24
"Un pequeño de alrededor de ocho años corre por la gran casa donde vive, sus cabellos azabaches se mueven cada vez que da pasos apresurados mientras observa por las ventanas de la gran sala. Eleck se detiene apegándose a la misma, su nariz se aplasta contra el vidrio debido a su curiosidad y ansias, los niños fuera están jugando a atrapar haditas con sus manos y estas les revolotean juguetonas; él también quiere jugar, pero las criaturitas no se le acercan por ser solo un humano, para el menor era complicado vivir en Khandrya, no encajaba del todo con los hábitos y juegos de otros niños, rara vez podía integrarse a los juegos debido a que todo, absolutamente todo, giraba en torno a los poderes que se desarrollaban en los infantes gracias a su imaginación e ilusión y era cuando la mentecita de Eleck era puesta a prueba para poder jugar solito sin aburrirse, haciendo castillos de arena, soldaditos con hojitas y palitos, jugar con sus juguetes y pelotas, pasear por los alrededores de su hogar sin alejarse demasiado.
Su madre le tenía prohibido alejarse más de lo necesario, siempre que estuviera rondando los jardines debía asegurarse de que pudieran verlo desde dentro, nunca hablar con desconocidos y no mencionar nada sobre su falta de magia para evitar habladurías en su nombre, Eleck debía ser un secreto a voces pues si bien se sabía de su existencia por otros vecinos y por el mismo Merlín, el hecho de que no fuera más que un mundano en Khandrya no se había dicho a nadie, nunca.
—¿Qué estás viendo, Eleck? —su madre lo observa desde la entrada de la sala apreciando su pequeña complexión.
—Los niños están jugando con las haditas, mami —sonrió—. Me gustaría poder hacerlo también pero no quieren acercarse a mí.
—Oh, cariño, es porque le temen a los humanos —sopesó—. No te preocupes, puedes solo contemplar lo bonitas que son. Sé que no es tan divertido como te gustaría pero no tengo más para darte con respecto al tema.
—No importa, estoy bien así —asintió algo desganado, observó a su lado atento a una figura que no podía ver bien pero continuó con su misión de chismear por la ventana a los demás infantes.
—Deberías salir, ve con ellos a jugar, no todo lo hacen con magia —susurró su mamá dándole un beso en la cabecita, qué más quería ella que pudiera disfrutar de su niñez todo lo que pudiera.
—No quieren jugar conmigo, ayer fuimos al lago de nenúfares para ver a las ninfas pero no pude atravesar el muro de brillitos —puchereó—. Una de las niñas me dijo que volviera a casa, que no podía acompañarlos porque no soy mágico...
—Es una protección que las ninfas tienen para que los cazadores no las atrapen, algunos humanos nacidos en nuestro reino comercian con ellas —suspiró—. Es para cuidarse, solo eso, no tiene que ver contigo en realidad.
—¿Puedes decirles que me dejen pasar? Me he portado bien y no grito mucho —la observó esperanzado—. Quiero verlas.
—Lo sé, pero dudo que quieran escucharme, son bastante tercas y caprichosas cuando se trata de su muro de protección —suspiró—. Hay otros sitios donde puedes ir a jugar, como el Corazón de Loto.
—No, es aburrido ver una flor enorme que no hace nada —negó enfurruñado—. ¿Puedo tener una mascota?
—¿Qué mascota? —rió—. Aquí todas las bestias son libres, si desean acompañarte en tu vida pueden quedarse a tu lado.
—La señora Cold dijo que ella tenía mascotas en su mundo humano, que tenía pájaros en jaulas —sopesó.
—¿Te gustaría tener un Ave Fénix en una jaula para que no pueda volar nunca solo porque quieres verlo allí todo el tiempo? —ladeó la cabeza.
—No, estaría triste —suspiró—. No puedo hacer nada, qué aburrido...
—Bueno, estoy segura de que podemos encontrar algo entretenido para que hagas, ¿Por qué no vamos a la cocina y hacemos algunas galletas? —sonrió—. Esta vez tú las vas a amasar antes de cortarlas en formas.
—Sí, sí, ¡Sí! —corrió entre saltos y vítores mientras la fémina lo escuchaba hablar de todas las chispas de chocolate que le pondría, de que haría formas de estrellas y que seguramente iban a quedar deliciosas."
Eleck abrió los ojos encontrándose con que no podía ver nada a su alrededor, tanteó su almohada y suspiró sentándose sobre la cama mientras restregaba sus manos contra el rostro tratando de espabilar mejor, ¿Había soñado con su madre de nuevo? Tal vez la extrañaba más de lo que quería admitir, pero de cierta forma le alegraba no haber olvidado esos momentos junto a la mujer de larga cabellera negra que siempre lo hizo sentir especial a pesar de no serlo en lo absoluto.
Un ronroneo lo sacó de sus cavilaciones, su mano derecha tanteó la superficie de la sábana para encontrar el cuerpecito suave y afelpado de un gato pequeño, Eleck lo tomó con cuidado para atraerlo a su cuerpo estrechándolo con cariño, al tocar las patitas suavecitas supo que era Ónice pues Rayna no tenía sus almohaditas tan pequeñas. Sonrió acariciando con calma la cabecita del ManeKatt que se desperezó volviéndose una bolita estirada hacia arriba y luego le prestó atención para regresar a su forma híbrida con una gran sonrisa.
—Amo Eleck, ¿Cómo se siente? —Ónice se sentó cual indiecito viéndolo atento.
—Bien, mucho menos cansado que ayer —rió ante sus palabras pero había que verle el lado bueno a las cosas—. Aunque hoy no puedo ver nada.
—Tal vez en unas horas pueda retomar su visión, pero le traeré algo para comer —con rapidez el chico se puso de pie moviendo su cola de lado a lado, feliz.
—Ónice, espera —lo tomó por el brazo con mucha cuidado—. ¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes bien?
—Sí, claro que sí. No me sucedió nada malo, el bosque no daña a los híbridos —negó para luego suspirar—. Lamento mucho todo lo que sucedió, parece que todos han quedado resentidos por esa experiencia, espero que puedan recuperarse pronto y podamos continuar con la búsqueda del heredero del señor Merlín.
—También es lo que espero —asintió relamiendo sus labios—. ¿Rayna?
—Fuera, entre las hierbas, le gusta más que quedarse dentro de la casa —rió.
—Eso me alegra, siempre ha sido más silvestre que tú —soltó al de ojos turquesa—. ¿Sabes dónde está Niesse?
—Mmm... No, no la he visto hoy, tampoco a Silvano o Alistair, creo que salieron con la señora de la casa —asintió pensativo—. El hechicero se encuentra aquí, se quedó en caso de que necesitaras algo.
—Bien. Por favor, no me llames amo, no sé cuántas veces debo pedírtelo, Ónice —sonrió con cariño.
—Trataré de no hacerlo —asintió para encaminarse veloz a la cocina en busca de un bocadillo para su amigo.
—No lo tomes tan a pecho, el que se refiera a ti de esa manera no es porque te esté dando poder sobre él, es una forma de darte respeto —Equusuu habló desde el umbral de la puerta—. Pero comprendo que no quieras que te diga "amo".
—Me hace sentir como si fuera su dueño, cuando no es así —negó—. ¿Por qué no has ido con los demás a conocer la Villa?
—Porque dejarte solo no es una opción teniendo en cuenta que una come almas te sigue, además, creo que le venía bien a Niesse ser relavada de su constante misión de tenerte a salvo —soltó sin más.
—Se preocupa mucho —asintió pensativo—. Gracias por quedarte.
—No es problema, ahora mismo lo que menos deseo es tener que sociabilizar —exhaló cansado, extrañaba regresar a su casa en el bosque—. Yo les dije a tus amigos que aceptaran la guía turística, necesitan despejar sus mentes de todo lo que sucedió.
—Tienes razón, fue un duro golpe el que tuvimos —susurró.
—Yo estaba seguro de dejarte morir —Equusuu desvió la mirada sintiéndose un poco culpable—. Creí que lo más sensato era salvar a quienes tienen más opciones de vida.
—No te preocupes, yo hubiera hecho lo mismo —asintió viendo hacia el frente aunque todo fuera negro para él—. No te sientas mal por tus elecciones, hiciste bien, preservar a quienes tenían vida.
—Solo quería decírtelo para que no creas que tengo algo en tu contra, la verdad es que poco conozco de ti, me atrevo a decir que sé más de los demás que de tu vida pero eso es cuestión tuya si quieres o no revelar algo de ello —se encogió de hombros tras darle una mirada apenada—. En fin, perdona si mi decisión fue brusca o te parece despiadada, no es algo en tu contra.
—Lo sé —sonrió—. Estamos bien, Equusuu.
—Bien, me iré unos momentos, seré breve, solo quiero saber de mi esposa —rascó su nuca—. Mi Fénix se queda en la casa para protegerte, Ónice y Rayna igual.
—Claro —asintió recostándose de nuevo, arropándose lo mejor que pudo para ovillarse y volver a descansar, con su ceguera no había nada que pudiera hacer aun cuando quisiera poder salir de paseo con los demás, era mucho mejor quedarse en cama y evitarles más cargas a sus amigos que requerían un buen descanso.
Por otro lado, la Villa Urjii Ifaa era cede en esos momentos de preparativos especiales, cánticos, niños corriendo y jugando, personas listas para celebrar el tan ansiado Clémore, una noche donde la Luna Llena se torna azulina permitiendo a las parejas unirse en compromiso o relación y que es un evento al que asisten muchos magos y brujas de diferentes regiones del reino debido a que solo puede apreciarse tal estado de la luna en casa de los Valaisin.
Niesse, Alistair y Silvano son guiados por Agatha que orgullosa enseña las costumbres y formas de vida de sus pares, no puede verse más pintoresco que eso, guirnaldas de flores en las casas y edificios, los Valaisin van y vienen preparándose para el recibimiento de parejas y visitantes que pronto comenzarán a llegar; Silvano detalla todo con ojo clínico sintiéndose aliviado de tener un ambiente tan calmo y alegre a pesar de la euforia del momento que se vive. Alistair, por su parte, se dedica a ver las tiendas con simpleza junto a puestos de artesanías muy interesado en comprar algo o degustar un bocadillo, parece niño en confitería, todo le gusta, todo lo quiere.
—Estamos en una festividad ahora mismo, todos los años en esta fecha tenemos la Luna Azul o bien llamado Clémore donde las parejas juran amor, se comprometen o piden tener una buena relación —Agatha comentó mientras Niss le prestaba atención—. También es un momento especial donde los Valaisin pueden lograr que su magia se incremente, como si el don evolucionara.
—¿Se puede? —el mago de la naturaleza se acercó interesado, la información siempre era bienvenida.
—Claro que sí, hace dos años durante luna azul fue que descubrí que soy una sanadora de esencia, puedo compartir la mía con otros para garantizar salud de cualquier tipo —Cira sonrió sin dejar de caminar y saludar a quienes conocía—. Todos los magos pueden seguir aumentando sus capacidades, pero hay fechas especiales con eventos claros que hacen que esto se potencie.
—Cada elemento tiene una villa donde sus magos y brujas viven, o por lo menos la gran mayoría —Alistair se unió a la charla—. Y tienen sus costumbres, tradiciones, creencias y festividades propias además de las que se presentan en todo el reino.
—Y se puede ver a un Tuuli, Antaa Potkut o Vesi vivir en cualquier villa, aunque... —la bruja observó a Niesse—. Por lo general, no se ven muchos Pimeys lejos de su Villa, pero son bienvenidos.
—Gracias —la muchacha sonrió de lado, Agatha era una mujer muy pacifista que la había aceptado de inmediato sin poner objeciones.
—Tengo la esperanza de que Eleck pueda participar estar noche, le vendría bien tener más contacto con su esencia —Agatha agregó, luego observó a Niesse—. ¿Crees poder traerlo aquí? Convencerlo de que sea parte del festejo.
—Supongo que puedo sugerirle que venga —asintió.
—Descuida, vendrá —Cira sonrió llena de confianza—. Tenemos algo que hacer durante la tarde, me encargaré de que él esté aquí antes de que la luna ilumine el cielo nocturno.
—¿Qué es lo que tienen que hacer? —la bibliotecaria chasqueó la lengua—. Desde que hemos llegado que no lo dejas un segundo, debe descansar.
—Tu idea de descansar es muy diferente a la mía —restó importancia la fémina de luz—. Tú prefieres que se quede en cama, yo quiero que salga a ver lo que se ha perdido todos estos años, o será que... ¿Acaso no sabías que Eleck ha vivido muy lejos de los Valaisin, Niesse? Necesita conectar con su ser, con lo que puede hacer, y qué mejor que otro como él para mostrarle los caminos adecuados.
—No me digas —habló entre dientes la bruja oscura, sus palmas hormigueando ante su malestar.
—Oye, cálmate —Cira la observó severa y luego dio con los puños de la bibliotecaria—. No pierdas los estribos, aquí no estás en tu elemento y creo que no querrás que tengamos que apaciguarte.
—¿Qué...? —Niesse bajó la vista encontrando aureolas verdosas alrededor de sus manos, listas para ser usadas—. Mierda...
—¿Lo ves? El temperamento no debe ser influencia para tu magia, cualquier mago lo sabe —sonrió—. No te preocupes, aprenderás de a poco lo que requieres para ser poderosa sin pasarte de la raya.
—Cira, ya es suficiente, tú tampoco ayudas con tus comentarios —Agatha entrecerró los ojos viéndola—. Mejor ve a hacer tus tareas.
—Sí, señora —asintió alejándose tras darle una mirada a Niesse.
—Disculpa, es una chica brillante pero aún es joven e impulsiva al hablar —sonrió dándole una caricia en el brazo a Donovan—. No te preocupes, la magia se controla usándola, asique cada vez que esto te suceda solo tienes que seguir practicando. Te sorprendería saber las travesuras que tuve que explicar por no poder controlarme durante mi juventud.
—Claro, no es problema —sonrió con una mueca, a Niesse no le gustaba para nada tener que estar cerca de Cira pues sentía molestia en su ser, su magia vibraba con incomodidad poniéndola ansiosa e intolerante, lo mismo ocurría con Agatha o Equusuu, pero no con Eleck.
—Veo que no puedes decidir qué quieres comprar —Silvano ríe viendo a Alistair observar dos tiendas a la par habiéndose alejado del pequeño altercado de palabras entre Cira y Niesse.
—Es que me gustan ambas tiendas pero no tengo tanto dinero, la verdad es que me queda poco ya que perdí algo en el bosque —lo imitó—. ¿A ti qué te gusta? No me puedo decidir...
—No lo sé, no estoy interesado en comprar algo de momento —suspiró divertido—. El bosque nos robó.
—En verdad —se carcajeó.
—Me alegra saber que te sientes mejor, creo que no te había escuchado reír de manera genuina desde que te encontraste con nosotros —Silvano lo observó con media sonrisa—. Siempre te veías muy serio y poco abierto a charlar con nosotros, es bueno ver otras facetas tuyas.
—Sí, supongo que estaba tan enojado y triste por todo que no quería que nadie me hablara, solo deseaba estar solo por siempre, pero ustedes no me dejaron —exhaló con alivio—. Gracias.
—No hay nada que debas agradecer, somos amigos, ¿No? —lo empujó con suavidad con el hombro.
—Sí —le devolvió el gesto, ambos se quedaron viendo fijo, apreciando al contrario, metidos en sus mundos que, con rareza, estaban más conectados de lo que creían—. Deberíamos regresar con Agatha y los demás...
—Sí... —asintió Silvano desviando la mirada y fue cuando Alistair, en un acto de valor, se acercó para dejar un beso casto en su mejilla regresando con el grupo luego.
El mago de la naturaleza observó con asombro e interés a su compañero de aventura, parecía que las cosas en verdad estaba cambiando entre ellos, más de lo que habrían esperado.
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