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No duele

Si aquella no era la situación más incómoda de la vida, estaba cerca de serlo.

Darien apenas podía acomodarse sobre los cojines en el piso, delante de la mesa con innumerables platos. Y la peor parte, la mirada de Ra delante de él analizando cada uno de sus movimientos. Anubis estaba a su lado aunque no era suficiente para calmar su nerviosismo, algo le daba buena espina.

-Come- Ra le ordenaba a cada rato, y lo necesitaba, estaba famélico y con un hambre que se comería todo aquello, sino fuera porque sus tripas se retorcían peligrosamente, todo fuera mejor.

Sintió la mano de Anubis en su espalda baja a pesar de no perder de vista a Ra. Deseaba estar en otro lugar, más tranquilo, al lado del dios. Porque las cosas siempre eran tan complicadas en su vida amorosa.

Cogió algo del plato que no tenía idea de que era y lo llevó a la boca saboreándolo, recibiendo una sonrisa por parte del magnate.

-Y bien- ya iba a empezar- ¿Quién eres realmente, pequeño humano?-

El chico oyó como la saliva raspaba por su garganta antes de hablar.

-Mi nombre es Darien- esa respuesta no conformó al dios-Qué más quieres que te diga-
-La razón por la que tu aura es diferente y repelas mi poder, eso sin contar que fuiste capaz de romper el conjuro de Horus sobre ti-

Hasta al mismo Darien se le abrió la boca de la impresión. ¿Él había hecho todo aquello? No, eso no era posible. Era un simple humano, cómo sería capaz de lograr eso. Le estaba cogiendo el pelo.

La cálida mano de Anubis descansó sobre su muslo apretándolo dándole apoyo.

-Darien, qué escondes- su tono era suave pero firme.

Lo que le faltaba. 

-Tú también Anubis. No sé, en serio que no sé, no tengo la menor idea de a dónde quieren llegar, de cómo hice lo que dicen que fui capaz. ¿Qué quieres? ¿Qué invente del aire una historia la cual yo mismo no entiendo?- no se había dado cuenta que estaba gritando hasta sentir el eco de su voz.

Anubis, en su forma humano solo pestañeaba ante el ataque descontrolado del chico. Bajo la cabeza un momento y volvió a apretar su muslo.

-Cálmate, podemos hablarlo-

-Que me calme, que me calme, estoy en un maldito lugar, rodeado de una pila de bichos raros que me puede acabar con mi vida en un segundo, me interrogan como si fuera yo el extraño y la persona que pienso confía en mí no cree una mierda de mis palabras- Se llevó una mano a la boca para detener la arcada que lo azotó. Se dejó caer de rodillas conteniéndose de vomitar.

El dios no le respondió. No quiso admitirlo, ni lo mostró, pero las palabras que su pareja había le calaron muy en fondo.

-Si confió en ti, esta situación es tan difícil para ti, como para mí- pasó la mano a lo largo de la espalda para aliviarlo aunque Darien se sacudió para que no lo hiciera.

-Si, en serio- La ironía voló de su boca mientras la limpiaba con el dorso de la mano. Anubis no rompió el contacto aunque ahora era menos reconfortador.

Ra por su parte no se inmutó con la escena. Se había dado cuenta que el chico no tenía la menor idea de lo que era. Tiempo de probar una nueva estrategia.

-Darien, quiénes son tus padres-

El humano lo miró ceñudo.

-¿Por qué quieres saber de ellos?-

-Creo que de esa forma podemos saber algo-

-Lo dudo. Son solo dos simples humanos de aura negra que fueron capaces de abandonar a su familiar cuando no cumplió las expectativas de hijo modelo, padecía de ataques de pánico y de paso veía fantasmas. Esos eran mis padres por si pensabas que con ellos descubrirías algo-
Sintió la mirada de Anubis sobre él, pero la ignoró. Se estaba cansando de los altos y bajos del dios. Proteger a una persona no significaba hacerle daño.

La puerta tras ellos se abrió y dos bennu se posicionaron detrás del chacal.
-Parece que ya es hora- Ra se incorporó y le hizo señas a Darien que lo siguiera.

El chico miró al hombre a su lado confundido.

-Ve con él, yo te sigo- una cosa era estar molesto con Anubis y otra era separarse a su suerte.
-Pero...-

-Él tiene que sufrir el castigo por contribuir a la destrucción del manantial, al igual que Horus- A Ra no se le pasaba nada. 

-Después me reuniré contigo- tomó su mano y dejó un beso sobre su mano y sobre la palma y olvidó las razones por las cuales estaba molesto con él.

Los bennu lo levantaron por el brazo y se lo llevaron. Darien se quedó allí sin poder hacer nada.
-Vamos chico, acompáñame-

-¿A dónde, a torturarme?-

-No necesito de esos métodos-

***

Darien siguió a Ra por el pasillo hasta una puerta donde dos bennu hacían la guardia y apenas se fijaron cuando el magnate abrió la puerta y pasaron al interior.

La impresión casi hizo que se le detuviera el corazón. La inmensa sala hermética apenas decorada solo tenía cristales desplazados en la pared. El centro había sido modificado para contener un estanque de agua de coloración roja, esperaba que no fuera lo que imaginaba. Pero lo que más impactaba era la enorme piedra ovoide lisa, de donde sobresalía la luz que iluminaba toda la estancia y se reflejaba en los cristales. Por un momento Darien la confundió con el sol. El mismo color, la forma en que las ondas se movían en su interior.

-Bienvenido a la sala del Orbe Celestial-

Así que ese era el famosísimo Orbe. La fuerte de energía de todo el Imperio. La razón por la que los dioses tenían que descender.

-¿Y por qué me trajiste aquí?-

-Lo sabrás muy pronto-

Eso no pintaba nada bien. 

Ra lo tomó por la muñeca y lo arrastró literalmente hasta la punta del estanque y el olor rancio de la sangre le llegó a sus fosas nasales. Así que estaba en lo cierto. El dios materializo una daga en su mano y la irguió delante de Darien.

El chico intento separarse pero su brazo estaba agarrado como un grillete.

-Suéltame- gritó enterrando las uñas en el brazo de Ra.

-No te preocupes muchacho. Esto no te dolerá-

Y la daga corto su piel.


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