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12


Atravesar los gigantescos jardines del Castillo de Sofiero sin ser vistos no era una tarea sencilla pero tampoco imposible para el grupo de magos que buscaban desesperadamente la entrada a Khandrya más cercana. El par de ManeKatt mutó a sus tamaños pequeños como gatos moviéndose sigilosamente entre las flores siendo sus sentidos los principales protectores para con sus compañeros logrando captarlo absolutamente todo a la perfección. Alistair y Niesse se aventuraron primero a cruzar guiando tanto con magia como con el conocimiento del antiquísimo edificio, Silvano y Eleck los seguían desde atrás quedando distancia entre ellos—bastante— debido a que el mayor ayudaba al peliblanco a caminar lo más veloz y seguro posible; el Valaisin tropezó un par de veces pero se mantuvo erguido aferrando con fuerza el brazo de quien lo ayudaba, tenso pero alerta a cualquier cosas que pudiera suceder.

—¿Qué puedes ver? —preguntó Eleck por lo bajo sintiéndolo a su lado apresurar el andar.

—No mucho, jardines, algunas personas yendo y viniendo pero son las de menos, a pesar de ser una gran atracción es muy tranquilo por aquí —comentó.

—¿Es bonito? —preguntó divertido el mago más joven.

—Tiene su encanto, no lo niego, pero prefiero por mucho nuestro hogar natal —sonrió—. Supongo que no debe haber cambiado tanto desde que me marché de Khandrya.

—Pues no, o al menos yo no he notado cambios significativos —Eleck asintió sopesando su siguiente pregunta—. Silvano, ¿Cómo fue que perdiste a tu hermano?

—Ya te dije, un Sielun Syoja se lo llevó, se alimentó de él y lo perdí —suspiró—. Mi hermano era menor que yo, tenía mucho potencial como mago de hierbas, era mejor sanador que yo y estoy seguro de que habría sabido cómo quitarte el Oculi Tenebris.

—Tú has hecho todo lo que ha estado en tus manos, aun cuando tu hermano fuera un prodigio en los dones sanadores no habría podido retirarlo, ya has oído que el Oculi Tenebris solo será revocado por el Sielun Syoja que lo lanzó pero Gya no me lo va a quitar con tanta facilidad —tragó duro—. O hasta que esté muerto.

—No vas a morir, ella no te va a vencer, ¿Dónde está el chico valiente que conocí? Ten más confianza y fe —suspiró no sabiendo cómo alentarlo.

—Le tengo un gran terror a la oscuridad, Silvano, de solo pensar en ella termino sintiéndome tan perdido... —se detuvo—. Imagina lo que es estar viéndola ahora mismo, yo... No sé qué hacer o cómo debo sentirme...

—Tener miedo no es malo, Eleck, pero sí deberías preguntarte por qué le temes tanto al punto de que te cambia como persona, porque eso sí es lo que está mal —palmeó su hombro—. Tal vez no puedas ver la realidad física que te rodea ahora, pero el mundo no ha cambiado, solo eres tú con dificultad para percibir, pero sigue siendo el mismo, seguimos estando a tu lado, seguimos el camino y tú puede sentir lo que te rodea como Valaisin, es parte de tu percepción el poder concentrarte en las energías, no lo olvides. Es un simple hechizo que se vuelve contra ti tomando tus miedos.

—Gracias —sonrió leve sintiéndose más tranquilo, acompañado y seguro.

—No es nada, me recuerdas a mi hermano, asique no te asombres cuando te cuide demás —rió bajo, observó de reojo al peliblanco imitarlo—. Intenté salvarlo, ¿Sabes? Pero no lo logré, mi magia no es tan efectiva contra un ser tan oscuro como un come almas.

—¿Por eso me ayudas tanto? —frunció el ceño.

—Al menos a ti si voy a poder ayudarte, créeme, no perderé esta vez —susurró llevando la mirada hacia adelante para ver a Alistair y Niesse esperarlos junto a los ManeKatt—. ¿Qué sucede?

—Tenemos un problema, el hechizo se deshizo, hay algo que bloquea la magia aquí y no puedo rastrear la puerta de manera fácil —negó Black—. Tendrá que ser de forma convencional, pero esa parte ya no me compete a mí.

—¿A quién entonces? —Niesse los observó de hito en hito, preocupada.

—A mí —Eleck suspiró—. Como Valaisin puedo conectarme a las energías mágicas del universo, no es gran cosa, pero puedo verlas, encontrarlas, fuera de ello nada más. No puedo usarlas a mi favor, no me vuelven más fuerte, no hago nada que sea para mi beneficio porque nuestra magia no es para ese uso.

—En otras palabras son unos pacifistas —sonrió algo burlesco Alistair.

—Una forma de decirlo —asintió el ojiplata encogiéndose de hombros.

—Bien, entonces, hazlo —apremió Silvano viendo a todos lados—. No hay nadie viendo, todos dentro del gran castillo, es ahora o nunca.

—Denme espacio —pidió y todos retrocedieron varios pasos—. Ónice, Rayna, sean los pilares.

—Sí —sonrió el ojiazul seguido de su compañero y se colocaron a cada lado de su cuerpo.

—¿Pilares? —Niesse observaba atenta.

—Los ManeKatt son seres que canalizan la fuerza de la Luna por ello lleva cada uno el símbolo de esta en sus diferentes fases y aunque puede ser que creas que varios tienen la misma marca nunca la encontrarás en el mismo lugar dos veces; ellos me potencian a mí a la hora de buscar energías mágicas, son imanes y a la vez conductores —explicó Eleck con premura.

El Valaisin cerró los ojos de inmediato para que sus tatuajes en el cuello y brazo se encendieran en un tono blancuzco, las criaturas lo imitaron haciendo relucir las gemas que portaban en el rostro al igual que sus ojos; una pequeña ventisca llegó de improviso revolviendo los cabellos de todos mientras el peliblanco fruncía el ceño divisando algo en su mente, un camino con varios tipos de energía pero al final del mismo se encontró con la silueta de alguien que volteaba a verlo descubriéndolo de pronto. Abrió los ojos sorprendido y retrocedió un par de pasos siendo las manos de Niesse las que se posaron en sus hombros para que no tropezara.

—¿Y? —susurró viendo de cerca el rostro del mago, lástima que él no podía siquiera notar la cercanía de la humana por sus ojos oscurecidos, sin embargo, el aliento llegó a su rostro dándole la pauta de a dónde debía mirar.

—Hay un custodio —respondió serio—. La puerta a Khandrya tiene un ser mágico que la cuida, no es una obligación pero de todas formas lo hace y es poderoso...

—Mierda —Silvano chasqueó la lengua—. ¿Crees que podamos negociar con él?

—No lo sé, pero sabe que ya estamos aquí, me descubrió vagando entre las energías —suspiró.

—Estaremos listos y atentos, nada debe tomarnos por sorpresa —Alistair sentenció.

—Cuando viajas y ves energías, ¿puedes vernos? —la bibliotecaria no dejaba de preguntar todo lo que le diera curiosidad—. ¿No puede ser una forma en que recuperes algo de tu visibilidad?

—No, no los veo como personas sino como el centro de magia que son —sonrió Eleck levantando un poco la cabeza casi rozando la nariz ajena en su ignorancia del espacio—. Tú eres un como un puntito centellante amarillo.

—Es eso normal, ¿verdad? —sonrió la chica llevando su mano a la espalda baja del ojiplata para comenzar a caminar hacia la entrada del castillo, ingresar en la cafetería era la última opción.

—Lo es, así lucen todos los humanos, créeme —asintió.

—Me deja más tranquila saber que de alguna forma u otra puedes encontrarme y sabes cómo en el caso de que algo sucediera —rió bajo siguiendo al grupo, notó que Silvano los observaba con disimulo desde adelante asegurándose de que todo iba bien.

—Te lo dije cuando te pedí llevarte a Ónice, que iba a encontrarte —asintió.

—Suena a algo se diría en un momento especial —negó divertida—. Apuesto a que en tu mundo eres todo un galán.

—¿Un galán? —se carcajeó—. No, para nada, la verdad es que soy bastante reacio a encontrarme con personas para algo más que no sea charlar, es decir, todo el proceso de conocer a alguien e intentar saber si puede o no ser tu complemento no es algo que llame mi atención y con franqueza digo en estos momento de mi vida me aburre... ¿Crees que es algo raro eso?

—No, la verdad no, hay momento para todo y cada uno debe saber cuándo es el suyo pero creo que lo analizas demás, si es una persona que va a congeniar contigo lo hará y ya y no te darás cuenta de que estás en todo el proceso de conocerla como ella a ti —se encogió de hombros.

—Qué sabia —sonrió—. Soy mayor que tú por siglos pero sabes del mundo más que yo, supongo que son las ventajas de vivir solo.

—¿Vives con alguien? —lo observó de reojo.

—Vivía... Con Merlín —suspiró—. Me acogió luego de que mi mamá muriera cuando la guerra de magos se presentó, asique terminé viviendo en palacio donde me entrené para ser parte de la guardia, allí tenemos regímenes, horarios, hay que cumplir con una serie de actividades diarias por lo que no salimos tanto como el pueblo cree.

—Ya veo —frunció el ceño.

—Deténganse —Alistair observó a todos lados alarmando a los demás una vez dentro de la gran cafetería, el pelirrojo notó que la puerta a la siguiente habitación era parte de un recorrido turístico donde sí o sí deberían pasar, pero algo no estaba bien—. ¿Seguro de que es por aquí?

—Sí, dentro del castillo —asintió Eleck—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué nos detuvimos? Si no me dicen qué sucede estoy a la deriva, no veo nada...

—Bueno, es difícil saberlo si Alistair no habla —comentó la joven rodando los ojos.

—Trato de pensar, humana —soltó molesto.

—Basta, no es tiempo de estar peleando entre nosotros —reprendió Silvano y todos guardaron silencio—. Sigamos al pequeño grupo de turistas, sonrían, tranquilos e ingresemos a la siguiente sala.

—Amo Eleck —Ónice se posicionó al lado del ojiplata tomando su brazo—. Hay bocadillos aquí, quiero uno.

—Oh, pero no creo que sea bueno que los comas, no son para híbridos —susurró—. Apenas lleguemos a Khandrya te compraré, ¿Bien?

—Sí —sonrió en grande, Rayna llegó a su lado curioso por el cuchicheo de ambos y algo molesto porque la capucha sobre su cabeza impedía que sus orejas pudieran moverse a gusto para captar mejor la conversación, pero bastó una caricia de Eleck en su cabeza para calmarlo.

El grupo se movió con calma junto a los demás presentes quienes al menos conformaban un grupo de diez o quince personas, no eran tantas afortunadamente y cuando el guía del lugar los hizo atravesar el umbral de la puerta a la siguiente sala para comenzar toda la charla histórica sobre el memorable Castillo de Sofiero fue que Alistair lo supo; aquello que lo tenía algo preocupado desde que ingresaron y que no lo dejaba tranquilo no era más que un hechizo, pero no uno cualquier, pertenecía a un ser poderoso con el que antes no se había encontrado jamás pero del que tenía conocimiento. Siendo el último en atravesar a la habitación contigua pudo ver perfectamente el momento exacto en que los demás humanos continuaban el tour como si nada sucediera y ellos eran atacados por una onda expansiva que los separó enviándolos por todas direcciones del salón, rodaron por el suelo algunos, otros se estrellaron contra paredes o muebles e incluso el par de ManeKatt tuvieron dificultades para no salir heridos de ese golpe.

—Mierda —Niesse susurró algo atontada por el golpe, apenas pudiendo levantar la cabeza para ver a su alrededor.

—¿Qué sucedió? —Silvano buscó con la mirada al Valaisin para encontrarlo del otro lado de ellos tendido boca abajo e inconsciente—. ¡Eleck!

—Será mejor que te preocupes por ti mismo, Mago Tuuli —un hombre caminaba hacia ellos vestido con una larga gabardina roja cuyos bordados de runas llevaban tonos dorados, portando un cayado con dibujos grabados se detuvo frente a él para observarlo y luego a Niesse que se encontraba a unos pasos—. ¿Por qué están aquí un grupo de magos y una humana? ¿No saben que no tienen permiso de estar en el Castillo de Sofiero a menos que sea de vida o muerte para Merlín? Es un portal usado para que él escape en caso de que haya algún altercado en palacio.

—Bueno, déjame decirte que hace miles de años que Merlín dejó el palacio porque está muerto —contestó la bibliotecaria tratando de incorporarse pero el sujeto solo tuvo que observarla para que terminara contra el material frío de nuevo.

—No te pregunté a ti —sentenció.

—¿Chicos? —Eleck apenas había despertado y se incorporaba con lentitud tratando de saber dónde se hallaban los demás a su alrededor, escuchó pisadas fuertes y seguras dirigirse a él hasta que fue tomado por el cuello de sus prendas siendo elevado en el aire y él tanteando la mano que lo aprisionaba.

—¿Quién eres? —el hombre lo observó serio notando los negros ojos en el muchacho—. Oculi Tenebris, es una maldición bastante fuerte, ¿Qué has hecho para estar en la mira de un Sielun Syoja?

—Hechicero... —murmuró Eleck tragando duro—. Eres un hechicero.

—¿Y lo supiste porque...? —elevó una ceja.

—Tu energía —murmuró.

—Eres bastante hábil en eso pero no en el hecho de que no puedes revelarle a un humano nuestro mundo y poderes, además de que lo traes a la entrada de nuestro reino, ¿Qué pretendes? —espetó—. Mi nombre es Equusuu, estoy encargado de la seguridad de este portal místico y no vas a pasar por él, ni tú ni los que te siguen.

—Por favor, necesito encontrar a alguien que me quite este hechizo —pidió el peliblanco, los quejidos de Ónice lo alertaron, al parecer estaba herido—. Mis ManeKatt necesitan atención médica, solo en Khandrya la tendré.

—Nadie puede quitarte esa maldición, serás devorado tarde o temprano, debiste ser más cuidadoso —lo aventó hacia atrás viéndolo caer con estrépito—. Los ManeKatt pueden pasar, el resto se queda.

—¡Claro que no! —Alistair lo enfrentó desde el otro lado—. No hemos venido hasta aquí para que un idiota nos dé una negativa, vamos a llegar a nuestro reino, con tu ayuda o por sobre ti, elige.

—Bien, enfréntame —volteó a verlo y el aludido apretó los puños—. Veamos qué tan fuerte son los Vesi.

—Alistair, es un hechicero, su magia es mucho mayor a la nuestra —Silvano lo jaló por el brazo para que retrocediera—. No podemos ganarle a él, lo sabes.

—Pero debemos intentarlo —murmuró molesto.

Niesse se arrastraba lento en dirección a Eleck para poder ayudarlo pero se vio siendo interrumpido su andar cuando una criatura se posó delante de ella, levantando con cuidado la cabeza se encontró con un ave de colores extravagantes y mirada peculiar que la veía con seriedad hasta que extendiendo sus alas graznó en su contra para que el batir de estas la lanzara de nuevo a la esquina contraria. Las largas plumas al final de sus alas y en su cola brillaban con intensidad siendo su maestro, Equusuu, quien le brindaba fuerza y poder, un Ave Fénix cuidaba del hechicero.

—Una bonita reunión —una voz femenina sorprendió a todos, no fue problema para el grupo de amigos reconocerla—. Admito que son unos escurridizos, pero supe que estarían por aquí en cuanto recordé que nuestro mundo tiene un acceso importante en este sitio, más no creí que un hechicero facilitaría mi trabajo.

—Gya —murmuró el peliblanco relamiendo sus labios nervioso y tratando de concentrarse en sus demás sentidos disponibles.

—Tú, eres un come almas, no tienes derecho a estar aquí —Equusuu la enfrentó.

—Te diré qué, entrégame al Valaisin y me marcharé de inmediato sin dar problemas y sin requerir nada más, ¿Qué te parece? Todos ganamos —sonrió viendo a Eleck cabizbajo.

—¡No! —Niesse se puso de pie viéndola con odio y luego al hechicero—. ¡Si custodias la puerta para la seguridad de Merlín deberías estar del lado de un Marline, él tiene una misión encomendada por el rey, si lo entregas estarás traicionando a la corona!

—¿Qué? —el hechicero lo detalló con ceño fruncido y luego volteó a ver al Valaisin.

—¡Suficiente! —espetó la bruja—. Nunca me han gustado las charlas extensas, mejor empecemos con la diversión, ¡Oculi Tenebris! —y el hechizo fue lanzado contra el guardián de la puerta a Khandrya.



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