
39
—Tenemos problemas —uno de los ManeKatt vigía regresaba de sus rondas matutinas para comunicarle a su líder algo muy importante que no debía pasar por alto—. Parece que hay un grupo de magos que viene hacia aquí, algunos Pimeys, otros Antaa Potkut y están armados, han logrado rodear la villa de los Valaisin, tuvieron un fuerte enfrentamiento.
—¿Qué? ¿Cómo están en esa villa? —Cira tragó duro preocupada por sus seres queridos y conocidos.
—Están bien, no hay heridos ni bajas edilicias, les hicieron frente —asintió.
—Eso es bueno —susurró aliviada.
—No tanto, vienen hacia aquí, tenemos que movernos, podemos poner en riesgo este lugar también —Equusuu intercambió miradas con su esposa—. Deberemos llegar con esa bruja cuanto antes, usaremos pasajes dimensionales.
—Los pasajes te dejan agotado, además, somos demasiados como para que no tengas algún efecto o consecuencia —negó Irina tomando su mano con cuidado.
—Caminar solo va a retrasarnos, sin mencionar que también corremos riesgos de ser emboscados —explicó—. Gya está muerta pero Sho era el segundo al mando y aunque se vea sereno es bastante peligroso, además, los demás miembros de su grupo querrán probar que pueden tener el mando y eso será atacándonos.
—Debemos prepararnos para partir ahora mismo —Eldor asintió.
—Buscaré a Eleck —Cira se alejó a paso presuroso sabiendo que los demás terminarían de prepararse.
—La única bruja adivina de Khandrya se encuentra en la villa de los Pimeys, no hay más como ellas ya que fueron cazadas por los humanos cuando teníamos libre paso a su mundo —comentó una mujer acercándose al hechicero—. Deben tener cuidado, pero si logran caerle en gracia ella les hablará con la verdad sin ningún problema.
—¿Dónde exactamente la encontramos? Esa villa no es conocida por ser amistosa —negó Irina.
—Ese es el problema, tienen que llegar al centro de esta donde ella se oculta, pueden reconocerla con facilidad porque sus ojos son por completo blancos, no tiene irises —respondió seria—. Espero tengan suerte.
—Gracias —Irina estaba preocupada, una adivina que vivía con los Pimeys no debe ser nada agradable o generosa, estaba segura de que esa bruja ya sabía que irían a su encuentro y la única carta que tenían a su favor era Niesse.
Por su parte, Eleck se encontraba sentado en la cama con sus dedos posados de forma sutil sobre la gema en su frente debido a que esta le quemaba sin él tener idea de por qué, tragó duro poniéndose de pie para observarse en un pequeño e improvisado espejo viejo donde buscó alguna anormalidad pero no encontró nada por lo que debiera preocuparse; suspiró masajeando su cuello, se sentía ansioso, no podía evitarlo pero tampoco tenía idea de qué hacer con su sentir. Refrescó su rostro con abundante agua y sopesó el hecho de que, tal vez, estar tan cerca de las respuestas lo había puesto nervioso, antes de que pudiera seguir divagando en su mente los brazos de Niesse se enredaron desde detrás alrededor de su cintura mientras que dejaba besos sobre sus hombros y sus tatuajes con mimo.
—Buenos días —sonrió el Valaisin con una sonrisa afable.
—¿Qué tal dormiste? —murmuró la muchacha de manera melosa, con su mejilla apoyada en la espalda ajena, feliz de ese encuentro.
—Bueno, no mucho teniendo en cuenta lo que hicimos, pero fue maravilloso por lo que no me quejo —dejó ver su sonrisa—. Solo estoy un poco inquieto por la gema, siento como si me quemara un poco la piel.
—¿Sí? Déjame ver —lo hizo voltear en el lugar para examinar con cuidado la piedra incrustada—. No veo nada fuera de lo normal, Eleck, pero podemos hablarlo con Irina.
—No creo que debamos preocuparnos por esto —negó con una sonrisa acortando la distancia para besarla.
—¡Eleck, tenemos que irnos! —la voz de Cira del otro lado de la puerta de la cabaña los sacó de su burbuja—. ¡Abre ya!
—Yo me encargo —Niesse caminó hacia la entrada, abrió la puerta sin más estando apenas cubierta por un ligero vestido, descalza, con el cabello revuelto pero bien vista de todas formas y sonrió inocente a la Valaisin—. ¿Qué sucede y por qué aporreas mi puerta?
—Eh... —Cira parpadeó un par de veces observándola de pies a cabeza con reproche pero luego sus ojos fueron a dar detrás de la Pimeys donde pudo ver a Eleck en iguales condiciones—. Equusuu está preparando todo para que nos vayamos a través de los portales, será mejor que se den prisa.
—Claro, ahora vamos, deja que terminemos de vestirnos, la noche fue pasional —guiñó un ojo para cerrar sin más aguantando la risa.
—Hiciste eso a propósito —Eleck rió negando tras haberse vestido ya.
—Tal vez —rió acercándose—. Pero ahora va a entender que estamos juntos.
—Sí —el Valaisin enredó sus brazos en la cintura femenina para besarla a gusto y luego estrecharla con fuerza levantándola del suelo y dando algunas vueltas, estaban en esa etapa donde a cada segundo necesitan besarse o tocarse para estar tranquilos.
—¡Chicos, salgan! —la voz alterada del hechicero los sobresaltó una vez más, Eleck fue el primero en salir del lugar observando a todos sus compañeros allí a la espera—. Tenemos que irnos, el grupo de Gya se encuentra ahora bajo el mando de Sho y están en la entrada de la aldea, no podrán ingresar hasta que la luna vuelva a llegar, pero no nos podemos quedar más tiempo.
—Esto es peligroso para los ManeKatt —el mago de luz susurró asintiendo—. De acuerdo, nos vamos ahora mismo.
—Amo Eleck —Ónice se acercó compungido—. No quiero irme de aquí, me quiero quedar.
—Oni es muy peligroso, podemos poner en peligro a los demás, tenemos que movernos ahora mismo para poder tener todo cubierto —explicó—. Vamos, no te preocupes, te cuido.
—No, no es eso —negó relamiendo sus labios, observó a su lado a Rayna que se acercó en las mismas condiciones—. Ray y yo queremos quedarnos en la villa, aquí tenemos un hogar, umm... Quiero tener amigos y familia, saber más sobre mí y la aldea pero si vamos, tal vez nunca regresemos —sollozó porque era muy difícil para él despedirse—. Y sé que lo estoy decepcionando pero... Ya no deseo seguir peleando, me gusta cómo se vive en manada, con cachorros, con parejas, me gusta como se ve mi futuro junto a Ray y el líder Kael.
—¿Qué? —Silvano intercambió miradas con Alistair.
—Me parece que lo que Ónice quiere decir, es que aquí donde pertenecemos, es nuestro hogar —el híbrido de gemas anaranjadas suspiró—. Cuando aceptamos lo que Merlín nos encomendó fue porque se lo debíamos, porque nos acogió, pero sobre todo, porque queríamos estar contigo, porque fuiste tú quien nos salvó, nos sanó y nos dio algo por lo que seguir adelante tras los problemas que sufrimos, te hemos seguido porque eres nuestro amigo, porque siempre juntos, ¿No? Pero también hay que ser sabios para saber reconocer cuando ya no se desea seguir en la batalla, dejar el barco antes que se hunda...
—Comprendo —Eleck asintió.
—No pueden quedarse, no ahora, los necesitamos más que nunca —Alistair soltó exasperado—. Ustedes son los pilares de Eleck, ¿Lo olvidan? Es con ustedes que el hechizo condenado de coronación se hará, ¡No pueden dar marcha atrás!
—Mierda, chicos, comprendo lo que sienten, pero no es el mejor momento para esto —Niss suspiró.
Eleck, por su parte, suspiró sintiendo los ojos picar por las lágrimas, porque sus pequeños híbridos habían crecido bien y mucho, se acercó al par para atraerlos en un fuerte abrazo donde intentó expresarles lo mucho que los amaba a ambos sin importar las circunstancias, siempre serían sus mejores amigos, siempre serían los dos seres más importantes de su vida y es que, ¿Cómo podía obligarlos a ir si sabía que podían no regresar? Para Kozock no era un secreto que en cualquier momento podrían morir, que los hechizos más poderosos y dañinos son los usados por un Pimeys, que enfrentarse a una aldea de estos era un acto suicida y que, la misión le fue encomendada a él, el par de mininos terminó prendado por añadidura nada más.
—Quiero que siempre estén juntos y se cuiden mucho, ¿Sí? —susurró apretando los labios, Ónice se aferró a él con fuerza—. Los adoro, no me importa si deciden quedarse aquí, no me importan las razones, está bien para mí.
—Cuidaré de Oni, lo prometo —Rayna abrazó con fuerza al Valaisin.
—Amo Eleck, lo siento —sollozó el segundo híbrido.
—Está bien, no me molesta, solo voy a extrañarlos —sonrió de lado quitando con su puño algunas gotitas de sus ojos.
—Tenemos que irnos —Equusuu apremió.
—¿Qué sucederá con el hechizo que debes realizar para el heredero de Merlín? —Alistair preguntó con semblante serio.
—Puedo hacerlo solo —Eleck apretó los puños—. No se preocupen, voy a lograrlo.
—Puedo ayudarte —Niesse se ofreció, preocupada.
—No, solo puedo hacerlo yo por ser Valaisin —negó.
—Entonces, yo puedo serte de ayuda, mejor dos que uno —Cira sonrió levantando el pulgar y el joven accedió.
Equusuu preparó lo necesario para abrir el portal siendo asistido por Irina, su Ave Fénix a un lado a la espera de lo que fuera a suceder pues sería el primero en cruzar para dar un vistazo al otro lado, saber qué era lo que les esperaba era primordial para evitar un ataque; Eleck volteó a ver al par de híbridos para sonreírles y estos hicieron lo mismo, despedirse no era nada fácil pero estaba tranquilo sabiendo que Ónice no estaría nunca más solo, que a pesar de haber perdido a sus padres nómadas ahora tenía allí una gran comunidad que lo había recibido con los brazos abiertos, que Rayna lo cuidaría mucho junto a su familia pues tenían un gran futuro y aunque no le hubiera confirmado que tenían algo amoroso, Eleck lo vio en ellos desde el primero momento en que intercambiaron miradas al conocerse. Estaban a salvo, tenía que quedarse con eso, con que eran felices y amados.
—Inoman tempus dirio porta em spachio —Equusuu elevó sus manos hacia adelante, concentrado, serio, Irina a su lado sostenía su cayado—. Llévanos a la villa de los Pimeys.
Fue como si una daga hiciera un corte en el aire, podía verse la dimensión rota, una herida en el espacio para acortar las distancias y el hechicero la hizo más y más grande con movimientos de sus manos, su fiel ave revoloteó por la zona para luego adentrarse desapareciendo de la vista de los presentes. Irina devolvió el cayado a su esposo creando en su mano derecha una esfera verdosa y observó a Alistair, este sin más asintió para acercarse y colocar su mano sobre la esfera aumentando su tamaño, finalmente ambos se sumergieron en aquella grieta deslumbrante llevando entre ellos un hechizo protector que se esparciría por toda la zona donde pusieran pie gracias al elemento del aire.
Uno a uno fueron atravesando el pasaje dimensional, Eleck volteó hacia sus dos amigos, los saludó por última vez hasta quien sabe cuándo pues su reencuentro debería esperar un tiempo al parecer. Observó a su alrededor, todos los híbridos les deseaban buena suerte, querían que tuvieran éxito en su misión y así sería, el Valaisin lo esperaba de todo corazón y siendo el último del grupo atravesó la barrera cerrando los ojos, sintiendo una sensación fresca sobre la piel, inhalando hondo como cada vez que se transportaba de esa manera; claro que jamás imaginó que la pisar suelo Pimeys se encontraría con un panorama nada adelantador en verdad, siendo rodeados por magos oscuros que los amenazaban con su magia, con el hechicero receloso a la cabeza y protegiéndolos, tal vez tuvieran un escudo pero no soportaría si todos los enemigos atacaban a la vez.
—Vaya, vaya —una mujer de cabellera larga en exceso caminó entre los magos hasta estar frente a los visitantes, con sus ojos blancos en su totalidad, cual ciego, pero que no te engañe, su visión es de las mejores y lo demostró al observar únicamente a Niesse y Eleck de hito en hito—. Al fin, los dos seres más importantes de este mundo reunidos ante mí.
—Nos esperaba, asumo que ya nos conoce —Niss le habló de manera seria.
—Sabía que vendrían a mí desde hace un siglo, solo tenía que esperar el momento adecuado —sonrió—. Llevo tiempo teniendo mucho interés en ustedes dos, quiero develar todos los secretos que se guardan, pero no les tengo confianza a pesar de todo.
—Eso deberíamos decirlo nosotros, nos están amenazando un grupo numeroso de Pimeys cuando no hemos hecho nada malo —Alistair tomó la palabra adelantándose unos pasos—. Y tampoco sabemos de qué lado estás tú, mujer.
—Para tu información tengo un nombre, es Sibila —caminó hasta quedar frente a Equusuu—. Al igual que este hechicero no tomo partido en la balanza del bien y el mal, solo doy mi don a quienes requieren claridad en sus vidas o cumplir con algo que sí o sí debe hacerse.
—¿Por qué te ocultas en una villa Pimeys? Son magos oscuros —Cira habló elevando una ceja.
—Sí, lo son, qué inteligente eres —se mofó la joven—. Me quedo aquí porque soy fiel seguidora de Morgainne, porque me dieron hogar cuando nadie más lo hizo y porque, la mujer que lideraba este elemento en su tiempo fue mi más grande mentora y murió por nada.
—Suenas muy resentida —Silvano acotó.
—La pérdida no es fácil, pero no estamos aquí para hablar de mí, ¿Verdad? —sonrió Sibila—. Todo se remonta a la historia familiar de esta chica, Niesse Donovan y a lo que debe cumplir el Valaisin.
—Parece que me has estudiado bien —la chica intercambió miradas con Eleck—. Hablemos.
—Claro que sí, primero ingresemos en mi casa, síganme. El grupo de Sho no tardará en llegar pues rastrean a Niesse, vamos a darles algo de tiempo en tanto saben la verdad sobre todo, pero no puedo asegurar que no tendrán que pelear luego —comenzó a caminar alejándose de los jóvenes, los demás Pimeys bajaron su amenaza haciéndose a un lado para dejarles paso—. No teman, tal vez somos "oscuros" pero no todos buscamos rebelión y muerte, algunos solo queremos paz para volver a transitar Khandrya sin temor a ser cazados por lo que somos considerados por culpa de un grupo contado.
—¿Cómo haremos esto? —preguntó Irina con desconfianza.
—Primero que nada deben saber que lo que sea que se guarde en Niesse o Eleck será visto por ustedes si están presentes, ellos van a despejar su mente y me darán acceso a sus vidas, pasadas, presentes y futuras, es así como sabré todo de ellos —la bruja ingresó en una casa pintoresca, rústica y pequeña—. El primero en develar su pasado y su futuro es el Valaisin.
—¿Por qué? —Eleck frunció el ceño.
—Porque en ti está escondido el gran secreto de Merlín, cariño, tú tienes toda la historia sobre el verdadero hijo del rey —sonrió tomando asiento.
—Imposible —susurró.
—Nada es imposible para un mago como nuestro difunto rey, un mago tan repleto de poder, tan capaz de cualquier cosa, hasta de borrarle la memoria a la única persona que podía encontrar a su heredero —sonrió confiada mientras entrelazaba sus manos.
—¿Por qué borraría mi memoria si eso fuera cierto? —Eleck espetó—. Es estúpido, él hubiera querido que encontrara a su descendiente pronto.
—¿Sí? O tal vez quería ocultar una realidad, algo que no debía salir a la luz —palmeó el almohadón frente a ella—. Toma asiento aquí, Eleck, tienes mucho que ver de tu pasado, ¿Estás listo para descubrir todo lo que en él se esconde aunque puedas salir herido en el proceso?
—S-Sí —murmuró con duda más procedió a acuclillarse sobre el almohadón llevando la cabeza hacia atrás cuando Sibila colocó sus manos sobre su cabeza.
—El resto debe guardar silencio, podrán ver lo que yo pero no deben distraerme para que podemos seguir una línea de tiempo segura —observó a todos los presentes—. Comencemos.
Lo último que pensó Eleck es que habría deseado que Ray y Oni estuvieran a su lado para ver su historia.
Aquí comienza la trayectoria final de la historia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro