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27


"Eleck se encontraba ordenando sus muñecos y peluches en su cuarto, algunos rompecabezas yacían sobre su cama, mantas en forma de un gran fuerte donde había creado su guarida para esconderse de los villanos que pudieran encontrarlo en sus divertidas aventuras imaginarias y es que no tener magia a veces volvía un poco difícil pasar las tardes al no ser como los demás y poder visitar con otros niños diferentes atracciones para ellos.

Suspira una vez termina, se coloca sus pantuflas y acomoda su pijama el cual no se ha quitado aún a pesar de ya haber desayunado con su madre, talla uno de sus ojitos y corre a observarse en el espejo donde hay marquitas en la madera de los bordes que lo sostienen pues él y su mamá todos los meses miden su altura; se coloca pegadito al mobiliario, con su manito tantea la zona y una vez que está seguro de que lo ha marcado bien se aparta para observar con curiosidad solo dando con la misma marca que hicieron hace dos semanas, no ha crecido mucho, en realidad, sigue igual. Pucherea, quiere ser más alto para trepar los árboles más rápido pero a sus ocho añitos el tiempo de su crecimiento parece no estar a su favor.

—Sabes que no es así, ¡Lo sabes! —la voz de su madre siendo elevada llega hasta su cuarto, frunce el ceño al oírla molesta y decide ir a echar un vistazo.

—Solo intento hacer las cosas como debieron ser desde un inicio —la voz de un hombre sobresaltó a Eleck que apresuró el paso hasta llegar al umbral de la puerta del salón principal donde apenas se asomó para ver, pero a ese sujeto no podía verle el rostro con claridad—. Mirena, te lo pido, por favor, tienes que dejarme hacer lo correcto, es la única forma que tengo de protegerlos a ambos. Necesito volver a ser lo que era.

—No, ¡No! Solo quieres deshacerte de él, pero ya no puedes, tú mismo lo has dicho —caminó de un lado a otro—. Desarrolló voluntad propia y pensamiento, ya no puedes quitarle eso.

—Nunca quise que llegara a esto, no creí que... —suspiró—. ¿Qué quieres que haga?

—Buscar alternativas, pero no vas a tocar a Eleck —negó firme más su semblante se ablandó acercándose al hombre—. Es mi hijo, así lo veo y lo amo, sé que tú también. No te preocupes, seremos cautelosos, vamos a estar bien y hallaremos la forma de seguir a salvo.

—Espero no arrepentirme de esto —suspiró rendido al pedido de la bruja—. ¿Por qué siempre sabes qué tengo que hacer? —sonrió acariciando su mejilla—. Tengo que marcharme ya.

—Mami —Eleck finalmente salió dejándose ver—. ¿Por qué estás discutiendo?

—No, no, no, no estamos discutiendo —negó acercándose— Aun no te has quitado la pijama.

—¿Por qué tenemos que cuidarnos? ¿Hay monstruos fuera? —frunció el ceño viendo al sujeto.

—Me voy, volveré pronto —aquel hombre le dio la espalda a la mujer y al niño saliendo por la puerta con premura, Eleck no le quitó los ojos de encima en ningún momento."

***


El muchacho frunció el ceño entre sueños, se quejó bajito abriendo los ojos con lentitud, se mantuvo sobre la cama, de lado y calentito, medio dormido recordando un poco ese recuerdo con su mamá, ¿Quién había sido ese hombre que hablaba con ella? Había muchas cosas de su infancia que no entendía o que bien no cuadraban nada en sus memorias pero mucho no podía hacer con ellas.

Se removió un poco más y notó, al fin, que algo más sucedía en esos instantes. Sus ojos se abrieron en grande cuando, luego de espabilar mejor, se percató de que su cintura era rodeada con fuerza. Decidió voltearse en el lugar con mucho esfuerzo —y algo de valentía— encontrándose con Niesse que dormía plácidamente, es más, la bibliotecaria se acurrucó más contra él dejándolo atónito; dos segundos más tardes los adormilados ojos de la chica se abrían enfocándose en el Valaisin.

—Buenos días —sonrió.

—Buenos días, ¿Qué...? ¿Qué haces en mi cama? —murmuró aún sorprendido.

—Anoche celebramos demás, bebimos mucho y terminamos algo ebrios —rió bajo—. Cuando fui a mi cuarto encontré a Alistair allí medio desmayado y pues el más cercano era el tuyo.

—¿Y tenías que abrazarme? —sonrió con timidez.

—Sí, porque no puedo dormir sin abrazar a alguien o a mis almohadas —suspiró.

—Es un detalle que tendré en cuenta —relamió sus labios—. ¿Qué más hicieron?

—Hablamos durante horas con Eldor, nos ha contado un sinfín de aventuras que ha tenido durante sus siglos de vida, ¿Sabes? Había olvidado que en Khandrya se vive muchísimo más tiempo que en el mundo humano, pero eso hace que puedas ver la vida de otra manera —sopesó—. Él es muy cálido y simpático, te va a caer bien, Eleck.

—No lo creo —rodó los ojos.

—Vamos, ¿Por qué te enojas? —rió apretujándolo contra sí—. Hoy me va a enseñar a pelear con magia, ahora que sé hechizos de protección gracias a Silvano y Alistair y que sé lo básico gracias a ti, creo que puedo intentar escalar al siguiente nivel como bruja.

—Lo básico... —puchereó—. Ojalá pudiera enseñarte algo más útil, lo siento.

—No, Eleck, lo que me has enseñado es hermoso, me gusta —negó preocupada al verlo desanimado de esa forma—. ¿Por qué estás así? Anoche te fuiste de la nada, creí que te quedarías con nosotros.

—Es que el Oculi Tenebris volvió y no quería estorbar —mintió, claro que su maldición regresó, pero ya estando de regreso en casa de Agatha—. No importa, estaba cansado.

—¿Estabas cansado o...? ¿Te molesta algo más? —preguntó viéndolo fijamente.

—No, nada me molesta —negó desviando la mirada y queriendo alejarse de una vez.

—Oh, no, no, ven aquí —lo retuvo con fuerza posando sus manos sobre sus hombros—. No te vas de aquí hasta que me des una respuesta.

—No tengo nada que decir, suelta —susurró ruborizado, estaban tan cerca, tan, tan cerca...

—¿No? ¿Estás seguro? —elevó una ceja entrecerrando los ojos—. Creo que estás celoso.

—No tengo por qué estarlo —se apartó buscando poner distancia para que sus nervios lo dejaran tranquilo—. Mejor quítate esa idea de la cabeza.

—Bien, supongo que me equivoqué, de todas formas no tienes que preocuparte, no le hemos dicho nada a Eldor sobre nuestra misión y estoy segura de que por más que tengamos más amigos acercándose no dejarás de ser importante para el grupo.

—Bien, no es problema, pero no tengo inseguridad sobre él —negó molesto, ¿Por qué ahora todo giraba en torno a ese hombre? —, Por mí pueden entrenar con Eldor y viajar por Khandrya que no será problema.

—¿Por qué estás molesto, entonces? —se puso de pie acercándose al peliblanco—. Habla conmigo, Eleck.

—Él me recordó que no puedo hacer nada para ayudarlos o defenderlos —suspiró—. ¿Qué te he enseñado? ¿Levitar? ¿Encender luz con tus manos? ¿De qué sirve todo eso? De nada, ni siquiera puedo hacer algo especial como Cira o Agatha, no hay algo que me haga ser yo... ¿Sabes por qué? Porque soy un mago incompleto, mi magia no es más que un premio por haber salvado una vida cuando mi nacimiento fue claro con que debía ser humano.

—¿Por qué necesitas demostrar que tu magia vale por medio de golpes o daño? —tomó las manos de Eleck—. Me enseñaste a levitar bajo la luz de la luna, a caminar por el cielo de una ciudad cuando todos duermen, a crear luz en mis manos cuando me siento sola, a protegerme de otros hechizos, a poder encontrarte con solo recitar unas palabras... Pero más importante, me has enseñado el valor de la magia en sí, cómo debes pensar y sentir cuando la invocas, qué tan apasionado debes ser para poder ser un gran mago o una buena bruja, ser justo, no herir por herir. Así eres tú, eres perfecto de esa manera, Eleck Kozock.

—No me siento perfecto —negó—. ¿Qué pasa si no tengo una habilidad especial? Cira cura esencias, Agatha ve los hilos del destino... Y en mí, no ve nada.

—Hasta hace poco ni siquiera te importaba saber sobre una habilidad, ¿Por qué? Porque no sabías que podías tenerla, entonces, eras feliz así —sonrió—. Que no vea hilos en ti no quiere decir que no seas especial, que no estés vivo y que no tengas lo que se requiere para ser el enviado de Merlín a cumplir una de las misiones más importantes de tu mundo, ¿Ves? Hasta él vio en ti lo que tú no puedes.

—¿Por qué me dices todo esto? No es justo, me haces sentir raro... —sonrió bajando la cabeza.

—Yo también me siento rara cuando estoy contigo y estoy segura de que sabes a lo que me refiero —susurró tomando su mentón para que lo viera—. No vuelvas a sentirte así, por favor.

—De acuerdo —murmuró sonriendo al final para tomar una de las manos de la joven con cariño—. Te quiero, Niesse, mucho.

—También te quiero, lucecita —se acercó un poco más, tal vez era el momento para hablar sobre lo que parece que se está formando entre ellos.

Lástima que la puerta del cuarto se abrió dejando ingresar a Eldor con una charola con comida y una gran sonrisa, ambos chicos lo observaron sorprendidos, el recién llegado mantuvo la máscara de "no me afecta lo que veo" y explicó que Agatha les enviaba el desayuno para que no se lo saltearan; Niesse agradeció tomando la bandeja, Eleck le clavó la mirada cual puñal directo a su corazón y este le sonrió incómode para salir luego dejando la puerta abierta en su totalidad —a propósito—.

—Qué entrometido —murmuró.

—Desayuna conmigo, Eleck —Niesse tomó asiento en la cama—. ¿Quieres?

—De acuerdo —sonrió convencido, ah, Eleck Kozock, no pones resistencia cuando se trata de ella...

Por otro lado, muy lejos de la Villa, Gya caminaba serena observando el bosque de sombras, rodeó los árboles con lentitud siendo sus palmas las que tocaban los troncos gruesos y agrietados, sus aliados solo se limitaban a esperar a que terminara su reconocimiento. La mujer sonrió en grande mostrando sus colmillos, relamió estos con entusiasmo mientras volteaba a ver a sus pares, había logrado capturar la esencia de Eleck, estuvo allí y de seguro la pasó muy mal, el tema ahora era que no podía localizarlo en su totalidad; ¿Dónde estaba? ¿Cómo era que se había camuflado tan bien? No importaba, iba a encontrarlo tarde o temprano, ahora podía sentirlo débilmente y es que había algo que le impedía llegar por completo al albino, eso la ponía ansiosa.

Para la Sielun Syoja es un juego, uno excitante donde debe cazar a su presa, volverlo loco con sus mensajes mentales, exprimirle la confianza y la mente hasta que no quede nada que pueda enfrentarse a ella, al final se haría con Marline de una forma u otra e iba a comerse su alma con lentitud y a gusto, se deleitaría con sus gritos.

Y todo esto lo haría frente a Niesse Donovan, la vería retorcerse en su propia mierda sabiendo que no puede salvar al Valaisin... Ese sería su castigo para la pelinegra por haberse atrevido a hacerle frente en el Castillo de Sofiero.



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