Una noche como nunca
El chico abrió los ojos como plato emocionado y cuando el hombre más grande se incorporó. Él se giró poniéndose como pudo sobre sus rodillas y bajó el pecho a la cama.
La posición de sumisión del humano lo puso más caliente todavía y se acarició desde la base hasta la punta soltando un gemido y ubicándose detrás de él. La abstinencia había hecho estragos.
De cierta forma que el chico hubiera tenido sexo tenía su lado positivo. A la mierda con los juegos previos, directo a la diversión. Se empapó la gruesa punta con el semen que se escurría y lo uso de lubricante para empezar a introducirse en el rosado agujero.
El chico gritó en intento alejarse al sentir la invasión mucho más grande de lo que estaba habituado, pero una mano en su cuello detuvo su movimiento y lo mantuvo en su lugar.
Primero sintió dolor mientras la gran nuez atravesaba el primer aro para darle paso al grueso falo, pero después de desvaneció y el placer lo invadió de golpe quitándome el aliento.
-Que ocurre-Logró decir apenas.
Anubis solo asintió. Su propio líquido preseminal ya estaba haciendo su efecto dentro del cuerpo suprimiendo el dolor. Su miembro estaba muy por encima de la media normal de los humanos y podía crecer mucho más si lo quería. Pero ya había dilatado tanto el músculo anal que podía romperlo si utilizaba más tamaño.
Gimió fuerte cuando su base tocó la piel pálida de las nalgas.
El cuerpo bajo él convulsionó y chorros calientes cayeron en las sábanas. Jadeos llenaron la habitación cuando Anubis no dejó que se recuperara del orgasmo. Agarrando fuerte de cadera del prostituto se movió hasta casi salir e introducirse duro nuevamente hasta la base.
El chico volvió a gritar mientras temblaba por las diversas sensaciones. Mordió inútilmente la almohada cuando su punto fue rozado de forma destructiva. Una mano acarició la espalda ejerciendo presión pero esquivando los lugares magullados.
Anubis plantó un pie en la cama y lo usó de palanca para impulsarse más.
El agujero del chico lo apretaba con cada movimiento sintiendo que podía venirse en cualquier momento. Los músculos de sus brazos estaban tensos y apenas podía respirar con cada estremecimiento que lo recorría completo. Echó su cabeza hacia atrás disfrutando de la sensación gloriosa que nunca antes había sentido. Sabía que su orgasmo sería devastador, apenas podía esperar para sentirlo.
Tomó al chico por el brazo y lo puso de lado mientras ponía una pierna sobre su hombro habiéndolo más. Llevó la mano a su nalga y la apretó sintiendo la reacción en la succión de él.
Gimió fuertemente cuando sus testículos se apretaron y sentía que se corría.
Se inclinó sobre el joven y se sostuvo en sus manos mientras seguía moviéndose sin parar.
El humano se aguantaba de las sábanas mientras su interior era taladrado y sentía el monstruoso miembro llenándolo como nunca, hasta sentirlo en su garganta. Ya no recordaba ni su nombre, solo abría sus ojos y luces pequeñas danzaban sobre él.
Sin esperarlo chorros calientes de semen comenzaron a llenarlo y el cuerpo del enorme hombre comenzó a temblar y a gruñir.
Anubis nunca pensó perder la cabeza de esa manera. Su orgasmo lo golpeó tan fuerte que sintió que se vaciaba por completo. El líquido espeso de desbordaba por el agujero mientras el aún se movía dentro, más lento. La cantidad de semen que él soltaba era casi el doble de la de un humano. Eso garantizaba que cuando se reprodujera embarazara en la primera vez. Se había pensado en todo.
Se enderezó acariciándose el irregular abdomen y el pecho aun sensible. Se empujó tres veces más y el chico volvió a venirse mientras él mismo se acariciaba.
La presión que ejerció en su miembro le gustó tanto que comenzó a endurecerse nuevamente. Se salió dejando el agujero más dilatado y llenando la cama de líquido.
Podía meter su mano entera si quisiera. Agarró el brazo del muchacho y lo jaló poniendo su cara ante su miembro. Mantuvo el agarre de su inestable cabeza.
-Lámelo- Le ordeno y este lo hizo con orgullo
Pasó la lengua por todo el falo limpiando el semen que había hasta el salpicado en el abdomen. Volvió a la cabeza y lo saboreó con la lengua antes de succionarlo. Comenzó un movimiento de vaivén aunque solo podía llevar a su garganta, la mayor parte del miembro. Por más esfuerzo que hiciera no podía meterlo todo.
Anubis lo ayudó poniendo la mano sobre su cuello y dirigiendo el movimiento como le gustaba. Los músculos de la garganta lo apretaban hasta casi doler. Un segundo orgasmo lo golpeó y se vino apretando los dientes.
El chico se separó tosiendo al no poder tragar el volumen que llenó su boca y el resto cayó en su cara y pecho.
El dios se dejó caer casi inconsciente en el colchón respirando agitado. Su cuerpo estaba tan sensible que hasta la tela de la sabana lo estremecía. Había sido el mejor polvo de toda su milenaria vida y la noche aún no había terminado.
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