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No muerdo

Darien se detuvo al sentir sus pulmones doler y sus ojos nublarse por las lágrimas. Ahora podía llorar ¿no?

-Estúpido Anubis- dijo sobándose la nariz -Estúpido Anubis. Por qué aparecer ahora cuando vida parece ser normal- sollozó doliendo ahora cada palabra que le había dicho.

Podían ser venenosas, parecer indiferente, pero a quien engañaba. Extrañaba al maldito dios como su vida. 

¿Sería capaz de perdonarlo? 

Eso no lo sabía. 

¿Arrojarse a sus brazos?

Tal vez. 

¿Volver a su lado? 

No podía permitírselo. 

Todo volvería a ser una montaña rusa hasta el día de su muerte, y no le gustaba la poca tranquilidad y estabilidad que tenía.

Pero...aun lo amaba....y mucho.

Se dio cuenta que las personas a su lado pasaban y miraban su curioso atuendo, o más bien, la falta de este. Había salido tan rápido, escapándose por la ventana, que solo traía unos pantalones de algodón grueso y la daga escondida en su mano. Se fijó en sus pies donde la piel se veía roja e irritada y empezaba a picar. Suspiró. Ya sabía cómo debían estar por debajo. Un día de estos su cuerpo se daría de baja si seguía haciéndole daño.

Necesitaba ropa rápido y donde esconderse. No podía volver a su apartamento, el dios debía estar allí, o detrás de él. Quedarse en el mismo lugar no era buena idea.

Una puerta al lado se abrió dándole un buen susto.

-Pasa, el té se enfría-

Darien abrió los ojos sorprendido al ver a quien menos se esperaba.

-Tú...-

El chico se apartó de la puerta dejándola abierta para que pasara haciéndole seña que lo siguiera.

-No muerdo y eres un blanco fácil ahora mismo-

Con duda entró por la pequeña puerta de cristal y la cerró a su espalda. No sentía hostilidad hacia su persona ni amenaza, haciéndole entrar en más confianza. Algo que sabía que debía haber perdido. Confiar nunca traía nada bueno.

Lo siguió por un corto pasillo blanco subiendo luego una escalera y entrando a un departamento aunque no muy grande si adecuadamente lujoso.

-Siéntate, te serviré la merienda. Puedes ponerte la ropa que está en el sofá. Buscaré el botiquín para vendarte los pies antes de que te pongas los zapatos-

-¿Por qué me cuidas?- 

-Te lo dije. Alguien me mandó a tenerte en la mira-

-¿Uno de ellos?-

-Lo sabes muy bien- el chico rubio rodeó el desayunador de la cocina y comenzó a poner tazas, una tetera y dulces sobre una bandeja.

Darien tomó la ropa y se la puso sintiéndose menos vulnerable. Que iluso había sido pensar que podía escapar de estos dioses así por así. Se rió por dentro por su propia estupidez.

-¿Cuál es tu nombre?- Le preguntó al chico que se había sentado delante de él sirviendo el té aromático y ofreciéndoselo.

-Tobías-

Darien asintió grabando su nombre. Se tomó unos segundos para analizarlo. Parecía solo unos pocos años mayor que el aunque no podía asegurarlo. Su cabello sin una sola onda lo llevaba recogido en su nuca donde algunos mechones se escapaban y él los ponía detrás de la oreja. Su cuerpo era delgado, pero no tanto como el suyo. No podía decir que era la mayor belleza del mundo. Eso sí, no era tampoco feo. Lo que más le llamo la atención fueron aquellos ojos vacíos.
Se quedó estupefacto un momento. Tobías terminaba de maniobrar sobre la bandeja pero aunque la cabeza la tenía gacha no miraba ninguno de los objetos. 

-Disculpa que sea indiscreto-

-Soy ciego- le respondió sin dejarle formular la pregunta.

Darien no supo que responder.

-No tienes que preocuparte por eso. Veo el mundo de una forma muy diferente a la tuya-

-Ya veo- el chico tomó un sorbo de té aun sin poder quitarle la atención de arriba. Eran simplemente hermosos. Aun ausentes de pupila el color griseado pareciera que fueran dos gotas de plata fundida.

-Te gustan mis ojos- 

Darien saltó sobre el mueble temiendo que se le cayera la bebida.

-Yo, yo-

-Es difícil que escondan algo de mí, he vivido demasiado para no saber lo que ocurre a mi alrededor-

-Espera, qué edad tienes- temió oír lo que se imaginaba.

-Recuerdas el incendio del faro de Alejandría. Allí fue donde perdí mi vista- 

-Es broma-

-Incluso estuve como enfermero en las tropas de Napoleón-sonrió- No creo que Ra este muy contento con que te esté contando esto, pero no tengo nada que perder-

-¿Conoces a Ra?-

-Si, él fue el que me salvo y descubrió mi talento innato para ver el futuro y no tan futuro. Ese hombre tiene más trucos bajo la manga que los que te imaginas-

Darien se quedó con la boca abierta.

-Entonces es él el que te mandó a cuidarme-

-Puedes tomarlo así si lo deseas. Ahora mismo las cosas están complicadas en el Imperio y lo creyó conveniente-

-¿Has estado en el Imperio?-

-Algunas veces a lo largo de los años. No es un lugar donde un humano se sienta cómodo, y más cuando mi vida depende de uno de ellos-

-Espera, se me están fundiendo las neuronas- dejó la taza sobre la mesa y empezó a limpiarse los pies con el alcohol del botiquín frunciendo el ceño ante el escozor de la piel- ¿Cómo demonios has estado vivo todos estos años y dices ser humano?-

-En parte, sigo siendo humano. Cuando ocurrió el accidente y quedé ciego, creo que morí. No me preguntes que hizo Ra pero me permitió seguir viviendo, eso sí, le debo mi lealtad, mi cuerpo y mi sangre- Darien no salía de un asombro para entrar en otro- No me mires así, lo que hizo también le costó a él. Está prohibido que un dios alargue la vida de un humano, digamos que fui la excepción por mi habilidad-

-No dije nada- se defendió el joven

-Estoy seguro que lo pensaste-

-Yo solo quiero que me dejen tranquilo- dijo en voz baja.

-Eso no podemos hacerlo, tu vida está ligada al destino del Imperio. Esa cadena no se puede romper-

-¿Pero qué haré allí. Ser una pieza más en su rompecabezas? Me niego-

-No estás solo en esto, aun tienes a Anubis-

-Él. Para él también soy un juguete. Tiene una persona especial a la que ama y se lo dice todo el tiempo. Yo no tengo nada de especial-

-¿Anubis?- se preguntó hacia sí mismo Tobías- sé que le gusta el sexo como a la mayoría de los dioses mayores, pero de una relación seria, lo dudo.

-Ella misma me lo dijo-

-¿Ella?-

-Sí, una mujer con el cabello negro, hermosa. No quería creerle pero tenía uno de sus brazaletes, y, y ella fue la que me empujó. Había sangre por todos lados- Darien se llevó las manos a la cabeza recordando los sucesos y un temblor lo recorrió. 

Sintió la mano cálida de Tobías sobre su hombro. 

-Tranquilo. Tú no hiciste nada malo. Todo está bien, déjame lo demás a mí-

-No, no está bien. Ahora no sé qué hacer. Por un lado quiero quedarme alejado de todo, pero por el otro quiero lanzarme a los brazos de Anubis otra vez, aun cuando me duela-

Tobias sonrió levemente.

-Ya lo oíste- Su voz salió hacia la nada- Y tiene mucho de qué hablar-

Darien se levantó del sofá y retrocedió un paso olvidándose por completo de las vendas ya puestas en sus pies.

-¿Qué hace aquí?-

-Yo lo llamé. Sabía que vendrías hacia acá- 

-Pero no quiero hablar con él- decía indeciso Darien. Hacerlo ahora era peligroso, sus defensas estaban por el piso.

Anubis frunció el ceño cruzando los brazos sobre su pecho. Su expresión parecía más dolida que molesta.

Tobias tomó de los hombros a su invitado y lo giro hacia él.

-Escúchame. Tu destino está escrito. Tu vida casi se apaga. La llama de la esperanza está en la oscuridad dentro de él-

Las palabras lo hicieron pestañear.

-Sé que estas molesto, que estas confundido, pero nunca he visto a Anubis mentir y yo mismo pondría mis manos al fuego por el por eso que es estoy haciendo esto. Si quieres vivir, dale una oportunidad o solo veo oscuridad en tu camino.

Darien cayó sentado sobre el sofá con la respiración entrecortada. Así que era en serio lo que decía de su vida. Apretó sus puños e intento relajarse sintiendo un ataque de pánico cercano, el cual no permitiría que arremetiera contra él.

Abrió los ojos y miró a Anubis asintiendo con la cabeza.

-Solo esta vez, porque me lo pidió, te escucharé-

-Gracias cachorro-

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