegándose a la misma, su nariz se aplasta contra el vidrio debido a su curiosidad y ansias, los niños fuera están jugando a atrapar haditas con sus manos y estas les revolotean juguetonas; también quiere jugar, pero las criaturitas no se le acercan por ser solo un humano, para el menor era complicado vivir en Khandrya, no encajaba del todo con los hábitos y juegos de otros niños, nunca podía integrarse a los juegos debido a que no existe para los demás, sin mencionar que en ese mundo todo giraba en torno a los poderes que se desarrollaban en los infantes gracias a su imaginación e ilusión y era cuando la mentecita del infante era puesta a prueba para poder jugar solito sin aburrirse, haciendo castillos de arena, soldaditos con hojitas y palitos, jugar con sus juguetes y pelotas, pasear por los alrededores de su hogar sin alejarse demasiado siempre con un custodio a su lado o una de las sirvientas.

La servidumbre y los guardias tenían pleno conocimiento de qué y quién era Eleck en ese castillo de falsas ilusiones pero a para ninguno fue impedimento encariñarse con el niño. Siempre fue uno más, siempre.

Su madre le tenía prohibido alejarse más de lo necesario, siempre que estuviera rondando los jardines debía asegurarse de que pudieran verlo desde dentro, nunca hablar con desconocidos y no mencionar nada sobre su falta de magia para evitar habladurías en su nombre pero solo era una excusa para que nunca hablara con nadie, Eleck debía ser un secreto a voces en ese palacio de cristal.

—¿Qué estás viendo, Eleck? —su madre lo observa desde la entrada de la sala apreciando su pequeña complexión.

—Los niños están jugando con las haditas, mami —sonrió observando desde el ventanal—. Me gustaría poder hacerlo también pero no puedo salir de aquí, es peligroso.

—Oh, cariño, es porque debemos cuidarte, pero pasará pronto —sopesó—. No te preocupes, puedes solo contemplar lo bonitas que las hadas son. Sé que no es tan divertido como te gustaría pero no tengo más para darte con respecto al tema.

—No importa, estoy bien así —asintió algo desganado, observó a su lado atento a Merlín que llegaba de una reunión.

—Debería salir, ir con ellos a jugar, no todo lo hacen con magia —susurró Mirena viendo de reojo a su esposo, dándole un beso en la cabecita al menor, qué más quería ella que pudiera disfrutar de su niñez todo lo que pudiera.

—Sabes que no se puede —negó el hombre.

—¿No quieren jugar conmigo? Ayer fueron al lago de nenúfares para ver a las ninfas pero yo no podría haber ido, no puedo atravesar las barreras sin magia —puchereó.

—Es una protección que las ninfas tienen para que los cazadores no las atrapen, algunos humanos nacidos en nuestro reino comercian con ellas —suspiró—. Es para cuidarse, solo eso, no tiene que ver contigo en realidad y sabes que estás seguro aquí.

—Tal vez sería bueno que lo lleves de paseo, tú que puedes —Mirena suspiró molesta—, No podemos tenerlo encerrado todo el tiempo, además, ¿Cómo está eso de que no tiene magia cuando está hecho de la misma?

—Que le haya dado vida no quiere decir que pueda usarla, pero no tengo todas las respuestas, esto salió como salió sin que yo estuviera seguro de que lo lograría —masajeó el puente de la nariz—. Además, todo mundo piensa que vivo solo y amargado en este lugar, no puedo salir con un niño de pronto.

—Lo único que veo es que mientras tú peleas tus batallas allá fuera, Eleck y yo nos quedamos atascados aquí —espetó.

— ¿Puedo tener una mascota? —de pronto el niño se encontraba frente a su madre.

—¿Qué mascota? —la mujer lo observó cambiando el semblante—. Aquí todas las bestias son libres, si desean acompañarte en tu vida pueden quedarse a tu lado.

—La señora Cold dijo que ella tenía mascotas en su mundo humano, que tenía pájaros en jaulas —sopesó.

—¿Te gustaría tener un Ave Fénix en una jaula para que no pueda volar nunca solo porque quieres verlo allí todo el tiempo? —ladeó la cabeza.

—No, estaría triste —suspiró—. No puedo hacer nada, qué aburrido...

—Bueno, estoy segura de que podemos encontrar algo entretenido para que hagas, ¿Por qué no vamos a la cocina y hacemos algunas galletas? —sonrió—. Esta vez tú las vas a amasar antes de cortarlas en formas.

—Sí, sí, ¡Sí! —corrió entre saltos y vítores mientras la fémina lo escuchaba hablar de todas las chispas de chocolate que le pondría, de que haría formas de estrellas y que seguramente iban a quedar deliciosas.

Las cocineras pronto estuvieron al servicio ayudando a Mirena y al niño, iban y venían jugueteando con Eleck cuando Merlín tomó la mano de su esposa en un pedido silencio para que lo acompañara fuera del lugar. A paso sereno ambos llegaron hacia la alcoba, la mujer intrigada por tanto protocolo de parte del Valaisin que cerró detrás de sí, tranquilo, porque el niño se encontraba en manos de las sirvientas; el rey suspiró viendo a la bruja Tuuli, se acercó para besar su frente y luego colocó su mano sobre el vientre plano causando extrañeza en ella quien no entendía qué le estaba sucediendo al sujeto.

—¿Qué ocurre? —susurró.

—Desde que creé a Eleck no hemos dejado de intentarlo de igual forma, no hemos perdido oportunidad —habló sereno.

—Pues no, me encantaría darle un hermanito —se encogió de hombros.

—Mirena, ¿No te has dado cuenta? —frunció el ceño alejándose un poco para verla—. Estás en cinta, amor, estás embarazada.

—¿Qué? —rió burlesca, algo histérica—. ¿Estás tonto? Claro que no, no es así.

—Sí, sí lo es —volvió a posar su mano en el vientre—. Puedo sentirlo, es fuerte, crece sano y es mago.

—¿Cómo? —corrió al baño privado para verse en el espejo, asombrada, no sentía mucho cambio en realidad, sus manos recorrieron su pancita plana mientras una sonrisa iba dibujándose en el rostro y lloró emocionada para lanzarse a los brazos de su esposo que fue tras ella—. ¿Es cierto? Necesito un médico, quiero tener certeza, necesito saber qué hacer y cómo está este supuesto embarazo.

—Claro que sí, llamaré al más confiable —asintió—. Al fin tenemos un bebé de ambos y un heredero no solo del trono sino de mi magia, sea niño o niña, es poderoso, puedo sentirlo.

—¿Por qué yo no? —lo observó seria—. Aún no he sentido nada.

—Porque tengo más facilidad para sentir las energías del universo y de mi alrededor, es por ser Valaisin —rió—. No te preocupes, lo sentirás cuando sea el momento.

—Debemos decirle a Eleck, que se prepare para un hermanito o hermanita, no quiero que se sienta celoso —caminó a la puerta con una sonrisa.

—Mirena, ¿Aun vas a conservarlo? —preguntó frunciendo el ceño, su esposa lo volteó a ver sorprendida—. Ya tenemos a nuestro bebé en camino, Eleck puede regresar a mí, sin problemas.

—¿Vas a desaparecerlo? Es nuestro hijo —regresó sus pasos hasta su esposo indignada con lo que escuchaba—. ¿De qué estás hablando?

—Era el reemplazo para lo que no podíamos tener, pero ahora que viene en camino, podemos dedicarnos de lleno a su llegada y de paso, me vendría bien recuperar mis poderes, me siento débil últimamente —suspiró.

—Tú le diste vida, tú lo trajiste aquí y ahora planeas matarlo —espetó molesta—. ¡No! No quiero, es mi hijo y lo amo, no me importa si no lo engendré.

—Tarde o temprano sucederá, ¿Qué haré cuando necesite mi poder? —habló serio pasando de largo de Mirena para abrir la puerta y encaminarse a la cocina.

—¡Merlín! —la pelinegra gritó corriendo detrás del rey.

El Valaisin ingresó a la cocina, las sirvientas reverenciaron alejándose un poco y él fue directo donde el niño se hallaba colocando chispitas de chocolate sobre un platito, volteó hacia su padre sintiendo su presencia —ya que es parte de Merlín— para encontrarse con él cara a cara y le sonrió inocente; el rey desvió la mirada colocando su mano sobre la cabecita pelinegra para intentar absorber su magia, que regresara a su cuerpo, pero eso no sucedió. La anatomía de Eleck se iluminó como el más grande reflector blanco pero regresó a la normalidad, el hombre que era su "padre" lo veía descolocado.

—¿Qué sucede? —Mirena abrazó al infante para ver con reproche a su esposo—. No puedo creer que lo hicieras, ¡Estás loco! ¿Cómo puedes tener tan fría la sangre para poder hacerlo?

—No puedo regresarlo a su estado inerte —susurró pensativo, atando cabos sueltos—. No puedo porque él no quiere.

—¿Qué quieres decir? —ladeó la cabeza.

—Eleck desarrolla emociones y voluntad propia, no puedo mandar sobre eso —restregó sus manos contra el rostro, no podía ser cierto, a ese paso el niño sería más humano que nunca perdiendo él toda potestad sobre sus poderes.

—Entonces, hazte a la idea de que va a quedarse, porque no te voy a permitir hacerle daño —masculló por lo bajo—. ¿Acaso no lo amas?

—Le tengo aprecio, pero yo sé que no es real, no es mi hijo, Mirena —espetó.

—Claro que lo es, le enseñaste a serlo —desvió la mirada—. Solo lo ves como un muñeco, pero es más que eso y lo sabes.

—No creí que esto se extendería tanto —chasqueó la lengua.

—¿Qué ocurre? —el niño los observó de hito en hito sin comprender.

—Nada —la fémina negó para sonreírle, no le diría nunca la verdad sobre lo que él era—. Es solo que queríamos decirte que vas a tener un hermanito.

—¿De verdad? ¡¿De verdad!? —gritó saltando de un lado a otro—. ¡Tendré un hermano!

—O hermana, pero aún no sabemos, primero vamos a ver al médico —ella rió abrazándolo—. Y tú vas a ser el mejor de los hermanos mayores, ¿Verdad?

—Sí, así es, al fin tendré con quien jugar —asintió.

—Tengo que irme —Merlín dio media vuelta saliendo apresurado de la cocina rumbo a la biblioteca, necesitaba encontrar una alternativa para poder recuperar sus poderes sin hacerle daño al niño, sin que su esposa lo odiara por siempre y es que jamás siquiera llegó a pensar que algo así pudiera suceder.

Dos días después de aquella situación, el médico real llegó a palacio listo para los chequeos pertinentes, cada análisis y revisión fue hecho a consciencia por el especialista mientras que Mirena se encontraba siendo acompañada por su esposo y su hijo; todo dio positivo, había un bebé en camino, estaba sano hasta donde se podía saber y no llevaba el mes aún de gestación pero eso no evitó que la reina oculta sonriera en grande presa de su más grande felicidad. Merlín fue feliz por saber que todo iba como viento en popa y aunque seguía investigando el caso de Eleck no dudó en abrazar al pequeño junto a la pelinegra para celebrar en familia puesto que tuvo una charla extensa y calurosa con la bruja de viento sobre lo que sería de Eleck terminando rindiéndose a los pedidos de ella, porque nunca le negaría nada, pero sí recuperaría su poder para proteger a su familia, de una forma u otra.

Mas nunca imaginaron que ese médico en el que confiaron sería un Antaa Potkut que los traicionaría de la peor manera y que los Pimeys planeaban un levantamiento en nombre de Morgainne, la bruja difunta, querían derrocar al Valaisin, querían un nuevo orden, pronto lo tendrían.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro