29
Cada paso que daba aquella enigmática bestia con sus fuertes patas hacía que la tierra resonara, que todo se moviera debido al impacto y que los magos Pimeys y Antaa Potkut que acompañaban a Gya retrocedieran cautelosos. Silvano no cabía en sí con lo que veía, era la primera vez que podía estar en presencia de semejante criatura y todo gracias a la invocación que había hecho Eleck quien se hallaba concentrado en su sitio con sus híbridos a cada lado en el mismo plan; Alistair llegó a paso veloz hasta Niesse ayudándola a ponerse de pie, tenía que aprovechar esta ventaja para hacer retroceder a sus enemigos, la prioridad era salvaguardar la villa de los Valaisin a toda costa.
La bestia rugió, sus garras golpearon a cuanto mago pudiera encontrar en su camino, rasgó el suelo, destrozó árboles y arbustos y todo este gran alboroto llamó la atención de Agatha y Equusuu que se encontraban en la plaza principal de la villa con muchos otros magos de luz que seguían con su día a día. La come almas no se quedó atrás, formó a sus seguidores para hacerle frente a la criatura, cada uno de los Pimeys que usaba para sí comenzaron a atacar al dragón, rayos, explosiones, lo que fuera necesario para hacer caer al enorme lagarto que rugía imponente exhalando fuego a diestra y siniestra, pero no era suficiente su tamaño puesto que la criatura se alimentaba de la magia de Eleck y los ManeKatt para estar presente en este plano y a estos se le acabaría la fuerza en algún punto. Gya sonrió sabiendo que no la detendrían para siempre, liberó de sus manos bruma oscura que imposibilitaba ver bien a todos en general pero sus secuaces se las arreglaban para seguir arremetiendo contra el dragón.
Con cada golpe y ataque que daba contra el lagarto quienes eran receptores del daño eran Ónice, Rayna y Eleck, el primero había ya cedido al suelo e intentaba seguir usando su poder para brindar ayuda a su amo mientras que Ray apenas podía mantenerse de pie. El Valaisin se encontraba de rodillas al suelo, con las palmas contra el mismo mientras respiraba de manera errática concentrándose en dejar fluir todo su elemento hacia la bestia que invocó; sentía dolor físico, cada hechizo era un puñetazo a su cuerpo y a su mente, sollozó bajo al sentir una punzada en sus costillas y tuvo que evitar ovillarse ahí mismo.
—¿Crees que puedes hacerme frente con esa bestia? ¡No eres suficiente, Eleck, no vas a poder detenerme, ríndete antes de que diezme toda esta puta villa! —exclamó tomando su forma natural como come almas, su poder siendo liberado y en el proceso también se apoderó de algunos de los que la seguían que estaban cerca, a ella no le interesaba nadie más que no fuera su persona.
—¡Agh, mierda! —Eleck gritó cuando el dragón cayó a un lado aun defendiéndose de los Antaa Potkut—. No puedo... No puedo...
—¡Eleck! —Niesse lo tomó con cuidado para ayudarlo a mantenerse erguido—. Resiste.
—Niesse, tenemos que pelear, ¡Pon atención! —pidió Alistair espabilando a la bruja y viéndola serio—. No tenemos que quedarnos con la idea de que ese dragón los detendrá, son muchos.
—¿Qué podemos hacer? —susurró viendo hacia Gya que solo se limitaba a observar con el ceño fruncido, como si analizara todo mientras absorbía más y más energía.
—Usemos un hechizo colectivo —Silvano tomó la iniciativa viéndolos dudar—. Cira, Eldor, tenemos que usar nuestra magia para atacar al mismo tiempo.
—Tengo un hechizo que funciona con cada elemento —la muchacha se acercó—. Tomen un sitio para defender y repitan después de mí—. Melis luptus sentimo andra.
—Perfecto —la bibliotecaria observó a Eleck—. Voy a volver, tú quédate aquí y resiste cuanto puedas, terminaremos pronto.
—C-Claro —murmuró.
Cada uno de los magos se alejó de Eleck solo para cubrir las zonas más importantes de entrada a los límites de la Villa, si iban a perder esa pelea lo harían habiendo dado todo de sí. El mago de la naturaleza pronunció las palabras enseñadas por la bruja causando que de inmediato emergieran de las entrañas de la tierra soldados creados con rocas y raíces, de inmenso tamaño, de gran porte y respondiendo únicamente a Silvano quien sonreía victorioso, su lado estaría a salvo sin más. Alistair hizo lo mismo, las palabras adecuadas salieron de su boca provocando que el cielo rugiera en una potente tormenta donde las ráfagas comenzaban a correr más veloces a cada segundo creando huracanes que levantaban por los aires a los enemigos.
—¡Esto no va a funcionar, inútiles, voy a ganarme sus almas con facilidad! —se carcajeó Gya viendo el desastre que se creaba a cada segundo.
—Melis luptus sentimo andra —Niesse pronunció sin ningún resultado—. ¿Qué? ¿Por qué no funciona? ¿Qué pasa?
—¡No funciona! —Cira llegó a ella creando un escudo—. ¿Qué es lo que te sucede? ¡Haz algo!
—¡No puedo, no sé qué hacer! —Donovan gritó desesperada, ahora más que nunca necesitaba sus habilidades y estas parecían haber desaparecido.
—Pimeyden tuli —el susurro de la Sielun Syoja fue como una declaración de muerte y a continuación todos fueron golpeados por llamaradas negruzcas con tonos azulados que no solo incendiaron los árboles sino que, demás, apenas tocaban a los magos estos terminaban siendo heridos de gravedad, varios comenzaron a sangrar, otros solo caían desplomados al suelo.
—¡Agh, mierda! —Niesse gritó adolorida, Silvano y Alistair no pudieron resistir tampoco, Eldor terminó inconsciente siendo Cira quien lo protegió lo mejor que pudo pero también resultó lastimada.
—¡No, Niesse! —Eleck se aferró a Rayna que no podía ya moverse de su lugar—. Vamos a perder...
—Ya no siento mi cuerpo... —susurró el ManeKatt con los ojos entrecerrados—. Ónice no responde.
—Esto es mi culpa —Eleck se sentía en verdad culpable por toda la situación que estaban viviendo y la forma en que la villa peligraba—. Ella está aquí por mí, tengo que entregarme.
—Si lo haces, ¿De qué habrá servido todo esto? —murmuró Rayna sujetando su mano—. No lo hagas.
—Por favor, por favor, Merlín, ayúdame, donde quiera que ahora te encuentres... Ayúdame —pidió desesperado.
¿Así se acababa todo? Y fue cuando las enseñanzas de aquel hombre poderoso llegaron a su mente como respuesta a su pedido.
"No hay nada más poderoso que la palabra hablada, Eleck, recuérdalo. Cada vez que quieras algo, que desea realizarlo, solo debes pedirlo, sentirlo, pensarlo y luego decretarlo con convicción para que se haga realidad y no, no es un truco de magia barato; es la forma en la que tú vas a materializar tu poder aquí en Nuestra Tierra... No lo olvides, no lo olvides..."
—Quiero salvarlos a todos, quiero detener a Gya —susurró, Eleck cerró los ojos respirando hondo, calmándose—. Yo soy luz, soy paz, yo soy protección y como Valaisin, tengo la misión de siempre pensar en los demás antes que en mí, ¡Ignis sense de vitta!
El ojiplata desprendió toda su magia a su alrededor, la luz naciendo del centro de su pecho con brillo inmaculado, con poder, atrayendo a cuanto ser pudiera ser capaz de percibirlo. Y se iluminó más y más, el Oculi Tenebris en sus ojos desapareció por completo, se esfumó sin más devolviéndole el tono platinado a sus irises y el contraataque al hechizo de Gya se abrió paso pero a diferencia de este solo lanzó muy lejos, kilómetros a la redonda, a todos y cada uno de los Antaa Potkut que los enfrentaban mientras que los Pimeys, siendo un poco más inmunes, lograban resistirlo; la piel del cuerpo del Valaisin comenzó a romperse como si se tratara de una simple hoja de papel, rasgándose con tanta facilidad que asustó a Rayna que seguía sin poder ponerse de pie, Eleck gritó porque sabía que se estaba drenando su magia, se estaba liberando todo lo que era y no podía poner marcha atrás ni detenerlo, era como haber abierto una cámara llena de demonios que no se podían volver a apaciguar.
Niesse abrió los ojos sintiendo el ardor en su piel, estaba herida debido al previo ataque de la bruja enemiga, sus ojos dieron directo con la imagen de su lucecita siendo el faro luminoso más grande que había visto en su vida. Impresionada y atónita fue que decidió acercarse, detenerlo, hacer lo que fuera necesario para que se detuviera porque podía ver el daño que se causaba aunque también notó que detenía a la mayoría de sus enemigos que seguían llegando y es que la Sielum Syoja había recolectado un gran número de seguidores, mismos que deseaban ver a Khandrya en manos de los Pimeys, de ella misma que se coronaría reina en cuanto pudiera.
—¡Eleck, no! —Niss se arrastró hasta el chico, apenas podía soportar ver tanta luz y entonces, volvió a ver su mano donde el hilo verdoso rodeaba su muñeca creando un camino directo al mago de luz, a su mano—. Eleck, mírame —llegó hasta él tomándolo entre sus brazos, elevó su mano entrelazándola con la ajena y sintió su corazón detenerse, el mundo a su alrededor así lo hizo, el tiempo dejó de fluir por una milésima de segundo.
Ella parpadeó con lentitud notando el momento presente detenido a su alrededor, sus ojos se volvieron verdes brillantes de pronto y en cuanto su palma terminó de tocar la del Valaisin un cosquilleo se extendió por ella hacia todo su cuerpo, fue como una inyección de adrenalina, cada poro de su piel, cada músculo, cada una de sus neuronas recibieron el impacto de lo que era tener en su propio cuerpo la energía, esencia y magia de Eleck; el Valaisin cayó al suelo inconsciente y Niesse solo se dignó a ponerse de pie viendo sus manos, todo ese poder, todo ese despliegue de fuerza que sentía ir y venir por sus venas, ¿Cómo podía controlarlo? ¿Cómo podía solo ignorarlo cuando se sentía tan jodidamente bien? Tragó duro, las estelas verdosas a su alrededor, la bruma oscura emergiendo de su ser, absorbiendo toda la luz que pudiera haber tomado del mago hasta domarla para sí, enterrándola dentro de sí misma.
Sus heridas se cerraban, cada rasguño desaparecía de su piel, ya no había cansancio o dolores, su mente estaba más clara que nunca y tenía la certeza de que conocía a la perfección todos y cada uno de los hechizos que existían; se había abierto una puerta en su mente, en su propio ser que la conectaba más allá de la realidad que estaba viviendo, podía ser consciente de todo y más, ahora podía comprender y ver con exactitud que su poder iba más allá de ser o no partidaria de las tinieblas tal y como sus amigos le aseguraron siempre. Y sonrió cual gato de Chesire viendo a Gya que anonadada no podía creer lo que había visto, no era posible que un Pimeys tuviera en su poder la magia de un Valaisin sin sentirse débil, no era algo siquiera pensado el usar las habilidades de los magos de luz para sí más que para alimentar un come almas, ¿Qué carajos estaba pasando? ¿Quién era esa muchacha en realidad?
—¿Qué es lo que está pasando? —Agatha gritó al ver toda la escena, el hechicero a su lado se encontraban igual de estupefacto que ella y ni hablar de los magos que los habían acompañado para defender el territorio.
—Un Dragón del Rey... —murmuró Equusuu—. No es posible, no...
—¡Imposible! ¿Quién eres tú? —masculló la come almas desde su sitio, si sus orbes pudieran abrirse más seguramente se saldrían de sus cuencas y rodarían por el suelo.
—Calla, ahora es tu turno de verme diezmar a los tuyos, Sielun Syoja —Niesse sonrió dejando ver colmillos en su boca y solo tuvo que hacer un movimiento con sus brazos hacia los lados para que todo se fuera al mismísimo infierno.
—¡Niesse! ¡No! —Equusuu llegó en el momento exacto en que la arboleda, los arbustos, los magos y brujas, todos, desaparecían siendo desintegrados por el poder de la muchacha. El hechicero no pudo hacer más que crear escudos para Silvano y Alistair mientras que Agatha se encargaba de Eldor y los híbridos.
—¡Protego maximun! —Cira se lanzó sobre Eleck esperando que su escudo fuera lo suficientemente fuerte como para resistir la cercanía con Niesse y volteó a ver a Eleck que yacía inconsciente llevándose la sorpresa del siglo pues no encontró a un joven peliblanco con tatuajes sino a un muchachito común y corriente de hebras negras, apariencia humana en su totalidad—. ¿Qué mierda? ¿Qué es lo que está pasando?
—Tanto poder... —susurró Niss con una pequeña sonrisa, parecía que a su alrededor se formaba una crisálida con su poder, estaba fuera de control, la onda expansiva seguía arrasando con todo acercándose a la villa, más precisos a los edificios donde los miembros de la comunidad gritaban aterrados sin saber qué sucedería con ellos.
—¡Niesse, detente, vas a matarnos a todos! —Alistair gritó casi desgarrando su garganta en su desesperado intento por hacerla entrar en razón.
—¡Niss, basta! —Silvano lo secundó, no podía moverse pero era sostenido por el mago de aire.
—¡Lo has matado! —la voz de Cira detuvo a la pelinegra que volteó a verla molesta encontrándola en el suelo con Eleck en sus brazos—. ¡Le has quitado su vida, tú, infeliz, te has robado su alma! —sollozó horrorizada—, Tú eres un Sielun Syoja.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro