Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

05


La luz de la luna iluminaba toda la ciudad de Helsinborg mientras que Niesse corría entre los callejones seguida de Ónice que cuidaba su espalda tras una esfera luminiscente que se movía sigilosa pero veloz entre los edificios rumbo al mago que se encontraba en la comunidad, la joven no podía creer que realmente hubiera más de ellos entre las personas comunes y corrientes, tragó duro, ¿Qué más había que nadie sabía? No podía dejar de pensar que tenía mucha suerte de estar siendo parte y testigo de semejante aventura, después de todo, no es algo que se ve todos los días, ¿No?

La bibliotecaria observó a todos lados antes de salir de un callejón e internarse en otro, el híbrido llevaba su forma gatuna pero de un tamaño exageradamente grande, es decir, ¿era necesario hacer creer a todos que había una pantera suelta en las calles? Los ManeKatt tiene la habilidad de cambiar el tamaño de sus mutaciones, de pequeños e inofensivos mininos a feroces felinos de tamaños de temer; el gato negro de ojos como zafiros se mueve con elegancia observando atento la esfera, mentiría si dijera que no se siente tentado a darle un zarpazo pues su lado juguetón sale a flote con rapidez pero intenta concentrarse en poner a salvo a la humana que su amo le ha encargado.

—¿Crees que falte mucho? —pregunta por lo bajo Niesse, sus ojos van a todos lados intentando no verse paranoica pero fracasa, en verdad teme ser encontrada por esos tipos y ni hablar de la preocupación que siente por haber dejado atrás a Eleck.

—No lo sé. —susurró el chico habiendo regresado a su forma humana, la esfera se ha detenido sin más, levita en el callejón, con exactitud al final de este, pero allí no hay nada—. ¿Se habrá equivocado?

—¿Y si ya no está en la ciudad? ¿No que ustedes viajan por portales o algo así? —preguntó frunciendo el ceño, la esfera se desvaneció de a poco hasta no dejar rastro de que estuvo allí—. Mierda, tal vez nos hemos equivocado.

—Sí, creo que se han equivocado —una voz los sobresaltó, para cuando Niesse y el híbrido voltearon a ver fueron lanzados por el aire por potentes ráfagas de aire que los dejaron estrellados contra las paredes del edificio continuo—. ¿Quiénes son y por qué estaban siguiéndome? Sin mentiras, no tengo mucha paciencia. —un joven emergió de las sombras vistiendo de negro, una casaca bastante larga lo abrigaba, pantalones oscuros a juego con sus botas y la peculiar capucha sobre su cabeza fue echada hacia atrás dejando ver los ojos más ambarinos que Niesse siquiera podría haber imaginado.

—Eres el mago —susurró Ónice sorprendido.

—No nos ataques, ¡no es lo que crees! —Niesse exclama siendo bajada al suelo con lentitud, pero Ónice seguía estando casi pegado al edificio—. Estábamos buscándote, umm... No sé cómo empezar, yo ni siquiera tengo magia y estoy metida en esto, vengo de parde de otro amigo, su nombre es Eleck y es un Marline, pido ayuda y asilo.

—¿Marline? —frunció el ceño—. Eso cambia la historia —asintió dejando al ManeKatt en el suelo—. Lamento el ataque, pero estamos en medio de lo que puede ser una próxima guerra, confiar no es algo que debamos hacer así como así, mi nombre es Alistair Black y soy un Tuuli.

—Un mago de los vientos —comentó el híbrido acercándose—. Mi nombre es Ónice, ella es Niesse, es humana.

—Un gusto —asintió la fémina algo aliviada de haberlo logrado, pero, ¿Dónde estaría Eleck?

—Bueno, vengan conmigo, es mejor ponernos a resguardo, aquí somos blanco fácil en caso de que hubiera enemigos en la ciudad —agregó Black comenzando a caminar entre las sombras, siendo seguido por el par.

—De hecho, hay un grupo de Antaa Potkut cazándonos, mi amo se quedó a distraerlos para que pudiéramos escapar —suspiró el azabache menor mientras desviaba la mirada triste, apenas encontraba a Eleck y volvían a separarse. No le gustaba eso.

—Oh, ya veo, entonces no hay que perder tiempo, de seguro tu amo está bien y lo volverás a ver pronto, por cierto, tengo en casa a uno como los tuyos, está herido y recuperándose —el mago de viento comentó viendo al más bajito—. ¿Será que lo conoces? Es un gato moteado.

—Sí, ¡Sí, es Rayna! —comenzó a saltar de alegría—. Creí que había muerto cuando nos separamos, amo Eleck trató de ponernos a salvo pero nos separamos en el proceso.

—Bueno, está en buenas condiciones, solo debe descansar, ahora podrás verlo —llegando al edificio fue que terminó de hablar—. Tu amo, ese tal Eleck, ¿Qué centro tiene?

—Valaisin —soltó con orgullo el felino, la chica a su lado mantenía el silencio.

—¿Y cuántos magos de fuego dijiste que son? —frunció el ceño dejando ingresar a sus invitados al departamento, observó a todos lados y luego cerró.

—Son seis —Donovan volteó a verlo preocupado—. Tienes que ayudarlo, no podemos dejarlo solo.

—Bueno, es un riesgo enfrentar a seis de ellos, más para un mago que no es ofensivo pero no puedo llegar de la nada, ni siquiera sé dónde puede estar, Helsinborg es grande y sobre todo, antigua por lo que su arquitectura tiene más de un recoveco que pueden usar a su favor —Alistair dejó su abrigo sobre un sofá alentando a Niesse a hacer lo mismo—. Les traeré algo de comer, pueden descansar tranquilos, aquí hay protección, no podrán encontrarnos.

—Gracias —susurró la bibliotecaria viendo por la ventana, la ciudad se veía tan calma y ella era un mar de nervios, aferró en una de sus manos la capa de Eleck, ¿y si no volvía? ¿Qué haría? ¿Qué debía hacer con Ónice?

—No te preocupes, amo volverá —susurró el menor viéndola con esos grandes ojos azules.

—Gracias, peque —sonrió poquito.

—El ManeKatt tiene razón, tal vez no sea agresivo pero si pertenece a la Guardia Real de Merlín tiene sus truquitos guardados —el anfitrión sonrió dejando una charola con comida sobre la mesa, los dos contrarios lo observaron desconfiados—. Sé que es de la guardia por la capa que usas, tiene el símbolo incrustado en la espalda, solo que no puedes verlo.

Alistair tomó la prenda con cuidado enseñando la zona donde aparentemente no había nada pero luego de un pequeño soplido de parte del mago comenzó a dibujarse sobre la tela el símbolo de Khandrya donde podía verse un dragón en el escudo y la "M" en grande y al medio de la criatura.

—Oh, parece que hay cosas que realmente no puedo notar —la humana pasó la yema de sus dedos sobre el dibujo.

—Son cosas que podrás percibir de a poco, aunque me asombra que alguien como tú, un humano, tenga una capacidad tan grande de percibir mi mundo —tomó asiento junto a Ónice que comía encantado, le dio un par de mimos en las orejas recibiendo ronroneos del felino—. ¿De dónde eres? Helsingborg no es tu ciudad natal, eso puedo verlo.

—Soy de Escocia, me mudé aquí hace unos años —Niesse suspiró tomando asiento, más sus ojos fueron hacia el inicio del corredor donde podía verse a un gato moteado observando atento, sus ojos verdes iban y venían por la estancia hasta que se posaron sobre el híbrido de ojos de zafiro—. Ónice, creo que tu compañero ya ha despertado...

—¿Uh? —el gato negro volteó buscando con la mirada a su par—. ¡Rayna! ¡Rayna!

El chico de hebras ébano corrió hacia el animalito que los veía atento, este rápido se transformó en un muchacho de ojos verdes como el jade, cabello castaño y una marca en forma de luna llena sobre el pecho descubierto y algo vendado —que siendo animal también podía vérsele—; ambos muchachos se abrazaron con fuerza suspirando en el proceso, Ónice restregó su mejilla contra la de su compañero porque realmente lo había extrañado, porque temió ya no volver a verlo nunca más y porque después de todo llevan años viviendo juntos en compañía de Eleck, no puede no adorarlo. Sollozó bajito, las orejas de Rayna se movieron captando los soniditos de angustia que dejaba salir el contrario y lo acunó con fuerza contra su cuerpo.

—No llores, Ónice, ya estamos juntos —habló sereno, su cola se había enredado con la del pelinegro, Rayna le lleva unos tres años a su par, se sentía como su tutor.

—Sí, lo sé, pero te extrañé mucho —susurró.

—Bueno, al menos están juntos, eso es bueno, solo falta encontrar al mago al que le pertenecen —dijo Alistair con una sonrisa, la parejita de felinos le causaba ternura.

—No le pertenecemos, somos familia, eso dijo Eleck —Rayna agregó serio, él no era tan sociable y dulce.

—Lo lamento, me expresé mal —asintió.

—Espero que todo salga bien, en verdad no sé qué debo hacer si él no regresa, ¿Qué se supone que sigue? —la humana se hallaba muy preocupada con toda la situación.

—¿Tú quién eres y cómo conoces a Eleck? —el gato moteado la veía con intriga.

—El amo quiso que nos acompañara, es una humana que salvó su vida —respondió Ónice ya menos acongojado—. Veníamos de camino aquí cuando los magos de fuego aparecieron, nos separamos por órdenes del amo, me dijo que protegiera a la chica y así hice.

—Oh —soltó sin más, el gato moteado observó con cuidado a la humana, desvió la mirada sopesando algunas cosas que le eran interesantes, él era un ser muy curioso pero a la vez perceptivo, cosa que a Ónice siempre se le escapaba por ser tan vivaz y juguetón.

Alejándose de las principales calles de la ciudad, Eleck corría a más no poder por los tejados evitando ser visto por algunos transeúntes que a pesar de la hora seguían fuera de sus casas sabrá Dios por qué motivo, agitado observaba en todas direcciones habiendo dejado atrás algunos de sus enemigos, también se había encargado de crear copias de sí mismo para poder despistarlos y había funcionado hasta el momento; ¿Estarían Niesse y su compañero gato a salvo ya? Realmente deseaba que ese fuera el caso ya que no podrían defenderse de un ataque, bueno, él tampoco había tenido tanto éxito, había escapado con las justas antes de ser capturado y eso, eso había sido realmente un milagro.

De pronto, mientras corría una explosión se dio en uno de los tejados, justo bajo sus pies y fue lanzado hacia el suelo con estrépito, cayó duramente contra el asfalto sacándole un quejido, se puso de pie sin esperar más viéndose cara a cara con un Antaa Potkut que le sonreía con superioridad, Eleck sabía que pronto llegarían los demás tras escuchar el estruendo y debía darse prisa a crear un plan.

—Admito que eres bueno con las ilusiones, pero no tanto como para engañarme —sonrió el sujeto—. Ríndete, no puedes vencerme.

—No me voy a rendir así como así, no me das miedo —negó.

—Deberías, Valaisin, ¡Implosion! —y rápidamente el peliblanco estaba siendo atacado sin tiempo a nada, comenzó a huir entre los escombros y como podía.

Protego —susurró con rapidez para crear un escudo a su alrededor, terminó al final del callejón, no había salida, los edificios demasiado altos dificultándole el escape, volteó a ver a su atacante que sin más disparaba esferas de fuego contra su escudo—. Mierda...

—¡Ríndete, muchacho, tus poderes no son rivales para nosotros! —gritó otro mago llegando para realizar el mismo ataque, Eleck no resistiría mucho tiempo más.

—Terminen con él de una vez, necesito regresar a Khandrya —el líder de la banda estaba ya cansado de tanta persecución, realmente no gustaba del mundo humano, necesitaba volver a su hogar cuanto antes.

—¿Qué haremos con el albino? —preguntó una mujer interesada.

—Primero nos va a decir lo que sabe del heredero de Merlín, después, puedes entregárselo a Gya, ella sabrá qué hacer —sonrió divertido.

Detrás del grupo de magos se encontraba una mujer vestida comúnmente, con un tatuaje en la mitad de su rostro en forma de serpiente, Gya era una fiel seguidora de Morgainne —enemiga acérrima de Merlín—, ella era perteneciente al grupo de mágicos llamados Pimeys, quienes toman su poder de las mismas tinieblas pero para empeorar las cosas es aquello que todo mago teme, no importa tu origen, tu centro o el lado que defiendas, no hay nadie que no le tema pues es Sielun Syoja, una come almas; se alimentará de la magia de su oponente hasta drenar su vida, le arrebatará el alma hasta dejar hielo en su ser imposibilitando así que su víctima sea salvada, renazca o tenga alguna oportunidad de vivir, del tipo que sea. Gya, es temida en todos lados, ella y el pequeño grupo de los suyos, ¿de dónde salieron? Se dice que entre los magos malignos son quienes han cometido actos atroces, por lo general, quienes defienden a Morgainne, quienes odiaban a Merlín con todo su ser y los que intentan ahora acabar con la herencia del mago más poderoso de todos los tiempos.

—¡Tu escudo no durará por siempre, chico! —se carcajeó una mujer lazando llamaradas hacia el joven desde uno de los laterales, Eleck tuvo que agrandar su escudo sin perderla de vista.

—¡Vamos, ataquemos todos juntos! —ordenó el líder, se posicionaron en diferentes direcciones atacando con diferentes hechizos, el mago de luz sostuvo su barrera hasta que no pudo más y cayó de rodillas exhausto—. Muy bien, ahora vas a contarme todo lo que sabes.

—Jamás —sentención Eleck levantando la cabeza para verlos, él no hablaría, no importa cuanta tortura pudieran darle, no diría ni una sola palabra.

—Ya lo veremos —sonrió como si acabaran de darle un reto y tal vez era así, extendió su mano hacia adelante y luego pronunció sin más—. Torkset.

Miles de agujas fueron lanzadas de la palma del mago hacia el muchacho, con fuerza las mismas arrastraron al ojiplateado hasta estrellarlo en el edifico creando escombros y demás, anclándolo allí mientras este se negaba a dejar escapar un grito por el dolor que sentía al tenerlas clavadas en su cuerpo; respiró agitado tratando de mantenerse cuerdo.

—¿Qué sabes de Merlín y su hijo? —ladeó la cabeza se enemigo acercándose cada vez más, el peliblando no respondió—. ¿Nada? Mala elección —y de nuevo más agujas lo golpearon, cerró los ojos adolorido—. Vamos, no puedes soportarlo, ¿o sí? Solo debes responder y terminará.

—N-No —negó.

Torkset —volvió a pronunciar, al tener menos distancia entre ellos el impacto dolía el doble para Eleck, se quejó no pudiendo aguantarlo y es que las heridas que dejaban las agujas realmente eran insoportables, estaban por todos lados, en sus brazos, piernas, torso y rostro—. Muy valiente, lo admito. Muchachos... —los demás magos se posicionaron e implementaron el mismo hechizo.

Eleck gritó adolorido cayendo al suelo sin más, apenas podía moverse, maldecía en grande, aun cuando copiara el hechizo de su oponente no causaría ni la mitad del daño que debía, sabía que tenía que inventar algo para salir de esa, de inmediato, pero en esos momentos el dolor no lo dejaba pensar con claridad, sin embargo, no renegaba por ser un Valaisin, él amaba sus dones a pesar de no poder luchar como le gustaría.

—Déjamelo a mí, tal vez si se enfrenta a su muerte quiera platicar —Gya habló por primera vez desde que había llegado, se acercó a paso lento pero elegante hasta el joven mago que la veía aterrorizado—. He conocido varios de los tuyos, los Valaisin se caracterizan por tener ojos platinados o el cabello blanco, alguno de esos rasgos, sean mechones de sus hebras, destellos en los ojos, pero tú, eres completamente albino, muy bonito. —tomó su mentón con fuerza—. Me encantará devorarte, son mi platillo preferido, tan puros y estúpidos.

—¡Oye! —una voz se escuchó de pronto, todos voltearon sorprendidos para ver a un joven en los tejados cercanos saltando hacia ellos mientras movía sus manos, la tierra comenzó a temblar bajo el grupo y el recién llegado aterrizó como pluma ligera—. Será mejor que lo dejen tranquilo.

—¿Quién te crees que eres? —espetó Gya.

El muchacho recién llegado sonrió de lado golpeando el asfalto con su puño, la grieta que surgió de dicho impacto se abrió paso entre los Antaa Potkut y la mujer oscura para dejar ver cómo las raíces emergían desde lo más profundo para apresarlos en miles y miles de las mismas, aun cuando usaban el fuego para quemarlas seguían emergiendo sin darles tregua; esto dejó paso libre al vencedor acercándose a Eleck, lo ayudó a ponerse de pie con bastante dificultad y comenzaron a alejarse tanto como los pasos del peliblanco podían.

—No puedo moverme bien —susurró Eleck entre muecas, algunas de las heridas sangraban, ninguna había causado un gran daño gracias a que mantuvo su escudo para sí, sin embargo, fueron demasiados contra uno.

—Déjame a mí —susurró colocando sus manos en la espalda y pecho del peliblanco—. Vita Redit.

Los ojos del mago se volvieron tan verdes como un campo en pleno verano, de sus manos brotaron estelas del mismo color que se extendieron por todo el cuerpo de Eleck restaurando sus heridas, sanando cortes, quitando dolores, incluso recobrando energía física; para cuando la magia se disipó el ojiplata sonreía encantado y asombrado, posó sus orbes en el contrario.

—Increíble, un Luonto —Eleck se emocionó—. Nunca había conocido un mago de la naturaleza en persona, soy Eleck Kozock.

—Silvanus Thorn, un gusto —asintió, observó detrás del chico—. Será mejor que nos vayamos, el hechizo de las raíces tardará en desvanecerse, tienen un buen rato para seguir peleando por su libertad.

—Ni siquiera lo pronunciaste —soltó sorprendió.

—Hay magos que tienen mucha práctica y experiencia, como yo, que no necesitan recitar las palabras mágicas para que la magia suceda —sonrió apremiándolo a escabullirse en cuanto las luces de los edificios aledaños se encendían, al parecer los gritos de sus oponentes habían despertado a los humanos.

—Eso solo sucede cuando el mago es de sangre pura, de un linaje de magos ininterrumpido —comentó asombrado, sus ojos no podían abrirse más.

—Sí, así es —rió—. Vamos, corre, tenemos que ocultarnos, Valaisin.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro